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domingo, 13 de diciembre de 2015

Tim Leary: animador sociocultural a base de LSD

Este texto fue publicado en el Portal Cannabis.es y esperamos que os guste.

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Timothy Leary

Uno de los personajes por excelencia de la cultura farmacófila del pasado siglo, que casi todo el mundo conoce de oídas, es Tim Leary. Su nombre evoca casi de forma inevitable la presencia de la LSD y sitúa rápidamente el contexto en los años de la explosión hippie en los USA, y una aproximación lúdica -con la amplitud del concepto de "ludus"- al asunto de los enteógenos.

Albert Hofmann fue el paradigma del científico respetable, responsable. Stanislav Grof, declarado padrino de la sustancia por el creador de la misma, es el modelo de aproximación terapéutica a la LSD y uno de los grandes cartógrafos de la conciencia humana. En el aspecto químico, gente como Shulgin o Nichols son los que siguieron y acompañaron el desarrollo de la enteogenia.





¿Pero qué sería la figura de Leary? 
¿Un chalado bromista? ¿Un payaso divertido como le calificó Hofmann? ¿Un héroe de la conciencia como dijo Allen Ginsberg?

¿El hombre más peligroso de América -y enemigo público número uno- como sentenció el corrupto Nixon?

Su vida asemeja la de una neurona situada en algún punto estratégico del cerebro, sirviendo de interconexión entre miles de eventos y personas, percepciones y sentidos, que en un buen momento se activó y no dejó hasta el momento de su muerte de explorar las fronteras de lo que iba siendo el nuevo paradigma de las posibilidades de un hombre plenamente desarrollado, y conectado a las oportunidades que el mundo le ofrece. 

La definición más apropiada que encuentro para él, es la de animador sociocultural. El animador es la persona que utiliza el conjunto de prácticas sociales que tienen como finalidad estimular la iniciativa y la participación de las comunidades en el proceso de su propio desarrollo y en la dinámica global de la vida socio-política en que están integrados.

Leary, nació en el ámbito de una familia bien situada, con un padre con tradición militar y que ejercía de dentista ocasionalmente mientras dilapidaba los recursos familiares. Su madre era una maestra que tras el abandono de su marido, cuando Leary tenía 13 años, quedó viviendo una apocada vida con su hermana, ambas de estricta formación religiosa y moralista. Expulsado de varios centros y pasando la academia militar, acabó siendo un psicólogo con ideas brillantes y con buenas perspectivas, con cabida en varias universidades del país.

No fue ningún hippie inconsciente y entregado al hedonismo asocial. De hecho, si no hubiera sido por la irrupción en su vida del misterio de los enteógenos, a manos de un colega suyo más joven que él -el psicólogo Frank Barron- que siguiendo los pasos del conocimiento desenterrado por Gordon Wasson y los hongos psilocibios mexicanos había tenido su particular 'Eleusis', Leary no parecía tener el menor interés en las drogas.

Tenía 40 años, 2 hijos pequeños y estaba sólo tras el suicidio de su primera mujer, cuando en México tuvo su primer contacto con un enteógeno. Ese encuentro de la persona con la sustancia despertó en Leary el mecanismo de búsqueda de la aplicación positiva de las drogas a los humanos. Desde ahí, todo lo que ocurrió fue muy rápido. Esa sesión ocurrió en 1960, y menos de 3 años después Leary ya estaba fuera del circuito académico de Harvard, expulsado con Richard Alpert, aunque según su propio testimonio había abandonado ya el entorno asfixiante y desolador de continuo enfrentamiento hacía sus propuestas, y estaba embarcado en la creación de centros de enseñanza del manejo de psiquedélicos.




En Harvard, se había ido polarizando el ambiente en torno al tema de las drogas activadoras del cerebro, hasta el punto de que viejas amistades se separaban por culpa de esas posiciones, hasta quedar dividido el profesorado y los estudiantes entre aquellos que se sentían hermanados por la acción de la psilocibina y drogas similares, y los que estaban fuera de ese grupo. Los intentos de Leary de introducir al resto de colegas que le cuestionaban, nunca dieron excesivo fruto, y seguía siendo la gran vergüenza de muchos reputados profesores, que los alumnos prefirieran las clases y estudios que impartía Leary y su grupo, a los que impartían ellos y nada tenían que ver con el uso de drogas como herramienta en la exploración de la psique. Eso no se lo perdonaban.

Un año antes de su despedida de Harvard, y cuando se estaban llevando a cabo los experimentos de la Prisión de Concord, en los que se estudiaban las posibilidades de cambio de conducta en criminales con altas tasas de reincidencia, y el de Viernes Santo (Good Friday) en el que se indujeron experiencias místicas a personas de diferentes cultos religiosos, un hombre que había conseguido de forma poco clara 1 gramo de LSD (10.000 dosis estándar o 5.000 de aquella época) a través de Sandoz, había experimentado los efectos de la misma y había decidido "enchufar" al mundo a la revelación lisérgica. 

Aldous Huxley, a quien acudió a visitar tras su experiencia, le puso en contacto con Leary. Y fue así la forma en que el gran contacto entre la persona y su destino se produjo.

A pesar de que Leary había desarrollado una amplia experiencia en esos dos años con el uso de la psilocibina, y de la mescalina -fácilmente adquirible mediante empresas químicas- la experiencia con LSD le supo como la más arrebatadora de su vida, y a ella quedó consagrado en ese momento.

No creo que la experiencia con LSD sea más "demoledora" o reveladora que la que se tiene con psilocibina o con mescalina: o bien se debía a las fuertes dosis que se empleaban en aquella época, o a unas expectativas muy determinadas. Tal vez las dosis que tanteaban Leary y los suyos en mescalina y psilocibina eran dosis más sencillas de manejar, lo cual parece bastante posible ya que fue con esta última con la que Leary tuvo su primer encuentro sexual bajo los efectos de un psiquedélico, descubriendo un universo de ricas posibilidades en materia de sexo y drogas combinadas.

Deslumbrados por todas esas drogas en general, toda la clase contracultural de pensadores, científicos y artistas, se entregaban a la experiencia mística, con una posterior incorporación en sus vidas de filosofías en busca del yo y la perfección. Pocos eran los que hacían de su uso algo puramente lúdico. Todos, según él, buscaban la luz. Desde la tímida Marilyn Monroe que le abordaba para conseguir LSD en una habitación, a la ya posterior amante de Kennedy y sus planes para iluminar a toda la clase dirigente.

El constante pasear entre celebridades de Hollywood, músicos como John Lennon -con quien grabó "Give Peace a Chance", y quien compuso "Come together/Join the party" para ser el slogan del partido con el que Leary intentó hacerse gobernador de California- o Hendrix, y con todos los poetas y escritores malditos de la generación Beat como Burroughs, Ginsberg o Kerouac, acabaron por situarle en el papel de icono de la rebelión propia de esa época y por borrar cualquier opción a que se estableciera de forma seria dentro de la comunidad científica.





La famosa residencia de Millbrook, era el epicentro de una raza de nuevos seres experimentadores de las multi-realidades humanas, que era una afrenta para el propio país y su conservadurismo.La gran duda era qué volaba más rápido allí, si las bragas de las jóvenes o el ácido.

Leary era cada día un personaje más molesto para el establishment que buscó, a ser posible, conseguir que se retractase públicamente de sus afirmaciones sobre el uso de drogas como algo positivo. Y decidieron animarle a ello.

Así le llego la hora en que por un par de chustas de porro y algunos gramos de yerba, tuvo que elegir entre pasar una vida en la cárcel, o dejar que su hija y su mujer cargaran con ello. 

Ya en prisión, engañando al psicólogo que le hizo unos test de personalidad -que había validado/estandarizado para la población él mismo siendo profesor en Harvard- Leary, fue enviado a una cárcel de mínima seguridad. Con la ayuda de la Hermandad del Amor Eterno (un grupo minoritario y selecto que tenía acceso a las drogas y su distribución en el país) y de los Weathermen, que eran una especie de grupo revolucionario de estudiantes con una estructura e infraestructura similar a la de un grupo terrorista, consiguió fugarse de esa prisión.

De allí paso a ser huésped de los Panteras Negras en Argel, de los que tuvo que acabar huyendo, de un traficante de armas europeo en Suiza, de un psiquiatra en Francia, para acabar siendo "extraditado extraoficialmente" cuando puso pie en Afganistán.

En ese periodo, al principio de los años 70, fue cuando se produjo el encuentro entre el agitador Leary y el sobrio Hofmann. Parece que el poco aprecio fue algo mutuo, aunque ambos supieron mantenerse en un clima cordial (como muestran las fotos que existen de ambos riendo).
Leary sólo le dedica 2 párrafos en su autobiografía -entre más de 600 páginas- a ese hecho, tal vez como respuesta a lo que Hofmann había escrito sobre él en "LSD - Mi hijo problemático”.




Cuando volvió a la cárcel acabó siendo utilizado por el FBI para intentar conseguir información que vinculase a unos y otros con rusos o comunistas, y en vista del poco éxito, se dedicaron a crearle fama de delator. Finalmente, cuando cayó Nixon fue cuando le acabaron dejando en paz.

Desde entonces siguió abriendo camino en el mundo del ciberespacio, que absorbió buena parte de su creatividad y de sus nuevas ideas sobre globalidad y comunicación, sexo, relaciones humanas, lenguaje y evolución cerebral. Posiblemente con mucha menos ingenuidad de la que le había caracterizado desde que se entregó a las drogas psiquedélicas, pero con una riqueza y percepción mucho más afilada.

Siguió tomando drogas, y algunas le parecieron interesantes para abrir nuevas regiones de la mente. Según él, avanzó con el estudio del "Adam, XTC, Ketamina, e Intellex". El Intellex no es otra cosa que el 4-metil-Aminorex -también conocido como "Euforia"- y que es un estimulante simpaticomimético con efectos de mejora en las actividades cognitivas.

Idealista y utópico hasta su final. Leary muere un 31 de Mayo de 1996, de un cáncer de próstata inoperable (el que sufrirán 1 de cada 3 varones occidentales de nuestra época).

Sus últimas palabras fueron: 

"¿Por qué? 
¿Por qué no? 
¿Por qué no? ¿POR QUÉ NO? 
¿Por qué no? 

Hermoso..."

Parte de sus cenizas, fueron enviadas al espacio en un vuelo espacial, un año después. Es -con certeza- el usuario de enteógenos que más lejos ha llegado.

lunes, 24 de noviembre de 2014

Drogas y sexo: la 2C-B o Nexus

Este texto fue publicado en la Revista Yerba.
Sirve como natural sendero para continuar tras la publicación de la síntesis de la 2C-B del Pihkal de Shulgin y Ann Shugin.
Esperamos que os guste.

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Drogas y sexo: la 2C-B o Nexus.


Casi todas las drogas han tenido en algún momento una reputación como afrodisíaco, como sustancias que ayudaban al sexo en alguna de sus necesidades fisiológicas -como la erección- o de voluntad y libido. Y casi nunca ha sido verdad.

Hemos escuchado historias de personajes que poniéndose una determinada cantidad de cocaína en el glande durante la cópula, realizaban proezas dignas del mejor actor porno. No es raro cuando en su prohibición se mantenía que “incitaba a los negros a violar mujeres blancas” pero no hay nada real en ello. 



También se dijo de la LSD, el propio Tim Leary a modo de venganza contra el establishment, cuando se aseguró que una mujer bajo sus efectos alcanzaría decenas de orgasmos. ¿Alguien más ha vuelto a escuchar algo del poder afrodisíaco de la LSD? 

Se dijo del opio y del cannabis, de la mandrágora y del escarabajo de la cantárida, aunque el insecto sí que tenía algo que era capaz de provocarte una erección tan intensa que te duela, antes de acabar matándote si te has pasado con la dosis.

Todas las drogas actúan sobre el sexo y sus mecanismos. Todas ellas desde que alteran nuestra percepción, nos estimulan, relajan, desinhiben... pero ello no quiere decir que todas las drogas sean afrodisíacas o sean “buenas para el sexo”. Hay personas que se sienten más desinhibidas con una benzodiacepina y son capaces de disfrutar más de las relaciones -algo muy poco distinto a tomarse una o dos copitas antes del juego sexual- y no por ello nadie considera que el valium sea un afrodisíaco. De todas las drogas conocidas, si somos justos, tendríamos que decir que el mayor afrodisíaco es el alcohol, ya que es la droga más presente entre personas a la hora de mantener relaciones sexuales, a modo de lubricante social que facilita la desinhibición, y en muchos casos la pérdida de control y de sentido crítico. Cabe recordar que es también la droga más frecuente en las violaciones.



Sin embargo sí es cierto que hay sustancias, como la MDMA, que producen un intenso contacto emocional entre los sujetos, y que eso se traduce muchas veces en intimidad sexual, con o sin cópula. Si bien se puede decir que la MDMA ayuda bastante a meterse en la cama con alguien, no ayuda nada al atletismo sexual: te será difícil tener una erección, y si la tienes, será más difícil aún que puedas llegar al orgasmo. Para facilitar -por la vía rápida- el asunto con la MDMA, surgió una combinación llamada “séxtasis” que no era otra cosa que MDMA y Viagra, para combatir los efectos de flacidez que causa el éxtasis, pero que presenta mayores riesgos al mezclar distintas drogas al mismo tiempo afectando a tu cuerpo.




De entre las nuevas drogas que fueron saliendo de los matraces de los químicos como Shulgin, saltó una que pronto ganó reputación en la esfera sexual: la 2C-B también llamada Nexus en el mercado negro. Fue sintetizada en 1974 y explorada en 1975 por el grupo de los Shulgin. Hay que entender que en este grupo existían unas normas de comportamiento entre miembros que prohibían la actividad sexual entre quienes no eran previamente pareja -para evitar malos rollos al día siguiente, por ejemplo- pero que a la vez alababan los informes que les entregaba la gente sobre la actividad de la droga que estaban probando en todas las esferas donde actuaba, y eso incluye el sexo en personas sanas. 

Pronto se dieron cuenta que, sin ser un afrodisíaco genital (algo que provocase erección y deseo, por ejemplo), la droga resultaba muy útil ya que a diferencia de otras, la 2C-B no interfería tan negativamente con los mecanismos fisiológicos del sexo: no impedía la erección y el orgasmo en el varón como suelen hacerlo otras drogas de ese tipo. Eso la hacía un instrumento muy útil para poder explorar el aspecto sexual de la experiencia psiquedélica sin la dificultad -o imposibilidad- que otros psiquedélicos y enteógenos aportan.



En los 80 saltó por primera vez al mercado, cuando todavía no estaba prohibida (ni siquiera lo estaba la MDMA) en unos lotes que pretendían ser lotes de pastillas de MDMA. Lo cierto es que el efecto de dosis bajas de 2C-B puede ser experimentado como similar a la MDMA, pero si sobrepasas cierto margen, se convierte en una droga tan psiquedélica o visionaria como la mescalina. De hecho, uno de los nombres de la 2C-B es bromomescalina, ya que la molécula es una modificación de la mescalina con un átomo de bromo sustituyendo un grupo metoxi, y cuando se sobrepasa cierto punto, es una molécula que tiende a crear experiencias de miedo especialmente en personas no acostumbradas a sus efectos. No es bueno pasarse con ella: con muchas de estas drogas, menos es más y mejor, y no conviene creer que por aumentar la dosis aumentarás lo placentero que puedas sentir.

Una forma que se ha popularizado de tomar la 2C-B o Nexus es en combinación con MDMA, especialmente cuando los efectos del éxtasis empiezan a bajar, para aprovechar el estado emocional que queda, como se hace en ocasiones con otras drogas como los hongos o la LSD. Otros prefieren tomarlo junto. En todo caso hay que advertir que la 2C-B y la MDMA parecen potenciarse mutuamente, con lo que si se van a tomar en combinación, deben rebajarse las dosis de ambas para que la experiencia no sea algo que sobrepase a la persona en los efectos que espera encontrar.



Pero más allá de no dificultar lo coital, hay algo extrañamente sexual en esta sustancia, que en ocasiones incluso se manifiesta fuera del contexto donde uno puede esperarlo. Echen un vistazo a esta experiencia:


Esa noche salí de fiesta con 2 pastillas de MDMA de unos 125 mgs cada una y 3 pastillas de 2C-B de 5 mgs cada una, flojitas pero suficientes si iban a tomarse mezcladas.

Empecé la velada comiéndome una pastilla de MDMA, tomando alguna cerveza, y disfrutando de una graciosa noche calurosa de fin de verano. Pasaban las horas e iba mezclando poco a poco la MDMA con la 2C-B. Tomé una dosis de 5 mgs de 2C-B. Al cabo de un par de horas tomé media pastilla de MDMA y otra de 2C-B, y otro par de horas después, la otra mitad que me quedaba de una pastilla de MDMA.

Ya era de día cuando viendo que sólo me quedaba una pastilla de 2C-B de 5 mgs, pues me la tomé mientras acompañaba a un amigo a su lugar de trabajo -un bar- donde nos tomamos otra cerveza.
Y estando relajados y tranquilos, en un bar cerrado para nosotros dos, súbitamente me empezó a latir el corazón con fuerte taquicardia, y empece a sentir miedo.



Puro miedo, sólo miedo.
Salí de allí dejando la cerveza a medias, casi sin decir nada, casi corriendo.
En la calle mi corazón se aceleró más aún: veía a la gente de día y me entraban ganas de correr, de evitar a todo el mundo con un chasquido de dedos.

Iba andando a toda prisa hacia mi casa, que no estaba lejos, con la idea de que si me pasaba algo, que me ocurriera allí. A lo mejor no era la mejor idea del mundo, pero era la que tenía en ese momento en mi cabeza: protegerme en mi casa.

Aun así tuve el valor de pararme en la calle a hacer una llamada desde una cabina -no existían los móviles como ahora- para decir a una persona que no me encontraba bien, y que no iría a recibir otra llamada que tenia que recibir esa tarde (antes la gente quedaba para llamarse, aunque suene raro).

Desde ese momento, la experiencia cambió radicalmente:

Estaba a escasos 200 metros de mi casa y todo el miedo y la paranoia se habían convertido, de golpe, en un extremo sentimiento de paz y de comprensión.
El pecho me explotaba de satisfacción. Una satisfacción extraña que sólo había conocido en ocasiones con los enteógenos más fuertes, pero nunca saliendo de fiesta, sino en momentos más relajados y preparado para ello.



Decidí de todas formas seguir hacia mi casa.
El calor empezaba a ser agobiante y pensé que igual que se me había pasado ese mal momento, bien me podía pasar lo contrario de nuevo.
Así que llegue a casa, entré en mi habitación y me desnudé.
No había casi luz, y si cerraba los ojos y me sentaba, empezaba a meterme en una espiral interminable de ideas, insights y visiones. Estuve un rato disfrutando de ese estado, hasta que el calor me hizo ir a ducharme.



Y allí ocurrió.
Me duché con agua fresquita. Las sensaciones eran muy agradables: recordaban el saciar una necesidad grande, como beber con sed o comer con mucha hambre.
Terminé la ducha, cerré el grifo.
Me dejé escurrir el agua por un instante en la bañera, ya que no tenia intención de secarme con una toalla.



Fue la primera gota.
Descendió de mi cuerpo y chocó sobre la cerámica de la bañera.
Produjo un sonido simple, pero en mi interior se escuchó como si crujieran todos los arboles de un bosque al mismo tiempo.
Simultáneamente al sonido me golpeó brutalmente una sensación a la que en muchas ocasiones he llamado orgasmo... pero ahora pienso que era superior a él.
Me agarré con fuerza y algo asustado a la pared y el mando de la ducha, pero el asunto sólo acaba de comenzar.



La siguiente gota chocó provocándome la misma sensación de un orgasmo casi interminable y no había pasado más que una fracción de segundo...
Otro orgasmo me sacudía mientras desde mi pelo, desde todo mi cuerpo empezaron a descender gotas, que caían desde mi pecho, mi estómago, mi pene.... a estrellarse contra el suelo de esa bañera.

Cada gota me hacia romperme por dentro de placer. Me agarraba con fuerza a donde podía: nunca había experimentado algo así. Era el sonido que provocaba la gota, lo que me abría un nuevo orgasmo cada vez...




Dios. Me estaba muriendo literalmente de placer.
Mi respiración oscilaba entre la quietud absoluta y el tomar aire como si me estuviera ahogando!!
Caían todas las gotas que se escurrían de mi pelo y cada una llevaba en sus átomos un orgasmo demoledor.

Llegó el momento cumbre, en el que había mayor numero de gotas rompiéndose contra el suelo, y mi cuerpo se tensó y arqueó como si me fuera a partir en dos.
No era posible tanto placer: me iba a reventar el alma de gusto!!



Con los ojos cerrados sentí como se abrían dentro de mi decenas de orgasmos que, si pudieran ser dibujados, eran concéntricos unos con respectos a otros. Acaba de empezar uno, cuando rompía otro en el centro de ese. Cada vez más y más profundo.

Y el tiempo por un instante se detuvo: sólo existía el más íntimo placer alargado hasta el infinito. El ritmo empezó a disminuir porque ya casi no quedaban gotas de agua sobre mi cuerpo estático y descendían más lentamente.

Yo las veía bajar con la promesa escrita de volver a escuchar el crujido de cien arboles, y volvían a provocarlo. Pero cada vez menos; se distanciaban más unas de otras en el tiempo.
Volvía a recuperar esa consciencia perdida por instantes, y empezaba a sentir una inmensa pena.

Llegó el final: la última gota rompió regalándome un último orgasmo brutal, íntimo y profundo como nunca esperé sentir.
Con los músculos tensos como si estuviera siendo atravesado por una corriente eléctrica, sin ser capaz de soltarme aun de la pared y de los grifos de la ducha, rompí a llorar. Llore por unos instantes con desesperación y rabia: quería sentir más de lo que me habían regalado!!



No intenté que ocurriera de nuevo. Sabía que no sería así.
Aún hoy en día, cuando lo recuerdo, sé que cambiaría sin dudarlo toda la sexualidad de mi vida pasada, presente y futura, por un solo instante así. Nunca jamás volví a experimentar algo remotamente parecido. Sólo me pude llevar un inmenso sentimiento de gratitud y de pena por no poder volver a visitar -a voluntad- un lugar tan inmensamente lleno de placer.

La experiencia da datos sobre las dosis, que en el caso de la MDMA no pasó de 250 mgs en toda la noche y 15 mgs, en 3 tomas, de 2C-B. La cantidad de 2C-B parece pequeña, casi rozando el borde de lo que sería una dosis efectiva de la sustancia, pero debido a la sinergia con el éxtasis, sus efectos correspondían a los de dosis más altas de dicha sustancia.

La 2C-B es una feniletilamina que parece ser sencilla de manejar en sus efectos en el rango de dosis más bajas, que su autor cifra en el rango de los 12 miligramos a los 16, considerando los 24 miligramos como una dosis alta, y hasta 35 miligramos las muy altas. Sin embargo se han llegado a consumir, por error, cantidades hasta 4 veces superiores a la dosis considerada como alta, produciendo espectaculares experiencias de miedo intenso en diversas formas, pero no poniendo en riesgo la vida de quienes las han experimentado.

Cabe mencionar un hecho curioso sobre la 2C-B que tal vez ayude en el futuro a su aprovechamiento como posible fármaco. Mientras que en la inmensa mayoría de los países que la prohibieron hace unos años, como USA o Reino Unido, se encuentra en la categoría más restrictiva para una droga, conocida como Lista I y cuyas sustancias están prohibidas para uso con humanos, en España se encuentra en la Lista II, lo que la hace una sustancia que podría ser solicitada por su menor fiscalización para investigaciones con mayor facilidad que otras drogas


No hemos podido encontrar una razón convincente para que la 2C-B esté en la Lista II mientras la 2C-I (su hermana iodada, por ejemplo) está en la Lista I. Tal vez tenga algo que ver el hecho de que durante un tiempo, en España, tuvimos un laboratorio llamado Drittewelle que producía esta droga, de forma legal, y la vendía por diversos países del mundo, también de forma legal hasta que fue prohibida.

La 2C-B se llegó a vender en Sudáfrica a los “sangomas”, fabricada por dicha empresa y distribuida por otra llamada Inkwazi, que son los brujos de ciertas comunidades que usaban otros enteógenos de origen vegetal de sus zonas para llevar a cabo sus ceremonias, y fue acogida muy favorablemente hasta que fue prohibida. Aunque en este caso, se insistía en el prospecto del producto en que el principal componente era la catina, un estimulante extraído del khat, cuando la 2C-B tiene un origen totalmente sintético



El mismo error que sigue reproduciéndose hoy día en distintas webs, que achacan incorrectamente un origen vegetal a dicha sustancia. El nombre que le dieron fue Ubulawu Nomanthotholo que en el idioma local quería decir “la medicina de los espíritus que cantan”.

Si bien es cierto que el nombre de Nexus fue el que le puso la empresa Drittewelle para lanzarlo al mercado, en alusión a sus supuestas propiedades sexuales, no parece que se hiciera con la 2C-B nada distinto a lo que se hizo con otras muchas sustancias, de origen vegetal como el kava-kava o de origen sintético como otras variantes de feniletilaminas, lanzándola como afrodisíaco ya que prácticamente todas las sustancias en aquella época se lanzaban al mercado aludiendo a sus propiedades sexuales. Ellos vendían, como otras tantas empresas, lo que el cliente quería escuchar. Y al hacerlo en dosis bajas, pues sus pastillas eran de 5 mgs nada más, evitaron en buena medida que sus clientes tuvieran malas experiencias: la misma dosis daban en Europa como Nexus, el afrodisíaco, que como Ubulawu Nomanthotholo para que los chamanes sudafricanos se pusieran en contacto con sus ancestros.

Pero en esta ocasión resultó ser cierto, que la sustancia que había dejado el genio salido del matraz de Shulgin, era una sustancia que ofrecía oportunidades maravillosas a la hora de explorar, entre otras cosas, la experiencia sexual bajo el influjo de un psiquedélico, que sin llegar a ser LSD, abre unas cuantas puertas más que la MDMA. Una sustancia notable que fue, sin duda, una de las favoritas de Shulgin y posiblemente su creación más preciada. El mercado negro tomó buena cuenta de ella, de manera que cuando se prohibió es de esas sustancias que han seguido existiendo porque cuentan con una demanda de un público estable. No era sólo mito, había escondida una curiosa realidad detrás.



sábado, 24 de noviembre de 2007

Drogas, tráfico y conducción temeraria.


No sé si será una buena costumbre, seguramente algún escritor profesional me podrá responder, pero tengo la necesidad de poner el título de una entrada antes de ponerme a escribirla.

Supongo que me ayuda a tener clara, y los lectores, la linea de ideas que quiero comentar.

En este caso he dudado entre ese título, o "La prohibición que protege a terceros", seguramente influenciado por los comentarios que ha habido en la entrada anterior estos días, a ese respecto.
Pero aunque es una de las ideas, queda más claro con este título lo que voy a contar.

Lo primero voy a aplaudir al gobierno, no al ejecutivo, sino al poder legislativo.
Y a todos los que les han acompañado en esta resolución que pasará pronto a ser ley en activo.
Me refiero al endurecimiento de penas, y al cambio de consideración - de falta a delito penal- de ciertos comportamientos que ayudan a que haya 4000 muertos al año en las carreteras españolas cada año, y un numero dos o tres veces superior de heridos.

Aplaudo con ganas este cambio, y no entiendo a los que no lo han apoyado y lo han calificado de "afán recaudatorio", aunque no conozco en profundidad los entresijos de los motivos que se pueden haber argumentado. Espero que no sea así, y que esa postura en contra de la oposición (al parecer no en todos los aspectos de la ley) sea sólo un feo detalle propio del juego político pre-electoral en el que llevamos sumergidos ya meses y meses.

A mi no me gusta tocar la política en este blog, y cuando lo he hecho ha sido para meterme con las absurdas ideas y decisiones de los responsables del ejecutivo Zapatero en materia de drogas. Pero soy de los que creen que no hay organización política que sea 100% mala o buena, y esto me lo tomo como una confirmación, por vía de la excepción, a esa personal regla de observación y razonamiento.

A grandes lineas, la ley pasa a considerar que cuando un conductor supera ciertos márgenes de velocidad, dependiendo del tipo de vía en el que se encuentre, su acto deja de ser una falta administrativa para convertirse en un ilícito penal, y con independencia de que cause daños a terceros o no. Igualmente esto pasa a ser así para aquellos que conduzcan sin permiso de conducción, o si han perdido todos los puntos de su carnet. ¡Ya era hora!
Hasta ahora, la forma mas "barata" de matar en este y otros países, era mediante un automóvil. Y lo más sangrante es que la percepción social de ese acto -que es algo que se puede y debe cambiar- no era negativa o no lo suficiente, desde luego.

Casi se "comprendía y aceptaba" que un joven que no tuviera mucha experiencia en conducción, pues con el tiempo la fuera ganando, a base de práctica y accidentes. Estos últimos a veces simples rozaduras con la columna del garaje, o a veces con daño a terceros o a uno mismo.
Incluso hasta hace no mucho, se "entendía" que un joven se tomase unas copas antes de conducir, y se quedase dormido volviendo a su domicilio, para acabar en una cuneta o con el coche en mitad de un campo de girasoles tras dar 3 vueltas de campana.

Aplaudo lo que se tenía que haber hecho mucho antes.
Al gobierno no le tiembla la mano al prohibir actos que pertenecen al ámbito de lo personal, como tener en tu bolsillo 3 gramos de cannabis.
¿A qué cojones esperaban, todos los anteriores y el presente gobierno, para intervenir en la causa de muerte en edades transversales más importante (cuantitativamente) de todas?
La carretera, y las variables que intervienen en la conducción causan 70 veces más muertos y heridos que la violencia de género. Y eso sin atender a la trampa que supone no contabilizar, como muertos por tráfico, a aquellos que siguen vivos 24 horas después de un accidente (creo que sigue haciéndose así).

Y dentro de lo que pasa a ser considerado delito, castigado también con penas de cárcel que pueden ser esquivadas en una primera ocasión, pero no en reincidentes (¡bravo!), es el uso concomitante de drogas y automóvil.
Me parece otra de las medidas que era pedida a gritos, los gritos de los muertos inocentes por el consumo principalmente de alcohol con o sin el concurso de otras sustancias.
Soy de los que nunca podré aprobar que alguien consuma una sustancia que altere su percepción y/o reflejos, capacidad de decisión, grado de prudencia o temeridad, coja un coche.

Tal vez soy cruel o drástico si digo que no me preocupan los que haciendo eso, se dañan a sí mismos, pero a estas alturas están más que advertidos del peligro de hacerlo.
Me preocupa el derecho a la vida de los demás. Del conductor o peatón que sin hacer nada incorrecto, acaba en un hospital o en la morgue, y de sus familias, con sus vidas e ilusiones, que se pasarán años preguntándose tortuosamente "¿POR QUÉ?".
Lo siento pero me identifico con la víctima inocente, tal vez hasta un punto de desprecio hacia el causante.

Lo que sí traerá "cola", y en este punto le exigiría al gobierno objetividad científica al 100%, que no interfiera la protección a terceros con el derecho -sí, he dicho derecho- que tenemos en nuestro país al consumo de la sustancia que nos plazca.
Una cosa es conducir bajo los efectos de una sustancia, y otra bien distinta es haber consumido esa sustancia el día anterior y que debido al método de detección que usen, cualquier resultado positivo sea considerado probatorio de una conducción influenciada.

No es problemático encontrar metabolitos de casi cualquier droga en un test de saliva o de sudor, días después de su consumo.
Lo problemático va a ser fijar qué es lo que esos metabolitos indican, y para ello habrá que recurrir a la ciencia, a la de verdad -cuantificable y medible- y no a la arbitrariedad de políticos, o mucho menos a los deseos de abstinencia y no-consumo de algunos organismos, oficiales o no, que persiguen la utopía de un mundo sin embriagantes que no sean alcohol, tabaco y cafeína (que allá ellos con su ridícula y perdida guerra).De la misma forma que hay una medición cuantitativa de la cantidad de alcohol que alguien lleva en su cuerpo, es exigible que el resto de sustancias sean tratadas con el mismo rasero, ya que el consumo de las mismas no es delito alguno, y la carga de la prueba sigue siendo cuestión del acusador. Mientras tanto, sigue vigente el básico aforismo de ley romana: "in dubio, pro reo".

Pero fuera de ese terreno que habrá que afinar, es un paso que aplaudo.
A la vez no sin cierta tristeza, porque me gustaría creer y ver que la educación y formación de todo el mundo desde edades tempranas, evitaría tener que plantear las cosas en formato prohibitivo, pero parece que a algunos, si no les duele no les importa lo más mínimo.

Y aprovecho esta entrada para hacer una invitación a todos aquellos interesados en estos asuntos "drogófilos" a comprar una de las mejores publicaciones que han salido como libro en estos días.
"Heroína", del psicólogo Eduardo Hidalgo Downing, que por el precio de unos porros, nos ofrece una completísima visión de todo aquello relacionado con la historia y uso de esta sustancia, y además con el estupendo enfoque de la minimización de riesgos asociados al consumo, sin que sea una simple apología adornada.
Mucha y buena información, que debería tener a mano desde el consumidor al especialista que trata con consumidores.

Además cuenta con una escritura ágil y despierta, no exenta de la justa ironía para poder soportar las atrocidades cometidas en nombre de la sustancia más demonizada del mundo.
Y a colación de algún comentario que hubo en la entrada anterior, le hago notar al autor que aunque es la leyenda aceptada, ni Jehová ni la Biblia hablan de manzanas como fruto prohibido en el Génesis, aunque imagino que de sobra sabe este escritor cuál era el fruto prohibido, y que eso no es más que una licencia literaria para mostrar como acabamos por hacer placer de aquello que se nos prohíbe (quien quiera entender esto último que se lea el libro).

Lo único que, de momento, no me ha gustado es el tamaño con respecto al número de páginas (más de 500), en especial para los que hemos cogido la costumbre de escribir glosas a lápiz. Aunque he visto a lectores que usan una especie de pegatinas con colores, y es otra opción pero así mis libros parecerían la guitarra de un punky.

Digo de momento, porque aunque no espero encontrar más cosas que no me gusten, el libro me ha llegado ayer, y se me ha juntado con la lectura de "Flashbacks" de Timothy Leary, el descatalogado "Mafias de Estado" de Jürgen Roth, "Caos y Orden" de Escohotado, y la relectura de "Nuestro derecho a las drogas" de Szasz, y la "Pharmacophilia" de J.Ott, y uno tiene también que vivir, comer y dormir, amén de otras cosas más agradables.
Pero casi con seguridad, será el primero que termine, y me servirá para hacerle una buena entrada a esta especial sustancia de acetilados sueños.

Animaos a comprar un excelente trabajo que está, en su lectura y precio, al alcance de cualquiera. Y no, no me llevo comisión en su venta. Pero merece ser promocionado y es tan simple como contar la verdad sobre el libro.

P.S: A raíz de los comentarios pasados, surgidos en torno a los efectos paradójicos de la prohibición de un apetito humano, comentar que hay una excelente imagen al final de la introducción del libro de "Heroína", que no sé si resalta más la torpeza de los prohibicionistas o la sospecha de una publicidad y marketing sostenido desde los organismos menos esperados.

Es la imagen de un anuncio, publicado en un periódico nacional, de una campaña de la FAD en el día mundial contra las drogas, en la que a página completa se ve un fondo blanco casi cubierto por la palabra "NO" en diferentes tamaños, y en el centro del mismo un recuadro en negro en el que se puede leer en blanco la siguiente frase:

"Gracias a los medios de comunicación
la respuesta es cada día
más positiva"

Sin comentarios.