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jueves, 28 de febrero de 2019

Fabricando yonquis para la epidemia en USA



Fabricando yonquis 
para la epidemia en USA.


A final de los años 90, el tratamiento del dolor -en todas sus faceta clínicas- se enfrentaba a los primeros cambios aperturistas (a nivel mundial) tras las duras restricciones derivadas de la guerra contra las drogas, iniciada décadas atrás. En aquellos años oscuros, el tratamiento del dolor, tanto agudo como crónico, asumía que el paciente debía hacer frente al dolor con las mínimas ayudas farmacológicas, ya que el dolor era una condición “normal” ante los avatares de la vida. Se colaban en el tratamiento médico las concepciones morales del doctor de turno, derivadas de nuestra cultura judeo-cristiana por la que -como narra Antonio Escohotado- te encontrabas a médicos que ante la petición de cuidados paliativos para un moribundo, te contestaban cosas como “el dolor le es grato a Dios” y casi de forma habitual se negaban a prescribir analgésicos de forma racional o, lo que es igual, atendiendo a variables únicamente médicas.




Ante esas posturas, arrastradas por los galenos desde el inicio de la cruzada farmacológica contra las drogas, la propia Organización Mundial de la Salud animaba a los países a mejorar la atención al dolor (en todas sus formas) y les animaba a perder el miedo a recetar opiáceos u opioides. Aquel miedo tenía su base en la desinformación sobre drogas, que acompañó a la fiscalización de las mismas en el siglo XX, y que predicaba invenciones como que te bastaba con probar la morfina o la heroína para caer en la espiral destructiva de la adicción descontrolada. Por supuesto, esta mentira mil veces repetida, no era la realidad: para engancharse hace falta tiempo y cronicidad en el uso. Esto era aún menos cierto en el caso del tratamiento del dolor, donde las motivaciones para el uso de la sustancia, son diferentes y el contexto -médico y clínico- muy distinto. 

Pero hasta ese momento, los mórficos y opioides sólo se aplicaban en situaciones terminales o muy puntuales, donde el hipotético problema de una adicción destructiva fuera materialmente imposible (como en alguien moribundo en una cama de hospital).

Los datos mostraban cómo los pacientes tratados en contexto médico por dolor (en hospital o en sus casas) no tenían apenas tasas de adicción, si no existían problemas de adicción previos. Esto era cierto (sigue siendo así en esencia), y una carta publicada en la prestigiosa revista “NewEngland Journal of Medicine” en el año 1980 y enviada por investigadores médicos de reconocido prestigio, explicaba que entre más de 11.000 pacientes, a quienes se les habían administrado narcóticos en contexto hospitalario o de cuidados dirigidos por un hospital, sólo 4 de ellos habían desarrollado una adicción que pudiera ser documentada claramente. En aquel momento, años 80, estos doctores eran lo más puntero intentando revertir la creencia de que los opiáceos conducían a la adicción de forma casi inexorable. E hicieron bien en escribir dicha carta, que colaboró a que las frecuencias de prescripción de analgésicos narcóticos se suavizaran y abarcasen a pacientes con dolor crónico, fuera del espectro de los cuidado terminales.





Sin embargo, su bienintencionada carta a la prestigiosa revista médica, fue usada de forma distorsionada para lanzar la más grande campaña de ventas de fármacos opioides, en la historia de la humanidad. A día de hoy, uno de sus dos autores, ha llegado a decir que “sabiendo lo que sabe hoy y la forma en que su texto fue intencionalmente mal usado, no escribiría esa carta” y no es para menos, ya que fue citada 608 veces en otras publicaciones, en un 72% de las ocasiones para apoyar la afirmación de que “los opioides raramente provocaban el inicio de una adicción” y en el 80% de los casos, esa cita se hacía sin dar el dato de que dicho estudio se refería a pacientes en entorno de control hospitalario. Se omitió ese dato en 4 de cada 5 menciones y se indujo a creer a los médicos que la prescripción de opioides no derivaba casi nunca en problemas adictivos, independientemente del contexto clínico. Es el texto de origen médico más relevante en el desarrollo del problema que hoy enfrenta USA con respecto a estos fármacos.

Aquí cabe hacer especial hincapié en que en USA, carecía (aún carece) de un sistema general de salud público que atienda a todos los ciudadanos, por lo que la consulta médica se hace en el contexto de la competencia de los médicos por captar clientes: el médico cobra de forma directa en función del número de pacientes que atienda, aparte de las primas económicas que los laboratorios daban (y dan) por recetar sus productos frente a los de la competencia. Esta variable, es esencial para entender buena parte de todo este asunto.

La cabeza más visible del monstruo, la farmacéutica, entraba en acción con una brutal campaña de ventas, en las que miles de “visitadores farmacéuticos” fueron entrenados para hacer creer a los médicos que la tasa de problemas de adicción con los opioides era inferior al 1%, sin importar un montón de variables más en ese cálculo. Los médicos, animados a recetar un fármaco que no sólo funcionaba sino que te aseguraba la dependencia del cliente, no se hicieron de rogar y aceptaron encantados en su mayoría el flujo de dinero que les empezó a llegar, gracias a prescribir narcóticos; se desdibujaba en muchos casos el límite entre lo que es un médico prescribiendo y lo que es un vendedor de droga con capacidad de surtirse legalmente.

Fue la compañía Purdue Pharma la que arrancó dichas campañas, en unos esfuerzos que le rindieron cuantiosos beneficios, haciendo pasar su producto estrella a ser el mayor “best-seller”: el “OxyContin” u oxicodona. Purdue Pharma pasó de recibir “unos pocos miles de millones de dólares” a facturar 31.000 millones de dólares en el año 2016 y a aumentar aún la facturación en el año 2017 con 35.000 millones de dólares. ¿Cuánto se embolsarán este año 2018?

Purdue Pharma no sólo produce oxicodona para el OxyContin. También produce hidrocodona, codeína, hidromorfona, fentanilo y morfina. De hecho, esta compañía desarrolló “Contin”, que era un sistema de liberación de la droga en larga duración. Eso ocurrió en 1972, pero hasta 1984 no aplicaron el concepto a la morfina creando el “MSContin” (Morphine Sulphate Contin) que les permite cobrar estos fármacos -todos fuera de patente hace años- como recién patentados en base a la novedad de la liberación lenta. Este mismo desarrollo fue aplicado a la oxicodona, creando el “OxyContin” en 1995 y que ha sido calificada como la espoleta de la bomba que se estaba arrojando contra la población y que ha causado la mayor epidemia de muertes por consumo de drogas de la historia.




De hecho, hasta la morfina que yo y otros pacientes -de dolor crónico- recibimos en nuestras farmacias, paga cuantiosos royalties a esa misma compañía y sus filiales, por su “sistema de liberación lenta Contin” que ellos intentan vender como un componente esencial para evitar el abuso en estas drogas de farmacia, pero que para evitar el sistema “Contin” vale con machacar la pastilla, picarla para esnifarla o disolverla para inyectarse. Pero por desgracia, su sistema Contin sólo sirve para contener el abuso de opioides en aquellas personas que no son precisamente el perfil psicológico del que va a abusar de su uso, sino el contrario; al abusador le resulta simplemente evidente que si no quiere que la droga sea liberada de esa lenta forma en su cuerpo, le vale con no tomarla como le indica el prospecto.

Purdue Pharma lo supo desde el principio, y hace ya 17 años fue demandada por el fiscal general de Connecticut para que tomara medidas con respecto a las altísimas tasas de adicción que estaba provocando su producto estrella, contestando la compañía con gestos cosméticos y promesas de reformular del producto en el largo plazo. Eso fue en 2001, y en el año 2004, otro fiscal general (West Virginia en esta ocasión) demando por “excesivos costes generados” y la farmacéutica pagó 10 millones de dólares para llegar a un pacto en el que todas las pruebas quedasen sin ser reveladas bajo un acuerdo de confidencialidad. En este momento, ya no era especulación sino que existían datos sólidos de lo que se estaba haciendo y de lo que su producto estaba causando.



En 2007, la compañía se declaró culpable en un acuerdo que incluía el pago de 600 millones de dólares, en una de las mayores sanciones a una compañía farmacéutica. Curiosamente, el presidente de la compañía, el abogado jefe de la misma, y el jefe médico, tuvieron que pagar unos cuantos millones de dólares extra por los cargos de “promoción incorrecta” del uso de dicho fármaco. El total de las multas impuestas, en todas las demandas, no llega a los mil millones de dólares cuando la compañía factura 35 veces más, sólo cada año.

Las pastillas de OxiContin en USA se pagan en el mercado negro a 1 dólar por miligramo, mientras que la heroína callejera es 10 veces más barata. A día de hoy, con las actuales restricciones, es casi imposible encontrar pastillas reales de OxyContin y, lo que circula en las calles, son pastillas que estéticamente tienen la misma apariencia pero están fabricadas en el mercado negro y contienen otros compuestos como el fentanilo u otros derivados: son drogas que pueden ser entre 50 y 1000 veces más potentes que la heroína, la oxicodona o la morfina. Hasta tal punto es claro el impacto concreto de ese producto, que la actual epidemia de muertes por fentanilo viene servida en dicho envase. En el documental realizado por Vice se puede ver como todo el mundo habla del fentanilo, son conscientes de que es fentanilo lo que compran en el mercado negro, pero el medio en que se vende, son pastillas falsas de OxyContin de 80 mgs, las de color verde.


¿Cómo ha podido todo esto llegar a impactar en el mercado hasta la imitación de las pastillas más vendidas? De un tiempo a esta parte, la producción de pastillas se ha ido simplificando considerablemente. Adquirir máquinas de prensado (más pensadas para prensar golosinas que para prensa fármacos, por su falta de precisión en muchos casos) se ha vuelto relativamente sencillo, e igualmente sencillo obtener un opioide ultra-potente como el fentanilo o sus derivados.

Estos compuestos se pueden considerar -sin problema- un arma química, y ya fueron usados así ese tipo de compuestos en el asalto del teatro “Dubrovka” ruso que fue tomado por un grupo terrorista, causando con su uso y falta de medidas de respuesta farmacológica posterior (no tenían naloxona, el antídoto, en suficiente cantidad), el mayor número de muertos de todo el asalto. El arma química usada entonces se conoció como “Kolokol-1”(campana, en ruso) y se cree que era el compuesto 3-metilfentanilo, una variante más de esta familia.

La potencia descomunal de estas nuevas drogas, junto con la facilidad para producir una pastilla con la imagen de la que era el best-seller del mercado negro (y que retiene parte de la demanda que produjo) ha traído a este nuevo escenario actual.

Pero todo esto no hubiera podido pasar sin lo que se dio en llamar “Pill Mills” o “Clínicas Pastilleras” (traducción libre). Ya que se había exacerbado la demanda de opioides de farmacia -de forma artificial- induciendo a los médicos a prescribirlos prácticamente para cualquier cosa. Fueron algunos de estos los primeros en sacar partido a la nueva situación, en que prescribir fármacos que antes estaban fuertemente controlados, no daba problemas y sí mucho dinero. Se empezaron a crear esas “Pill Mills” que eran clínicas en las que era muy sencillo conseguir prescripciones de estos fármacos. En dichos lugares te cobraban entre 200 y 400 dólares por hacerte las recetas, y llegaban a atender cerca del centenar de pacientes en una tarde.

Hubo médicos que, manteniendo su trabajo y área sanitaria en un estado, se desplazaban a otros estados para “pasar consulta” a enormes filas de clientes que esperaban para pagarle al “camello legal” las recetas que les daría. Aún así los beneficios para quienes derivaban estos fármacos al mercado negro eran muy altos: se llegaba a pagar 1 dólar por miligramo de sustancia, y en una sola prescripción de 50 pastillas de OxyContin de 80 mgs, hay 4000 dólares a ese precio. Suficiente de sobra para pagar al médico-camello, a los falsos pacientes que iban a por recetas, y para sacar una enorme tajada a esos precios de venta. Negocio para todos los implicados, mientras la demanda siguiera siendo tan boyante.

A esto se ha de sumar que muchos médicos en las clínicas, no sólo prescribían y cobraban por hacerlo, sino que también hacían de servicio de venta de esos productos que recibían directamente de representantes farmacéuticos.

¿Por qué? Pues porque ese era su único objetivo: vender y vender. Estas clínicas, no sólo prescribían a cantidades enormes de pacientes, tras el pago de una tarifa, sino que de paso les vendían también los fármacos; doble ganancia. Esto ha sido así hasta hace relativamente poco, ya que en el año 2015 se cerraron varias de esas “Pill Mills” (250 sólo en 1 estado como California) con casos tan llamativos como el de un médico que fue procesado (por 5 homicidios debidos a sobredosis, entre otros cargos) tras haber prescrito 2'8 millones de pastillas en 19 meses. La oxicodona del OxyContin (que supuestamente era menos adictivo y así se vendía por parte de la farmacéutica) pasó a ser conocida como “la heroína del hombre rico” por su elevado precio, en un guiño al nombre que -en los años 60 y 70- se le dio a la Datura estramonium, una planta solanacea muy común que contiene atropina e hiosciamina: “el ácido (LSD) del hombre pobre”.

Hasta febrero de este año, ya con los opioides enfrentando draconianas restricciones de nuevo en USA, Purdue Pharma y sus filiales no han dejado de impulsar y reforzar sus campañas de marketing para opioides (actualmente están despidiendo y recolocando a 200 representantes de ventas farmacéuticas). Hasta el ex-alcalde de New York y ahora abogado de Donald Trump, Rudy Giuliani, se dedicó a evitarle a Purdue cuantiosas multas y que sus directivos acabasen en prisión mientras seguían enganchando a todo un país a sus drogas; todos sabían lo que pasaba pero nadie quería dejar de ganar millonarias cantidades.

Pero la maquina de hacer dinero (de Purdue y sus satélites) abandona parcialmente USA para embocar una nueva estrategia de crecimiento, en la que se pasa a apostar por aumentarlas ventas de “OxyContin” en los llamados mercados emergentes de África y Asia, donde las regulaciones sobre estas drogas no les molesten y les permitan seguir haciendo miles de millones de dólares, a costa de gravísimos daños para el conjunto de toda la población, consumidores o no.


Drogoteca.



Texto publicado en Disidencias.net originalmente.

lunes, 21 de mayo de 2018

USA: del dolor crónico al suicidio por dolor.

Este texto fue publicado en Cannabis.es a raíz de la declaración de Trump de una emergencia nacional de salud pública, a la que no dota de fondos. Sin embargo, la idea de la epidemia de opioides está calando entre cómodos legisladores que, cuando enfrentan un comité para exponer sus ideas, dicen que el paracetamol es un buen remedio para sustituir a los opioides u opiáceos...

Con este panorama, los pacientes de dolor crónico a quienes están forzando a dejar su medicación sin usar un sustituto apropiado, están empezando a suicidarse empujados por sus médicos, que les dejan totalmente abandonados

Las directrices que se están dando son atroces y totalmente fuera del marco científico. Han forzado a toda la población con dolor crónico de tipo no-oncológico a reducir sus dosis de opioides, para pasar a cero miligramos semanas después.

¿Acaso el dolor provocado por un cáncer vale más que el dolor de origen distinto?


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La semana pasada el presidente de USA, Donald Trump, declaró una emergencia de salud pública de alcance nacional, debido -oficialmente- al problema de las muertes por sobredosis de opioides y/o adulteración de heroína con fármacos como el fentanilo (fenómeno -curiosamente- concomitante en lugar y tiempo al primer problema). ¿Qué quiere decir eso y por qué lo hace?



Pues a pesar de lo bien que suena -al oído desentrenado del lenguaje político- quiere decir muy poco, en realidad y mucho, sin dar la cara. Los números a los que este acto de Trump dan paso, nos dan una clara idea a la primera: el fondo de emergencia pública sanitaria, en estos momentos, cuenta con un montante de... algo menos de 49.000 euros (57.000 dólares)
Sí, has leído bien: 49.000 euros, que es lo que vale una furgoneta o un coche de gama media. No son 49 millones, ni 49.000 millones. No; eso es lo que hay en la caja del dinero que la acción de Trump abre, para hacer frente a una emergencia de salud pública que está matando decenas de miles de personas, en un país que tiene 325 millones de ciudadanos censados.

Para entender la razón de este movimiento, habría que repasar cuándo fue la primera vez que Trump usó la posibilidad de lanzar la “Emergencia Nacional” (no la de salud pública como la lanzada, sino una “sin apellidos” que en realidad sí que daría acceso a fondos serios como para poder enfrentar cualquier cuestión) en el asunto de las muertes por sobredosis de opioides. Fue en agosto de este año, momento en el que recibió el informe de la “Comisión de Combate a la Drogadicción” (sic) -organismo creado por él mismo semanas antes- y que le indicaba, como dictamen final, que debía declarar la “Emergencia Nacional” (sin más apellidos).
Nadie cuestiona que las cifras de muertes por sobredosis en USA son las más altas de la historia, matando varias decenas de miles de personas cada año, y que la situación requiere tomar medidas. Pero este gesto resulta ser totalmente cosmético, y dirigido a la gran masa del “público usano” que se ve constantemente bombardeado por noticias y datos sobre muertes relacionadas con drogas. Y aquí ya he dicho drogas en lugar de opioides, porque una importante parte de la nueva posición del gobierno de Trump es hablar de sobredosis de heroína y/o drogas, e ir olvidando que esto viene de los opioides de farmacia recetados legalmente. La posición es tan brutal que han iniciado una nueva vía con el fiscal general -el miserable Jeff Sessions, quien afirma que “el que fuma cannabis no puede ser buena gente”- por la que inculpan legalmente por homicidio a los camellos cuyo material haya producido alguna muerte, por una razón u otra (dando igual que sea por adulteración a que sea por una sobredosis real, ya que se vende una sustancia de la “maldita” Lista I y, por ende, totalmente prohibida).
Eso, que puede sonar bien si creemos que se usa contra “camellos sin escrúpulos que cortan la heroína con fentanilo para ganar más dinero”, en realidad contra quien se emplea (dado el modelo de distribución de drogas en el mercado negro de USA) es contra “el colega, probablemente también consumidor de esa misma heroína, que compra cantidades algo mayores y menudea para sostener económicamente su consumo”. El fentanilo, mortalmente introducido en la cadena de opioides/opiáceos del mercado negro de toda Norteamérica -desde México, principalmente- no está en las manos del camello que trapichea con papelinas, sino en manos del narco que produce cada lote de droga en el que, como de costumbre, los usuarios del mercado negro son los conejillos de indias. Así que -además de ser éticamente una salvajada-culpar a los camellos de más bajo nivel de homicidio por vender drogas es una medida -también- totalmente cosmética y orientada a manipular a un público poco informado e intencionalmente asustado, para poder ser manipulado mejor.
¿Cómo se ha llegado a esta situación? En febrero del año pasado, desde esta web, dábamos ya una buena serie de explicaciones para legos, explicando el asunto de los opioides en USA. Y las explicaciones, lógicamente, han cambiado poco: la población en general fue sobremedicada con opioides, recetados legalmente por médicos empujados económicamente (a base de untarles de dinero) a convertir a sus pacientes en yonquis. Todo eso con la bendición y cooperación del gobierno de USA y sus legisladores, también generosamente “engrasados con ceros en su cuenta” por los lobbistas de la BIG PHARMA de la zona, porque el problema es bastante similar en Canadá ya que copia -prácticamente- las líneas generales de actuación de su vecino en materia de salud.
Una vez que la población estaba totalmente enganchada, con cifras récord en su historia, empezaron a llover las muertes por sobredosis. Pero esta vez el sector de la población más afectado por la crisis de los opioides en USA, es la mujer de mediana edad y de raza blanca: no son yonquis callejeros, ni negros a los que poder disparar a placer. 
Abuelas, por así decirlo, que sin saber dónde se metían con los opioides (a diferencia de quienes los buscan activamente) se tragaron aquello que su médico les dio -y en muchos casos, les vendía él mismo- y acabaron en un punto que no podían imaginar. 
Luego, y como remate, tras haber sobreprescrito opioides con extrema generosidad, cortaron las recetas de los mismos a quienes ya eran “médicamente adictos”, haciendo que estas personas fueran a buscar “algo equivalente” al mercado negro, donde les estaban esperando la heroína (siempre más barata que los opioides de farmacia) y, para más INRI, con niveles récord también de adulteración con fentanilo. Es decir, tras tenerles enganchados y vendiéndoles legalmente sus drogas, les lanzaron al más peligroso mercado negro de opiáceos y opioides jamás visto en la historia de la humanidad.

Carta que están enviando -en USA- médicos
 que tratan pacientes con dolor crónico de origen no-oncológico, 
desentendiéndose totalmente de los mismos.

De esta forma, acabamos con imágenes como las de aquel policía que sostenía -agarrándola del pelo y sin prestarle ayuda alguna- a una mujer blanca en un coche, con un niño pequeño detrás consciente y observando todo, para fotografiarla y subir dicha imagen a las redes sociales a modo de escarmiento a la “desviada madre yonqui”. Pero ni siquiera era su madre sino su abuela, aunque por inmoral que parezca la ira mediática fue contra la mujer con sobredosis y contra la familia del niño (su madre, por dejar a su hijo al cuidado de su abuela) en lugar de contra la pareja de policías que se dedicaron a jugar con dos víctimas -en peligro de muerte- y delante de un niño que veía todo.
¿Y finalmente, qué implica este nuevo momento político?
Decía ayer Bill Clinton, en el marco del #OpioidSummit celebrado estos días para abordar soluciones a la crisis, que “era la primera vez que un problema de drogas era enfrentado con medidas de salud pública y no con un enfoque penal y sancionador”. Diane Goldstein, ex-policía anti-narcóticos que entrevistamos en esta web, opinaba que “por desgracia eso no era cierto, ya que la guerra contra las drogas [en su plano más clásico y moralista] seguía salvaje por todos los lados” desde su su cuenta de Twitter.
La realidad del conjunto de hechos -datos no cuestionables- y las medidas que se piensan adoptar y ya se están adoptandobajo la excusa de la emergencia “de salud pública” nacional, daría para decenas de páginas de análisis, pero mucho más de tipo político que técnico sobre el problema. Y es cierto que, sobre el papel, el enfoque es de salud pública pero al estilo usano: tratamientos forzosos junto con equiparación entre consumidor de drogas y enfermo mental. Eso, en lugar de la cárcel por tener un porro en el bolsillo, puede sonar bien ya que lo de la cárcel suena peor, pero es una pesadilla compitiendo contra otra pesadilla: ambos enfoques son degradantes para cualquier ser humano.


Véase la delicadeza que muestran los medios
 para referirse a dos personas en sobredosis; 
similar a la de los policías que, en lugar de atenderles, 
se dedicaron a subir sus fotos a Internet.

Pero esta última imagen que os dejo, servirá para entender porqué esta emergencia es más naZional que nacional, sin dejar de ser real el problema que se supone que va a atender. Al loro, que ahí va.
El mencionado ya fiscal general de los USA, Jeff Sessions, ha hecho unas declaraciones que sitúan de forma inequívoca, el enfoque con el que se enfrenta este asunto. Según Jeff, el asunto de las muertes por opioides a nivel epidémico en USA, tiene que ver con la marihuana y el cannabis. ¿Por qué? Pues porque muchos jefes de policía le han contado que “la adicción empieza con el cannabis” y que “es una droga que sirve de puerta de entrada a las demás drogas”.
Como podéis ver, un enfoque totalmente novedoso -lo es, tratándose de opioides recetados por médicos legalmente- y que nunca antes habíamos escuchado: la marihuana como puerta de entrada.
¿Y qué hacer ante ese panorama tan aterrador y desalentador?
Pues está claro. Jeff, lo tiene claro. Según Jeff, ya se ha luchado antes la guerra contra las drogas y se ha ganado(cuándo, no lo sabemos). Y para ello, la receta mágica es muy simple. Casi tanto como la “Emergencia NaZional”, y es otro gran enfoque que nunca habíamos escuchado.
Los ciudadanos deberían, simplemente, decirle que NO a los opioides." (sic)

De Nancy Reagan a Jeff Sessions, cómo pasa el tiempo...

miércoles, 22 de noviembre de 2017

¿Exceso de prescripción de morfina en España? El falso mito y un caso real.




Dolor y morfina: 
¿están los mórficos sobreprescritos en España?

Quiero contar una experiencia real que he vivido este fin de semana. El viernes, cuando iba a pillar algo a una conocida “casa” de mi ciudad, Salamanca, encontré allí a una buena amiga. Es una mujer mayor, enferma de muchas cosas y con una vida realmente mala, que sin embargo es de estas personas que te gusta tener a tu lado, porque a pesar de todo son de fiar y además buena gente.

Cuando me vio, me vino rápido a decir que ya tenía la cita para la “Unidad del Dolor” y que, cuando fuera la cita, yo tenía que ir con ella, me pedía por favor. Le dije que por supuesto que iría con ella; si al otro médico le había tenido que amenazar con una secuencia que pasaba por un tribunal médico y un juzgado para que (como forma de quitarse el problema y pasarlo a otros) le diera a esta enferma el acceso a la unidad que prescribe la morfina y otras drogas similares.





¿Por qué había tenido que “amenazar” al médico de cabecera? Si tiene razones para darle morfina, se la dará. Y si no, no se la dará... ¿verdad? Pues no. Esto no es así. 




Los médicos de cabecera, aunque pueden legalmente prescribir mórficos como el resto de médicos, es algo que nunca quieren hacer. El papeleo y las molestias asociadas a la excesiva burocracia para la gestión de estos fármacos suele ser suficientemente disuasorio por un lado, y el mito negativo y falso alrededor de estas sustancias, completa el círculo para no mancharse las manos.

Y ahora, vamos a ver si hay motivos para mandarle un mórfico (morfina o equivalentes) a esta persona. 

Mariana (nombre ficticio), es una mujer en la cincuentena y que pesa 43 kilos a día de hoy (pesaba 39) con 1.60 de estatura aproximadamente. Está en una delgadez extrema, provocada por diversos factores que ahora veremos, y de que recupere peso -entre otras cosas- depende su supervivencia inmediata: seguir viva en 12 meses.

Entre lo que su último historial (el de la urgencia de este fin de semana) cita, tenemos ADENOPATÍAS, que son inflamaciones de los ganglios que puede causar todo tipo de efectos, incluyendo por supuesto dolor, en diversas partes del cuerpo. A continuación, nos indican una COXALGIA, que en medicina es una “artritis tuberculosa coxofemoral” o un simple dolor en la cadera (un dolor serio). En este caso, pueden ser ambas cosas, porque aunque la ficha no lo pone, la paciente ha tenido tuberculosis en algún momento de su vida y, además, una operación en la que le implantaron una prótesis de cadera, que le provoca intensos dolores y hace que quede coja al andar.


Este hecho, para la mayoría de personas con atención médica de calidad, suele ser suficiente para que si el dolor lo requiere, el traumatólogo use morfina u otros compuestos similares de forma rutinaria. Y es esa forma, tras la vía del cáncer, la más común por la que se recetan estos fármacos. 

Lo siguiente es que ha dado POSITIVO EN CRIBADO DE CÁNCER COLORECTAL, lo cual ya trae un cáncer al cuadro (al menos la previsión de uno, y nada bonito). Luego tenemos DOLOR COSTAL DERECHO, TOS Y DISNEA.

Que tenga dolor costal derecho es normal, porque tiene el 6º ARCO COSTAL ROTO. Sí, como suena, con lo que respirar es doloroso, y toser un infierno (quien haya tenido una simple costilla rota sabe de qué hablo). La TOS en este caso, viene de que la paciente es además paciente con EPOC (Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica) que no tiene marcha atrás y te va dejando -literalmente- sin capacidad respiratoria. Lo de la DISNEA, o mala respiración se entiende con el conjunto del cuadro. 

Pero por si no era suficiente, marcan otra: INFECCIÓN RESPIRATORIA AGUDA. Es decir, que como apenas tiene capacidad para respirar en sí misma, pues añadimos una infección sería -de las que te pueden matar- al cuadro de la paciente.

Y llega el plato fuerte, a la hora de revisar si hay causa para darle mórficos a esta mujer: LINFOMA B DIFUSO DE CÉLULA GRANDE. 

¡Anda! Pero si no sólo tiene un principio de cáncer por un lado, sino que tiene YA un cáncer en su cuerpo. Y algunos quistes más por varios lados, además de las adenopatías mencionadas, y otras como son los QUISTES DE OVARIO que también sufre la paciente y le generan intensos dolores en la zona pélvica, que se suman a los generados por el problema de su prótesis de cadera y al daño neuropático que está recibiendo debido a la quimioterapia.

Curiosamente, lo siguiente que marcan es -de nuevo- TOS. ¿Por qué? Es casi imposible estar al lado de la paciente sin que pasen 5 minutos sin que tosa hasta parecer que se muere, y tenga que escupir una enorme cantidad de flema.

¿Y con qué se trata la tos? Tachán....
¿Y especialmente una tos tan tan grave en una cuadro tan tan serio, que puede matar a la persona?
Pues con mórficos (da igual cual, salvo el fentanilo que es opioide pero no mórfico en estructura química y no quita tanto la tos) como el lector ya habrá averiguado.

Y además de no hacer constar la EPOC, tampoco han hecho constar que es DIABÉTICA,  y que aunque la HEPATITIS C que tuvo durante décadas, ya está revertida gracias a los nuevos fármacos, los daños de por vida en su hígado quedarán.

Y lo más gordo: que actualmente está pasando VARIOS CICLOS DE QUIMOTERAPIA MUY AGRESIVA, que además le están provocando daños neuropáticos que de momento se manifiestan sólo como adormecimiento y entumecimiento de extremidades inferiores, pero que ya empieza a ser doloroso por “razones propias” y sin necesitar del dolor iniciado en otra parte del cuerpo, como suele ocurrir con el dolor neuropático cuando se da conjuntamente con dolores de tipo traumatológicos.




¿Que tenemos pues? Una mujer en la cincuentena que apenas puede sostener su cuerpo, apenas puede respirar y apenas consigue alimentarse. Desde que recibe la quimio (aunque ha tenido cannabis a su alcance) la comida le sabe mal y no come casi nada, y hablamos de alguien con la piel pegada a los huesos: comer es algo directamente relacionado con su supervivencia.

Pero llega la palabra clave: TOXICOMANÍA!!

Tachán!! La enferma es una yonqui -oh Dios mío- y lleva más de 3 décadas de consumo de drogas (entre ellas opiáceos y mórficos) y en estos momentos es -físicamente- adicta a los opiáceos, que toma para calmar sus MÚLTIPLES DOLORES Y SÍNTOMAS BRUTALES COMO LA TOS CONSTANTE (teniendo una costilla rota y una EPOC en sus pulmones).




¿Y qué pasa cuando un usuario de opiáceos, da igual que sea yonqui que se los dé su médico, deja de tener opiáceos en su cuerpo? Pues que sobreviene un SAO o Síndrome de Abstinencia a Opiáceos, en el que los primeros síntomas son dolores articulares, moqueo, diarrea, vómitos, dolores óseos y el cuadro luego empeora bastante: dependiendo de a qué sea la adicción, la simple abstinencia puede matar. Es así, letal, por ejemplo en el caso del alcohol o la metadona, y no lo es en el caso de la heroína o la morfina.

¿Imagináis cómo debe sentar un SAO, un mono, a una persona que pesa 43 kilos y no es capaz de comer por la QUIMIOTERAPIA que le están dando? 

¿Y a sus pulmones, que multiplicarán la tos por 100? 

Cuando esta mujer recibe la quimioterapia contra su linfoma, al volver a casa lo hace vomitando y sin poder comer, sin tenerse apenas en pie (hay que trasladarla en coche en ocasiones) y queda en la cama, tosiendo y vomitando, sin poder salir a comprar (ni a conseguir dinero trabajando, porque lo consigue currando y limpiando casas) un opiáceo, heroína en este caso porque es lo que el mercado negro tiene, para no entrar en un terrible mono o SAO.

Queda reventada de una brutal quimioterapia en la cama y, además, en horas el mono que sufrirá hará que todo junto haga IMPOSIBLE que esa persona se pueda recuperar de semejante cuadro.





¿Por qué no recetan morfina a esta mujer? ¿De qué tienen miedo, de que se enganche? Pero si ha sido usuaria de ese tipo de drogas 30 años... ¿Acaso alguien -y menos con formación médica- puede imaginar que sufrir un mono puede ser algo consentible para una mujer entre la vida y la muerte en quimioterapia por un cáncer?

Esa es la realidad en España sobre los mórficos. 

Todo eso que algunos detestables personajes del mundo del cannabis van soltando por ahí, televisiones y medios, de que tenemos un grave problema con los mórficos.... ES CIERTO!! Pero no como ellos dicen: los mórficos están INFRAPRESCRITOS en nuestro país. 

Estos lobbistas del cannabis van vendiendo que en España tenemos el mismo problema que USA con estos fármacos, cuando tenemos precisamente el contrario.

Y nos lo recuerdan cada poco, especialmente los enfermos de dolor (del tipo que sea) y la propia OMS. Pero nos dicen algo que ya sabemos por los estudios que hace nuestro propio gobierno, y no sólo eso sino cosas peores.

Resulta que en España, los pocos pacientes que son recetados con mórficos, tienen una tasa de desapego al tratamiento muy alta que se junta con una prescripción insuficiente de morfina. ¿Por qué? Cito textualmente: “la morfina sale asociada a que a la gente se le pongan los pelos de punta” hasta rechazar el analgésico (que es totalmente seguro bien usado y, además, causa menos daño orgánico que ningún otro, incluso tomado desde que se nace hasta que se muere).

Esa asociación, que se traduce en que pacientes con dolor rechacen por miedo el mejor fármaco, o que los médicos se vean también introducidos en esa mentalidad acientífica (y realmente nueva, porque apenas tiene 1 siglo de vida), la están generando -hoy día- estos personajes para su propio beneficio económico.

Ir por las televisiones hablando de lo mala que es la morfina, mientras quien lo dice se pone ciega a TRAMADOL (posiblemente -podéis preguntar a un especialista- el peor y más peligroso opioide sintético, que además de funcionar mal como analgésico, afecta a la salud mental seriamente) y mantiene una pseudoclínica con su grupo de acólitos, que obedecen lo que allí les dice gente que no son profesionales médicos (a cambio de dinero $$$, lógicamente) y un “observatorio” (suena a nombre oficial pero es una fundación privada, cuidadín...) que recibe jugosas donaciones, es algo que debería hacer que todo el mundo revisara el discurso impartido por esta gente y se dieran cuenta de que -básicamente- están saturando los canales de información falsa para conseguir mejores beneficios económicos.

Están librando una batalla de intereses en la que los enfermos somos lo que menos interesa, y se nos vende al peso por parte de esos que salen en los medios “vendiendo salud natural”.






Pero volvamos al caso de Mariana, que por más que intenta que le den algo que le quite el dolor, tiene que acabar yendo a comprarlo al Barrio Chino porque los médicos, cuando ella les plantea su caso, le dicen que “tendrá que buscar ayuda para eso”

¿Perdón? Sí, sus médicos al ver la palabra -TOXICOMANÍAS- se quitan el problema del paciente de encima como si esa situación la tuviera que tratar otro, y que esa situación no tuviera que ver nada con su desempeño profesional como galenos.

Ahora, imaginad el cuadro de esa mujer, que apenas se tiene en pie y como no ha podido trabajar por estar con cáncer, no tiene dinero (no todo el mundo tiene baja ni contrato, algunos nunca en su vida) y va a buscarse la vida como puede y a conseguir algo.... QUE LE QUITE EL DOLOR!!

Pues así la encontré este viernes. Tras esas palabras que cruzamos en que me pedía que la acompañase a la “Unidad del Dolor” cuando al fin la llamasen, al cabo de unos minutos vi que algo le ocurría...

Había estado hablando conmigo bien, había estado delante mío (no estaba consumiendo nada) y empezó a quedarse de pie dormida, a perder el control motor, a perder el control de esfínteres (se meó encima). Como también resulta tener una forma de diabetes, lleva azúcar consigo y yo lo sé, así que como sabía que no tenía dinero (no era una sobredosis, y fumando plata no son así) le pregunté si había tomado algo o le habían dado algo y me dijo que no. Empecé a administrarle azúcar y vi que la situación no mejoraba sino que empeoraba.





La saqué de la casa donde nos encontrábamos -no puedes pedir una ambulancia a ciertos lugares- y la llevé a la calle. Abrí mi coche, la coloqué dentro y llamé a una ambulancia. Tuve que llamar 2 veces y cagarme en las muelas del que tenía el teléfono porque no llegaba, y temía que pudiera entrar en coma o en una crisis seria en cuestión de minutos.

Finalmente las ambulancias llegaron y actuaron con total profesionalidad. Les facilité toda la información que podían necesitar (y más) y les acompañé al hospital en mi coche para encargarme de Mariana, que estaba en un estado previo al coma llamado “estupor”, en el que los estímulos han de ser fuertes o dolorosos incluso para que reacciones y abras los ojos.

Estuve con ella hasta que quedó ingresada en el hospital. Los médicos flipaban un poco, porque delante de ellos tenían una mujer con la cabeza con un pañuelo (tipo cáncer) que estaba tan flaca como un etíope con hambruna, con un historial médico (sólo el que yo les indicaba de enfermedades que conocía) que era de traca y que, aunque estaban en el mismo hospital que ella recibe tratamiento por su cáncer, no lograban encontrar sus datos (teniendo tarjeta sanitaria en vigor y DNI en la mano).

Les indiqué toda la situación, lo que había hecho y lo que ella había dicho (seguía en estupor en una camilla sin dar señales de vida) y que si bien era una usuaria de opiáceos y tenía las pupilas contraídas, no era una sobredosis... en mi opinión y por lo que había observado previamente.




Estaba viendo que le iban a meter un chute de naloxona gordo y les pedí que reconsideraran el cuadro que tenían delante. No me contestaron siquiera, pero por lo que hicieron sé que tuvieron muy en cuenta lo que les dije: probaron con una dosis mínima de naloxona (0'1 mg), y la reacción fue muy fuerte con lo que quedaba claro no era una sobredosis (al menos de opiáceos/opioides) sino que a la paciente le estaban provocando un SAO, al retirar el poco opiáceo que tuviera en su cuerpo con el efecto de la naloxona.

Quedó ingresada y fui a buscar a su familia, y cuando ya no pintaba nada, me fuí. Cuando ella salió del hospital y pudimos hablar, me dijo que le había dado una pastilla, un amigo (que estaba presente con las ambulancias, pero no dijo nada de nada) y que se la había dado “para que se relajara por sus dolores”, y que él sabía mucho de eso....

Y ella, como una imbécil, se la tomó sin saber qué, cuánto ni cómo le iba a sentar.
Eso es casi un comportamiento suicida, sí. Y de hecho en el hospital le preguntaron hasta descartar que hubiera sido un intento de suicido. No tenía nada que ver en este caso.

La explicación es mucho más simple: cuando estás sufriendo, da igual de forma psíquica que física, haces lo que sea para dejar de sufrir. Y si tus recursos económicos, no llegan a más que a poder aceptar lo que te dan “colegas” en puntos de venta, pues tomarás esa pastilla y otras 5 que te den si crees que eso te puede hacer dejar de sufrir.

Tan grave fue la situación que ella no recuerda haberme visto siquiera, pero no buscaba matarse, sólo dejar de sufrir. Aunque pasó por el hospital, y en el hospital les hice ver a los médico que la trataban que si no le prescribían un mórfico, Mariana tendría que ir a buscar algo para frenar el SAO (mono) que sufriría en unas horas, ellos también se lavaron las manos en ese aspecto: que lo hagan sus médicos (sus otros médicos que no lo han hecho hasta ahora, quieren decir).

Han pasado 5 días ya desde que -por buscar eliminar sus dolores- Mariana pudo haber muerto, dejando de respirar en cualquier calle tirada, mientras las bajísimas temperaturas de la noche remataban lo que quedase de ella.

Todo lo que habéis leído ocurre en Salamanca (España) en este mes de noviembre de 2017.

Ni es ficción ni algo lejano en el tiempo o el espacio. Esto es una enferma de cáncer (y otras 50 cosas) en quimioterapia actualmente que, por ser usuaria de drogas, no recibe lo que cualquier otro recibiría y es abocada a arriesgar su vida (en semejante estado) para no sufrir más. Y todo en manos de la Seguridad Social (Sacyl) mientras le dan quimioterapia para que no se muera y pueda seguir -sufriendo- unos años más...

¡¡Qué bello es vivir, me cago en Dios!!