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domingo, 7 de enero de 2018

¿Crisis de sobredosis por opioides? Negocio para la farmacia.

Este texto fue publicado hace más de un año en el dominio Cannabis.es y esperamos q os ayude a comprender que no todos los que parecen buenos, en esta historia de los opioides en USA, lo son. A veces la abuelita ya no existe y es el lobo con su camisón pero ni el lector ni nadie se da cuenta hasta que es demasiado tarde...

Demasiadas veces, y en demasiados campos.

*.*.*

Nuevos fármacos, nuevos presos, nuevos negocios...
(Vivitrol y coleando).

Puede sonar algo fuerte -entrar con la pierna por delante y a la rodilla- este título por el que he optado para encabezar este texto, que será desagradablemente veraz, pero necesario. Todos los esfuerzos que se puedan hacer para alertar a la población de cómo se les está mintiendo y usando -en las peores formas de entender dicha palabra- para ser simplemente “ganado al que ordeñar económicamente”, son pocos a estas alturas.


 La farmacia como enemigo público de primer orden
Desde esta web hemos denunciado -una y otra vez- lo que la  BIG PHARMA hace y es: esos tipos -con mucho dinero y ningún escrúpulo- que prefieren ver morir a hombre, mujeres y niños por millones en beneficios, antes que bajar sus precios. Si no les das dinero, no les interesa tu bienestar: no seas tonto y creas que trabajan por tu salud, ya que no es así.
Ante este panorama, en el que el enfermo (y también el no-enfermo) es el objetivo de la voracidad farmacéutica -en su faceta de negocio que mueve muchos millones- debemos empezar a formarnos en áreas que antes considerábamos restringidas a médicos y farmacéuticos: nuestra salud y sus remedios. Evidentemente, no se puede esperar que todo el mundo esté capacitado para saber que la “viagra femenina” es un absoluto timo y un peligro para la salud de quien la usa, o que los fármacos que le estamos dando a los niños con la excusa de la gran enfermedad “creada e inventada para las masas” del TDAH, son exactamente los mismos por los que metemos en la cárcel a adultos que los utilizan -también de forma correcta, pero además, de forma libre y consciente- y que las nuevas grandes salvadoras contra la "epidemia de opioides" que nos llegan de manos de las farmacéuticas son la naloxona y la naltrexona (también la buprenorfina pero de otra forma y ya se han dado cuenta del timo económicoy que en realidad son dos viejas conocidas, que no traen ninguna cosa , pero “las están peinando” para que sean presentadas masivamente como un recurso necesario, en un volumen tan disparatado como el de los opioides. Han logrado una ciudadanía con 2 millones de adictos (sólo en USA) y una población reclusa -hasta en cárceles privadas- que está enganchada a los opiáceos en un histórico récord del 15% de los reclusos. Genios.
Olé. Lo han clavado estos narcos legales de la BIG PHARMA a la hora de conseguir tener una clientela rehén, y con la bendición de los poderes del estado, a quienes compran de la misma forma que -por ejemplo- Boiron ha comprado una cátedra de homeopatía en una facultad de Medicina, para darse brillo y lustro mientras dicha facultad ha prostituido su metafórico ojete por pasta, simple y llanamente. Es todo culpa del papel moneda, que engrasa que te cagas...
¿Qué más puedo decir? Si son los mejores hay que reconocerlo, y punto.
Primero han enganchado a una buena tajada de la población (transversal, de jóvenes a ancianas) a tomar drogas de alta potencia narcótica (y por lo tanto, ADICTIVA) como la morfina, el fentanilo y otras similares, asegurándose así la clientela; si era moralmente correcto, como veréis, es algo que no importa en esta historia. Posteriormente, cuando esa criminal acción ha empezado a rendir muertos -que no eran “yonquis” sino población común- se han llevado las manos a la cabeza e incluso han susurrado un cierto “mea culpa” pero era sólo fachada: estaban preparando la segunda fase. Comprobaron que se les empezaban a matar los clientes, algunos quedándose dormidos mientras iban conduciendo y otros en casita, cuando no se lo esperaban (porque a diferencia de estos usuarios nuevos, los viejos usuarios de drogas saben lo que hacen en mayor grado que estos nuevos “enganchados por la farmacia”) así que dijeron que tal vez se les había ido la mano con las prescripciones y con el “estímulo que habían imprimido al mercado”, pero que estaban trabajando en una rápida solución.
Cabe recordar que “solución”, para la industria farmacéutica de la época, fue lanzar la heroína como un fármaco no-adictivo y que, además, era capaz de hacer perder todo el interés por la morfina a los morfinómanos. ¿No hace falta que explique lo que pasó, verdad?
Estimulando el mercado, como eufemismo de “vamos a usaros como a ganado hasta que os exprimamos en vida, de niños a ancianos”, y funciona. En USA y Canadá se lo creen todo, y no es extraño ya que los medios de comunicación que dibujan su realidad, pertenecen todos a los mismos bolsillos que invierten en esos pelotazos “farmacéuticos”, con nivel del escándalo moral, pero que se olvidan pronto de la memoria colectiva. Los ciudadanos no pueden saber lo qué pasa, porque el mismo que les está robando es quién les hace de guía, en un entorno en el que han sido -previamente- privados de conocimientos que les permitan darse cuenta de lo que está sufren y lo que le están haciendo... a sus hijos, hermanos, padres, abuelos... a todos.
Y vamos con “la solución”  AKA remedio mágico: la naltrexona. Un fármaco de los años 70 y que se lleva usando décadas, y es de todo menos nuevo. Naltrexona, además de la naloxona que llevan promocionando años ya. ¿Por qué? Como todo: porque da dinero. Ahora mismo tanto naloxona, como naltrexona -la nueva invitada, que no es tan nueva- son fármacos de abuso: el abuso que comete la BIG PHARMA al aumentar cientos de veces sus precios, si motivo alguno, salvo el interés económico.
Por supuesto, la solución -que no lo es en realidad- representa ingresos desmedidos para la industria farmacéutica, y esta vez lo hacen mediante el asalto a las arcas públicas, vendiéndole a los estados ingentes cantidades de los antagonistas opioides a precios que superan con creces el mayor de los márgenes del narcotráfico en las drogas clásicas.
Ellos lo bordan, mirad: “No solo para los médicos: la droga antídoto para las sobredosis de opioides -naloxona- está siendo lanzada a las masasAsí de claro calificaba -la revista de temas médicos- STAT el asunto de la naloxona, dándonos datos como que en la última década el uso de naloxona (la demanda de la misma) se ha multiplicado por 4, sin contar el actual momento con el pico que se está viviendo en la adquisición de este recurso. En Ohio incluso están animando a los ciudadanos a que lleven naloxona encima -para tratar posibles sobredosis que encuentren en su quehacer- y en Carolina del Norte y Pensilvania, se ha emitido una orden por la que la naloxona se puede adquirir libremente en farmacias. También en Carolina del Norte y Nuevo México se está dando naloxona a todos los presos que salen de prisión, ya que las sobredosis en ellos son desgraciadamente frecuentes y en especial en las primeras 48 horas tras su salida de prisión.
Desde el lobby de la BIG PHARMA se desea “penetrar presupuestariamente” y de forma completa a la policía, pero ahora el objetivo se ha ampliado y apuntan a otros profesionales como pueden ser el personal de los aparcamientos, guardias de seguridad y otros miembros relevantes de las comunidades. Naloxona y cursos de entrenamiento, que vienen de mano de la misma industria que fabrica la sustancia, la misma que cobra a cargo de los presupuestos generales salidos del bolsillo de todos, y la misma que ha creado un problema que ellos mismos califican de “epidémico” y que ahora requiere de una solución que -oh, casualidad- nos trae la BIG PHARMA.
¿Pero de verdad que a nadie más le suena sospechoso todo esto?
El último gran asalto al bolsillo ha comenzado con la “nueva” medicación -vendida como panacea- para un sistema penitenciario saturado y que, como ya hemos dicho, es la naltrexona de toda la vida y no es una mágica solución. Lanaltrexona, es un antagonista opioide que bloquea los receptores, haciendo que el consumo de opioides resulte inútil, y no causan efecto alguno en la persona. En nuestro país se ha usado y se usa para los tratamientos “libres de drogas” en los que resulta preferible, para el paciente, saber que aunque consuma no va a conseguir efecto alguno. Se puede comprar en la farmacia “casi sin receta”. Digo casi porque en teoría no te pueden dar nada sin ella, pero al no tener efecto alguno psicoactivo (o tenerle incluso negativo) ni posibilidad de abuso, la dan. Yo obtuve una caja llena de botellas de dicho fármaco por menos de 80 euros. La naltrexona es barata y accesible; siempre lo ha sido. Y se consume por vía oral (la naloxona no es activa por vía oral y para ello se usa naltrexona, aunque es la naloxona el antagonista usado en sobredosis vía inyección o nebulizador nasal). Ahora, la industria farmacéutica ha obrado su magia y, de una molécula que no les daba prácticamente ningún beneficio (como les ocurría con la naloxona), han creado “nuevas presentaciones” que les permiten cobrar LO-QUE-LES-SALGA-DEL-HUEVO por viejas sustancias; la patente ya no sólo es el compuesto y su química, y con ese enfoque juegan. En este caso, han creado una inyección intramuscular profunda -una aguja larga de cojones y ya- que te deja el cuerpo (vía culito y pinchazo) impregnado de naltrexona durante un mes, haciendo inútil consumir heroína, fentanilo o  morfina. Eso sí, otras drogas como la cocaína  y los  barbitúricos o el  alcohol  y la  anfetamina, te seguirán haciendo efecto. Si lo que quieres es “drogarte” lo harás, aunque no sean con una en concreto.
Naltrexona y similares sólo sirven para los opiáceos y opioides, pero tiene un gran “público potencial”: los presos que salen de las cárceles a quienes se les ha comenzado a facilitar un par de chutes de naloxona, por si tienen ese mismo día una sobredosis (algo tremendamente normal a día de hoy ya que salen como saldría un toro encerrado y sin tolerancia porque no han tomado opiáceos en meses y, entre las ganas y el mayor efecto con menor cantidad, suelen irse para el otro barrio). Con la naltrexona -y su duración “reformulada” de un mes y por el injustificable precio (robo) de 1000 dólares, ahora podrán tener un bloqueo para opioides de más duración, que una vez inyectado la persona no podrá hacer nada para revertirlo.
Yo, como usuario de opiáceos y opioides, agradezco la existencia de algo que me puede salvar la vida. Pero no puedo evitar preguntarme si realmente el número de consumidores justifica tan salvaje aumento de dispensación de estos fármacos. A pesar de esas leyes para que cualquier ciudadano y sin explicación pueda comprar estos fármacos, creo -como usuario- que nos iría mejor si reformasen las leyes que convierten en un acto criminal el uso de drogas (en España es un derecho, aunque limitado en el espacio público) y que eso acabase con el mercado negro... de una santa vez.
Y aunque suene conspiratorio, tengo que rendirme al final ante la evidencia: mercado negro y farmacia se complementan y se necesitan para justificar muchas de sus acciones. Llevo mucho tiempo preguntándome cómo pudo llegar la W-18 a la calle, o con los nuevos muertos en Canadá, quién sintetizó carfentanil con el peligro que eso supone. Y siempre me viene la BIG PHARMA a la cabeza (son los que pueden, eso no se hace en un garaje con 4 matraces) que es la que al final sale siempre ganando. Es muy arriesgado decir que ellos los sintetizaron y lo pusieron en el mercado, para aumentar la histeria con la epidemia de opioides y el número de muertos, así que lo dejo en una “ida de pelota mía” pública (pero ahí queda).
Ahora, cuando veo que les van a vender naltrexona a 1000 dólares por inyección -bajo el nombre de “Vivitrol”- vuelvo a pensar por dentro: “¡¡joder, qué putos genios!!” ¿Qué narco es capaz de conseguir eso y que, además, se lo vaya a pagar el estado y a presentarle ante todos como un salvador de la sociedad y las drogas? No excluyo que le den la medalla del congreso de los USA o algo así, sobre todo si hacen donaciones como los fabricantes de fentanilo allí. Esto de la  BIG PHARMA es nivelón a la hora de prepararla gorda, y no lo de Pablo Escobar o El Chapo Guzmán.
Han construido una cárcel alrededor de toda una sociedad, que asiste incrédula a la violación de sus propios derechos elementales, sin llegar a ser conscientes de lo que está sucediendo, ni de quién es el agresor y quién es la víctima.
Volviendo al título de este texto, habrá que repensar con quién nos estamos jugando la salud.



jueves, 19 de enero de 2017

18 kilos de W-18 para el Juicio Final

Esta historia de ficción distópica que fue publicada en cannabis.es contiene un pequeño fallo, descubierto con el tiempo, y que le da un curioso valor: lo cambiante de lo que era la información fiable hace unos meses en un compuesto que, misteriosamente, apareció en las calles de Canadá y su mercado negro, pero que podría aparecer en cualquier sitio.

El fallo es que el W-18, y tal vez otros compuestos de la serie, no son agonistas opioides como se pensaba por sus creadores... pero eso es historia para otra ocasión.

Esperamos que os guste.


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18 kilos de W-18 para el juicio final.


La última vez había matado a 14 personas y, a pesar de ser un accidente, había tenido que quemar los cadáveres y el lugar, como medida de seguridad básica. Fue un error confiar un producto así en manos de principiantes -no eran químicos profesionales, sino hombres de negocios sin alguien capacitado a su lado- y el resultado podría haber acabado con todo su plan de ventas, además de con una sentencia a cadena perpetua para él. Tenía que calibrar mejor si pretendía seguir vivo y libre mucho tiempo.

El pedido en esta ocasión había sido masivo. Como experto, tenía claro que la cantidad encargada podía tener distintos usos, pero hablando siempre en niveles enormes. Tenía suficiente droga sintetizada como para mantener sin mono a todos los adictos a los opiáceos del planeta durante medio año al menos. Si la cosa salía bien, además de una cuenta corriente con más ceros de los que podía imaginar, podría llegar a competir con el suministro mundial de heroína




Él, una sola persona, detrás de la operación de síntesis de opioides más grande del mundo. Sus años de juventud perdidos entre libros y casi sin salir de casa, para ser el mejor de su graduación y encontrar un empleo bien remunerado, daban sus frutos en el campo menos esperado: en el tráfico de drogas. Él nunca había tomado drogas ni conocía ese mundo más que de oídas, pero perder el trabajo -por esa mala racha personal- en la planta de desarrollo de productos plásticos le había obligado a buscar alternativas.

Esta vez, en el precio había incluido 2 trajes HAZMAT para que no acabasen muertos nada más empezar a trabajar con el producto. Sonaba exagerado, pero no lo era: valía con respirar una mota invisible de ese polvo y morirían, así que más les valía preparar bien el producto que iban al lanzar al mercado si no querían acabar la partida antes de empezarla. Al comprador, un hombre de negocios europeo de unos 50 años, le parecía bien todo lo que él dijera y, como había podido comprobar ya, el dinero en enormes cantidades no le faltaba nunca.

Una vez pensó que ese tipo bien podría comprar. incluso el puto planeta, si estuviera en venta.
Lo que nunca pudo imaginar, hasta que todo fue destapado, es que esos 18 kilos de W-18 tuvieran como objetivo acabar con la raza humana sobre La Tierra...


Esta historia que sirve de introducción, por ahora de ficción, tiene como protagonista a nuestra invitada de hoy: W-18. ¿Una bomba? ¿Un meteorito? ¿Un virus que acabará con el planeta? ¿Rajoy vestido de lagarterana? No, la W-18 es la nueva droga de moda, entre los forenses del norte del continente americano. ¡Coño! ¿Y entonces a qué viene todo eso de acabar con la humanidad?
La serie W es una serie de 32 compuestos creados, en la década de los 80, por un grupo de farmacólogos encabezados por Ed Knaus, en la universidad de Alberta en Canadá. Este grupo de investigadores, estaban llamados a repetir un trozo de la historia: la búsqueda de un analgésico eficaz y que no provoque adicción, para terminar encontrando una criatura que no podían esperar como ocurrió en el caso de la heroína. De esa serie de compuestos con una estructura novedosa, bastante simple pero desconocida en la farmacología, se patentaron 32 (W-1 a W-32) siendo los 19 primeros agonistas puros del receptor opioide mu, y los 13 restantes compuestos con actividad agonista/antagonista como es por ejemplo la buprenorfina. De todos ellos, el más potente era el número 18: su potencia era de 10.000 veces la de la morfina, lo que quiere decir que 1 gramo de esa sustancia equivale a 10 kilos de morfina. ¿Empezamos a ver por dónde van los tiros ya? Nuestra protagonista W-18, acababa de nacer.


Por supuesto, dichos compuestos nunca fueron probados en humanos ni se desarrolló ningún estudio sobre ellos, ya que para humanos tenemos suficientes analgésicos adictivos y esos compuestos no presentaban mejores perfiles farmacológicos con respecto a los ya existentes. Y quedaron en el oscuro olvido académico y del archivo de las patentes sin demasiado uso, durante más de 2 décadas. Hasta que la guerra contra las drogas, al haber sancionado hasta lo imposible el resto de sustancias, acabó por hacer que unos químicos emprendedores -seguramente chinos- buscaran en los oscuros archivos de universidades y patentes información sobre investigaciones con drogas que, aunque nunca hubieran sido probadas con humanos por su evidente peligro, tuvieran efectos similares a las drogas ya prohibidas.
Y de esta forma, otra de esas sustancias, como la PMA/PMMA, que nunca debieron llegar al mercado de la calle y no lo habrían hecho sin la prohibición de las otras drogas, la W-18 llegó a la calle. Justo cuando la policía del norte de América se preguntaba si podrían encontrarse con algo más mortal que el fentanilo, que está diezmando por golpes de sobredosis vía adulteración a las comunidades de usuarios de estas drogas, se toparon con esto en forma de pastilla de “Oxycodone” adulterada (es el opioide favorito del neo-mercado negro de opioides en USA y Canadá desde hace un tiempo ya).
De momento, no se puede afirmar que se haya producido un solo muerto por esta droga, pero es que aunque los hubiera, sería casi imposible saberlo. ¿Por qué? Las dosis son tan extremadamente bajas en peso, que encontrar un metabolito de dicha droga en el organismo humano (con el agravante de que no conocen cuáles serían) sería el equivalente a encontrar una aguja en un pajar, con una mano en la espalda. Para hacernos una idea ya más clara de lo que es este arma química, la comparamos con el fentanilo -cuya dosis letal está entre 2 y 3 miligramos- y resulta que 2 ó 3 microgramos o millonésimas de gramo, son suficientes para matar a una persona. ¿Un grano de sal? ¡Qué va! En un grano de sal habría suficiente cantidad como para matar a unas 100 ó 200 personas. Y si tenemos en cuenta que en todo el planeta, hay unos 6 o 7 mil millones de seres humanos, bastarían 18 kilos de esa droga para matar a todo ser de nuestra especie... y seguramente sobraría.
¿Pero estamos hablando de una droga o de un arma química? Pues decídalo usted, pero recuerde que el fentanilo y sus variantes ya han sido usadas como arma química, en este caso por el gobierno ruso, con un ejemplar números de muertos a sus espaldas ya. El Kolokol-1 era el nombre del gas -con un derivado del fentanilo- que se usó para acabar con el secuestro de un teatro en Moscú. Y no era más potente que el W-18.
Para más INRI, las pastillas que apresó la policía en Canadá, contenían como droga principal fentanilo (siguiendo la tendencia de los últimos meses y años), pero lo contenían en una cantidad -entre 4'6 y 5'6 miligramos) que era suficiente para matar a un par de personas cada pastilla. Y si eso era poco, cuando fueron buscando la “huella química”, que les permitiera ir conociendo al químico que lo estaba sintetizando y el procedimiento que seguía, se encontraron con el nuevo compuesto, que estaba presente sólo en trazas (cantidades muy bajas) pero al ser 100 veces más potente que el fentanilo y al ir mezclado con este en una pastilla que ya contenía 2 dosis mortales, se dieron cuenta de que acaban de conocer a un nuevo asesino que ya llevaba tiempo en la calle, y posiblemente matando gente sin que nadie pudiera saberlo. Esas pastillas, si son ideales para algo, lo son para matarse.
¿Y quién sería el desalmado que vendería semejante droga y el cretino que la compraría? Criminales seguro, ¿verdad? Pues no. Tú mismo puedes comprar, ahora mismo, desde tu móvil esta droga. Es legal, no existe ninguna legislación contra ella en ninguna parte del mundo y la venden en Internet, sí. Y ni siquiera a escondidas. O al menos la vendían, porque desde que ha saltado a los medios, la droga ha desaparecido del “menú de compra” público de muchas webs de este tipo de productos. Pero simplemente están empezando el clásico juego del gato y el ratón, que ya han jugado antes -y siguen jugando- con los cannabinoides sintéticos o marihuana sintética.
Pero las mismas webs que lo vendían hace unos meses, ahora lo que hacen es vender a su hermano pequeño: W-15. Ya en el año 2014 (texto publicado entonces en el blog Drogoteca) empezaban a ser conocidas en los círculos más avanzados de “experimentadores”, y ya se vendían por aquel entonces. Hoy día, sólo tienes que poner “buy W-15” y esos mismos químicos/empresas, te harán sin problema a su hermano mayor... mientras siga siendo legal, porque luego saltarán a otro. Y no te sorprendas porque esto lleva siendo así mucho tiempo, y hay que dar las gracias, repito, a la guerra contra las drogas.
Por si el retrato no hubiera sido bastante tétrico, para esta familia de compuestos, el antídoto que se usa normalmente para los opioides -la naloxona- seguramente no es suficientemente potente. Como en el caso de grandes animales (elefantes, ballenas, rinocerontes, etc) cuando se utiliza la súper potente etorfina que se dispara con una escopeta, para revertir sus efectos hay que usar diprenorfina porque la naloxona no es suficiente. Y la diprenorfina no está aprobada para humanos, por los brutales efectos secundarios que tendría. ¿Con qué hay entonces que luchar cuando haya que salvar vidas en sobredosis de esta droga? ¿Agua bendita? Pregunta sin respuesta.
Aunque si atendemos a quienes podrían ser los interesados de que una droga así llegue a poner sus pies en la calle (al menos de forma oficial, aunque no parezca haber causado ningún herido o muerto), y más si esto aumentase el número de incidentes con opioides al mismo tiempo haciéndolos más difíciles de tratar médicamente, el primer beneficiado económicamente sería la industria farmacéutica a la que se acudiría -de nuevo tropezando en la misma piedra- en busca de una solución mágica.
Llamadme conspiranoico (en este caso creo que me lo voy a permitir). Es similar a lo que nos llamaban hace años a quienes denunciábamos que los médicos y la industria farmacéutica en USA, estaban creando una generación de adictos a los que exprimir de forma legal mediante las prescripciones de “la heroína en pastillas” como eran la oxicodona y sus primos. Llamadme malpensado, pero cuando en derecho no se ven las cosas claras se suele recurrir a la frase en latín “Cui prodest” o “¿Quién se beneficia?”. ¿Y quién coño sacaría beneficio de todo esto?
Blanco y en botella, leche...

martes, 17 de noviembre de 2015

Trampa reguladora en Canadá contra el autocultivo de cannabis

Este texto fue publicado en el Portal Cannabis.es y viene a cuento ahora tras los movimientos que están teniendo lugar en el ámbito canadiense, del que podemos tomar ejemplo (aunque sea el mal ejemplo) para prevenir errores en un futuro contexto similar en España.

Esperamos que os guste.
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La trampa reguladora de Canadá y el autocultivo.

¡Regulemos el cannabis! Es lo mejor que podemos hacer para que respeten nuestro derecho y no nos traten como a delincuentes.” 

Esto debieron pensar en Canadá el movimiento cannábico cuando, tras años de soportar la guerra contra las drogas impuesta por los USA, empezaron a cambiar las cosas en el mundo del cannabis. Pero no todos los cambios eran a mejor.

Hasta ese momento, abril del 2014, había 37.000 cultivadores inscritos en Canadá que cultivaban su propia yerba por razones terapéuticas y existía un amplio servicio de dispensarios. Pero aunque el modelo de regulación había permitido esa vía para los enfermos, iban a ser privados de ese derecho. A partir de ese momento no podrían cultivar sino que tendrían que pagar.

Ese modelo es la senda que inició Canadá. El modelo regulador del “verde con la cara de algún presidente muerto” y no el sano verde de la planta. Canadá enfrentó el asunto con mucha atención al negocio del cannabis, todos los puestos de trabajo que podría generar y todo el movimiento económico que eso traería. Y además “los pobres enfermos no tendrían que cultivar” sino que pasaban a ser clientes asegurados de un mercado en el que confluyen muchos intereses y no todos buenos.





Los cultivadores con permiso reaccionaron contra la regulación tal y como pretendía hacerla el gobierno ya que suponía la perdida de derechos adquiridos, y consolidados durante años, como cultivar o designar a alguien que cultive para ti el cannabis que precisas. De momento lo que consiguieron fue una exención sobre la norma que entró en vigor el 1 de abril del año pasado, pero era un mal parche sobre un descosido demasiado grande. No había otra opción que la de impugnar dicha ley -o al menos intentarlo- y presentaron una enmienda contra dicha regulación.

La argumentación es clara: tendrán menos variedades de cannabis y menos específicas para las dolencias de cada enfermo, además de estar limitados a tener en su poder una cantidad más baja (y a efectuar compras más a menudo) ya que se les limita a tener 150 gramos cuando antes dichas personas podían poseer legalmente todo lo que fueran a consumir en 30 días. Y hay enfermos que usan cantidades que pasan de los 10 gramos al día.

La pelota está ahora en el tejado del estado, a quien hace unas semanas -en el primer día de audiencia- se le planteó que la carga de la prueba la debe aportar él para limitar un derecho de forma razonable ya que la nueva medida viola derechos constitucionales que protegen la vida, la libertad y la seguridad de las personas. 

Asimismo los demandantes plantean que se fuerza a las personas a elegir entre su salud o la cárcel, especialmente a aquellos con posibilidades económicas más bajas, ya que no pueden permitirse los precios que fijan las empresas con el nuevo modelo, y en esas situaciones la elección queda entre seguir cultivando y arriesgarse a ir a la cárcel o rendirse y dañar su salud.

La linea de defensa del estado en este caso es un poco más del lloriqueo habitual: se quejan de que se ha pasado de que hubiera unos 10.000 cultivadores registrados a 37.000 y que la ley entonces se hizo para “pequeños grupos” y no para la exponencial demanda de cannabis que existe ahora mismo en el país. Según ellos, es imposible controlar policialmente a los 37.000 cultivadores y presentan ese hecho -su propia incapacidad- como una razón para que se restrinja el derecho de otros. Un absurdo propio del agónico final de la guerra contra las drogas. ¿Quién necesita que se controle policialmente a los cultivadores de cannabis con permiso terapéutico? ¿Es eso el modelo de sociedad al que quieren avanzar en Canadá?




También argumentan que hay algunos cultivadores que generan más de lo permitido y que lo venden al mercado negro, haciendo especial hincapié en el peligro de dicho mercado por los mohos debidos al mal secado o a una mayor presencia de metales pesados. No existe ninguna razón por la que pensar que el excedente de marihuana de un cultivo está secado en malas condiciones o que tenga un tratamiento distinto al resto, pero lo argumenta la policía que también dice que “no existe ningún derecho constitucional a tener cantidades ilimitadas de cannabis”. Da la impresión al observar ese enfoque criminalizador de la planta que existen muchos puestos de trabajo en el lado contrario a la libertad para cultivar cannabis, como los de las fuerzas de seguridad y toda la maquinaria que hay que ir desmontando tras la fracasada guerra contra las drogas. Pero no van a desaparecer sin luchar por quedarse: han vivido gracias a la prohibición.

Al mismo tiempo el desarrollo del proceso judicial va a permitir a varias decenas de usuarios de cannabis por motivos medicinales explicarse en dicho proceso, lo cuál alargará bastante el asunto que al estar en manos de la burocracia judicial ya se preveía que duraría más allá del verano y que posiblemente no haya una resolución hasta el otoño de este año.

Aunque existe un amplio consenso sobre la necesidad de afrontar algún tipo regulación con el cannabis y de eso no existe duda, los interrogantes aparecen al abordar el asunto. Shawn Davey, uno de los querellantes -el primero que fue escuchado por el tribunal- representa todas las preocupaciones que tienen los usuarios médicos de cannabis.

Shawn resultó gravemente herido en el año 200 en un accidente de tráfico que le dejó en coma. Sobrevivió, pero sufre de molestias nerviosas en un lado de su cuerpo, mal equilibrio, problemas de memoria y dolor crónico. Tras gastar miles de dólares en medicación clásica farmacéutica la única cosa que le había proporcionado alivio suficiente como para poder vivir una vida autónoma era la marihuana.

“Se suponía que me iba a pasar el resto de mi vida con un cuidado especial 24 horas al día. Ahora conduzco. Vivo por mí mismo y se lo debo a la marihuana” afirmó Shawn ante el tribunal.

Pero resulta que necesita una gran cantidad de cannabis para poder llevar su vida. Se fuma un porro tan pronto abre los ojos por la mañana, y usa un vaporizador el resto del día, así como ingiere galletas con cannabis para ayudarse a dormir. También se hace su propia loción de marihuana y aceite de semilla de uva. Shawn a sus 38 años de edad calcula que ingiere cannabis cada media hora cuando está despierto, hasta consumir un total de 25 gramos diarios que es lo que estipula su permiso medicinal.

Él se cultiva su propia marihuana con la ayuda de un vecino y compañero en el uso medicinal del cannabis en una construcción alquilada en una zona rural, que cuenta con seguridad, puertas con alarmas y cámaras de vigilancia.
Si Shawn con su pensión de discapacidad y los pagos que recibe por su acuerdo a raíz del accidente, tuviera que pagarse el cannabis a precio del “nuevo mercado regulado”, incluso a un precio excepcionalmente bajo como podrían ser 5 dólares por gramo, tendría que desembolsar unos 4000 dólares al mes, dejándole sin recursos económicos.

Aunque Shawn asegura que los motivos principales ya ni siquiera son los económicos, sino que las malas experiencias con el producto que ofrecen los cultivadores profesionales le hacen desconfiar de dicho mercado. Él consigue cosechas de su Babba Kush que son muy superiores en calidad a lo que consigue comprando de un cultivador designado. Y por supuesto, mucho más baratas.
“Confío en lo que yo cultivo, y punto.” dijo Shawn a Brongers, el representante del gobierno en el pleito. “Este cuerpo es el mío y no quiero dejar a nadie más tratar con él.”

Esta situación es la que tiene en vilo a todos los cultivadores de cannabis por motivos medicinales de Canadá, que temen con razón que se les prive de un derecho que no entra en colisión con los derechos de otras personas y cuya principal razón es la de vender el pastel económico a las grandes empresas, preparadas para la producción masiva pero mucho menos apta para los fines medicinales.
Cuando escuches “regulación del cannabis” no aplaudas la iniciativa sin haber leído exactamente lo que propone quien lo presente: puede que estés apoyado tu propia pérdida de derechos. 
Al menos si vives en Canadá, por ahora.



viernes, 9 de octubre de 2015

Cáncer y cannabis: Rick Simpson y su aceite

Este texto fue publicado en Revista Yerba y esperamos que os sea útil y os guste.

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Cáncer y cannabis.


La planta del cannabis es una fuente farmacológica natural con miles de años de uso, que ha ido adaptando su relación con los humanos (como han hecho otras plantas) a través de la selección y la cría de variedades escogidas para distintos fines con razones farmacológicas (de distintos efectos sobre fisiología de la persona) principalmente en ciertas variedades de cannabis -el psicoactivo- y buscando la producción de fibra en otros casos -como el cáñamo no psicoactivo.

En la selección que el cannabis psicoactivo -el farmacológicamente más activo- ha ido teniendo en su cría por el hombre, se seleccionaron ejemplares resistentes y productivos aclimatados a las zonas de cultivo pero al mismo tiempo con necesidad de una buena calidad, que le otorga un valor especial a nivel económico. Variedades más aptas para producir hashís, otras para la yerba. Unas más “cerebrales” y otras más “físicas”. Unas más estimulantes y otras más narcóticas.

Esas diferencias genéticas se expresan en su fenotipo y también en la fitoquímica de la planta. Cambia su coloración y sus pigmentos de una variedad a otra, pero también su principal producto de interés, que son los cannabinoides naturales. Son los responsables de que los efectos psíquicos y fisiológicos cambien de una planta a otra. Los más conocidos son el THC o tetrahidrocannabinol, el CBN o cannabinol y el CBD o cannabidiol.




Los usos terapéuticos que el hombre ha ido dando al cannabis a lo largo de su historia son de lo más variado y nos han llegado -muchos de ellos- a través de las investigaciones de antropología y etnomedicina relacionadas con esta planta, así como de cierta tradición oral que quedó bastante soterrada tras el inicio de la cruzada prohibicionista.

El cannabis se ha usado contra el dolor -con especial mención al de origen neuropático- de todo tipo, para frenar las náuseas y los vómitos, contra la espasticidad, haciendo frente a la anorexia por sus propiedades estimulantes del apetito, para el glaucoma que va dejando ciego aumentando la presión dentro del globo ocular, como ayuda frente a adicciones, ante el insomnio, para la epilepsia -campo en el que está cosechando grandes éxitos en tratamientos con niños resistentes a otros fármacos- o para el prurito o picor derivado de una función deteriorada por daño hepático, por poner algunos ejemplos que son ampliamente conocidos aunque no todos ellos estén soportados por pruebas científicas consistentes. Esta falta de datos realmente fiables, en buena medida, se debe a la prohibición sobre la planta que ha lastrado décadas de investigación y aplicación médica.


Y se ha usado para el cáncer.

Todos sabemos que el cannabis se usa “para el cáncer”; es uno de los “conocimientos asumidos” por el común de la sociedad. Algunas personas, enfermos a los que he facilitado el acceso a una correcta administración, tenían frente al cannabis un miedo similar al que la gente tiene a la morfina. Lo tenían asociado -injustamente- con la imagen de una sustancia tan adictiva y potente que sólo se “autorizaba” a los que iban a morir. Prácticamente el mismo mito que con la morfina, salvo que ésta sí es adictiva y que suele acompañar procesos terminales, recetándose con escasez para problemas de otra índole.

Otras personas piensan -más acertadamente- que se da para mejorar el apetito y reducir las náuseas en personas que, si bien tienen un proceso que es oncológico, necesitan de la ayuda del cannabis para soportar los efectos secundarios -muy groseros en ocasiones- que provocan los fármacos usados en quimioterapia a algunos pacientes (no a todos).



Y existe un grupo, dentro del colectivo global de usuarios de cannabis, que afirman propiedades curativas sobre el cáncer. Dentro de este grupo, hay personas que han mezclado muchas informaciones distintas y se han hecho una idea equivocada de las actuales posibilidades del cannabis en ese campo. Estudios y trabajos que, hace casi 10 años ya, afirmaban la capacidad de los cannabinoides para inducir la apoptosis celular -suicidio celular programado- en células cancerosas del tipo de los tumores pancreáticos, o en los agresivos glioblastomas cerebrales humanos o gliomas en animales como los que estudió el español Manuel Guzmán en un trabajo -conectado originalmente con un estudio de 1974 sobre células cancerosas y cannabis. Dicho estudio se llevó a cabo en un hospital de Canarias donde varios pacientes que habían sido operadores de tumores, fueron preparados para llevar un catéter a la zona operada que posibilitase la administración de los compuestos experimentales, algunos naturales y otros sintéticos y creados por farmacéuticas. Aunque parecía existir más interés por los métodos de administración de compuestos que son lipófilos (se disuelven en grasas pero no en agua) a las distintas zonas de acción de los tumores, sin provocar efectos secundarios graves, pero dentro de un dispositivo totalmente hospitalario y experimental. Fases de lo estudios que, con suerte, consiguen ofrecer algo nuevo y su forma de aplicación con grandes esfuerzos y años de trabajo.

Estos estudios saltaron a los medios hace años cuando se supo que ciertos cannabinoides -administrados en ensayos experimentales- parecían acabar con algunos tipos de células de cánceres que, en muchos casos, una vez diagnosticados su pronóstico suele rápidamente fatal. El que muchos enfermos tuvieran acceso a esa noticia científica les hizo adoptar la esperanza que eso suponía para su enfermedad, pero no para su tiempo: eran estudios experimentales aún y no fármacos aplicables a humanos, por los riesgos y problemas éticos que hacer eso conlleva. Pero muchos enfermos quisieron ver su esperanza en ello, llegándose a ver casos de personas que se ofrecían como cobayas, sin esperanza de sobrevivir pero con la voluntad de servir -al menos- como ayuda a la cura de otras personas con su mismo mal. No es raro si pensamos que muchas de estas personas medían ya el resto de sus vidas en meses o semanas, y sentían que no tenían nada que perder. No eran pacientes siquiera aceptables como cobayas sabiendo que iban a morir, ya que la ética médica y legal del momento ni lo llegaba a considerar. Una paradoja: condenados a una muerte segura pero con el impedimento legal de donar su cuerpo -y su vida- a un estudio médico que salve a futuros pacientes.



Es cierto que los cannabinoides -los que se sacan del cannabis, son unos 85 distintos, pero no sólo ellos- pueden resultar útiles para tratar experimentalmente ciertos tumores con grandes resultados, pero el salto de lo experimental, in vitro o in vivo, a lo clínico es un salto de muchos años y grandes costes. Sobre todo -en este caso- porque los cánceres suelen ser de tipo interno y eso hace complicada la administración efectiva de estos fármacos, sin causar mayores daños que los que se pretenden subsanar.

El cannabis no cura el cáncer. Los compuestos que actúan sobre los receptores cannabinoides -naturales o sintéticos- tienen propiedades útiles sobre algunos tipos de esas formaciones tumorales que llamamos genéricamente cáncer. Pero, como regla general y válida por el momento, el cannabis no cura el cáncer en humanos hasta donde sabemos -científicamente- a día de hoy.


El caso de Rick Simpson y su aceite.

Rick Simpson es un canadiense que en el año 1997 llevaba 25 años trabajando en un hospital como personal de mantenimiento. Su trabajo era cubrir amianto -un material muy tóxico para el ser humano- con una cinta mediante la ayuda de un aerosol que permitía la unión de ambos materiales. La pega es que dicho aerosol era muy tóxico si se producía una inhalación lo suficientemente profunda, y aquello acabó ocurriendo. Rick aspiró una cantidad alta del aerosol y eso le dejó inconsciente en segundos y colgando de unas tuberías que, de haber estado encendida la caldera que las alimentaba, le hubieran causado la muerte por abrasión al estar inconsciente. Cuando despertó, se arrastró como pudo y pidió ayuda, siendo llevado al hospital inmediatamente y tratado con oxígeno por los daños en el sistema respiratorio.

Aunque no era lo único dañado. Rick fue dado de alta en horas y enviado a casa, cuando a los pocos días empezó a sentir un ruido en el oído. El ruido fue in crescendo hasta alcanzar los 93 decibelios de sensación y fue la primera señal de que el gas del aerosol había dañado el sistema nervioso causando daños de tipo neuropático, en los que se envían señales sensitivas o motoras a distintas partes del cuerpo y sentidos que no corresponden con lo que se vive en el entorno, como un ruido insoportable sin origen en el exterior. En pocas horas estaba en el hospital de nuevo y lo trataron con carbamacepina (Tegretol), un fármaco común para dolor y problemas neuropáticos.




Tratado pero no solucionado el problema, Rick en el año 2001 era un zombi por los efectos de la medicación que le daban. Acudió a su médico, el cuál le había denegado, años atrás, el acceso al cannabis terapéutico bajo la premisa de que dañaba el tejido y la función pulmonar al fumarse. Rick le planteó la posibilidad de usar cannabis como aceite para no dañar al pulmón, cosa que el médico aceptó como menos nociva que fumar pero siguió negándose a recetarle cannabis terapéutico. La situación de Rick no parecía tener más abordajes posibles, así que una vez que había explorado lo que la medicina clásica le ofrecía, decidió por su cuenta y riesgo abandonar toda medicación y empezar a tomar únicamente un aceite de cannabis.

El resultado fue notable: el ruido que escuchaba no desapareció pero se hizo tolerable, bajó peso que le sobraba, mejoró su sueño -que estaba muy deteriorado- y bajó su presión sanguínea. El aceite de cannabis se hizo parte de su dieta inmediatamente por la calidad de vida que le aportaba.

Poco después, en el 2003, Rick se enfrentaba a su cáncer. Un melanoma, un cáncer de piel, que en principio se enfrentó con cirugía. Rick tenía 3 puntos peligrosos en su piel, 2 en la cara y 1 en el pecho. Se retiró uno de la cara, que tras la operación no cicatrizaba bien y supuraba pus, y los otros dos se retirarían más adelante. Pero Rick recordó el estudio de 1974 sobre cáncer y cannabis, y ya que lo tenía a mano pensó en darle a sus dos puntos afectados de melanoma una aplicación tópica. Así lo hizo, y las cubrió con venda. A los 4 días cuando retiró los vendajes, las dos zonas afectadas habían hecho desparecer el daño. Tan impresionado quedó que, al cabo de unas semanas, cuando el melanoma que había sido retirado quirúrgicamente se reprodujo, volvió a probar el mismo método y en pocos días estaba curado. Un cáncer de piel.

Lo primero que quiso hacer Rick fue compartir su descubrimiento y acudió a su médico y siendo atendido por su esposa, quien al escuchar hablar de “aceite de cannabis” rápido despachó a Rick diciendo que el doctor ni le daría eso, ni hablaría con él sobre ello, muy alterada. Rick comprendió que estaba solo con su descubrimiento. De ahí trató con el aceite a su madre para problemas de piel crónicos que sanaron rápidamente y pronto estaba compartiendo su conocimiento y su aceite con más de 50 personas para distintas dolencias, siempre de piel y uso tópico. Era sólo cuestión de tiempo que probase con cánceres internos, y así lo hizo, consiguiendo grandes mejorías y aumentos en la calidad de vida de las personas que lo recibían. Hasta que trató con éxito a una mujer con un cáncer de cuello de útero que quiso contarlo a los médicos. La agradecida paciente quiso contarlo y lo hizo ante la “Royal Canada Legion” que es una organización que cuida de los veteranos militares en el país. Pero lo que en principio fue bien, terminó mal con los dirigentes de dicha organización y la cosa empeoró mucho cuando, empeñado en compartir su conocimiento, envió un vídeo a las autoridades sanitarias que provocó una redada en su casa de donde le quitaron más de 1500 plantas de su jardín y fue acusado formalmente de cargos penales por cultivo y tráfico de cannabis, por primera vez.

El juicio en 2007 estaba sentenciado. A pesar de las declaraciones de 48 pacientes que Rick aportaba y no fueron admitidas, a pesar de que no se les dejó testificar, a pesar de que los expertos en cannabis enviados por el gobierno fueron desacreditados suficientemente por él ante la sala, fue condenado. El juez a la hora de imponer la sentencia dijo: “En mis 34 años de experiencia en el sistema legal no he visto jamás un caso como este. No hay intención criminal.” y aceptó que existía una evidencia médica que respaldaba lo que Rick estaba llevando a cabo. Pasó de enfrentar 12 años de prisión a pagar una multa de 2000 dólares, gracias a que el juez había ganado algo de conciencia durante el juicio. Rick, ante la situación que se le planteaba al magistrado le preguntó: “Si su hijo mañana recibiera un diagnóstico de cáncer... ¿le gustaría tener esta opción disponible?” y el juez no pudo sino agachar la cabeza y dar la sentencia menos dañina posible. Aún así Rick afirmó, tras ser condenado, que si alguna vez ser ciudadano de Canadá había significado orgullo para él, esto ya no sería así nunca más. Pero su método se hizo tan popular que, incluso en los mercados de bienes prohibidos que hay en la darknet -como el extinto Silk Road- invisible al Internet normal, es sencillo encontrar en venta preparaciones de este aceite con el nombre comercial de aceite de Rick Simpson.


¿Entonces el cannabis puede curar el cáncer o no? 
¿Qué dice la ciencia?

Pues la ciencia lleva muchos años demostrando que los cannabinoides pueden curar o mejorar varios tipos de cáncer, al menos actuar inhibiendo su crecimiento o incluso provocar su muerte celular o apoptosis. Los cánceres son patologías muy distintas que tienen orígenes y desarrollos totalmente distintos unos de otros, y lo que puede ser bueno para un tipo de células cancerosas puede ser malo para otras. Esto lleva ocurriendo muchos años ya, pero el clima prohibicionista y la íntima relación entre financiación de estudios y autoridades estatales han hecho que los resultados positivos fueran siempre minimizados y desincentivados, buscando siempre justificaciones para mantener la guerra contra las drogas y su hipercostosa maquinaria.

Hasta que este abril, el NIDA o “National Institute on Drug Abuse” de los USA dejó pasar, como correcto, un estudio que reconocía la capacidad de dos compuestos del cannabis, el THC y el CBD, para combatir algunos de los tipos más agresivos de cáncer cerebral. En experimentos con ratones tratados a la vez con radioterapia, no en humanos aún. Pero abre la puerta al aceptar las posibilidades médicas de dichos avances. Parece poca cosa, pero decir NIDA en materia de drogas, es como mentar a la Santa Inquisición en casa de un hereje, o así ha sido hasta ahora: el enemigo más fiel y mejor financiado de todo el prohibicionismo científico. Es un logro, signo de los tiempos, ese paso o descuido por parte del temible NIDA.

Y para rematar la expectación se publicaba a final de mes un estudio realizado en el 2014, llevado a cabo por el Laboratorio de Dermatología experimental del Departamento de Dermatología y Alergia de la Universidad de Bonn en Alemania, que revelaba datos importantes sobre la patogénesis de los cánceres y el rol de los cannabinoides en algunas de ella. Lo primero que comprobaron es que el THC no influía ni tenía que ver en el desarrollo y formación del cáncer del piel químicamente inducido in vitro. Pero al mismo tiempo que el THC resultaba útil para inhibir el crecimiento y desarrollo in vivo de melanomas trasplantados a ratones, actuando de forma antagonista sobre el microentorno protumoral inflamatorio, aplicado de forma tópica (sobre la piel de la zona).




Eso viene a dar la razón -o al menos a sentar las bases para la explicación- sobre los casos de cáncer de piel, u otros problemas de la dermis, y a abrir a los científicos a una vía de administración que para estos compuestos es muy interesante porque se evitan los efectos psicoactivos que tienen sobre el SNC. Es muy posible que de estudios como estos salgan las primeras aplicaciones “científicamente justificadas” para tratar el cáncer de piel con un fármaco que hasta ahora se ha mostrado esencialmente inocuo en su administración transdérmica. Y, tal vez, que abran paso a la evidencia de curación de estos problemas usando una elaboración casera, de una planta que es accesible a cualquiera.

¿Que es lo que no quiere decir esto? No quiere decir que a partir de ahora ya podamos decir que el cannabis cura el cáncer, porque es mentir. Algunos cannabinoides tienen efectos terapéuticos sobre ciertos tumores, pero de la misma forma que en este caso mejoran el diagnóstico del cáncer de piel, en otras lineas celulares de cáncer -como pueden ser el de pulmón y el de mama- los agonistas de los receptores CB1 y CB2 -los cannabinoides- estimulan el crecimiento del tumor, empeorando el pronóstico.

No es lo mismo la planta del café que la cafeína pura, ni sus efectos son iguales en el cuerpo.
Tampoco la planta de cannabis y el cannabinoide THC puro, no son iguales en sus efectos una cosa y la otra aunque compartan un porcentaje de su química.
Si bien parece claro que el cannabis es un remedio para innumerables dolencias, con unos problemas derivados de su uso que son casi nulos frente a los efectos secundarios de otros fármacos, no parece que podamos afirmar que la planta cura el cáncer (con todo lo que eso significa).

La historia también nos enseña que, en ocasiones, los médicos son los últimos en enterarse de algo importante. No hace falta más que recordar cómo los anuncios de tabaco en USA hace 50 años venían con un médico representado que te decía que el tabaco “de tal marca” era sano y seguro. O la vergonzosa historia de la talidomida del laboratorio Grünenthal , recetada para “las molestias del embarazo” como fármaco seguro, que provocó el nacimiento de miles de niños con deformidades físicas y un número incontable de abortos. Y si tengo que contestar con honestidad a la pregunta que Rick Simpson hizo a quienes juzgaban sus acciones por ayudar a otros con sus enfermedades, si yo -o un hijo mío o cualquier amigo o familiar- tuviera un cáncer de piel “accesible” desde el exterior estaría aplicándome aceite de cannabis tan pronto saliera de la consulta del oncólogo que me confirmase el diagnóstico.

Tan serio es el asunto, que en Oregon (USA) a pesar de tener una ley que prohíbe a los estudiantes usar ningún fármaco comprado sin receta (over the counter, OTC) salvo los autorizados -ni un paracetamol sin receta- en una lista hecha por las autoridades, han aceptado cambiar dicha ley en la cámara del estado. ¿Para qué? Pues para permitir que los escolares puedan usar, en horas de colegio, crema protectora contra el sol. ¿Suena de locos, no? Lo es. Sólo es otra consecuencia más de la guerra contra las drogas, el temor a que las escondan incluso estudiantes y hasta en los envases de crema solar. Pero a pesar de su paranoia han votado de forma unánime para permitir que los niños no se quemen con el sol al salir al exterior, y todo debido al cáncer de piel con tasas en creciente aumento.

El cáncer de piel es una forma de cáncer que suele ser tratable y tener un buen pronóstico, aunque en ocasiones es muy agresivo y se extiende por todo el cuerpo haciéndolo intratable. De esta forma, el cáncer de piel llega a matar a 10.000 personas al año sólo en USA; varias veces más que todas las drogas ilegales juntas. Y estamos muy poco concienciados sobre este tipo de cáncer, que aumenta las posibilidades de aparecer con cada insolación no buscada que nuestro cuerpo sufre o con cada exceso de dosis que le metemos a la piel buscando un color más moreno.

El cannabis al fin ocupa el rol destacado que debía haber tenido desde hace décadas dentro de la investigación médica de nuevas terapias, esta vez contra el cáncer de piel y en fases todavía tempranas pero prometedoras, por derecho propio.


DROGOTECA.



domingo, 15 de junio de 2014

Regulación del cannabis con el modelo yo-te-vendo: Canadá.


Este texto, no recuerdo el título, apareció en Yerba hace unos meses.
Aunque arrancaba metiendo miedo, parece que en Canadá se han echado un poco atrás -digo parece porque nunca me creo nada- y que de momento no acometerán el asunto de esta forma. Esto queda dicho para que no venga nadie diciendo "está mal, no ha sido como dice el primer párrafo". O que si lo hace quede como lo que es.

Esto es lo que estaba encima de la mesa: "te dejo fumar petas y lo que tú digas, pero la pasta(za) pa' mí".
Y como Canadá es tan avanzado igual aquí, que somos retrasados, lo importamos.
Sirva de aviso.

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El día 1 de abril de 2014 las normas que -hasta ahora- han regulado en Canadá la producción de cannabis van a cambiar radicalmente con graves consecuencias. A partir de dicha fecha, aquellas personas que habían realizado la correspondiente solicitud para cultivar cannabis por razones medicinales y que ostentaban una licencia -también controlada por el estado- que les permitía cultivar para suplir sus propias necesidades, pierden ese derecho.

¿Qué ha conducido a una situación así en la que se da marcha atrás a un derecho personal?
No hay detrás de esta acción ningún tipo de valoración moral sobre el consumo, ni de cambio en la perspectiva con que se aborda su uso medicinal, y el gobierno asegura que todos los pacientes tendrán acceso al cannabis para uso medicinal con menos trámites de los que eran necesarios antes: y es cierto. Los trámites para obtener cannabis serán menores, porque ese trámite se pasará a llamar dinero.

Canadá se enfrenta la privatización de un derecho, de la misma forma que le ha ocurrido a España con la sanidad o la educación en buena parte. Canadá va a privatizar la marihuana, queridos lectores, y lo va a hacer hablando de regulación porque eso es lo que vende más en estos momentos en que se está derrumbando el burdel prohibicionista.


Ésta y no otra es la razón
por la que de momento
no puedes cultivar tu propio cannabis.
El gobierno quiere su parte.


El gobierno del país se ve ahora inmerso en el cambio de paradigma que se avecina con la obsoleta guerra contra las drogas y aborda su propia versión del experimento regulador empezando -como parece lógico- por el cannabis y atendiendo a una de las cuestiones que los antiguos modelos usados para tratar con la marihuana no querían tocar: el control de la cadena de producción.

Uruguay abrió la carrera con la regulación del cannabis de forma estatal, incluyendo su producción y venta pero sin impedir que todo el mundo tuviera derecho a cultivar su propio cannabis, dándole hueco al exceso de producción dentro de la cadena de venta legal en Uruguay. 




Ahora en USA, las declaraciones de Obama de que el cannabis no es peor que el alcohol o el tabaco, apuntan a un cambio en la política a nivel federal -que aún no se ha modificado- y que sigue siendo el mayor escollo en una regulación legal y efectiva del cannabis para todos los estados, que de momento se tienen que ir ganando mediante votaciones que les enfrentan al gobierno federal: son los restos de la esquizofrenia legislativa que esta guerra ha dejado y que ahora hay que recortar. Pero la visión en USA ya ha cambiado: el cannabis será legal en todo el país en pocos años y ahora hablar de marihuana es hablar de un mercado de muchos miles de millones de dólares en ventas directas y al menos otro tanto en los mercados asociados. 

Colorado y Washington con el salto cualitativo que supone el autorizar a la población a comprar y consumir cannabis de forma recreativa han dado un salto de gigante que ya no se puede revertir.

Sin perder de vista esos dos países, uno por ser el primero en atreverse (aunque es un país muy pequeño) y el otro por ser el que ha marcado la tendencia mundial en materia de drogas y su casi único vecino, Canadá aborda su propia versión del un experimento regulador con un modelo totalmente económico que no espera a cambios en las leyes globales: la marihuana sigue siendo un bien -por el momento- controlado que sólo empresas autorizadas pueden cultivar y sólo consumidores autorizados pueden comprar.


Así sale ahora 
de la planta de cannabis
lo que te tienes que fumar
si quieres ser legal.



La cosa no es baladí porque en Canadá hay 37.000 personas que usan el cannabis de forma medicinal -de forma registrada y autorizada- y cultivan sus propias plantas. Ese ha sido el modelo de abastecimiento más común, junto con los clubes de venta de marihuana médica, que vivían en un régimen más inseguro en cuanto a la producción o distribución de cannabis. La propia policía aplaude la medida, pero no por una cuestión contra el cannabis, sino porque les quita trabajo: a partir del día 1 de abril en Canadá, la policía no tendrá que preguntarse si el cultivo que han descubierto pertenece a un paciente autorizado a cultivar su propia marihuana, porque no existirán dichos auto-cultivos: todos serán ilegales.

Canadá admite que existe un mercado obvio de cannabis y que hay que abastecer la demanda o será dominada por el mercado negro de una u otra forma, y es ahí donde cruza la visión economicista de los canadienses y se frotan las manos con el mercado que hay detrás del muro que va a caer: grandes sumas de dinero esperando a ser recolectadas bajo la apariencia de verdes cogollos.

No confundamos ese movimiento con lo que sería una acción de toma de mercado para quitarle posición al narcotráfico porque no lo es: en este caso el mercado ilegal no se verá afectado y se creará un nuevo mercado que anteriormente se auto-abastecía cultivando y evitando así recurrir al mercado negro o al legal, que tienen precios mucho más altos que los meramente generados por los costes de producción de tu propia cosecha, que es el derecho que se pierde.

Facilitando la labor de la policía sin tocar el derecho último a acceder a la droga, tan sólo tocando la vía de adquisición, el estado abre un cauce aunque es tan solo económico pues todos se verán obligados a comprarla a empresas que la produzcan de forma masiva y que están atrayendo grandes montos de inversión de capitales de riesgo con los ahora llamados “venture capitals” que prometen grandes beneficios en corto tiempo. Como vienen siendo habitual en el “nuevo orden mundial” ese dinero no lo va a dar el estado sino que saldrá del espinazo de los consumidores, y en este caso más sangrante, de los consumidores con licencia médica para cultivar su propio cannabis.

Mi propuesta 
para volver a dialogar 
los temas sobre drogas.


A la hora de explicárselo a la población, el gobierno dice que el cannabis debe ser tratado como una medicina y por lo tanto sometido a un control directo en el que no hay cabida para cultivos fuera de la ley y su ojo vigilante. Al mismo tiempo se insiste en que el antiguo método -que permitía cultivar- tenía sólo una variedad de cannabis permitida (al menos de forma oficial ya que la compra de semillas de cannabis en Canadá requiere de un permiso del estado) y que eso desagradaba a algunos pacientes, abriendo el mercado en su sentido publicitario más salvaje a un enfoque en el que unas cuantas empresas privadas -compartiendo origen y capitales con las farmacéuticas- exploten la producción y venta regulada de cannabis en Canadá.


También se presenta como un avance en la seguridad de las personas, al evitar que los cultivadores legítimos por razones médicas sufran asaltos por parte de traficantes o de usuarios del mercado negro e inciden en el aspecto de la seguridad al afirmar que reducir el consumo eléctrico al eliminar los cultivos particulares, elimina al mismo tiempo riesgos de accidentes de origen eléctrico lo cual no es cierto: al enviar todo el cultivo de cannabis al mercado ilícito o regulado en empresas privadas, los cultivos de interior que existan tenderán a primar la seguridad de no ser descubiertos frente a la seguridad en el montaje de los cultivos y sus sistemas eléctricos. Obviamente donde no hay cultivo es casi imposible que se produzca un asalto para robarlo, pero implica volver a tratar a la población como incapaz de cuidarse por sí misma ni en algo tan simple como tener un cultivo de cannabis en tu casa, precisamente para no acudir al mercado negro.

El botín que las autoridades prevén en ese nuevo mercado es grande y puede alcanzar los 1'3 billones americanos de dólares (PASTAZA) en ventas para las empresas pero eso incluye una tajada fiscal importante para el estado. El asunto quedaría en principio con un precio final para el cannabis medicinal que puede multiplicar hasta por 5 el coste actual por gramo y que en ningún caso se espera que baje su precio. 

Ese hecho resulta una diferencia radical con el modelo regulador de Uruguay, ya que el coste fijado por el estado de 1 dólar por gramo de cannabis es desalentador para el narcotráfico y tendrá claros efectos sobre el mismo, pero el aumento del precio final del cannabis en los consumidores medicinales ocasionará un mercado negro que exista simplemente porque los precios del mercado legal resultan abusivos y usureros dejando margen para que otros actores intenten participar en el asunto. 

El mercado recreativo de cannabis sólo verá cómo aumentan los precios en consonancia con el entorno y a la vez impulsados por la demanda competitiva del nuevo grupo de compradores que surgirán de la población a la que fuerzan a abandonar sus cultivos y comprar su cannabis a unos grupos determinados y a precios más caros que los ya existentes. Los datos actuales dicen que es un 60% el número de consumidores legales de cannabis que cultivan su propio material, frente a un 40% que lo compra en dispensarios de marihuana medicinal: eso hace que el número de clientes que van a volcar por ley de un mercado -el del autocultivo- a otro totalmente distinto -el de la venta forzosa regulada al por menor- sea un apetitoso bocado para los tiburones de las empresas.


Y así todo...




De forma similar a otras grandes operaciones económicas, la empresas se han lanzado a por una localización que les interese para la producción masiva de cannabis y a la vez ha habido localidades que se han ofrecido a las empresas, como Kaspukasing en Ontario que, además de óptimas condiciones fiscales, les ofrece un “oportunamente apartado lugar” junto con “acceso potencial a fuentes de CO2 para aumentar la producción de cannabis”

La fiebre del cannabis y su dinero en maletines portados por señores de traje y corbata está llegando a localidades que antes no tenían mayores expectativas de trabajo, aunque no en todas es así. Otras por el contrario están reaccionando hostilmente al asunto, como es el caso de Delta en la Columbia Británica que han decidido que no quieren saber nada del asunto, sea medicinal o no, y han reaccionado prohibiendo de forma local -hasta donde les permite su grado de autonomía- la venta y producción de cannabis en sus dominios.

Otro problema que la modificación legal introduce es que los consumidores de cannabis se verán forzados a obtener una sola forma de presentación: cogollos de cannabis secos. Quedan prohibidas las tinturas y los preparados orales, de manera que las personas que quieran consumirlo así deberán elaborarlo ellos mismos, con los problemas que eso puede plantear a los pacientes de consumo médico y el daño causado al tejido económico del cannabis legal que ya incluía entre su oferta productos de esa categoría, al parecer con bastante éxito por aquellas latitudes. Los pacientes podrán tener en sus casas hasta 150 gramos de cogollos de cannabis o hasta 30 días de la dosis que tengan prescrita (la cantidad que resulte menor), lo cual invalida el argumento de que esta medida aumenta la seguridad eliminando los cultivos, ya que son los consumidores quienes pasan a ser nuevos blancos ya que serán el punto más sencillo de acceso no legal a la droga, y 150 gramos de cogollos de marihuana en el mercado negro canadiense pueden llegar a ser cerca de 3000 dólares, lo que hace de los consumidores un nuevo blanco, desde luego mucho más desprotegido que los cultivadores que ya están más acostumbrados a todo tipo de plagas incluidas las humanas.

En cuanto a los otros temas de salud relacionados con las drogas, Canadá tiene dos grandes áreas de trabajo. 

En primer lugar los jóvenes que usan drogas como la MDMA. No es que la MDMA resulte un grave problema de salud, como han llegado a recordar los científicos, sino que el estatus totalmente ilegal de la MDMA hacía de su adquisición una lotería en la que muchos vendedores sin escrúpulos se estaban metiendo. 

Eso llegó a su punto más álgido en Canadá cuando hace un par de años se contabilizó hasta una decena de muertes en jóvenes por PMA o PMMA (dos anfetaminas muy tóxicas) que están siendo vendidas como éxtasis

La desconexión que durante años ha generado la guerra contra las drogas entre los jóvenes que las usan y el discurso emitido por los gobiernos hacían especialmente difícil que el mensaje de alerta fuera creíble, hasta que hubo voces en la propia policía que propusieron una increíble novedad: una amnistía para la MDMA que sirviera para que los jóvenes dejaran de morir por tomar otra droga que ni siquiera era la que querían consumir.

Mejor tomar MDMA de forma segura
que la lotería del mercado negro.
¿es difícil de entender?


El otro gran área que la política de drogas en Canadá tiene que abordar de una forma racional es similar a la de su vecino de sur: la sobre-prescripción de opioides a la población. Las drogas siguen matando por sobredosis, pero desde hace tiempo las principales víctimas de esas sobredosis no son consumidores recreativos que caen por las condiciones del mercado negro sino personas sin otra vinculación a las drogas que el haber sufrido algún tipo de dolor o de proceso y el haber sido recetados con generosas dosis de potentes y adictivos opioides, siempre bajo la batuta de las grandes farmacéuticas que saben que los adictos son una fuente segura de dinero y con ellos ofreciéndoles la adicción sin estigma social y con bendición de un médico, que es el chamán aceptado de nuestro modelo de sociedad. Sin embargo, a esas dos grandes necesidades para la salud pública el gobierno no parece estar dispuesto a atenderlas ahora.

Canadá inicia de esta forma los cambios que afrontará en el nuevo paradigma del trato con las drogas y sus usuarios, y lo hace con un modelo que tiene la característica de ser fácilmente escalable para abarcar a toda la población cuando se decida que el cannabis recreativo en Canadá también tiene derecho a existir

Siendo esa su mayor ventaja, no podremos obviar que la futura ley en Canadá no está pensada para el beneficio del ciudadano sino creada para que sea un instrumento más en el recorte de derechos y en la sangría económica que el estado impone con su decisiones: una imposición de nuevas cargas económicas acompañada de la eliminación de un derecho del individuo. 

Una regulación que esconde una privatización de mercado y de derechos no puede ser buena para un ciudadano, que es sobradamente capaz de cultivar y cubrir sus propias necesidades, convertido por ley en rehén de los nuevos camellos legales de cannabis.

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Sólo me queda una cosa que añadir: no fumes marihuana, 
porque es ilegal igual que agredir a un policía nazional.