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jueves, 13 de octubre de 2022

Sexo y drogas: afrodisíacos

Desde que el ser humano tiene consciencia de su existencia, limitada temporalmente y regida en buena parte por la búsqueda del placer, ha separado la sexualidad de la procreación.
De forma diferente que casi todos los animales, que buscan o aceptan relaciones sexuales como vía para perpetuar su especie, nosotros y unos pocos animales evolutivamente avanzados, como algunos primates y los delfines, tenemos una conciencia del placer sexual, que buscamos de forma activa y no dependiente de su función biológica.

Sabemos que tras las necesidades básicas de supervivencia, como el respirar, beber y comer, tenemos una serie de necesidades igualmente importantes para el desarrollo de la persona.
Son las necesidades de relación, a todos los niveles, como la del lenguaje, la de sentirse parte de un grupo, la del contacto físico, y las relaciones sexuales que implican intimidad y placer.




No puedo ponerme a analizar lo que ha sido el sexo en cada momento histórico, las prohibiciones que han pesado (y pesan) sobre él o el uso ritual que se le ha dado en cada momento y cultura.
Pero todas las culturas y las épocas, parecen tener en común un hecho: han buscado afrodisíacos. Podían ser comestibles o bebibles, objetos, o actos mágicos. Pero han agradecido la existencia de esas etéreas ayudas que les permitían mejorar su deseo sexual o la realización de sus actos.
El origen del término "afrodisíaco" se encuentra en la dios griega Afrodita, diosa de la lujuria, la belleza y el amor carnal.

Hace poco ha caído en mis manos el libro "Las plantas de Venus" (Venus es la equivalente romana de Afrodita), que está editado por Ediciones Cañamo, y ha resultado decepcionante su lectura. Podría ser un libro que hiciera un repaso histórico del uso de ciertas plantas, o un manual de uso de las opciones actuales, para aquellos que quieran probar las posibilidades vegetales que se nombran. Pero no es más que un compendio de algunas plantas que por una u otra razón, se les han atribuido poderes afrodisíacos a lo largo de la historia. No sirve pues como guía para el uso, ya que no habla de como usar ni de las dosis a emplear de manera que pudieran ser útiles.
Por si eso no bastase, el libro incluye algunas plantas que son bastante peligrosas de usar, porque más que otra cosa son tóxicas y mortales si uno se excede en la dosis (casi todas solanáceas). Y no parece seguir más que la lógica ya mencionada, la de nombrar y comentar por encima algo sobre cada planta, ya que mezcla en su oferta de plantas afrodisíacas vegetales que sus principios activos son totalmente opuestos: narcóticos como el de la adormidera del opio, estimulantes como los de la efedra y la coca, psiquedélicos como el del san pedro o las semillas que contienen ergina o amida del ácido lisérgico, y alucinógenos puros como los del estramonio.

Si un farmacólogo ve el orden que sigue el libro, diría que no tiene ni pies ni cabeza, al ofrecer sustancias tan dispares para conseguir un mayor deseo sexual o una mayor potencia. Y así es.
Pero a lo largo de la historia se le han atribuido propiedades afrodisíacas a todo aquello que fuera capaz de provocar un cambio mayor o menor en nuestra conciencia, en nuestros sistemas psíquicos de autocontrol o en nuestra percepción.

¿Por qué esto es así?
Pues porque a falta de conocer con precisión cuales son los mecanismos que regulan nuestro deseo y nuestro impulso sexual, podía servir casi cualquier cosa que provocase un efecto y que nosotros creyéramos que dicho efecto nos convertiría en dioses del sexo. Es decir, casi todas ellas han funcionado en algún momento y con alguna persona, por ser un placebo que químicamente estaba apoyado por un ligero efecto sobre nuestra psique.

Sería arriesgado decir que no existe ningún afrodisíaco en realidad, más que la propia creencia de que existe. Pero aunque es arriesgado, no está lejos de ser verdad del todo.

Si atendemos a nuestra cultura actual, el mayor afrodisíaco es el alcohol, que se toma con facilidad en cualquier evento social y que cumple además la función de ser una especie de lubricante social. Dadas las características complejas de los efectos del alcohol en nuestro cuerpo, que incluyen desde una leve alegría, a una efervescente exaltación de la amistad, y puede acabar con una perdida de control y desinhibición total, puede a algunas personas resultarles un afrodisíaco.
A una persona reprimida y tímida, que desea tener relaciones sexuales pero lo reprime por vergüenza o por otras cuestiones culturales, tal vez dos o tres copas de vino pueden hacerle saltar por encima de esas barreras autoimpuestas. No es la mejor manera, ya que al día siguiente recordará lo que ha hecho, y sera presa de la culpa ante su propio "pecado".
A una persona que le falte autoestima, tal vez bajo los efectos de un estimulante como la anfetamina o la cocaína, se pueda creer durante unas horas el rey de la pista, y sus actos más arriesgados o atrevidos pueden brindarle una noche de conquista, pero no hacen del estimulante un afrodisíaco.
Aunque no hay que olvidar, que esa "temeridad", puede tener consecuencias dependiendo del grado alcanzado, y una muy común es la de tener relaciones sexuales sin protección.
Así podríamos seguir con cada tipología de persona, y la sustancia que dada su barrera o bloqueo, podría ayudarle a lograr los favores de Afrodita, o más bien los favores de una súper breve terapia de autoayuda que le permitan superar los distintos miedos.

¿Quiere eso decir que no hay afrodisíacos de verdad? ¿Que no existen sustancias que si alguien las tomase se convirtiera en una persona ardorosa, excitada y abierta a cualquier relación sexual que pueda saciar ese desbocado apetito despierto?
Pues no. No los hay.
Al menos si entendemos de esa forma lo que es un afrodisíaco.

Alguien podría decirme que no es cierto, que sí que existe... y ponerme como ejemplo la famosa Viagra. En el mejor de los casos, le dará al varón una erección fuerte y duradera. Pero no le dará ni afectará en modo alguno al deseo sexual que pueda tener. No le excitará, ni le volverá ardoroso.

Si hablamos de Afrodita, no hablamos de tener un "músculo" duro. Hablamos de encender la pasión de alguien, o de una pareja que quiere un estímulo nuevo. Si los párrafos anteriores han logrado convencer al lector de que no existe la "cachondina" de las leyendas urbanas, podrá sacar algo provechoso de los siguientes.

Cada persona es un mundo, fisiológicamente, psicológicamente, y emocionalmente. Y si una pareja son dos personas, eso casi se convierte en tres mundos. No, la cuenta está bien echada.
Una pareja son dos personas con sus dos mundos, más un tercero que es el resultado de esa relación. De hecho, en diferentes relaciones con diferentes parejas, adoptamos diferentes roles.
Y no sería raro que lo que en una pareja nos excita, en otra pareja nos pueda dejar en "fuera de juego".

Cada pareja, en atención a lo que es y a sus integrantes, debería buscar sus propios afrodisíacos. Pero por norma, ni estimulantes ni narcóticos, ni enteógenos ni delirógenos, servirán para ese fin.

Hay una curiosa excepción a la que quería llegar.
Hay algunas sustancias, y alguna planta cuyos principios activos han sido calificados como entactógenos. ¿Qué quiere decir eso? La definición del término es algo así como "generadores de contacto profundo entre sujetos". Hablando en plata, producen un efecto en el que la persona busca el contacto profundo (psicológicamente hablando) con los demás.
Son la familia de la MDMA, que es la que mejor reproduce esos efectos.
No son enteógenos ya que no producen modificaciones de la percepción ni cambios anímicos tan fuertes e impredecibles como los que podría provocar la LSD o la mescalina.
Pero bajo su efecto ocurren ciertos cambios: eliminan la ansiedad, favorecen la comunicación, la confianza, la formación de lazos, y convierten el contacto físico en una experiencia muy grata, ya que se percibe de una forma diferente. Se podría decir que son las drogas del amor químico.
Aunque se ha promocionado el éxtasis o MDMA como un afrodisíaco genital, esto no es cierto.
No sólo no ayuda a conseguir una buena erección en el hombre, sino que la dificulta, y también hace difícil o imposible el alcanzar el orgasmo.

Una pena, ¿no?
Digamos que estas sustancias hacen que se generen momentos de una intimidad especial y casi mágica con las personas con las que la compartimos, y si esa persona es de otro sexo y nos resulta atractiva, las posibilidades de que se busque un encuentro físico, aumentan espectacularmente. Como todo, eso depende mucho el contexto, pero el efecto subjetivo facilita ese halo de "noche mágica" si las dos personas buscan un experiencia de comunicación más profunda, o un nuevo enfoque tal vez en sus relaciones.

Lo ideal en un afrodisíaco es que fuera capaz de unir esa sensación de deseo por el otro, junto a una estimulación sexual aumentada, o al menos, no limitada. Pero en este caso, no es tan simple como tomar una Viagra y tener una erección, sino que la experiencia con MDMA te hace pasar por una compleja observación de ti mismo, y no puede ser usada como algo para un "aquí te pillo y aquí te mato".
Existe una sustancia, creada por Shulgin en 1974 que produce un estado de alteración de la percepción, a dosis bajas parece resultar un entactógeno, y no sólo no molesta a los mecanismos sexuales del hombre para la erección y el orgasmo, sino que los potencia tanto en hombre como en mujer. Es la llamada 2C-B, que también existe en el mercado negro, y de la que otro día hablaré con más dedicación.

En el ámbito de lo vegetal, parece que los efectos de algunos Lotos y Nenúfares resultan también unos efectos muy agradables, suaves y que favorecen la comunicación y la intimidad, sobre todo si van con una pequeña dosis de alcohol, o macerados en un vino.
Pero este es un terreno del que aún se sabe poco, y no parece que haya interés en investigar ahí, así que la información procede de las experiencias de las personas que lo prueban.

En cualquier caso, ni bajo el efecto de la droga más avanzada, una persona conseguiría que otra que no le presta atención o no es de su agrado, se vuelva loca de deseo y sacie su apetito con quien sin droga no lo haría.
Seguramente y por mucho que se avance en este campo, no existirá nunca mejor afrodisíaco que el tener una buena autoestima, una agradable conversación, ser detallista y cuidadoso, y sobre todo nunca perder el sentido del juego y la provocación inteligente.

Quien pretenda cambiar la seducción por una pastilla, seguirá condenado al fracaso. Y siempre teniendo en cuenta que hacer que una persona tome CUALQUIER SUSTANCIA sin su conocimiento y su consentimiento, es un acto repugnante, cobarde, y con suerte penalmente sancionado.


P.S.: Aprovecho la ocasión para preguntaros a vosotros, los que leéis este blog, ¿cuáles son vuestros afrodisíacos preferidos? ¿alguna sustancia? ¿algún alimento?
Podéis dejar vuestras ideas y respuestas como un comentario más, pinchando en el link para comentarios al final de este texto.

viernes, 20 de agosto de 2010

PIHKAL EN CASTELLANO (FRAGMENTO)

Como os habíamos dicho, la traducción de PIHKAL está en un proceso de "afinación" e interpretación a la hora de escoger los términos usados para describir ciertas experiencias, emociones, estados y sensaciones. Pues para ir abriendo boca, los traductores amablemente nos han hecho llegar un fragmento del borrador (bueno, lo envían completo pero sólo con permiso para publicar este fragmento de la introducción).

En este fragmento, Sasha -el Dr.Shulgin- da una pormenorizada argumentación de sus ideas y postulados en lo referente a las drogas, las psiquedélicas y las que no lo son, y hace una breve revisión de lo que subyace tras la semilla de la guerra contra las drogas, y lo que al fin y al cabo no es más que una guerra contra la propia libertad del individuo.




Y por lo demás, sólo queda disfrutar de las palabras, esta vez en castellano, de una de las más sobresalientes mentes de la historia contemporánea.

Esperamos que os guste.

PS: Por cierto, que no se nos olvide deciros a todos que el libro "Cocaína", editado por Amargord y coordinado por el Dr.Jose Carlos Bouso ha salido ya a la venta!! Incluye una interesante parte sobre la extracción de cocaína partiendo de hoja de coca fácilmente adquirible a manos de un viejo cocinero conocido de esta web... Lady Lovelace.
Mis felicitaciones a todos aquellos que lo han hecho posible.

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La filosofía tras la escritura de PIHKAL.

Soy farmacólogo y químico. He pasado la mayor parte de mi vida adulta investigando la acción de las drogas; cómo son descubiertas, qué son, qué hacen, de qué forma pueden ser útiles – o dañinas. Pero mis intereses se encuentran algo alejados de lo que es el grupo de conocimientos mas habituales de la farmacología, en un área que he encontrado mucho más fascinante y agradecida, y es el área de las drogas psiquedélicas.
Los psiquedélicos podrían ser bien definidos como compuestos que no son físicamente adictivos y que temporalmente alteran el estado de nuestra propia consciencia.

La opinión prevaleciente en este país (USA) es que hay drogas que tienen un status legal y que además son relativamente seguras o que tienen riesgos que son aceptables, y que hay otras drogas que son ilegales y que no tienen ningún lugar legitimo en absoluto dentro de nuestra sociedad. Aunque esta opinión es ampliamente sostenida y vigorosamente promocionada, yo creo sinceramente que está equivocada. Es un esfuerzo por pintar las cosas de blanco o de negro, cuando, en este área, como en la mayor parte de las de la vida real, la verdad es de color gris.

Dejenme explicar las razones que sustentan mi creencia.

Toda droga, legal o ilegal, nos otorga algún tipo de recompensa. Todas las drogas presentan algún riesgo. Y todas las drogas pueden ser objeto de abuso.
Finalmente, en mi opinión, corresponde a cada uno de nosotros evaluar los beneficios y los riesgos y decidir cuales son los que pesan más en cada caso.
Los beneficios incluyen un amplio espectro. Incluyen cosas como la curación de una enfermedad, suavizar el dolor físico y emocional, provocar embriaguez, y la relajación. Algunas drogas -esas que son conocidas como psiquedélicos- nos permiten una visión interior mejorada y la expansión de los propios horizontes mentales y emocionales.

Los riesgos son igualmente variados, oscilando entre el daño fisiológico y el colapso psicológico, la dependencia, y la violación de la ley. Tal y como existen diferentes tipos de recompensa para los diferentes individuos, existen también diferentes riesgos. Una persona adulta debe tomar su propia decisión sobre hasta que punto decide exponerse o no al efecto de cada droga en concreto, sea una droga adquirible por prescripción medica o sea una que esta prohibida por la ley, sopesando los potenciales beneficios y problemas con relación a su personal escala de valores. Y es en este punto donde estar bien informado juega un rol indispensable. Mi filosofía al respecto puede ser destilada en cuatro palabras: permanece informado, luego decide.

Personalmente he escogido ciertas drogas que son de suficiente valía para compensar los riesgos que conllevan; otras, considero que no resultan de suficiente valía. Por ejemplo, bebo una moderada cantidad de alcohol, generalmente en forma de vino, y -hasta el momento presente- los análisis de mi función hepática son completamente normales. No fumo tabaco. Era un fumador, de los de alto consumo, y luego lo dejé. No fueron los riesgos para la salud los que me hicieron dejarlo, sino el hecho de que me había convertido en un completo dependiente del tabaco. Eso era, según mi punto de vista, el caso de un precio inaceptablemente alto a pagar.

Cada decisión de ese tipo es asunto mio, basándome en lo que sé sobre dicha droga y lo que sé sobre mi mismo.

Entre las drogas que son a día de hoy ilegales, he decido no usar marihuana, ya que la ligera embriaguez mental y esa benigna alteración de la consciencia, no me compensan lo suficiente frente a una sensación incómoda de estar perdiendo el tiempo.

He probado la heroína. Esta droga, por supuesto, es una de las mayores preocupaciones de nuestra sociedad, a día de hoy. A mi me produce una soñadora tranquilidad, sin matices asperos de molestias, estrés o preocupaciones. Pero al mismo tiempo hay perdida de motivación, de capacidad de respuesta, y de las ganas de hacer cosas. No es ningún miedo a la adicción lo que provoca mi desinterés por la heroína; lo provoca el hecho de que bajo su influencia, nada parece ser suficientemente importante para mi.

También he probado la cocaína. Esta droga, especialmente en su famosa presentación como “crack”, es un asunto popular actualmente. A mi, la cocaína me resulta un agresivo activador, un estimulante que me da una sensación de poder y de estar completo con ello, en la cima del mundo. Pero hay al mismo tiempo la inevitable certeza, subyaciendo, de que eso no es poder realmente y de que realmente no estoy en la cima del mundo, y que, cuando los efectos de la droga hayan pasado, no habré ganado nada con ello. Hay una extraña sensación de estar viviendo un estado que es una mentira. No hay reflexión. No hay aprendizaje alguno. A su propia y distintiva manera, . la cocaína me resulta una droga de escape tanto como la heroína. Con cualquiera de ellas, escapas de lo que eres, o -siendo mas preciso- de lo que no eres. En ambos casos, recibes alivio durante un breve periodo de tiempo del tener que estar  enfrentándote a tus carencias. Francamente yo prefiero encarar mis insatisfacciones en lugar de huir de ellas; de esa forma yo encuentro, finalmente, una satisfacción muchísimo más grande.

Con las drogas psiquedélicas, yo creo que, para mi, los pequeños riesgos (alguna experiencia ocasionalmente difícil, o quizás algo de malestar físico) son más que aceptables dado el potencial que ofrecen para el aprendizaje. Y ese es el motivo por el que yo he elegido explorar este área concreta de la farmacología.

¿Qué quiero decir cuando hablo del potencial para el aprendizaje? Es una posibilidad, no una certeza. Puedo aprender, pero no estoy obligado a hacerlo; puedo obtener nuevos enfoques sobre posibles maneras de mejorar mi calidad de vida, pero sólo con mi propio trabajo y esfuerzo conseguiré los cambios deseados.

Dejenme intentar hacer más obvias algunas de las razones por las que encuentro la experiencia psiquedélica como un tesoro personal.

Estoy totalmente convencido de que existe una enorme cantidad de información incrustada dentro de nosotros, con kilómetros de conocimiento intuitivo que se encuentra cuidadosamente colocado en el material genético de cada una de nuestra células. Algo similar a una biblioteca que contiene una incontable cantidad de tomos de referencia, pero para la que no tenemos una ruta clara de entrada. Y, sin algunas formas para acceder a ella, no hay forma de empezar siquiera a indagar sobre hasta que punto llega y de que clase es la información que se encuentra allí dentro. Las drogas psiquedélicas permiten la exploración de ese mundo interior y las intuiciones sobre su naturaleza.


Nuestra generación es la primera en la historia que ha hecho de la búsqueda del autoconocimiento un delito, si esa búsqueda se realiza con la ayuda de plantas o compuestos químicos para abrir las puertas de la psique. Pero la necesidad de alcanzar el conocimiento está siempre presente, y aumenta su intensidad a medida que uno se va haciendo mayor.

Un día, mirando el rostro de una nieta recién nacida, te descubres a ti mismo pensando que su nacimiento ha creado un tapiz sin costuras en el tiempo ya que fluye desde el ayer hasta el mañana. Te das cuenta de que la vida aparece en diferentes formas y con diferentes identidades, pero que sea lo que sea aquello que le da forma a cada nueva manifestación, no cambia en absoluto.

“¿De dónde viene su exclusiva alma?” te preguntas, “Y, ¿a dónde irá mi única alma? ¿Hay realmente algo más ahí fuera, tras la muerte? ¿Hay algún propósito en todo ello? ¿Hay algún tipo de orden y estructura que haga que todo cobre sentido, o que debería hacerlo, si pudiera llegar a verlos?” Sientes la necesidad de preguntar, de investigar, de usar el poco tiempo que te pueda quedar en la vida para encontrar formas de atar todos esos cabos que quedan sueltos, la necesidad de comprender aquello que exige ser comprendido.

Esta es la búsqueda que ha sido parte del ser humano desde la misma aparición de la conciencia. El conocimiento de su propia mortalidad -conocimiento que le sitúa en un lugar distinto al resto de sus colegas animales- es lo que dota al Ser Humano del derecho, el permiso para explorar su propia alma y espíritu, para descubrir lo que pueda encontrar sobre los componentes de la psique humana.

Cada uno de nosotros, en algún momento de su vida, se sentirá como un desconocido en la tierra extraña de su propia existencia, necesitando respuestas a preguntas que han surgido de la profundidad de su alma y que no se desvanecerán una vez aparecidas.

Tanto las preguntas como las respuesta proceden de la misma fuente: uno mismo.

Esta fuente, parte de nosotros mismos, ha sido llamada de diversas formas a lo largo de la historia, y su nombre más reciente es “lo inconsciente”.
Los Freudianos desconfían de él, mientras que los Jungianos están maravillados con él. Es la parte que hay dentro de ti y que mantiene el control cuando tu mente consciente navega a la deriva, que te da el sentido de lo que debes hacer en una situación de crisis, cuando no hay tiempo disponible para el razonamiento lógico y la toma de decisiones conscientes. Es el lugar donde se encuentran nuestros ángeles y demonios, y todo lo que entre esos dos extremos puede existir.

Esta es una de las razones por las que sostengo que las drogas psiquedélicas son tesoros. Ellas nos pueden facilitar el acceso a las partes de nosotros mismos que contienen respuestas.
Pueden hacerlo, pero como dije antes, no tienen porque hacerlo y no lo harán, a no ser que esa sea la razón por la que estén siendo usadas.

Depende de ti el usar estas herramientas bien y de la forma correcta. Una droga psiquedélica puede ser comparada con la televisión. Puede ser muy reveladora, muy instructiva, y -con una cuidadosa selección de los canales- el medio por el que extraordinarias intuiciones pueden alcanzarse. Pero para mucha gente, las drogas psiquedélicas son una manera más de entretenimiento; nada profundo se esta buscando, por lo que -normalmente- nada profunda será la experiencia obtenida.

El potencial de las drogas psiquedélicas para facilitarnos acceso al universo interior, es, según yo creo, su más valiosa virtud.

Desde los primeros días de su tiempo en la Tierra, el ser humano ha buscado y usado ciertas plantas que han tenido el efecto de alterar la forma en que se interactúa con su mundo y se comunica con sus dioses y consigo mismo. Durante varios miles de años, en toda cultura conocida, ha existido un cierto porcentaje de la población -normalmente un chamán, un curandero o un hombre medicina- que ha usado esta o aquella planta para alcanzar una transformación de su estado de consciencia. Estas personas han usado dicho estado alterado de consciencia para ampliar sus habilidades diagnósticas y para hacer uso de las energías curativas que se encuentran en el mundo de los espíritus. Los lideres tribales (en civilizaciones posteriores, las familias reales) presumiblemente usaron las plantas psicoactivas para aumentar sus intuiciones y sabiduría como gobernantes, o tal vez simplemente para invocar las fuerzas de poderes destructivos y tenerlas como aliados en batallas venideras.

Muchas plantas han sido descubiertas para encajar en ciertas necesidades humanas. El dolor indeseado ha estado con la humanidad desde siempre. Tal y como nosotros hoy tenemos nuestros usuarios de Heroína (o de Fentanilo o de Demerol), durante los siglos pasados el rol de la analgesia ha estado en la planta del opio en el Viejo Mundo y de la datura en el Nuevo Mundo, solanáceas en Europa y el norte de África, como el beleño negro, la belladona, o la mandrágora, por nombrar unas cuantas. Incontables personas han usado esta forma de amortiguar el dolor (tanto físico como psíquico), lo cual implica deslizarse dentro de un mundo de ensueños. Y, aunque estas herramientas han tenido muchísimos usuarios, son una minoría los que aparentemente han abusado de ellas. Históricamente todas las culturas han incorporado estas plantas a su vida diaria, y han obtenido más beneficios que daños provenientes de ellas. Nosotros, en nuestra propia sociedad, hemos aprendido a amortiguar el dolor físico y a rebajar nuestro nivel de ansiedad con el uso médico de drogas que han sido desarrolladas imitando los alcaloides presentes en estas plantas.

La necesidad de encontrar fuentes de energía adicional ha estado con nosotros desde siempre. Y, al igual que nosotros tenemos nuestros usuarios de cafeína y de cocaína, durante siglos las fuentes naturales han sido el mate, el té, y la planta de coca del Nuevo Mundo, la planta de khat de Asia Menor, la nuez del árbol de cola en el norte de África, el kava kava y la nuez de betel del este de Asia, y la efedra en todas las partes del mundo. De nuevo, muchos tipos de personas -el campesino, encorvado bajo un montón de leña, cargando con ella durante horas a través de un sendero montañoso; el médico en tareas de emergencia que lleva dos días sin poder dormir; el soldado bajo fuego enemigo, incapaz de descansar- han buscado el empuje y acicate de la estimulación. Y, como siempre, ha habido unos pocos usuarios que han elegido abusar de este proceso.

Entonces, existe la necesidad de explorar el mundo que se encuentra más allá de los inmediatos límites de nuestros sentidos y nuestra comprensión; esto, también, ha acompañado a la humanidad desde su inicio. Pero en este caso, nuestra sociedad norteamericana no-nativa, no ha aceptado el uso de dichas plantas o compuestos químicos, que abren camino en nuestra capacidad para ver y sentir. Otras civilizaciones, durante cientos de años, han usado el peyote, los hongos que contienen psilocibina, la ayahuasca, cohoba y yagé del Nuevo Mundo, la alharma, el cannabis y el Soma del Viejo Mundo, y la iboga de África, para esta exploración dentro del inconsciente humano. Pero nuestra moderna clase médica, en conjunto, nunca ha aceptado estas herramientas para la auto-observación o para ser usadas en terapia, y por lo general permanecen como inaceptables. A la hora de establecer un equilibrio de poder entre aquellos que nos curan y aquellos que nos gobiernan, se ha llegado al acuerdo de que la posesión y el uso de estas extraordinarias plantas ha de ser un delito. Y que el uso de cualquier compuesto desarrollado en imitación a los que estas plantas poseen, aunque hayan mostrado mayor seguridad y eficacia en su acción, han de ser también constitutivos de delito.

Somos una gran nación con uno de los estándares de vida más alto jamás conocido. Estamos orgullosos de contar con una extraordinaria Constitución que nos protege contra la tiranía que ha hecho trizas a otras naciones más pequeñas. Somos ricos con la herencia de la Ley Inglesa que nos presupone inocentes y nos asegura nuestra intimidad personal. Una de las mayores virtudes de nuestro país ha sido el tradicional respeto al individuo. Todos y cada uno de nosotros somos libres -o al menos así lo habíamos creído desde siempre- de seguir cualquier camino religioso o espiritual que hayamos elegido; libres para investigar, explorar, buscar información y perseguir la verdad donde quiera y como quiera que se haya elegido, siempre que se acepte plena responsabilidad por nuestros actos y sus efectos sobre otros.

¿Cómo es que, entonces, los líderes de nuestra sociedad han tenido a bien intentar eliminar estos más que importantes medios de aprendizaje y de auto-descubrimiento, estos medios que han sido usados, respetados y honrados durante miles de años, en todas y cada una de las culturas de las que tenemos conocimiento? ¿Por qué el peyote, por ejemplo, que ha servido durante siglos como un medio para que una persona pueda abrir su alma a la experiencia de Dios, ha sido clasificado por nuestro gobierno como una sustancia de la Lista I, junto con la cocaína, la heroína y el PCP? ¿Es esta clase de condena legal el resultado de la ignorancia, de la presión ejercida por religiones organizadas, o  del interés creciente de que se fuerce la conformidad en toda la población? Parte de la respuesta puede residir en la creciente tendencia en nuestra cultura  hacia tanto el paternalismo como el provincialismo.

Paternalismo es el nombre que recibe un sistema por el que las autoridades proveen nuestras necesidades, y -a cambio- tienen permitido dictar nuestra conducta, tanto la pública como la privada. El provincialismo es la estrechez de miras, la unificación social mediante un único código ético, la limitación de los intereses y las formas de experiencia a aquellos que se encuentran establecidos como tradicionales.

En cualquier caso, los prejuicios contra el uso de plantas y drogas que producen una apertura en nuestra consciencia tienen su origen en la intolerancia racial y la acumulación de poder político. En el final del siglo XIX, una vez que el ferrocarril intercontinental había sido construido y los trabajadores chinos no eran ya necesarios, fueron progresivamente tratados como infrahumanos e incivilizados; eran amarillos de ojos rasgados, peligrosos alienígenas que frecuentaban fumaderos de opio.

El peyote fue descrito, en varias publicaciones de final del siglo XIX, como causa de asesinato, mutilaciones y locura entre los desfavorecidos Indios Americanos. La Brigada de Asuntos Indianos decidió sancionar el uso del peyote, (la cual confundía, repetidamente dicha planta con el mezcal -Nota del traductor: Género Agave-, o con la judía de mescal -Nota del traductor: Mescal Bean, Género Sophora-, en sus publicaciones), y una de las mayores presiones tras los esfuerzos por sancionar su uso se ve de forma más clara en esta cita parcial de una carta escrita por el Reverendo B.V. Gassaway en 1903 a la Brigada de Asuntos Indianos, “...el Sabbath es el principal día de nuestros servicios religiosos, y si los indios ya vienen borrachos de mescal (peyote) no pueden recibir los beneficios del Evangelio.”

Sólo tras un tremendo esfuerzo y con la valentía por parte de muchas personas se llegó a la decisión de que el uso del peyote como sacramento en la Iglesia Nativa Americana debía continuar siendo permitido. Hay ahora de forma encubierta, como ustedes sabrán, un renovado esfuerzo por parte de nuestro gobierno para conseguir eliminar el uso religioso del peyote de nuestros Nativos Americanos.

En la década de 1930, hubo un esfuerzo por deportar a los obreros mexicanos de los estados sureños con una economía basada en la agricultura, y los prejuicios raciales fueron otra vez deliberadamente promovidos, describiendo a los mexicanos como vagos, sucios, y usuarios de esa cosa peligrosa llamada marihuana. La intolerancia contra las personas afroamericanas en los Estados Unidos fue promovida e instigada mediante cuentos de uso de marihuana y heroína entre los músicos de color. Debería hacerse notar en este punto que dicho uso de drogas nunca fue motivo de atención pública hasta que su nueva música, que llamaban Jazz, comenzó a atraer la atención de los blancos -al principio solamente de los encargados blancos de los clubes nocturnos- y allí comenzó el despertar de la conciencia a la discriminación e injusticias que estaban sufriendo los afroamericanos.

Nosotros, en este país, somos todos dolorosamente conscientes de nuestros pecados pasados en lo concerniente a los derechos de varias minorías, pero somos mucho menos conscientes de la forma en que la opinión pública ha sido manipulada en lo referente a su actitud ante ciertas drogas. Nuevas posiciones de poder político y, eventualmente, miles de nuevos puestos de trabajo, fueron creados partiendo de la base del peligro que suponían para la salud pública y la seguridad ciertas plantas y drogas cuya única función era alterar la percepción, para así abrir el camino de la exploración del inconsciente, y -para muchos- permitir la experiencia directa de lo numinoso.

Los años 60, por supuesto, dieron un poderoso empujón a los psiquedélicos. Estas drogas estaban siendo usadas como parte de una masiva rebelión contra la autoridad del gobierno y lo que se creía que era una guerra inmoral e innecesaria en Vietnam. Al mismo tiempo había demasiadas voces que contaban con autoridad y que clamaban alto y claro sobre la necesidad de una nueva clase de espiritualidad, y que apoyaban el uso de los psiquedélicos para establecer contacto directo con el Dios de cada uno, sin la intervención de un sacerdote, cura o rabino.

Las voces de los psiquiatras, escritores y filósofos, y de muchos pensativos miembros del clero, pidieron que se estudiasen e investigasen los efectos de los psiquedélicos y de todo aquello que pudieran revelar sobre la naturaleza y función de la mente y psique humana. Sus peticiones fueron ignoradas en mitad del clamor contra el flagrante abuso y mal uso de dichas drogas, de lo cual existía en ese momento una más que amplia evidencia. El gobierno y la Iglesia decidieron que los psiquedélicos eran drogas peligrosas para la sociedad, y con la ayuda de la prensa, se dejó claro que ese era el camino para el caos social y el desastre espiritual.

Lo que no se mencionó entonces, por supuesto, era la mas antigua de las normas: “El individuo no se opondrá ni molestará a aquellos que ostentan el poder sin ser castigado por ello.”

He explicado algunas de mis razones para sostener el punto de vista de que las drogas psiquedélicas son tesoros. Hay otras, y muchas de ellas están hiladas dentro de la textura de este cuento. Está, por ejemplo, el efecto que tienen sobre mi percepción de los colores, que es completamente maravilloso. También está la profundización en mi compenetración emocional con otra persona, la cual se puede convertir en una exquisitamente bella experiencia, con un erotismo de intensidad sublime. Disfruto el realce de los sentidos del tacto, olfato y gusto, y los fascinantes cambios en mi percepción del fluir del tiempo.

Considero que he sido bendecido, ya que he experimentado, en cualquier caso de forma breve, la existencia de Dios. He sentido una sagrada unidad con la creación y con el Creador, y -lo que mas valoro de todo ello- he tocado el núcleo de mi propia alma.

Es por estas razones que he dedicado mi vida a este área de investigación. Algún día tal vez pueda comprender como estos simples catalizadores hacen lo que hacen. Mientras tanto, me siento en eterna deuda con ellos.
Y seré para siempre su adalid.
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FIN PRIMER FRAGMENTO

sábado, 11 de abril de 2009

All your BASE are belong to us: del clorhidrato de cocaína a la BASE LIBRE.

En esta entrada vamos a intentar complacer a aquellas personas que han preguntado, algunos con cierta insistencia, como hacer una base de cocaína.
Y de paso, vamos a ver si arrojamos algo de luz sobre los nombres que la gente -normalmente aquellos que no tienen relación directa con el tema- se inventan para nombrar a la base o base libre y que en realidad no tienen mucho que ver, excepto que en todos los casos se trata de preparaciones de cocaína.

Es este un manual breve y rápido.

Para empezar... ¿qué es la base libre?
La base libre de cualquier sustancia orgánica, es el alcaloide puro sin que se haya formado una sal con él.

La mayoría de las sustancias psicoactivas son sustancias con un grupo amino, un nitrógeno más o menos saturado con hidrógenos, y que ese hecho les confiere unas propiedades de sustancia con PH básico (lo contrario a ácido).
No ocurre en todas las sustancias, porque también hay ácidos que son psicoactivos, como GHB o el ácido iboténico, y sustancias que no son sino aceites que no contienen un grupo amino como el THC del cannabis.

En las que sí ocurre, esas sustancias se suelen presentar para el consumo en forma de sal.
Esta sal se forma con la adición de un ácido a dicha base orgánica, y principalmente facilita su consumo porque las convierte en sólidas si no lo son, o porque las hace solubles cuando no lo eran.

Por ejemplo, la anfetamina o la metanfetamina son, cuando no están en forma de sal, líquidos aceitosos con un fuerte olor a algo similar al pescado, y sin embargo el sulfato de anfetamina o el clorhidrato de metanfetamina son sales sólidas y solubles.
Que sirva esto también para aclarar a esos que piensan que la base de anfetamina es lo que venden empapando las bolas de speed húmedo: no es así.
Lo que las empapa suele ser o agua o cualquier otro líquido con el ÚNICO PROPÓSITO DE QUE PESE MÁS Y GANAR MÁS DINERO.

De hecho, secar el speed no le hace perder calidad. Al contrario, le hace ganarla en proporción al peso, ya que la anfetamina no se va a evaporar pero si lo que no debería estar ahí.

En el caso de la cocaína o de la heroína ocurre lo mismo. Ni cocaína ni heroína son solubles en agua si no están en forma de sal, por eso la cocaína viene en forma de clorhidrato -la sal formada por la molécula de cocaína con una de ácido clorhídrico (HCl)- para que pueda ser esnifada, o inyectada.

La heroína es un caso aparte: la mayor parte de la que llega a España es heroína en forma de base, pero se facilita su disolución de manera que pueda ser inyectada con una pequeña cantidad de algún líquido de PH ácido, como puede ser el vinagre o el jugo de limón, cuando no se dispone del aséptico ácido cítrico.
Esa es la "heroína marrón". La blanca, que es una sal refinada de heroína, es difícil de ver y bastante escasa, y su pureza es mayor por lo general, pero no sirve para ser fumada ya que se descompone por ser una sal, y se usa inyectada o esnifada. Para más información sobre la heroína, recomiendo no se pierda nadie el estupendo libro tantas veces mencionado de Eduardo Hidalgo.

Cómo la cocaína viene en forma de clorhidrato y se vende así (aunque ahora ya se vende en algunos poblados de grandes ciudades como base libre lista para fumar) las personas que quieran fumarla sin hacer el tonto destruyéndola en más del 90% como ocurre con esos que se hacen "nevaditos" o que impregnan el cigarro con una raya de cocaína (desperdiciada), tendrán que convertirla a una forma de cocaína que se pueda fumar -en plata, en pipa, en un cigarro- sin que se descomponga.

La base libre se comporta como un material que pasa según le das calor de sólido, a líquido y a gas, y esa es la forma en que ha de estar para poder usarse por vía pulmonar (que sin llegar a ser lo mismo que la inyectada, hay quien la compara y es una de las formas y drogas más adictivas, hasta el punto que cabe preguntarse si existió una epidemia de heroína como se nos ha contado, o fue de cocaína teñida de heroína en buena parte).

Así que la base libre sería el resultado de pasar del clorhidrato a la molécula sin estar asociada a una molécula de HCl.
Eso se puede realizar con muchos compuestos que tengan un PH básico para que se combine con la molécula de ácido y libere la base, pero los más comunes son los preparados de amoniaco.

El resultado no es, como creen algunos, el basuco.
El basuco es un preparado tosco y con impurezas de cocaína que no ha sido procesada hasta el clorhidrato, por falta de material y ahorro de costes. Esto reduce su precio por no necesitar químicos que son valorados en los países productores y por la poca manipulación necesaria. El basuco, sólo se puede fumar y se hace en pipas, porque las impurezas no lo hacen adecuado para fumar sobre plata.

Tampoco es el crack, que es un preparado a base de cocaína en base y bicarbonato sódico.
Puede haberse hecho partiendo de clorhidrato de cocaína, pero lo más común es que se haya hecho partiendo de la pasta base de coca que no ha llegado a ser convertida en sal, ahorrándose un paso y productos químicos.
El crack es mayor en volumen (por el bicarbonato) y exclusivamente fumable en pipas (más o menos cutres) ya que la cocaína que contiene se evaporará, pero quedará el residuo del bicarbonato que no reaccionará igual, ya que necesita temperaturas mucho más altas para llegar a evaporarse.
Esa diferencia en volumen le hace más manejable y barato en proporción al peso, y eso lo hizo accesible a grupos sociales en USA que no tenían acceso a la cocaína por su alto precio.

Y fue la respuesta predicha por más de una persona con la visión no enturbiada, con la que el mercado de la cocaína reaccionó a la restricción de precursores como el éter y la acetona o el ácido clorhídrico.
En lugar de frenar la expansión de la cocaína, se encontraron con una cocaína mucho mas adictiva, peligrosa y accesible, que cualquiera con 5 dólares podía adquirir.

Explicado que es la base libre de cocaína, el basuco y el crack, vamos a ver como se hace una base de cocaína partiendo del clorhidrato.
Esto no pretende ser un manual con la única forma de hacerlo, sólo con una habitual que es accesible para cualquiera en este país.



MANUAL: DE LA COCAÍNA EN SAL, A LA BASE LIBRE.





1º Comenzamos con la preparación de todos los materiales necesarios. Cocaína en sal -imprescindible- para hacer la base, amoniaco no perfumado que en cada lugar tiene su preferencia y el de la marca Volvone es uno de los más apreciados, mecheros con buena llama, una cuchara donde hacer la reacción y algo de papel de water o de servilleta para recoger el amoniaco sobrante (ya que no todo el mundo "lava" la base).






2º Depositamos la cantidad de cocaína que queramos en la cuchara. No es aconsejable pasar del cuarto de gramo, por cuestiones de espacio y proporción con el amoniaco así como con el calor necesario para la reacción.





3º Añadimos el amoniaco a la cuchara y la cocaína. No lo dejéis caer encima goteando, o la cocaína saltará fuera de la cuchara. Echadlo con cuidado desde cerca y no sobre la cocaína directamente. El amoniaco tiene que cubrir del todo la cocaína depositada en la cuchara.





4º Ahí vamos con la reacción. Se le da fuego con el mechero por debajo. ¿Cuánto? Es algo que se aprende con la experiencia, observando como reacciona y depende también de cada coca (y más con la variabilidad que hay hoy en día). Es aconsejable usar un mechero con llama normal, ni pequeña porque no se haría, ni grande porque podríais quedaros sin nada.
Se le va dando progresivamente pero de forma constante y observando qué ocurre (eso nos dirá cuando parar).





5º Paramos un momento para observar la evolución de la cocaína. En esa imágen se ve como hay trozos de la coca que se han ido "fundiendo" y "haciendo gota" en el centro de la cuchara, pero aún hay trozos que no. Observamos también como se ha ido desprendiendo espuma que se ha ido a los lados de la cuchara: eso siempre ocurrirá, aunque la cocaína fuera 100% pura. Es la reacción del amoniaco con la parte de la molécula de esa sal que corresponde al HCl, que reaccionan entre ambos y dejan la base libre de cocaína.






6º En este punto, la "gota" de base ya está hecha. Mientras que la cocaína en sal suele tener un color de blanco nieve, la gota cuando esta aún caliente tiene un color de un blanco "roto" o un gris blanquecino. Si en esta gota -ojo, aun caliente- quedasen partes de clorhidrato que no han reaccionado, se verían zonas mas blancas, que necesitarían de un poco mas de calor.
Cuando la gota se enfría, aun dentro del amoniaco, tiende a solidificarse y cristalizar -si, hay muchas sustancias que como base son capaces de cristalizar- volviéndose más blanca.





7º Con mucho cuidado se recoge, primero por el exterior y bordes, ya que es donde se ha acumulado, la espuma del amoniaco sobrante. En esta imágen, se ve que la gota por haber tardado mucho (por hacer las fotos) se ha ido cristalizando y solidificando.
Esto ocurre poco a poco, y no toda ella está sólida, así que hay que tener cuidado, porque con la servilleta no sólo se puede absorber el amoniaco... también podéis llevaros la gota impregnada en el papel... y eso no es el objetivo.
Repito, cuidado y pulso firme.





8º Terminamos de sacar todo el amoniaco sobrante, con mucha atención a lo ya mencionado. En este caso se hace inclinando ligeramente la cuchara sobre una servilleta que va absorbiendo.






9º Y este sería el resultado, una gota ya casi cristalizada del todo de cocaína en base libre. Mucha gente "lava" la base, ya que la base de cocaína no es soluble, y para retirar todo el resto del amoniaco, se le echa agua a la cuchara cuando ya se ha completado el proceso de formación de la base.
Así el amoniaco sobrante se va, y la gota de coca se enfría, solidificándose antes.
Otras personas no lo hacen, porque hay quien opina que el amoniaco favorece la absorción de la cocaína, haciendo que el "flash" al fumarla sea mayor.
En cualquier caso, aunque se lave con agua, habrá que retirar el líquido sobrante, y habrá que proceder de la misma forma que la descrita.





10º Y este es el resultado final. La gota cristalizada quedó en el centro de la cuchara, y con una pequeña cuchilla, se parte si se va a usar en pequeñas porciones sobre una pipa para fumar coca, o no es necesario si se va a poner sobre plata toda ella y se va a fumar.
Si en el paso anterior la coca no ha solidificado, y ha quedado como una pequeña gota de "leche condensada" pegada a la cuchara, basta con removerla como si se raspase en círculos con la punta de un cuchillo, una hojilla, una navaja... y en cuanto se remueva un poco se solidificará en el acto.
Así no quedará hecha una pieza, pero siempre se puede rascar sobre la cuchara y sacarla toda, aunque será mas difícil de manejar si el objetivo es fumarla en pipa, ya que en plata al darle calor y fundirse toda junta, no se tendrá ningún problema.


Y esto ha sido todo, se admiten correcciones y opiniones que ayuden a ver más claro el proceso, que es uno de los pocos procesos químicos en los que la cultura de la droga entra, alterando una molécula para poder darle un uso distinto, y no sólo modificando presentaciones o con alteraciones mecánicas o físicas (como machacar bien las rocas antes de esnifar, por ejemplo, o extraer el metilfenidato del Rubifen farmacéutico, q es un proceso 100% físico, no como este).


sábado, 24 de enero de 2009

Filtros especiales para extracciones e inyectables.

"Se cometen muchos menos errores
usando datos incorrectos
que no empleando dato alguno"

Charles Babbage


En alguna ocasión se ha hablado aquí de las purificaciones de sustancias, como parte de los pasos que se pueden dar en un consumo orientado a la reducción de riesgos.
Aunque el ejemplo que se puso, gráficamente ayudado, fue con un fármaco que tiene uso lúdico, no representaba el mejor ejemplo de lo que se podría lograr con esos métodos, ya que sus diluyentes al menos son conocidos y no resultan dañinos para la salud (más allá de tupirte las narices si esnifas demasiado yeso de tomarlo sin purificar).

Hay otros casos, en los que el uso de métodos algo más avanzados de purificación de la sustancia deberían ser obligatorios para todo aquel que tenga algo de masa encefálica dentro del cráneo.

Hablo de los inyectables que se preparan partiendo de la heroína, cocaína u otros productos adquiridos fuera del entorno farmacéutico y más concretamente, a aquellos que no están pensados para ser inyectados.

En esta ocasión, y aunque la sustancia que se va a usar como ejemplo gráfico, es la misma (el metilfenidato) se podrá ver como emplear un filtro de 0'45 micrómetros de diámetro (o lo que es igual... 450 nanómetros) en sus agujeros, para filtrar una solución y dejarla "casi" preparada para poderse inyectar y habiendo eliminado todos los restos no solubles y también una buena parte de las bacterias que la muestra original pudiera tener.

¿Bacterias también?

Pues sí.
Las bacterias miden la inmensa mayoría entre los 0'5 micrómetros y los micrómetros.
Este filtro, un "Sartorius" de 0'45 micrómetros, está por debajo del tamaño de la mayoría, con lo cual, la solución que resulta de pasarse por el filtro se puede considerar a casi todos los efectos, una solución estéril.

Esto es un filtro Sartorius (es sólo la marca, hay otros como "Sterijet").



No es más que un pequeño trozo de plástico circular, con dos zonas que en medio contiene un filtro que funciona con la presión de la inyección de una jeringuilla común.
Tiene un enganche en su parte trasera para la jeringuilla y uno en la delantera para que si se quiere, la solución ya filtrada, vaya directamente a un recipiente adecuado a través de un tubo o catéter de plástico.

Las especificaciones del filtro.



En su parte trasera vemos las carecterísticas y sobre todo, ese número que indica qué clase de filtrado vamos a obtener usandolo.
En este caso.... 0'45 micrómentros.

Y comenzamos, con una disolución de "Rubifen" para extraerle el metilfenidato, pero que en este caso podría ser de heroína para inyectarse, o de cocaína (siempre atendiendo a la capacidad de disolución) vamos a pasarla por el filtro.
Aunque se ha dejado reposar, y esta el metilfenidato disuelto y el yeso en el fondo, SIEMPRE quedan partículas de yeso y de otros no solubles, como el polvo y bacterias en ella.
Y aunque no fuera así, en el momento que absorbemos del recipiente donde está para separarlas, siempre se produce movimiento aunque nosotros no lo veamos.

Lo cierto es que yo moví un poco la solución para ver el efecto del filtro mejor...
Lo del vaso es la solución de Rubifen (yeso y mfd).


Ese es el material usado.
El vaso con el producto disuelto, jeringuilla, y un vaso estéril de muestras.

El procedimiento es simple; se carga la jeringuilla con la disolución ya hecha, y se conecta el filtro en la punta de la misma.
Se presiona (sin hacer demasiada fuerza, no es necesario) y por el otro lado, sale el producto en disolución de una forma totalmente limpia: transparente y sin una sola partícula.
Hacía tiempo que no veía yo un agua asi de transparente... y daban ganas beberla (si no fuera porque tenía dentro casi medio gramo de metilfenidato.


La jeringa cargada y a punto para soltar el producto de su filtrado en un vaso, aunque podría ser otro recipiente o incluso un cateter.
Purificar y limpiar de posiles bacterias, tiene muchos usos posibles.


Y aquí el vaso tras una cuantas jeringuillas que recogieron toda la disolución (me pasé con el agua, pero me daba igual porque no tenía prisa).
Luego lo que queda, ya sabéis lo que es: evaporar.

Tened en cuenta que si vais a usarlo como solución inyectable, el proceso acaba aquí, y que no es bueno para inyectarse cualquier agua, sino una solución esteril y además, que esté equilibrada tanto en su ph como en su carga de sales e iones, para que no provoque destrucción celular en las células y tejidos que primero encuentre.
¿Por qué?

Porque cuando en un sistema que está a una cierta concentración de sales, introducir una gran cantidad de fluido que no está a esa concentración, hará que o bien las células tengan que soltar iones para equilibrarse (a través de su membrana osmótica) o bien adquirirlos.

Esto puede hacerlas explotar, y de hecho, para obtener la carga en cromosomas de un nucleo celular, en el laboratorio se usa el agua.
Una gota de agua sobre la celula, la hace explotar por la diferencia de iones entre el interior y el exterior.

Es por eso que no se debe beber el agua destilada: robaría iones de todo el aparato digestivo hasta equilibrarse con el resto del cuerpo.
No es venenosa como piensan algunos. Yo la he bebido en ocasiones, pero no mas de un par de jeringas de 10 mililitros para probar a ver si le saco algún sabor. No más que eso.

Cuando el objetivo sólo era refinar aun más una solución para extraer algo, sólo ya hay que seguir con el proceso habitual.
Primero evaporar con tiempo o al baño maría, sobre una superficie que luego se pueda rascar para extraerlo. Y luego recolectar.

Este es el plato, cubierto de cristales de metilfenidato que obtuve con esta disolución ultrapurificada.


Bien cargado de blanco nuclear... cristales, ñam!!!

Y este el resultado final, en una foto un poco más atrevida que no ha conseguido captar la belleza de algunos de ellos, pero seguro que da una idea y pone los dientes largos, sobre lo que rascando saqué de ese platito.


Esos cristales níveos dan gusto sólo con verlos.

Aunque seguro que otros disfrutan más de lo que les tengo preparados para la próxima entrada. No me resisto a decirlo.

La próxima semana, y para gusto de aquellos que se están iniciando con la química o con las cuestiones de la ciencia más práctica, tendréis una entrevista a un personaje de lo más curioso. Aunque trabaja como educador en Francia, nació en España y ha residido aquí durante casi toda su vida hasta hace unos años que emigró.

No es alguien que haya hecho una carrera de ciencias, pero sin embargo, entre sus pasatiempos, está la síntesis de sustancias, y otras cuestiones más sencillas y prosaicas, como prepararle a su pareja para salir de fiesta medio gramo de cocaína pura extraída por él mismo de la planta de la coca (como quien hace una tortilla), y tratada hasta acabar siendo un clorhidrato de cocaína de la mejor calidad (no sólo no tiene nada que envidiar al producido en Sudamérica, sino que le supera en muchos aspectos, y sobre todo, en pureza y ausencia de adulterantes).

Seguro que devoraréis sus palabras, y que os encantarán las fotos de algún proceso.

¿Quién dijo que la ciencia era aburrida?