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jueves, 13 de octubre de 2022

Sexo y drogas: afrodisíacos

Desde que el ser humano tiene consciencia de su existencia, limitada temporalmente y regida en buena parte por la búsqueda del placer, ha separado la sexualidad de la procreación.
De forma diferente que casi todos los animales, que buscan o aceptan relaciones sexuales como vía para perpetuar su especie, nosotros y unos pocos animales evolutivamente avanzados, como algunos primates y los delfines, tenemos una conciencia del placer sexual, que buscamos de forma activa y no dependiente de su función biológica.

Sabemos que tras las necesidades básicas de supervivencia, como el respirar, beber y comer, tenemos una serie de necesidades igualmente importantes para el desarrollo de la persona.
Son las necesidades de relación, a todos los niveles, como la del lenguaje, la de sentirse parte de un grupo, la del contacto físico, y las relaciones sexuales que implican intimidad y placer.




No puedo ponerme a analizar lo que ha sido el sexo en cada momento histórico, las prohibiciones que han pesado (y pesan) sobre él o el uso ritual que se le ha dado en cada momento y cultura.
Pero todas las culturas y las épocas, parecen tener en común un hecho: han buscado afrodisíacos. Podían ser comestibles o bebibles, objetos, o actos mágicos. Pero han agradecido la existencia de esas etéreas ayudas que les permitían mejorar su deseo sexual o la realización de sus actos.
El origen del término "afrodisíaco" se encuentra en la dios griega Afrodita, diosa de la lujuria, la belleza y el amor carnal.

Hace poco ha caído en mis manos el libro "Las plantas de Venus" (Venus es la equivalente romana de Afrodita), que está editado por Ediciones Cañamo, y ha resultado decepcionante su lectura. Podría ser un libro que hiciera un repaso histórico del uso de ciertas plantas, o un manual de uso de las opciones actuales, para aquellos que quieran probar las posibilidades vegetales que se nombran. Pero no es más que un compendio de algunas plantas que por una u otra razón, se les han atribuido poderes afrodisíacos a lo largo de la historia. No sirve pues como guía para el uso, ya que no habla de como usar ni de las dosis a emplear de manera que pudieran ser útiles.
Por si eso no bastase, el libro incluye algunas plantas que son bastante peligrosas de usar, porque más que otra cosa son tóxicas y mortales si uno se excede en la dosis (casi todas solanáceas). Y no parece seguir más que la lógica ya mencionada, la de nombrar y comentar por encima algo sobre cada planta, ya que mezcla en su oferta de plantas afrodisíacas vegetales que sus principios activos son totalmente opuestos: narcóticos como el de la adormidera del opio, estimulantes como los de la efedra y la coca, psiquedélicos como el del san pedro o las semillas que contienen ergina o amida del ácido lisérgico, y alucinógenos puros como los del estramonio.

Si un farmacólogo ve el orden que sigue el libro, diría que no tiene ni pies ni cabeza, al ofrecer sustancias tan dispares para conseguir un mayor deseo sexual o una mayor potencia. Y así es.
Pero a lo largo de la historia se le han atribuido propiedades afrodisíacas a todo aquello que fuera capaz de provocar un cambio mayor o menor en nuestra conciencia, en nuestros sistemas psíquicos de autocontrol o en nuestra percepción.

¿Por qué esto es así?
Pues porque a falta de conocer con precisión cuales son los mecanismos que regulan nuestro deseo y nuestro impulso sexual, podía servir casi cualquier cosa que provocase un efecto y que nosotros creyéramos que dicho efecto nos convertiría en dioses del sexo. Es decir, casi todas ellas han funcionado en algún momento y con alguna persona, por ser un placebo que químicamente estaba apoyado por un ligero efecto sobre nuestra psique.

Sería arriesgado decir que no existe ningún afrodisíaco en realidad, más que la propia creencia de que existe. Pero aunque es arriesgado, no está lejos de ser verdad del todo.

Si atendemos a nuestra cultura actual, el mayor afrodisíaco es el alcohol, que se toma con facilidad en cualquier evento social y que cumple además la función de ser una especie de lubricante social. Dadas las características complejas de los efectos del alcohol en nuestro cuerpo, que incluyen desde una leve alegría, a una efervescente exaltación de la amistad, y puede acabar con una perdida de control y desinhibición total, puede a algunas personas resultarles un afrodisíaco.
A una persona reprimida y tímida, que desea tener relaciones sexuales pero lo reprime por vergüenza o por otras cuestiones culturales, tal vez dos o tres copas de vino pueden hacerle saltar por encima de esas barreras autoimpuestas. No es la mejor manera, ya que al día siguiente recordará lo que ha hecho, y sera presa de la culpa ante su propio "pecado".
A una persona que le falte autoestima, tal vez bajo los efectos de un estimulante como la anfetamina o la cocaína, se pueda creer durante unas horas el rey de la pista, y sus actos más arriesgados o atrevidos pueden brindarle una noche de conquista, pero no hacen del estimulante un afrodisíaco.
Aunque no hay que olvidar, que esa "temeridad", puede tener consecuencias dependiendo del grado alcanzado, y una muy común es la de tener relaciones sexuales sin protección.
Así podríamos seguir con cada tipología de persona, y la sustancia que dada su barrera o bloqueo, podría ayudarle a lograr los favores de Afrodita, o más bien los favores de una súper breve terapia de autoayuda que le permitan superar los distintos miedos.

¿Quiere eso decir que no hay afrodisíacos de verdad? ¿Que no existen sustancias que si alguien las tomase se convirtiera en una persona ardorosa, excitada y abierta a cualquier relación sexual que pueda saciar ese desbocado apetito despierto?
Pues no. No los hay.
Al menos si entendemos de esa forma lo que es un afrodisíaco.

Alguien podría decirme que no es cierto, que sí que existe... y ponerme como ejemplo la famosa Viagra. En el mejor de los casos, le dará al varón una erección fuerte y duradera. Pero no le dará ni afectará en modo alguno al deseo sexual que pueda tener. No le excitará, ni le volverá ardoroso.

Si hablamos de Afrodita, no hablamos de tener un "músculo" duro. Hablamos de encender la pasión de alguien, o de una pareja que quiere un estímulo nuevo. Si los párrafos anteriores han logrado convencer al lector de que no existe la "cachondina" de las leyendas urbanas, podrá sacar algo provechoso de los siguientes.

Cada persona es un mundo, fisiológicamente, psicológicamente, y emocionalmente. Y si una pareja son dos personas, eso casi se convierte en tres mundos. No, la cuenta está bien echada.
Una pareja son dos personas con sus dos mundos, más un tercero que es el resultado de esa relación. De hecho, en diferentes relaciones con diferentes parejas, adoptamos diferentes roles.
Y no sería raro que lo que en una pareja nos excita, en otra pareja nos pueda dejar en "fuera de juego".

Cada pareja, en atención a lo que es y a sus integrantes, debería buscar sus propios afrodisíacos. Pero por norma, ni estimulantes ni narcóticos, ni enteógenos ni delirógenos, servirán para ese fin.

Hay una curiosa excepción a la que quería llegar.
Hay algunas sustancias, y alguna planta cuyos principios activos han sido calificados como entactógenos. ¿Qué quiere decir eso? La definición del término es algo así como "generadores de contacto profundo entre sujetos". Hablando en plata, producen un efecto en el que la persona busca el contacto profundo (psicológicamente hablando) con los demás.
Son la familia de la MDMA, que es la que mejor reproduce esos efectos.
No son enteógenos ya que no producen modificaciones de la percepción ni cambios anímicos tan fuertes e impredecibles como los que podría provocar la LSD o la mescalina.
Pero bajo su efecto ocurren ciertos cambios: eliminan la ansiedad, favorecen la comunicación, la confianza, la formación de lazos, y convierten el contacto físico en una experiencia muy grata, ya que se percibe de una forma diferente. Se podría decir que son las drogas del amor químico.
Aunque se ha promocionado el éxtasis o MDMA como un afrodisíaco genital, esto no es cierto.
No sólo no ayuda a conseguir una buena erección en el hombre, sino que la dificulta, y también hace difícil o imposible el alcanzar el orgasmo.

Una pena, ¿no?
Digamos que estas sustancias hacen que se generen momentos de una intimidad especial y casi mágica con las personas con las que la compartimos, y si esa persona es de otro sexo y nos resulta atractiva, las posibilidades de que se busque un encuentro físico, aumentan espectacularmente. Como todo, eso depende mucho el contexto, pero el efecto subjetivo facilita ese halo de "noche mágica" si las dos personas buscan un experiencia de comunicación más profunda, o un nuevo enfoque tal vez en sus relaciones.

Lo ideal en un afrodisíaco es que fuera capaz de unir esa sensación de deseo por el otro, junto a una estimulación sexual aumentada, o al menos, no limitada. Pero en este caso, no es tan simple como tomar una Viagra y tener una erección, sino que la experiencia con MDMA te hace pasar por una compleja observación de ti mismo, y no puede ser usada como algo para un "aquí te pillo y aquí te mato".
Existe una sustancia, creada por Shulgin en 1974 que produce un estado de alteración de la percepción, a dosis bajas parece resultar un entactógeno, y no sólo no molesta a los mecanismos sexuales del hombre para la erección y el orgasmo, sino que los potencia tanto en hombre como en mujer. Es la llamada 2C-B, que también existe en el mercado negro, y de la que otro día hablaré con más dedicación.

En el ámbito de lo vegetal, parece que los efectos de algunos Lotos y Nenúfares resultan también unos efectos muy agradables, suaves y que favorecen la comunicación y la intimidad, sobre todo si van con una pequeña dosis de alcohol, o macerados en un vino.
Pero este es un terreno del que aún se sabe poco, y no parece que haya interés en investigar ahí, así que la información procede de las experiencias de las personas que lo prueban.

En cualquier caso, ni bajo el efecto de la droga más avanzada, una persona conseguiría que otra que no le presta atención o no es de su agrado, se vuelva loca de deseo y sacie su apetito con quien sin droga no lo haría.
Seguramente y por mucho que se avance en este campo, no existirá nunca mejor afrodisíaco que el tener una buena autoestima, una agradable conversación, ser detallista y cuidadoso, y sobre todo nunca perder el sentido del juego y la provocación inteligente.

Quien pretenda cambiar la seducción por una pastilla, seguirá condenado al fracaso. Y siempre teniendo en cuenta que hacer que una persona tome CUALQUIER SUSTANCIA sin su conocimiento y su consentimiento, es un acto repugnante, cobarde, y con suerte penalmente sancionado.


P.S.: Aprovecho la ocasión para preguntaros a vosotros, los que leéis este blog, ¿cuáles son vuestros afrodisíacos preferidos? ¿alguna sustancia? ¿algún alimento?
Podéis dejar vuestras ideas y respuestas como un comentario más, pinchando en el link para comentarios al final de este texto.

domingo, 24 de enero de 2021

Vendo opio, tripis, marihuana, heroína...

 

Vendo opio, tripis, marihuana, heroína...

De camello a timadora online desde Granada.



**ACTUALIZACION: La timadora Emma está usando un número nuevo de móvil según nos han informado diversas fuentes. El nuevo número que parece que también usa la estafadora es: +34 610 05 63 9X (no damos el último dígito para evitar publicidad) además del +34 722 10 54 1X.



Empezamos este año 2021 con una información importante, para todos aquellos que usan las redes e Internet para establecer contactos con camellos que les puedan surtir de los productos que desean. De unos años a esta parte, los presuntos camellos en Internet se han multiplicado como setas: los encuentras en foros, en Instagram, en multitud de redes sociales...


Y parece que no les importa usar cuentas o dar datos que podrían llevar a la policía a su captura. Supongo que si eso ocurre, es porque la práctica dice que no pasa nada en la mayoría de las ocasiones, que la policía no puede controlar todo Internet y que no se van a dedicar a montar operativos para dar caza a trapicheadores de poca monta, teniendo miles de narcos que mueven cantidades muchísimo más grandes.


Dentro de lo que se anuncia en las redes, podemos encontrar de todo. Hay camellos muy respetables que hacen bien su trabajo y hay timadores que se dedican a sacarle el dinero a los clientes, apoyándose en que no creen posible que un cliente les vaya a denunciar si la estafa se produce en una supuesta compra de drogas. Y también existe el caso del que ha funcionado un tiempo como camello, haciendo tratos y enviando el producto pagado por sus clientes, pero por lo que sea tocan fondo y su despedida del negocio es terminar estafando al personal que aún les queda cerca.


Emma, la tipa protagonista de esta historia.


Se sienten seguros creyendo que al tener que ver con drogas, no van a ser denunciados, pero no se dan cuenta de que en España no es delito comprar drogas si es en una cantidad que se ajuste al criterio de consumo propio, pero venderlas -o regalarlas incluso, por poca cantidad que sea- sí es un delito de tráfico de drogas.


Y en este aspecto hay que tener en cuenta otra cuestión. Entre los usuarios de drogas ilegales, también se encuentran jueces, fiscales, policías, políticos, etc. A ellos les asiste el mismo derecho a comprar y usar drogas en su vida privada, aunque por las razones de sus cargos o profesiones, no suelen ser personas que se dejen ver públicamente al ir a conseguir el producto que desean. Por ello, estas personas suelen acudir con más frecuencia que el resto a métodos que no les obliguen a hacerlo presencialmente -como la compra a través de Internet- dejando que todo el mundo pueda ver que son consumidores de alguna droga, debido al estigma que esto genera en muchas personas.


De esto, los timadores que pululan por la red se aprovechan, hasta que dan con el hueso que no debían morder... como es el caso que a continuación voy a narrar.


Hace algo más de un par de meses, un amigo me preguntó si conocía alguna persona que vendiera opio, ya que tenía el antojo de probar el efecto de dicha droga. Yo tenía referencias de una mujer que en el pasado había hecho tratos con otros amigos míos, y se habían hecho sin problema. En principio, era un punto de fiar.


Así pues le pasé a mi amigo el contacto de esta persona, de nombre Emma, y que había hecho tratos en el pasado con otros conocidos míos. El contacto era un número de teléfono, el +34 722 10 54 1X (no doy el último dígito del teléfono para no hacerle publicidad, pero doy el resto para que cualquiera pueda comprobar si está en tratos con esta impresentable). **ACTUALIZACIÓN: La timadora Emma parece ser que hoy día usa, además del anterior, otro número de móvil: el +34 610 05 63 9X.


Mi amigo se puso en contacto con ella, le preguntó si seguía teniendo opio y ella le aseguró que sí. De esta forma mi amigo le hizo un pedido mínimo -2 gramos de opio- para comprobar tanto la fiabilidad de la persona como la calidad de lo que decía vender. Luego establecieron la forma en que se llevaría a cabo, para que quedase constancia de que el envío se producía correctamente.


La forma más habitual para realizar estos intercambios es mediante una carta postal en formato urgente. ¿Por qué? Si el envío lo realizas de forma normal, no hay prueba de que se haya producido. Y si lo envías certificado, la persona que envía debe dar sus datos reales. Sin embargo, mediante el envío urgente, nadie te exige tus datos y al mismo tiempo -en el ticket de pago que Correos te da- obtienes un número de seguimiento del envío, que puedes comprobar mediante la web de Correos. De esta forma, tanto cliente como vendedor pueden seguir la evolución del envío, y comprobar si ha sido entregado o no.


Pues bien, al cabo de unas 2 semanas de haberle dado el contacto a mi amigo, este me consultó si debía pensar que le habían timado, ya que él había efectuado el pago a esta mujer mediante BIZUM y el producto no había llegado a su destino, a pesar de que ella le decía que lo había enviado.


En este punto, yo me puse en contacto con la vendedora para ver qué ocurría. Ella aseguraba haber enviado el producto, pero cuando le pedí que me diera el número de seguimiento del envío, dijo que no recordaba dónde lo había puesto y que lo había perdido. Aquí empecé a sospechar, ya que lo habitual en estos tratos es darle el número de seguimiento al cliente en el mismo momento que se realiza el envío (una foto con el móvil y listo), y ella no lo había hecho.


Como no tenía ninguna prueba de haber realizado el envío, y aseguraba que ella no le estaba timando a nadie, le hice ver que le tocaba realizar de nuevo el envío, y que esta vez lo hiciera correctamente: entregando el número de seguimiento al cliente en el mismo momento que se enviara para que -en caso de problemas- quedase claro que el envío se había producido y que no se había entregado.


La tipa recibió el mensaje con claridad, y específicamente cómo debía de proceder para que no hubiera sospechas. Le especifiqué que debía enviar una foto del ticket con el número de seguimiento en el mismo momento que se enviase el producto. Y ella simuló no tener problema alguno con ello.


Sin embargo, empezaron a pasar los días y mi amigo no recibía noticia alguna, ni llegaba paquete alguno. Así que me tocó volver a contactar a la tipa y preguntarle qué estaba pasando.


Y aquí comenzaron las excusa surrealistas y los intentos de generar una prueba de envío falsa para intentar fingir que lo había enviado. Primero se hizo muy difícil lograr que te respondiera los mensajes por Whatsapp (la tipa hace los tratos así, ni siquiera saber usar Telegram en modo seguro para evitar dejar huellas que la incriminen en un delito de tráfico de drogas), y cuando lo hacía decía que es que había estado “trabajando”. Cuando le pedí de nuevo las pruebas del envío, dijo que es que aún no había podido enviarlo, que estaba “mala”, pero que ya tenía preparado todo. Pasaron unos días y seguíamos igual, así que me puse en contacto con ella de nuevo, y me dijo que es que había ido a enviarlo pero que la oficina de Correos estaba cerrada (aunque al principio decía que lo había enviado pero que no salía hasta el día siguiente... WTF??!!). Pasaron otros días sin saber nada, y al volver a pedirle explicaciones, me pasó unas imágenes de unas “etiquetas” que se pueden generar en la web de Correos para adelantar tiempo y facilitar el envío, pero que no demuestran que se haya llegado a enviar nada.





La primera de las etiquetas, además de contener datos como su nombre y apellidos (que puede ser real o no) y su dirección en Granada, correspondía a un paquete preparado para enviarse de forma común. Es decir, no era ni una carta urgente ni iba como urgente ni nada que tuviera que ver con cómo se habían acordado las cosas. Y además, aunque figuraba el nombre del destinatario, el paquete se enviaba a una oficina de Correos y no a la dirección que le habían facilitado para ello.


Le pregunté sobre ambos asuntos, y sobre que fuera un paquete y no una simple carta en un sobre acolchado, me dijo que es que no se podía enviar como nosotros le habíamos indicado, que tenía que ser como paquete. Eso es falso, ya que para enviar 2 gramos de opio (que ocupan lo que un botón), no necesitas un paquete. Ella decía que sí, porque lo mandaba oculto en un doble fondo, y porque además -como compensación por los problemas- había incluido unos tripis y marihuana en el envío. No tiene mucho sentido intentar montar un escondite para el producto y al mismo tiempo poner tu teléfono y tus datos... ¿verdad?


En cuanto a que el envío no fuera dirigido a la dirección que tenía que ir, sino que iba a ser entregado en una oficina de Correos, me intentó convencer de que esto era así, de que era normal que no apareciera la dirección real y de que apareciera la de una oficina de Correos. Por supuesto esto no es normal, y menos cuando se ha acordado que se envíe una simple carta urgente. En este punto yo ya tenía casi al 100% claro que estaba timando al cliente y que ni había realizado el primer envío ni iba a realizar ningún otro.


Pero tampoco había nada que perder ya por dejar pasar unos días, y como era de esperar, siguió sin ocurrir nada: ni llegaba el envío, ni le pasaba al cliente el número de seguimiento. Así que volví a contactar con ella y a hacerle notar que “todo el asunto olía fatal” y que el cliente a quien estaba intentando estafar era alguien que le podía complicar la vida mucho, por su trabajo y su relación con el ámbito judicial y policial. Y que complicarse la vida por 60 euros (el dinero que había estafado) era una jugada muy poco inteligente.


Ella seguía argumentando que no estaba timando a nadie, y de paso me reconoció que era cierto que la etiqueta que me había pasado estaba mal, pero que ya lo había corregido y que tenía el paquete listo para que pasasen a recogerlo. ¿Cómo? ¿Para que pasasen a recogerlo? Y me envió otra captura de pantalla hecha con el móvil de una supuesta recogida que se iba a producir al ese mismo día, y que no servía de prueba de nada (salvo de que aún no lo había enviado, y ya había pasado un mes desde el inicio de toda la movida).





Por supuesto, pasaron los días y ni llegó el paquete ni dio un número válido de seguimiento (el número que aparecía en la captura de pantalla no producía ningún resultado, ya que el paquete no se había enviado). Cuando volví -días después- a preguntarle por el tema, se hizo la cabreada contándome un cuento de que a su marido le habían metido en la cárcel y tenía que ir ella a sacarle... y que no estaba para otras tonterías.


Le pregunté si creía que éramos gilipollas y que no sabíamos cómo funcionaba una detención: la policía te mete en el calabozo hasta que te ponen ante un juez, que es quien decide si te deja en libertad o te manda a prisión. Y ella siguió inventando cosas y diciendo que no teníamos ni idea de cómo funcionan esas cosas, y que ella tenía que ir a sacar a su marido de la cárcel.


Aquí la cosa estaba ya totalmente clara. Aunque en el pasado había realizado tratos con otras personas, ahora no era más que una estafadora que se buscaba marrones por 60 euros de mierda, dejando un reguero de huellas que nadie en su sano juicio dejaría, menos si estás estafando a alguien. Cuando le advertí que el cliente no iba a dejar pasar el asunto, aunque esa cantidad de dinero le diera igual, y que se iba a publicar todo lo ocurrido a petición del estafado (y que yo no tenía intención de que se manchase mi reputación por vincularme con una cutre-estafadora) su reacción ya fue la habitual en estos casos: insultar, negarlo todo, amenazar e incluso hacerse la víctima.


La cosa nos había quedado totalmente clara. Mi colega tuvo la mala suerte de hacer un trato con una tipa que había pasado de camello a estafadora online. Y la decisión estaba tomada: se publicaría todo el material para evitar otras víctimas y dejar al descubierto a la timadora.


A la vez, me tomé la molestia de avisar a todo aquel que sabía que había hecho tratos con ella, para que fueran conscientes de que se había convertido en una "palera" online y de que no debían hacer trato alguno con esa persona ya.


Al dar esa información, hubo personas que me contaron cosas curiosas de la tipa esta, como que hacía unas semanas había enviado un mensaje de Whatsapp a varias personas, pidiéndoles desesperadamente en plena madrugada que le enviasen dinero para “pagar al cerrajero” como excusa de una emergencia. Por supuesto, nadie le envió ni un duro. 


También había enviado mensajes a la gente unos meses atrás, intentando vender un teléfono móvil que aseguraba que estaba casi sin usar, y tampoco tuvo éxito alguno ya que nadie picó en su oferta. Eran señales propias de una yonqui desesperada buscándose la vida con mentiras y cuentos que, de haberlas sabido a tiempo, hubieran evitado que mi amigo se viera estafado por esta tipa.


Ahora, mirando hacia atrás desde este punto, yo recuerdo un hecho que encaja perfectamente con alguien que ya no tiene problema en engañar para conseguir algo de dinero. Hace casi un año, me envió un mensaje de Whatsapp preguntándome si sabía de alguien que quisiera comprar una “inyección de epinefrina”, que tenía una amiga en el hospital que la había robado y se la había dado, y que era una droga muy potente que te ponía “de la ostia”


Yo pensé que era la ignorancia propia de estos trapicheadores de bajo nivel, y que realmente se creía que esa inyección servía para colocarse. Le expliqué que dicha inyección no colocaba, que la epinefrina era uno de los nombres de la adrenalina, y que inyectarse eso sólo provocaría taquicardias y malestar a quien lo hiciera. De hecho, esas inyecciones son las mismas que suelen tener algunas personas alérgicas, para poder inyectárselas si sufren un shock alérgico por alguna razón. Y se pueden comprar sin demasiado problema en la farmacia. ¿Era ignorancia o desesperación por intentar timar a alguien?


Hay otro detalle “divertido” en todo este asunto, y es que cuando la tipa hacía los tratos con sus clientes, les contaba una película totalmente falsa sobre el opio que vendía. Según ella, era “opio de la Bayer”, que provenía de plantas modificadas genéticamente para producir más morfina -más potentes- que extraían del látex de la planta. Para empezar, la compañía Bayer no cultiva opio (ni en España ni en ningún sitio). La única productora de dicho material era la compañía Alcaliber. Además, el opio que se planta en España para usos legales, no se recoge mediante la extracción del látex, sino que se recoge toda la planta y se extraen los alcaloides de la llamada “paja de adormidera”, en donde va toda la planta triturada en seco. Y no, no existen plantas de opio modificadas genéticamente para producir más morfina. Otro montón de imbecilidades que esta tipa le contaba a la gente para que pensaran que ella tenía un producto mejor que otros.


De ese cuento tenemos el audio que la timadora envió al cliente, y que os dejamos aquí para que podáis escucharlo y de paso conocer la voz de esta tipa, para que no pueda estafar a nadie más aunque cambie de teléfono.


https://sndup.net/3mkx


Y ya sabéis, no dejéis que los timadores se salgan con la suya. Divulgad la información y no tengáis miedo en denunciar: el delito lo cometen ellos y no vosotros.