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jueves, 5 de julio de 2018

Psicosis y cannabis: ¿asociación real?


Psicosis y cannabis.

Siempre nos dijeron que el cannabis te podía volver loco, pero nunca que podía ser usado para rescatar personas en la locura y el sufrimiento de distintas enfermedades mentales. El mantra fue -y es- aún algo constantemente repetido: el cannabis crea esquizofrenia. Pero no era cierto, sino que era la interpretación torticera de unos datos que tenían sencilla explicación.

La esquizofrenia -palabra que viene del griego schizein que significa “dividir” y phren que quiere decir “mente”- es un trastorno que aparece casi en el mismo porcentaje en toda la especie humana: aproximadamente entre un 1% y un 2%, dependiendo de los criterios diagnósticos. 

Es una “constante” que aparece en todas las civilizaciones y que parece ser algo menor en los países menos desarrollados, y en los desarrollados alcanza el máximo exponente entre las personas “sin hogar” que llegan a arrojar cifras en torno al 30-40%.

El término incluye varios trastornos distintos pero que tienen en común que resultan en trastornos mentales de tipo grave, crónicos, y que alejan a la persona del contacto con la realidad por los problemas perceptivos y de autoconciencia que genera en el sujeto. 



Este trastorno suele debutar -ese es el término clínico- en la adolescencia tardía y adultez temprana. ¿Por qué? La falta de ajuste de la persona con la realidad que vive, es más difícil de conciliar en la medida en que la persona va ganando roles de adulto (autonomía) frente a los de menor (receptor de cuidados), siendo llevado con más facilidad por los acontecimientos -intrínsecos en la propia existencia- a ese punto de ruptura que se conoce como “brote psicótico”.

¿Qué puede hacer que una persona llegue al brote? 
¿Todas somos susceptibles?

Pues no todos llegan a ello, y como decimos sólo un pequeño porcentaje de personas se ven arrojadas a la psicosis y la dura batalla de la enfermedad mental, y es que para que ocurra debe existir una predisposición que es idiopática (o propia del sujeto) más un contexto favorable para la aparición del brote. 

Ese contexto puede ser desde una noticia emocionalmente intensa, como la muerte de un familiar, amigo o mascota, la ruptura de una relación afectiva, el ejercicio físico extenuante y la falta de reposo a cualquier alteración grave que “descoloque” al sujeto frente a la realidad que tiene que gestionar. Eso incluye el uso de drogas, desde alcohol a cannabis, desde cocaína a LSD.

Por supuesto que unas sustancias tendrán un mayor potencial que otras para descolocar al sujeto en función de su farmacología y efectos. Atendiendo a ese punto, sí se puede considerar que las sustancias con un perfil psiquedélico como la LSD, los hongos psilocibe o la DMT, sí son sustancias más complejas de manejar en los aspectos perceptivos, y por lo tanto son más proclives a ser “la gota que colma el vaso” de una mente que sólo esperaba el momento adecuado para manifestar su condición.

Dentro de ese grupo de sustancias, se incluye el cannabis también. El cannabis no sólo tiene efectos como depresor, ansiolítico y analgésico. Los efectos psíquicos del cannabis -los agudos para quienes no están acostumbrados- son de tipo psiquedélico, aunque incomparablemente más suaves que los de drogas como la LSD.

¿Por qué se dice eso del cannabis entonces?

Dado que la edad de inicio de consumo de cannabis suele coincidir con la adolescencia y primera adultez, es un hecho que coincide temporalmente con la edad de manifestación de estos trastornos. Y como el cannabis es la sustancia más frecuentemente usada como “fetiche de adolescencia” con el que violar alguna norma, las posibilidades de que en un grupo de jóvenes que consuman cannabis haya alguno que pueda desarrollar psicosis, no son cero por desgracia.

Pero culpar del trastorno a algo que -simplemente- ha provocado su manifestación, es rizar el rizo. Los psiquedélicos lo llevan escrito en su nombre: expanden el alma o mente. Simplemente, no todas las mentes necesitan “ser expandidas” ni responden bien a dicha experiencia; no todas las personas gustan de las mismas drogas, como tampoco de las mismas películas, relaciones o situaciones, en los distintos momentos de su existencia.

Lo que la ley frenó: cura para muchos males.

Ahora resulta que la vinculación de la palabra psicosis con el cannabis no es exclusivamente negativa. Hace unos días, el presidente de la Sociedad Española de Patología Dual (SEP), Miguel Casas, salía rompiendo una lanza a favor del cannabis, cuando dijo que se estaban esperando avances en la farmacología de derivados del cannabis con resultados espectaculares. Apuntó también que hay derivados del cannabis, como también de la cocaína o el tabaco, que actuaban “mil veces más rápido” que los fármacos con los que se tratan actualmente las dolencias en salud mental.

Así mismo remarcó que a pesar de que desde la antigüedad se usaron de forma terapéutica la mayoría de las sustancias actualmente calificadas como drogas, la prohibición provocó que durante más de 50 años la investigación con estas sustancias estuviera detenida en la práctica, por lo que a día de hoy no se conoce tanto como nos gustaría los efectos terapéuticos aplicables a los pacientes de distintas patologías.

El reconocimiento textual que hacía Miguel Casas al cannabis no es menor, tratándose de quien se trata y teniendo en cuenta el habitual sesgo prohibicionista en los profesionales de la “patología dual”; su presidente lo dejaba meridianamente claro con sus palabras: El cannabis tiene entre 60 y 200 sustancias y sólo conocemos cuatro, al igual que del tabaco o de la coca. El opio ha sido el medicamento de la humanidad y se ha prohibido durante 50 años investigar sobre el efecto que tiene. Esto lo tiene que hacer la industria farmacéutica, pero existe un miedo a plantear esta investigación, que es muy cara, porque hay una parte religiosa y semi-política en toda ella

Levantar el dedo para señalar los miedos de todo un colectivo como el sanitario y apuntar a cuestiones políticas y religiosas, es no tener miedo a decir las verdades. Hace unos días
exponíamos el caso de un niño convulsionando que cesaba de convulsionar y volvía a estar “normal” en unos segundos tras la aplicación de un extracto de cannabis en la planta de los pies. Lo contamos porque si bien es conocido el poder del cannabis para detener las convulsiones, no lo es que la vía de administración pudiera ser esa con las ventajas que presenta, tanto para el paciente como para sus cuidadores.

No es apunte ocioso, ya que señala directamente situaciones en las que un daño orgánico (en ese caso por las convulsiones) y el daño subjetivo o sufrimiento podía estar siendo paliado de forma efectiva por una sustancia cuyo único pecado es haber sido prohibida y no estudiada, como señala Miguel Casas, por razones políticas y religiosas. Eso que es claro para este tipo de pacientes, parece que se irá viendo como una evidencia en el futuro de otras patologías.

Es muy posible que en la medida en que se siga avanzando en el conocimiento de estas sustancias, y de las puertas que nos abren al posibilitarnos conocer los sistemas subyacentes que se ven afectados por su funcionamiento, abra puertas en campos tan poco esperados como el control del apetito, no sólo para pacientes que tienen problema a la hora de comer por falta de hambre como ocurre en varias patologías en las que la planta de cannabis -en sí misma- resulta efectiva: también en sentido contrario, o para eliminar un apetito excesivo que pueda llevar a un sobrepeso u obesidad. Sí, a pesar de que a todos (nosotros los fumetas) la idea nos puede resultar chocante, no lo es para el ojo de la ciencia que bien sabe que aquel interruptor que provoca un aumento de una función, también puede ser “tocado” para producir una disminución de la misma, y que por lo tanto los mecanismos subyacentes en el aumento del apetito con el cannabis abrirán la puerta a fármacos mucho más precisos, con menos efectos secundarios.

Hoy por hoy la investigación reabre la senda de lo que le estuvo vetado durante años, de forma injusta y causando daño a la población. Cuando esos caminos estén bien desbrozados, no nos extrañaría ver al cannabis como protagonista en la cura de las distintas manifestaciones psicóticas o de otros procesos en salud mental, pero tampoco como estrella farmacológica para conseguir ese tipo deseado de cara a la “operación bikini”. 

Las posibilidades son inmensas, y en este campo veremos un importante avance de los usos posibles del cannabis como planta, también, gracias a las variedades CBD que se están sacando al mercado: colocar “no colocan” tanto, pero funcionan terapéuticamente de maravilla y es lo buscado en este caso.

Y es que cuando se abren las puertas del conocimiento, todo puede ser posible con el cannabis: de enemigo a aliado de la salud mental. 


Texto publicado en Cannabis.es originalmente.

martes, 5 de septiembre de 2017

Profesionales de la salud y drogas.

Este texto sobre profesiones sanitarias y drogas fue publicado en la revista VICE. Esperamos que os guste y que os deje claro que los que más drogas toman son esos profesionales de la salud... "ajena".

Aquí el que no corre vuela, nadie vuela recto, y pájaro que no vuela... a la cazuela!!

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Profesionales de la salud y drogas.

No olvido -ni creo que nunca lo haga- la cara, el cuerpo y la voz del primer “practicante” (como se les llamaba en los 80) que conocí. Se llamaba Carmelo. Su nombre en mi casa era la representación del terror hecho chuta. 

Todavía no se debía estilar mucho lo de las jeringuillas desechables de un solo uso, porque no sólo llegaba a tu casa una especie de ogro enorme y calvo, con una voz gutural como el eco del infierno, sino que tenías que pasar el trance de ver cómo se preparaban los instrumentos para tu tortura. Ahora suena raro eso, pero antes veías como esterilizaban la jeringuilla de cristal y las agujas ya clavadas en otros con alcohol ardiendo en un recipiente....




Ese ritual, el ogro Carmelo, el olor a alcohol caliente, la visión de la aguja, tus padres sujetándote y tú gritando como un poseso para que al final te trincasen bien (era un mierdas de 5 años, uy si no....) y te metiera una banderilla -con mucha malaostia- un tipo que era el que pinchaba a los militares y a los pobres seres humanos que eran forzados a hacer el servicio militar obligatorio o "mili" (a la que yo fui insumiso).

Creo que si no me gusta mucho pincharme drogas, cuando no tengo reparo alguno en tomarlas por otras vías, responde a criterios de “esterilidad y pureza” de las drogas pero también a un cierto miedo incrustado en el desarrollo y la infancia. No me gustan las agujas, me recuerdan a Carmelo, y me asusto. Así de triste infancia, sí. 

Como Carmelo se convirtió en un recurso usado en mi casa de forma rutinaria (desde un aceptable “si no te tomas la medicina, vendrá Carmelo” hasta un chantajista “si no te tomas la sopa te pondrás malo y vendrá Carmelo”) pues es un personaje que en cierta forma seguí. En el barrio no somos muchos y nos conocemos todos, así que años después, en plena “new wave prohibicionista de la heroína como droga lúdica” en la que palmaron tantas personas en España, supe que era un tipo muy cotizado. 

Cuando hablaba con los colegas, consumidores de heroína con 13 años y mencionaba a Carmelo (que era conocedor de casi todos los culos y brazos de mis colegas) había un curioso silencio en el aire y alguna que otra bala perdida en forma de risotada. 

El tipo era un crack en esto de ponerte unas flautas de coca y caballo acojonantes, con la “seguridad añadida” de un profesional de la salud, y asegurándote higiene y nada de marcas jodidas de explicar.

Contactar con él para esos servicios, requería de un nivel que yo por aquel entonces ni tenía ni aspiraba a tener, pero era el enfermero que ayudaba a drogarse, con cuidados propios de un profesional, a muchos yonquis de los que puedes imaginar con esa palabra, y a otros que no imaginas. A la vez que se hacía sus extras con la peña, llevaba el “mantenimiento” de algunos “eliteyonquis”, profesores de la Universidad y médicos del Hospital Clínico. 

Era un tipo discreto, que había visto mucho y conocido mucho. Era esencialmente pragmático: él ganaba un dinero por sus servicios y prestaba una atención de calidad sanitaria. Posiblemente la primera persona de mi vida que estaba implicada en Reducción de Riesgos en drogas, aunque el término no debía ni existir en aquella época.

Si él consumía o no drogas de alguna clase, es algo que creo que nadie sabe a ciencia cierta, pero que las conocía todas mejor que los propios médicos -bastante torpes a la hora de gestionar sus hábitos- era algo aceptado por todos los que le conocían. Pocos doctos doctores contradecían una opinión de este enfermero.

Dentro del área de consumidores de drogas en las profesiones sanitaria, tenemos algunos curiosos grupos, que en cierta forma tienen que ver con el contacto (accesibilidad) a las drogas usadas. Los menos yonquis -por decirlo de alguna forma- son el grupo de podólogos, terapeutas ocupacionales, fisioterapeutas y psicólogos clínicos. 

En principio, ninguno de ellos tiene acceso a las drogas que usen sus pacientes o a un almacén, por la actual ley al respecto. Los terapeutas ocupacionales y los psicólogos pueden tener un mayor contacto con población consumidora de droga, e incluso supervisar sus consumos en un lugar concreto, como una “Sala de Venopunción Asistida” o en una casa de acogida dentro de un modelo de “contexto de baja exigencia” en el que se tolera el uso de drogas dentro de ciertos parámetros, como forma de poder actuar -en otros campos- sobre la persona y su salud biopsicosocial. No son de los más yonquis, pero sí de los más tolerantes.

Ascendiendo un poco, encontramos a los enfermeros. En este grupo se nota mucho la especialidad de cada uno, y es probable que uno de enfermería pediátrica no recuerde ni qué es la codeína ni para qué se usa, mientras que los de oncología e intensivos, saben administrar microdosis de las drogas más pintorescas por las vías más raras, con gran maña para revertir depresiones respiratorias a tiempo. 

El roce hace el cariño, y en este grupo tengo grandes amigos que también prestan servicios (no tan profesionalmente como Carmelo en los 80) con sus artes en poblados y casas, porque además de enfermeros son consumidores. Muchos no consumían en inicio drogas sacadas de su trabajo, sino que el hecho de saber inyectarse y de tomar drogas por otras vías, les llevó a ello. Y son enfermeros en activo, que hacen correctamente su trabajo en el hospital o clínica. Como otros muchos, si les cae algo interesante que tomar en sus manos, se lo cogen para “investigación personal”. 

En este punto quiero citar a un gran amigo que, conocedor del propofol y de su capacidad para inducir sueños de tipo erótico y muy placenteros, estuvo a punto de matarse y hubiera sido el primero en España imitando a Michael Jackson. Le pude detener justo antes de que diera el paso, razonando con él por internet, haciéndole ver que si se clavaba la chuta sin alguien consciente controlando, lo más probable era que muriese. ¡¡Le podían las ganas al muy cabrón!! Ciertamente, yo también tengo ganas de meterme propofol, pero con un anestesista al lado (los mejores gestionando drogas, con la vergonzosa excepción del yonqui Maeso), mucho mejor.


El yonqui Maeso que contagió la hepatitis C 
a cientos de personas, 
por pincharse primero él con los opioides 
y luego a sus pacientes, en un hospital público... 


Luego están los farmacéuticos, que tienes de los dos tipos: los que no se drogan o los que se lo comen todo. Intercambio “regalos” con “farmas” de todo el continente, y son buenos profesionales con formación para elegir con cabeza. No he conocido a ningún farma que acabase por el mal camino y “con la incapacidad” por consumo de drogas o de alcohol (otro clásico de la medicina). Son grandes educadores, al mismo tiempo, que deberían ser más escuchados por la clase médica.

Y llegamos al top de los grandes: los que tienen el poder:  los médicos. También se podrían repartir en especialidades, pero sin embargo en estos el vicio es bastante transversal. El hecho de poder disponer de recetas que no levantan sospecha alguna para los fármacos no estupefacientes (de receta normal) y de poder usar también, como médicos, los estupefacientes disponibles, les da acceso a morfina y opioides a tutiplén, a estimulantes como el metilfenidato o la dextroanfetamina con lisina que ahora han introducido de nuevo en el mercado (Elvanse) y a todo lo que puedan coger de la farmacopea legal. No me extraña mucho que tengan tanto vicio los cabrones, tras haber leído a Escohotado contar como la mayoría de grandes médicos anteriores a la prohibición de las drogas, eran generosos consumidores de las mismas (de los de 5 gramos de morfina por vena al día) sin que esto les supusiera ningún problema para el ejercicio ni un estigma que les apartase de su trabajo.


Aquí un honrado anestesista, 
no un yonqui de esos que pueden hacerte algo 
y pegarte el SIDA si te escupen... :P


Un conocido psiquiatra de mi ciudad consume una caja diaria de metilfenidato, que compra en mi misma farmacia. ¿Consume? 

Teniendo en cuenta que se cotizan bien esas pastillas por los estudiantes de la ciudad, no creo que se coma 30 pastillas cada día, pero compra una caja diaria. 

Lo que no es sencillo es ver psiquiatras en ambientes más marginales como las casas o los poblados. Tampoco médicos en activo, que suelen ser atendidos en los puntos de venta de droga más selectos de la ciudad (especialmente cocaína pero también heroína) de la misma forma que cuando “algunos del ayuntamiento” se quedan sin farlopa: la casa se cierra poco antes de su llegada y se le atiende sin que nadie le vea. Normalmente de madrugada. Si alguien viera o dijera algo, por ver entrar a un médico de noche en una casa, siempre puede quedar cubierto como una urgencia que tuvo que atender. Pero la realidad es que finalmente se sabe quienes son, porque cuando la urgencia te empuja a tener que pillar a las 4 de la mañana y no esperar que algún “tele-droga” te lleve el tema a tu casita para no dar el cante, es que empiezas a estar algo pilladete... amigo médico.

Son estos últimos los más reticentes a aceptar su contacto con drogas, legales o no. El estatus social se lo pone más difícil. Recuerdo a mi psiquiatra, fundador de Alcohólicos Anónimos en mi zona, al que le gustaba el whisky cosa mala y me quería enseñar a beberlo, para que no tomase opiáceos. Cada maestrillo con su librillo, ¿no?

Además pude conocer por él -sin nombres- el historial de muchos profesores y médicos que él supervisaba por razones legales

No olvidaré el día que me dijo, charlando de cultivo de cannabis, que cierto médico tenía una habitación de casa llena de focos y marihuana. Le contesté que no era un mal hobby. Me dijo que en la habitación de al lado, coleccionaba bragas usadas, juguetes sexuales usados por prostitutas y armas blancas usadas en crímenes

Le pregunté cuál era su especialidad: 
bioética, contestó con una sonrisa giocondesca...



domingo, 15 de junio de 2008

Síntesis casera de LSD! Adictos a internet en busca de cura.


La síntesis de LSD ha sido desde hace 50 años, motivo de búsqueda y aspiración de muchos.
Las razones para ello podían variar desde haber "sufrido" una iluminación reveladora con esa sustancia, y querer compartirla masivamente con toda la humanidad, al simple afán de lucro.







No voy a decir que sea la síntesis química más difícil de la historia. No lo es.
De hecho hay muchos medicamentos que requieren síntesis mucho más complejas, y en comparación puede resultar una nimiedad.
Pero de las drogas de uso común existentes en el mercado, es posiblemente la más difícil, la que requiere de un material más preciso y unas condiciones más estrictas, por lo frágil de la molécula y lo fácil que resulta que se dé un proceso de isomerización de la misma, convirtiendo la deseada sustancia en un hermano mellizo sin actividad.

No estaba vivo en 1970, pero imagino que en aquel entonces, la información estaba restringida a los círculos en los que era relevante. No porque se escondiera, sino porque no encontrabas en el kiosko o en la peluquería revistas sobre química orgánica.
Y aquellos que en un momento dado se planteaban realizar dicha síntesis, tenían previamente una formación que nada tiene que ver con la actual de muchos que se lo plantean.

Internet, que ha sido posiblemente la creación con más repercusiones sobre la conciencia global y la visión del mundo, de todo lo creado en el siglo XX, ha democratizado el acceso a esa información.
Es una suerte, ya que facilita que cualquier curiosidad o interés pueda encontrar ámbitos de desarrollo y de información en segundos. Si eres capaz de leer inglés y tienes unos criterios mínimos de seriedad para evaluar la información que cada página ofrece, puedes acceder a conocimientos que antes estaban limitados a minorías.

Pero internet también ha traído otros males, o mejor dicho, malos usos o usos poco inteligentes, en los que muchos creen que aquello que leen es tan real en una página web de cualquier bromista que en la de una revista especializada en síntesis de fármacos -siendo además harto improbable que lean la segunda opción en lugar de la primera-.

Demasiada información puede ser tan negativa como la ausencia de ella, si no se han desarrollado recursos para aprender a discernir lo útil de lo grotesco. Y siguiendo las pautas de una sociedad que se sostiene en el consumo como mecanismo de recompensa del cerebro global, hay quien trata de la misma forma lo que internet ofrece.

¿Internet suena a droga? 
¿Malos usos y buenos usos? 
¿Aséptica en sí misma?

No es de extrañar. Incluso dentro de poco se podrá estar oficialmente enfermo por culpa del mal uso de internet. En Marzo, Jerald Block, un psiquiatra estudioso de las nuevas tecnologías, ha propuesto oficialmente, a través del American Journal of Psychiatry, que se incluya la adicción a internet como enfermedad mental en el omnipresente y todopoderoso catálogo de enfermedades mentales conocido como DSM, en su próxima edición que sería la quinta.

La presenta de 3 tipos: juego excesivo, consumo de sexo virtual excesivo, y exceso de comunicación por email y mensajería.
Las 3 variantes tienen en común varios aspectos: un uso excesivo (ya, es de perogrullo) asociado a la perdida del sentido del tiempo y abandono de otras ocupaciones primarias; un síndrome de abstinencia con reacciones de agresividad, tensión y depresión si no se puede acceder al ordenador; tolerancia (sí...) definida como necesidad de mejores y más hardware y software, y más horas de uso; y por último repercusiones negativas en el plano social que incluyen discusiones, mentiras, bajo rendimiento, aislamiento social y cansancio en otras tareas.

Por supuesto que ésto es excepcionalmente bien recibido por una industria farmacéutica que apoya y crea nuevas necesidades (en este caso enfermedades) que se puedan tratar con nuevos fármacos creando "granjas" de consumidores de sus productos... todo sea por la salud!!

Sin haber sido aún incluida en el futuro DSM-V, ya se plantean sus tratamientos (farmacológicos) y se da la alarma sobre sus peligros.
Se habla desde 10 muertes por fallo cardio-pulmonar en Korea debido al exceso de uso del ordenador, a asesinatos por cuestiones relacionadas con los juegos en red.
El cálculo (goloso, muy goloso) es que el 80% de los enfermos, que precisamente son niños y jóvenes -los clientes menos accesibles de las farmacéuticas-, necesitarán medicación, y que alrededor del 25% requerirán hospitalización.

Retomando el hilo. En cuanto ésto esté puesto sobre papel, empezarán a surgir nuevos grupos más definidos de adictos, con características más concretas.
Adelantamos uno de ellos: los "chemical role players".
¿Quien no soñó alguna vez con ser un químico que mezclaba potingues en matraces y lograba una fórmula secreta y única? La ausencia de un Cheminova en la infancia de una mente preclara tiene peores consecuencias que la falta de un Scalextric.

Esa proyección la encontramos desde hace un tiempo repetida una y otra vez en diversos sitios de internet, de cualquier idioma.
Los hay que se empeñan en hacer metanfetamina, y deciden usar el método "no tengo ni idea de cómo, pero por mis cojones que tiene que salirme". Otros apuestan por la MDMA y creen que en cocina de casa, y preguntando qué tienen que mezclar en la olla, van a conseguir la síntesis.
Pero como decía al principio la LSD es la reina, por su dificultad, aunque a veces se lean cosas como "es que es lo más habitual que hacen los universitarios para sacarse un dinerito extra".

Por supuesto que hay químicos capaces de eso y de más, pero su formación y charlas en la red nada tienen que ver con las anteriormente mencionadas.

Pero para acabar con esa frustración, un desinteresado personaje ha conseguido la primera síntesis de LSD casera con materiales al alcance de cualquiera. No sólo eso: la ha explicado y la ha ilustrado con imágenes.

Este es el texto donde lo narra...

"He estado metido en un proyecto secreto que se me ha antojado largo y tedioso, con muchas dificultades que sólo mi titánica paciencia me ha ayudado a superar.
El resultado es una increíble producción de LSD en un nuevo formato que se explicará a continuación.
Me dispongo a colgarlo aquí, ya que últimamente hay tantos usuarios interesados en la síntesis de LSD de forma casera, y yo, al haberlo conseguido, quiero compartirlo con todos vosotros. Espero ser recordado como el sucesor de Hoffman.

Aquí tenéis las instrucciones:

Lo primero de todo, reunir un costoso y puntero equipo de laboratorio, que después de estudiar miles de catálogos, aconsejo adquirir en el Toys'R'us.

Este es el equipo que he comprado, por menos de 100€. Económico, sin duda:

1º y básico. Quimicefa: 
El gran laboratorio casero de química experimental.






2º El chuchelandia. Con él conseguiremos presentar el LSD en este nuevo soporte especial que he inventado.






3º Muuuucha cerveza marca Foster.

Son la base de nuestra síntesis de LSD....



4º. El supercinexín. Para iluminar nuestras reacciones químicas con distintos tipos de luz.
Importante tener al menos una película.



Muy bien, hasta aquí ya tenemos preparado el material. Ahora deberemos montar el laboratorio. En mi caso, lo monté en la mesa camilla del salón de la casa de mi abuela. Así, en esas frías tardes de invierno, mientras trabajabas calentito arropao junto al brasero, mi abuela se entretenía viendo la novela. Así de paso la hago compañía, para que se acuerde de mi cuando haga el testamento ;)

Primer paso.

Abre un par de botellines FOSTER's, uno para tí, y otro para llenar un tubo de ensayo. Es importante realizar este paso con las persianas cerradas, a oscuras. Mejor por la noche.
La única fuente de luz que se tiene que proyectar sobre el tuvo de ensayo es la de el supercinexín (cualquier película valdrá, aunque recomiendo "los pitufos" por sus vínculos con la psilocibina, que le dará un toque triptamínico al LSD).

A continuación calentaremos la cerveza en el mechero que trae el quimicefa durante 30 minutos, añadiendo cada 5 minutos, unas virutas de chocolate de colores.


Gracias a la acción de las virutas de chocolate y la alta temperatura, las moléculas de la cerveza FOSTER mutan en moléculas de Amida de ácido lisérgico, liberando un aroma de lavanda que perfumará el laboratorio, para deleite de tu abuela (si es que te acompaña).


Paso 2:

Ya que tenemos la amida del ácido lisérgico sintetizada...


EUREKA!!!!

Continuamos con el siguiente procedimiento.

A oscuras de nuevo, proyectamos el supercinexín sobre el líquido obtenido en el anterior paso, y procederemos con una extracción ácido base.
Los reactivos que trae el CHUCHELANDIA nos vienen de maravilla para este proceso.

Echaremos un par de sobres de gelatina sabor fresa en polvo (NUNCA SABOR COLA O EL PROCESO SE ECHARÁ A PERDER) en el tubo de ensayo, para cambiar la densidad del agua, y conseguir que la amida de ácido lisérgico se cristalice, quedando precipitada al fondo.
Vaciamos el tubo sobre un plato, como si de un flan se tratase, y cortamos una rebanada de la parte superior, en la que se encuentra toda la amida de ácido lisérgico.

Este paso es muy complicado, pues se requiere que haya un sepulcral silencio en el laboratorio. Es necesario, ya que bombardearemos la muestra con ondas sónicas, silbando la melodía de los "snorkel".
Si es necesario, echa a tu abuela de la habitación. Puedes descargar la canción de internet si no la conoces, pero es imprescindible que sea silbada. Si por el contrario, la reprodujeses mediante un altavoz, o la cantases, las moléculas se deteriorarían degradándose en un derivado del ácido lisérgico, que pese a no ser lo que buscamos, podríamos utilizar para inyectárselo a nuestras plantas de marihuana, y obtener la famosa "marihuana triposa".
La melodía de los "SNORKEL".



Si hemos conseguido silbar la melodía en la frecuencia y registro correcto, la gelatina, bombardeada por las ondas sonoras, se combinará con los cristales, dejando como resultado LSD puro en líquido.

Paso 3:

Al fín tenemos LSD puro! pero no estéis de enhorabuena aún. Pese a tratarse de un poco líquido, las dosis de LSD en este formato son desorbitadas, así que necesitamos presentarlas en un soporte adecuado que nos permita controlar la dosis. Cómo? Pues de nuevo, Chuchelandia tiene la solución:

Metemos los cristales en la "goomy machine" que nos trae el chuchelandia. Añadimos jarabe de sabores, un buen puñado de hebras de plátano. Se remueve y bate todo muy bien, y lo metemos al microondas a mínima potencia durante 2 minutos (mucho cuidado que no se caliente demasiado, o el LSD se degradará. Por suerte, las hebras de plátano protegen al LSD de este efecto, aparte de colocar, como todo buen fumador sabe).


El líquido espeso resultante, se verterá sobre moldes de fantasía (agradecimientos de nuevo al chuchelandia) y se dejará secar a oscuras durante 3 horas. Después podremos desmoldar, et VOILA! Nuestros tripis caseros listos para tomar ;) Cada gominola equivale a un blotter con doble gota! cuidadín!


Mirad todo lo que he obtenido en 2 tardes. Me voy a poner fino!
AVISO: que tu hermano pequeño no lo confunda con chuches de verdad.

Bueno, esto es todo. Espero que disfruten de vuestro propio LSD puro y casero, y que hagáis un uso responsable de él.

Un cordial saludo."

sábado, 5 de abril de 2008

El adrenocromo, adrenalina rosa. Droga vaporware.

Hace unos días, uno de los lectores mencionaba el adrenocromo en un comentario del anterior post, haciendo referencia a una escena de "Miedo y Asco en Las Vegas".
Es una buena película, divertida, dada a mostrar un lado un tanto irreal y grotesco de las situaciones y efectos producidos por las drogas (cuyos protagonistas consumen como lacasitos).

Esa película, vista por alguien que no sea un drogófilo, le servirá para pasar una buena tarde, pero en manos de cualquier buscador de sensaciones químicas puede tener dos efectos. Uno es que se ría, disfrute con las alusiones y comparaciones que se hacen, con la representación de las sensaciones inducidas por psicoactivos, y no mucho más. El otro es que además de todo eso, surja una curiosidad por poder probar todo lo que en la película se menciona... y entre todas las drogas, el surrealista adrenocromo.

La escena en sí es bastante buena, una hipérbole audiovisual que logra captar la atención y quedar en el recuerdo de todos los que han visto la película. El compuesto es mencionado en el libro original de Hunter S. Thompson, y se mantiene en su versión cinematográfica.
Y parece ser que Thompson cogió la idea de alguna de las referencias que en aquella época había a la sustancia, que se la consideraba una de las bases para la explicación bioquímica de la psicosis.

El origen de esa idea se encuentra en que en plena época de máximo interés por los enteógenos como psicotomiméticos (imitadores de psicosis) se comenzaron a estudiar moléculas que hasta entonces no habían sido mas que curiosidades, como la de la mescalina. El parecido de esta con la de la adrenalina, y el hecho de que algunos calificasen sus efectos como psicotomiméticos, se topó con otra causalidad que hicieron apuntar al adrenocromo como base para la hipótesis bioquímica de la psicosis.
Un ayudante de Hoffer y Osmond, los dos doctores que estudiaban los efectos de los enteógenos y buscaban la molécula clave, les comento que él había experimentado síntomas similares a los de la mescalina al usar grandes dosis de adrenalina para sus ataques de asma.

Ese comentario, más la información de que pacientes de emergencias durante la segunda guerra mundial habían experimentado alucinaciones con el uso de un viejo stock de adrenalina que se había vuelto de color rosa, les hizo buscar cuál podía ser el compuesto.

Y se decantaron por el resultado de la oxidación de la adrenalina: el adrenocromo.
Aparte del mítico viaje de Duke en la película, la única referencia a ciertos efectos alucinógenos viene del propio Osmond en una ocasión que se la inyectó.
Pero esos resultados no han podido ser replicados en ningún otro experimento similar, y de hecho, la hipótesis del adrenocromo como la molécula de la psicosis, fue abandonada con brevedad.

La leyenda continuó y se disparó con el estreno de la película en 1988. En ella se dice que el compuesto ha de ser extraído de un donante vivo que muere durante el proceso, y como el lugar de producción es la glándula suprarrenal, pues ha dado lugar a todo tipo de historias por parte de los drogófilos menos informados y más imaginativos, hasta situarla como hipótesis de la matanza de seres humanos en ritos satánicos, para colocarse con sus glándulas.

En el archivo de Erowid, sólo hay dos informes de su uso, en los que parece tener cierta actividad, pero en ningún caso alucinógena. Sus títulos dan buena cuenta de sus efectos: el primero se llama "Matando el mito" y el segundo, "El peor dolor de cabeza imaginable".

Es un poco el vaporware de las drogas. Vaporware es un término usado para referirse a productos de hardware o software informático, que sólo llegan a existir sobre el papel, como anuncio o como modo de atraer la curiosidad de los lectores e interesados hacia cierto sector o producto.
No llega a serlo, porque el adrenocromo existe. Y se vende.De hecho, esta entrada ha surgido porque me he topado con una fuente que vende adrenocromo de forma legal (esta sustancia nunca ha sido prohibida). Se vende (en diferentes webs) con el nombre de Adrenocromo Semicarbazona, una sal del mismo.
En algunos sitios se dice que esta sal no tiene efectos alucinógenos, pero sí su forma de base libre, lo cual carece de sentido una vez que es introducida en el cuerpo humano, pero parece una buena forma de explicar como es que se usa el adrenocromo tanto en pastillas como en inyección intramuscular para reducir el sangrado de ciertos tejidos, sin provocar esos míticos efectos.

Lo curioso del asunto, es que esto del vaporware funciona incluso en el mercado de las drogas. ¿Qué pinta en una web llena de psicoactivos (piperazinas) este compuesto?
Sólo parece tener sentido si se le otorga credibilidad al mito.

El compuesto es fácil de obtener, tanto desde la propia adrenalina como si se quiere producir mediante síntesis, pero no tiene relevancia más allá de la curiosidad de ser el "non-plus-ultra" de las drogas alteradoras de la conciencia en una película de droga-ficción.Para evitar derramamientos inútiles de sangre inocente, en busca de la gran experiencia, dejo un enlace a la web que amablemente lo incluye en su catálogo.
No matéis a nadie, podéis pagar con tarjeta que es menos engorroso.

http://labresearchsupply.com/



Aviso que desconozco la seriedad de semejante distribuidor, aunque todos los productos que maneja son aún legales en la mayoría de los países.
En cualquier caso, está ahí de forma anecdótica. Pero si alguien tiene interés de verdad en probar el adrenocromo (lo cuál no parece especialmente atractivo), no le costará mucho dar con el en la web como medicamento de uso clínico y sin especiales restricciones.







jueves, 15 de noviembre de 2007

¿Por qué MDMA para la psicoterapia?


He recibido dos correos estos días, uno de un terapeuta interesado en el uso de MDMA en España que me pedía datos concretos sobre quién podría adiestrarle para su uso, dado lo que había leído de la sustancia, y otro de una persona relacionada con la psiquiatría, criticando el tema por no entenderlo -a mi parecer- y no comprender la capacidad de esta sustancia para ayudar a ejercer cambios sobre sujetos con altas cargas de sufrimiento y ansiedad, y haciendo una acusación de querer convertir -con las opiniones favorables como la mía- una droga en una panacea psíquica "capaz de competir con fármacos eficaces y probados como el prozac".


Pues les voy a contestar desde aquí.
Al primero, decirle que por desgracia no hay ninguna escuela ni lugar donde pueda ser adiestrado en el uso de la MDMA. Y recordarle además que esta es la opción más ética de cuantas existen, ya que ningún terapeuta debería dar a un paciente una sustancia con la que no estuviera profundamente familiarizado.
Tal vez la ayuda en este caso la tenga que buscar en terapeutas jóvenes que conocen la sustancia, para poder iniciarse y así calibrar las aplicaciones que él podría conseguir mejorar con su uso. También leyendo mucho, por supuesto, en especial todo el material que hay en www.maps.org sobre la MDMA Research y algunos libros que tocan el tema de los terapeutas underground como Leo Zeff . Y conseguir ponerse en contacto con las pocas personas que han podido trabajar con esa sustancia en este país en ese ámbito para conseguir información valiosísima de primera mano.

Al trabajar con una sustancia prohibida por ley, la cantidad de riesgos que se asume es muy alta.
Y la MDMA no convierte a sapos en princesas, ni a malos terapeutas en buenos, aunque per se ofrezca experiencias muy especiales, no es una poción mágica.

En cuanto al otro terapeuta o futuro terapeuta, me decía que si no era una forma cómoda y una sencilla trampa el hacer creer que prácticamente todas las sustancias que han sido prohibidas "tras largos años de estudio sobre su peligrosidad" (textual), ahora resultaban buenas cada una para una cosa y algunas como la MDMA las pretendemos hacer pasar por la panacea de los problemas emocionales, que casualmente todos tenemos en mayor o menor grado en algún momento de nuestra vida. Me daba a entender si no estábamos luchando por que se aceptase nuestro placer químico, o peor aún si además de eso estábamos creando nuevas enfermedades con tal de que encajasen el el perfil de la acción de estas sustancias. A esta persona la emplazo para cuando escriba la entrada sobre las farmacéuticas y ese aspecto de su negocio.

Personalmente tiendo a pensar que uno de ellos, el primero, es una persona que en un momento dado experimentó con la MDMA, seguramente en un contexto lúdico, y busca ahora seria formación.

Y que el otro no ha experimentado los efectos de una generosa dosis de MDMA, pues creo que de ser así no haría tales preguntas.
También al segundo e interrogante proto-terapeuta, que me bombardea con preguntas de corte psicoanalítico y parece estar muy convencido de que todo al final se reduce a ese paradigma, le aconsejaría leer algunos libros, no de opinión y ensayo sino de ciencia, y alguno más de historia de la prohibición, si me acepta el consejo, al menos para que tenga información real sobre cómo y por qué se prohibieron cada una de las sustancias prohibidas.

Podría dar una respuesta con lo que yo pienso, con argumentos basados en la propia experiencia y en la ajena, pero creo que viene de perlas la descripción que hace Alexander Shulgin de una "sesión" con MDMA en su libro "Pihkal" (Phenetilamines I Have Known And Loved, o Feniletilaminas Que He Conocido Y Amado), que aunque de momento sus dos grandes obras, "Pihkal" y "Tihkal", sólo se encuentran disponibles en inglés, creo que en un tiempo vamos a poder disponer de ellas en castellano, ya que según me ha comentado un amigo, la gente de la Editorial Amargord están ya traduciendo estas dos joyas únicas de la psicofarmacología, y al parecer cuentan incluso con el visto bueno de su autor, con quien se pusieron en contacto.
Espero que el resultado sea bueno y ayude a expandir toda la magia que se encierra en ese par de mundos de las Feniletilaminas y las Triptaminas, al mundo de habla no inglesa y sí hispanohablante.

Cuenta Shulgin en Pihkal que la mujer de un conocido suyo, que sabía de su trabajo con psicoactivos y de su interés como investigador, le llamó un día preguntándole si ella y su hijo mas joven podrían tener unas horas de su tiempo, para poder hacerle algunas preguntas.
La mujer, a la que llama Janice, era la que tenía interés o necesidad en hacerle esas preguntas, y su hijo la acompañaba para darle un poco de apoyo moral ya que él estaba un poco más puesto al día en el tema de drogas.
Shulgin propuso que se reunieran esa misma tarde y ellos aceptaron. Dice Shulgin, en base a su experiencia, que cuando ha llegado el momento, se hace inconfundiblemente evidente que es la ocasión oportuna.

Janice, su hijo y Shulgin se reunieron y tomaron 120 miligramos de MDMA, y el hijo se fue por su cuenta a disfrutar la experiencia, dejándoles solos a Janice y a Shulgin.
Al cabo de 30 minutos, que es el punto en el que se notan las primeras señales de actividad de la sustancia, Janice no daba muestras de estar bajo el efecto de nada, e igualmente ocurría a los 40 y 50 minutos posteriores a la ingestión.
Janice se quejo de tener la garganta seca, y aunque Shulgin le trajo un vaso de agua no mejoró.
Luego se quejó de tener algo de dificultad al respirar, y su anfitrión le dijo que respirara lo mejor que pudiera, pero se dio cuenta por la imagen reflejada en una ventana que ella no tenía problema en respirar cuando él no la estaba mirando.

Salieron a caminar por una colina cercana que se usaba para almacenar leña. Había varios carteles con el aviso de la prohibición de fumar como advertencia para evitar incendios.
Janice preguntó: ¿Crees que yo fumo demasiado?
Shulgin le contestó: ¿Tú crees que fumas demasiado?
Ella le dijo que no, que no lo creía, y él le dijo que entonces lo más probable es que no fumase demasiado.

Había pasado una hora desde la toma de la MDMA y no había ni rastro de la actividad de la droga.
Entonces apareció la pregunta no esperada, la que rompía los diques de contención.
Janice dijo: ¿Es correcto estar viva?
A lo que él le contestó: ¡Por supuesto que es correcto estar vivo! ¡Es una bendición estar vivo!

Ahí estaba la bomba... Janice cayó en picado dentro del efecto de la MDMA y comenzó a correr por la colina, gritando que era correcto estar viva!!
Shulgin se acercó hasta ella y vio como su cara estaba radiante. Ella le contó parte de su historia personal, que ambos conocían ya, pero con la que ella nunca había conseguido sentirse en paz.

Janice había nacido mediante cesárea, y su madre había muerto durante el parto. Y durante sus 50 años de vida había convivido con el sentimiento de culpa y el trauma de que para que ella estuviera viva, su madre tuvo que morir.
Janice llevaba en terapia unos 3 años, básicamente tratando este problema, y aparentemente lo único que necesitaba era ser consciente de que era correcto estar viva, que no era culpable de nada.
Shulgin no supo de ella en un par de meses tras esa tarde, y entonces recibió una llamada de ella en la que le contaba como se sentía increíblemente en paz consigo misma, y que había abandonado la terapia que previamente había estado siguiendo.

Hasta aquí, la historia que cuenta Shulgin en su libro.
Y retomo la pregunta inicial de esta entrada: ¿Por qué MDMA para la psicoterapia?
La primera cosa que me viene a la cabeza, es que seguramente Janice, había escuchado de cualquiera a quien se lo hubiera contado, terapeuta incluido, que era totalmente correcto estar viva y que ella no tenía ninguna culpa de las circunstancias de su nacimiento.
Pero eso que es tan elemental y que parece que cualquiera sería capaz de ver, posiblemente estaba siendo manejado en un plano exclusivamente racional: es la respuesta lógica.

Aunque lo que marcó la diferencia fue que en esa ocasión, la MDMA permitió a esa mujer sentir, entender con una plenitud que superaba el simple razonamiento, descubrir con cada átomo de su cuerpo, que era una bendición estar viva.
Y que lejos de sentirse mal por ello, debía dar gracias con cada paso por el milagro de la vida que ella tenía, y ser feliz.

La MDMA creó un estado en el que todo eso que estaba hirviendo dentro de Janice encontró, en un contexto adecuado y dentro de un objetivo que ella misma se había propuesto, la salida y además la respuesta. Una respuesta que no se basaba en palabras sino en la experiencia de la maravilla de vivir, del regalo que era y lo afortunada que se podía sentir por ello.

Esta historia no pretende justificar, ni de lejos, todas las posibles aplicaciones que puede tener la MDMA en diversos problemas, personales, de pareja, afectivos, de ansiedad, de sufrimiento por diversas causas, y de personas que se encuentran afrontando el momento de su muerte.

Sólo quiere ofrecer una idea de lo que una tarde de charla en ese estado, puede llegar a obrar en la vida de una persona, y no es más que un solo ejemplo.

Esto tampoco pretende negar su capacidad lúdica, o cuestionar su uso en ese aspecto (ni tampoco promocionarlo), que es el más común y que en condiciones inadecuadas puede traer problemas.

Quede como grito de alguien -yo- que no alcanza a comprender cómo mientras aún hay personas que están sufriendo psíquicamente por diversas razones susceptibles de ser "curadas" con ayuda y esta sustancia, su uso terapéutico y la investigación en sus posibilidades no hace más que ser una simple anécdota.

Y ojalá esta entrada sirva para que algunas personas, terapeutas o futuros terapeutas, se pregunten sobre ello y se imaginen por un momento las posibilidades que tendrían si pudieran usar una sustancia que puede hacer que la gente "viva en sus carnes, en todo su ser" aquello que normalmente sólo les llega como palabras, que se estrellan tantas veces en los mecanismos defensivos de las neurosis que están generando el sufrimiento de tantos pacientes que no son capaces de despegarse de esa capa de dolor que les cubre.

Tal vez unos cuantos de esos terapeutas, lleguen a interesarse lo suficiente como para investigar más, y ojalá algunos lleguen a tener el valor de usarla cuando el convencimiento de su utilidad sea una fuerza ética que les mueva a utilizar cualquier recurso que crean que puede aliviar el sufrimiento, por encima de consideraciones menos importantes... y mucho menos humanas.

Gracias Shulgin (y otros muchos).

domingo, 4 de noviembre de 2007

Polimorfismos genéticos y medicación individualizada.

Hace unos días, en la anterior entrada y sus comentarios, hablábamos de qué variables había que tener en cuenta a la hora de dosificar un fármaco. En un comentario yo hacía mención a las más habituales y aplicables a día de hoy.

Y hacía también una mención a las que serían de esperar al día de mañana, en un futuro que yo pensaba más lejano. Esas eran las variables que dependían de la carga genética de cada individuo, sus genes, y de las consecuencias de las diferentes expresiones a nivel proteico de ese material.
Genotipo y fenotipo, que son los que nos llevaban a hablar de terapias individualizadas en función de los polimorfismos genéticos que en cada persona provocasen que las medicaciones y otras drogas provocasen reacciones diferentes, o de diferente intensidad, duración y efectos secundarios.

Aunque ese hecho es conocido y estudiado desde hace mucho tiempo -al menos desde que se fueron descifrando partes de nuestro genoma- no parecía probable que se llegasen a aplicar sus descubrimientos dado que para ello, hacían falta estudios genéticos de los receptores de cada medicación, y esto de momento acarrea unos costes que son demasiado fuertes como para que eso se extienda a toda la población de consumidores de fármacos.

Aunque esta opción es a todas luces la que se seguirá cuando económicamente sea viable, de momento pocos estudios prácticos se habían llevado a cabo, y casi siempre habían estado centrados en los aspectos genéticos de ciertas patologías, y en la investigación y lucha contra el cáncer.

Pero hoy me alegra traer a esta página una buena noticia, que lo será aún más si pasa de ser una excepción a una costumbre.

El servicio de Bioquímica Clínica y el de Psiquiatría del Hospital Clínico Universitario "Virgen Vega" de Salamanca, ha comenzado a desarrollar un estudio médico para adaptar, en base a nuestra carga y expresión genética, la medicación que se le da a pacientes psiquiátricos.

De momento se han tomado como muestra para el estudio a dos grandes grupos, uno formado por pacientes que son tratados con neurolépticos o antipsicóticos, y otro compuesto por personas que reciben medicación antidepresiva.

Al frente del estudio esta la doctora e investigadora María Isidoro García, con amplia experiencia en otros estudios de las diversas expresiones genéticas, y que ya puede poner en marcha gracias a la llegada de material puntero en investigación, como es una plataforma de genotipado de alto rendimiento.

Tal vez alguien se pregunte que relación tiene esta noticia con el contenido habitual de esta página. Por un lado, ya estamos hablando de fármacos, y más concretamente de fármacos psicoactivos.
Pero además, lo que a algunos -los mas curiosos en esto de la farmacofilia- nos puede interesar, es que dicho estudio está básicamente centrado en el citocromo P450 y sus subtipos.

¿Qué es eso del citocromo?
Los citocromos son estructuras proteicas que cumple diversas funciones en el metabolismo animal y vegetal. Desde procesos como la fotosíntesis en las plantas a procesos como la acumulación de energía química en la ATP (adenosina trifosfato) animal, que es nuestra mayor moneda de intercambio energético.
Otros de esos citocromos tienen funciones enzimáticas, catalizando modificaciones químicas en diversas moléculas de todo tipo.

Pero el citocromo P450 y sus variantes, son de especial relevancia para los consumidores de psicofármacos, ya que son responsables de la metabolización y desactivación de más del 90% de los productos con actividad psíquica.
De esta forma, cualquier cambio en su estado, función, inhibición o potenciación, tiene como resultado que una sustancia sea más o menos activa, tenga más o menos efectos secundarios, y pueda oscilar entre provocar una sobredosis o no resultar útil para el fin que era administrada.

Y esto cobra mayor relevancia aún cuando se trata de medir las interacciones entre distintos fármacos, o entre fármacos y ciertos alimentos que actúan aumentando o incapacitando la actividad enzimática de este importante desconocido.

Este estudio nos dará sin lugar a dudas más información sobre la delicada relación de ciertos genes, como se han expresado, y las consecuencias prácticas sobre ello.
Todo esto, claro, basándose en estudios genéticos, que si ahora no son la norma, en el futuro sí lo serán, y posiblemente un ordenador que se conecte a un chip donde tengamos nuestra estructura genética almacenada nos diga que tomar, o que evitar tomar.

Yo hablaba hace unos días de futuro, pero aunque faltan muchos estudios en ese aspecto, es algo disponible ya, pero con la eterna traba económica.

Más datos sobre el estudio.
Con una pequeña muestra de ADN de la persona, y tras ser sometida a una multiplicación de la misma por la PCR (reacción en cadena de la polimerasa) y secuenciada, esta sera colocada en un pequeño chip que será leido por un ordenador, que traducirá mediante un software específico las implicaciones que ese ADN tenga con respecto a el citocromo P450 y subtipos.

Para eso se usará el "Amplichip cyp450" de los laboratorios Roche, que podéis ver en ese link junto con una explicación de su utilidad y objetivos. La versión en inglés de la web da alguna información más, como por ejemplo sobre que substratos actúa dicho citocromo y algunas de sus variaciones o mutaciones.

Después de haber visto tan cerca el uso de estas nuevas tecnologías, me inclino por pensar que tal vez en menos de dos décadas, sean de uso común. Y que las próximas generaciones de psiconautas no sólo tendrán que leer y buscar información sobre dosis y pureza de sustancias, sino que podrán estar mejor preparados disponiendo de su información genética y con medios para acceder a saber como esta les influye con una u otra substancia, mejorando la reducción de riesgos asociados al consumo y la calidad de sus experiencias.

Y me gustaría terminar esta entrada aquí, con una buena noticia nada más.
Pero creo que no debo dejar de hablar de un tema que ha afectado a toda la familia de usuarios de enteógenos: la prohibición total de venta de hongos psilocibios (con psilocibina/psilocina) en los Países Bajos.

La noticia ha caído como un jarro de agua fría hace unos días, haciéndose eco de ella los medios con su habitual desinformación en este tipo de asuntos.
Casi todos ellos han dado la noticia como si fuera la consecuencia del trágico suceso en el que una chica francesa menor de edad, se había arrojado por un puente en Amsterdamn tras consumir, entre otras cosas, supuestamente estos hongos.

La verdad es que ese hecho no ha tenido mucho que ver en su prohibición, que era algo perseguido por ciertos sectores conservadores, proclives al manejo de drogas desde el punto de vista de la prohibición en lugar de apoyar la reducción de riesgos.

Uno de los argumentos esgrimidos es que las llamadas a ambulancias y asistencias a hospitales por malos viajes (ya que no hay casos de muerte por esos hongos) habían pasado de 70 en el 2005 a 128 en el 2006.
Pero no parecía importarles que 9 de cada 10 casos era protagonizado por un turista, en su mayoría de origen inglés. Y además, esto ocurría curiosamente, desde que se clasificaron como droga tipo A (equivalente a las peores condenas penales) en el Reino Unido.
Es decir, la política de educación y tolerancia ha dado sus frutos en Holanda, que consumía miles de kilos de hongos frescos cada año.
Pero el mal uso de algunos turistas que huyendo de la prohibición en su país los buscaban allí ha acabado por darles una excusa a los legisladores para complacer al resto de fracasados países que con la prohibición como bandera, no les queda sino envidiar la ausencia de problemas que tienen los ciudadanos holandeses con respecto a las drogas.

He estado atento a los cambios que eso podía producir en la venta de hongos a través de internet, y aunque se han hecho eco de la noticia, prácticamente siguen estando disponibles donde antes lo estaban.

Personalmente no creo que esta prohibición vaya a afectar a los hábitos de consumo de los amigos de las setas. A día de hoy y como dijo Escohotado, la oferta es tan amplia y accesible, que el consumo ya no se elige en función de su legalidad. Es sólo la fachada de la "guerra perdida contra las drogas".

Pero sí soy consciente de que precisamente los menos experimentados, los menos informados y por lo tanto los más vulnerables, si se ven privados de un acceso fácil y sin criminalizar a estas setas, pueden inclinarse por otras opciones que les sean más cómodas, a la hora de comprar.

Y en lugar de acceder a una sustancia cuyos efectos son, dentro de los enteógenos clásicos, unos de los más benignos y de menor duración, pasen a vérselas con otras drogas cuyos efectos son más duraderos, intensos, desconocidos en su totalidad por ser research chemicals como el DOB, o imposibles de dosificar con certeza por su status y presentación, como la LSD.

Para el profano todo esto puede sonar parecido, pero no se equivoquen porque no lo es.
Es un paso atrás en detrimento de los derechos y la salud de muchas personas.

miércoles, 29 de agosto de 2007

Suicidio y drogas: derechos elementales del ser humano

Hace tiempo comenté que me sorprendía la cantidad de gente que llegaba a esta página usando los buscadores intentando encontrar información sobre el suicidio con distintas drogas -todas legales- y dije que haría una entrada sobre el tema.

No ha resultado fácil decidir como abordarla, ya que no quiero que sea un manual sobre como acabar con una vida, ni tampoco considero que mi opinión o mis argumentos sobre el tema tengan una relevancia especial como para que simplemente sea una exposición de mis ideas.






La mayor parte de las peticiones de información que recoge esta web al respecto, preguntan sobre como llevar a cabo el acto con diversos fármacos, siempre hasta el momento benzodiacepinas o vulgarmente pastillas para dormir. Supongo que eso responde a varias razones. La primera la disponibilidad de las mismas, que se recetan con facilidad y generosidad para todo tipo de trastornos. La segunda, el deseo de que la muerte sea algo indoloro, algo como simplemente quedarse dormido. Y la tercera razón la confusión que persiste hoy día de que es posible suicidarse con benzodiacepinas, como si estas fueran los mucho más potentes barbitúricos que se recetaban con fines parecidos hasta que se descubrieron estas otras alternativas mucho más seguras para los pacientes.

Las pastillas con las que murieron, voluntariamente o no, personajes míticos como Marilyn Monroe o una buena parte de los "mártires" del rock como Hendrix, Scott o Morrison, no fueron las que hoy día los médicos ponen en manos de la gente.
Y es el increíblemente grande margen de seguridad que tienen las benzos frente a los barbitúricos lo que permite que sean recetados con esa generosidad excesiva. Creo que no me confundo en absoluto si dijera que las dosis para provocar la muerte con las actuales pastillas para dormir, están muy por encima de una caja de cualquiera de las que actualmente recetan, aunque eso también dependa en parte de la reacción individual de cada persona al fármaco.
En el caso de los barbitúricos, esto no es así. En muchos casos valdrían unas pocas pastillas, que en muchos casos se tomaban sin querer, al no recordar la persona si había tomado la dosis, como consecuencia de los efectos secundarios de estas drogas.

Hoy día es muy infrecuente que un médico recete barbitúricos, y sus indicaciones están mucho más reducidas, estando en la mayoría de los casos en manos de los especialistas de la anestesia y dentro del marco hospitalario.

Hasta aquí la parte "técnica", concerniente a las aspiraciones de algunos a encontrar la muerte a manos de las actuales pastillas para dormir. Espero que esta parte satisfaga el deseo de conocer de los interesados, sin cuestionar la legitimidad de su deseo.
Pero vamos con la parte más importante del asunto: nuestro derecho al suicidio, nuestro derecho al uso de drogas, y nuestro derecho a una muerte digna y elegida en tiempo y modo.

El gran psiquiatra Thomas Szasz ha postulado desde siempre, que una de las más poderosas razones por las que el estado, arrogándose funciones que se extralimitan de sus competencias, sitúa fuera de nuestro alcance -mediante la prohibición- aquellas sustancias que no sólo pueden alterar nuestros estados de animo a voluntad propia, sino especialmente aquellas que podrían devolverle al individuo el derecho a suicidarse, de una forma digna, sin la intervención ni el permiso de terceras partes.
Todas o casi todas esas sustancias siguen estando en el arsenal terapéutico, pero bajo la llave de los actuales sumos sacerdotes de nuestra sociedad: médicos y psiquiatras.

Es de sobra conocido y aceptado entre los médicos que a ciertos pacientes que están en fase terminal, se les aplica la eutanasia de forma que acortan sus sufrimientos y aceleran el momento de la muerte, muchas veces en complicidad con el enfermo y su familia. Pero por desgracia, ni siquiera en esos casos la decisión recae totalmente en el sujeto, sino que depende de la suerte de médico que le haya tocado.
Al no ser un procedimiento regulado y totalmente legal, es un acto que puede causarle problemas al profesional que decida llevarlo a cabo, o simplemente por razones éticas o morales un médico se niega a dar esa ayuda al sujeto que lo pide.
Cuando lo quieren hacer, el procedimiento es tremendamente simple.
Una dosis de tranxilium hará que el paciente viva esos últimos momentos sin una ansiedad añadida. Luego otra benzodiacepina, una de alta potencia como hipnótica y rápida velocidad de actuación, que suele ser midazolam, junto con una dosis suficientemente alta de morfina, harán el resto. La sinergia entre los 3 medicamentos, lograrán que el paciente entre en un sueño que se hará más y más profundo hasta que la muerte se produzca sin dolor por parada respiratoria.

Se podría conseguir lo mismo usando únicamente morfina, que en este caso sería preferible a la heroína dada su mayor capacidad de actuar como depresor respiratorio, pero las dosis que se tendrían que usar serían mucho más altas y llamarían la atención, y aunque sea una práctica cada vez más extendida, sigue siendo un tabú sujeto a castigo.

Si fuera el individuo quien decidiera qué drogas quiere tomar y como hacerlo, estaríamos capacitando de facto el suicidio, o mejor dicho, la eutanasia en toda su amplitud de significado de "buena muerte", ya que realmente la muerte está al alcance de cualquiera (excepto casos de incapacidad y dependencia total), pero al precio de que esa muerte ha de ser traumática, dolorosa y agresiva. Cualquiera puede beberse un litro de lejía y destrozarse por dentro, arrojarse contra un tren o herirse de forma mortal con distintas herramientas.

Nuestra sociedad ha ido solventando algún que otro problema con las cuestiones más elementales del ciclo humano, pero trasladando otros.
Mientras que actualmente los niños ya no vienen de París ni los trae una cigüeña, el abuelito "se ha ido a un largo viaje". Del sexo a la muerte.La muerte no es tema de conversación, es molesta, huimos de ella hasta en nuestros pensamientos, hasta el punto de no querer nombrarla. Es la gran asignatura pendiente de la conciencia occidental, que algunas religiones trasladan a un "después metafísico".

Históricamente somos involutivos en ese aspecto. Nuestras culturas "madre", griega y romana, aceptaban la muerte y consideraban un derecho del individuo elegir cuando ponía fin a su vida.
Cuando el cristianismo conquistó occidente, la vida pasó a ser un regalo de Dios, una cesión temporal, de la que nosotros no estábamos autorizados a disponer y que de hacerlo, se nos negaba el acceso a esa vida posterior prometida y nos condenaba a una eternidad de sufrimiento.
Paradójicamente, en lugares como los USA actualmente, y en el resto de Europa durante cientos de años, el estado que nos niega el derecho a disponer de nuestra vida, sí puede sin embargo disponer de ella si cree que hemos cometido un delito que merece tal castigo.

Hasta hace unas décadas el suicidio era un delito en nuestro país (y en otros). Y con perversa lógica, el intento de suicidio también lo era.

Sin embargo, consideramos un gesto de "humanidad" cuando matamos a un animal que sufre, pero nuestros derechos, aunque sea como animales humanos, aún están por evolucionar en ese aspecto.

El gobierno Zapatero tenía como una de sus promesas electorales abordar el tema de la eutanasia, pero ya finalizando la legislatura vemos que no va a ser así, incluso el nuevo ministro de sanidad lo confirmó hace poco, diciendo que será algo que "mejor se tratará en legislaturas posteriores", aunque su rama juvenil ha pedido públicamente su despenalización.

Y eso que no creo que fueran a institucionalizar una serie de mecanismos para que cualquiera que quisiera tener acceso a una muerte digna pudiera ser satisfecho, sino que seguramente estaría reservado a los enfermos con sufrimientos físicos y sin posibilidad de curación.
No creo que estas personas tengan más derecho a disponer de su vida que otras para las cuales la cuestión existencial se haya convertido en un sufrimiento con el que quieran terminar.
Evidentemente no abogo porque cualquiera que tenga un mal momento en su vida pueda terminar con ella de forma inmediata, sobre todo porque es una acción sin retorno.
Pero sí creo que cualquiera, independientemente de su estado de salud, tome la decisión de terminar con su vida y esa decisión sea fruto de un convencimiento profundo y prolongado en el tiempo, debería tener acceso a los fármacos que le permitan hacerlo de forma privada, sin dolor y ajena a dramatismos que hagan más difícil un acto de ese calibre.

Hace no mucho, tuve la ocasión de escuchar a una persona de gran corazón y cuyas convicciones religiosas teóricamente le prohíben disponer de la propia vida, contarme como había sido el final de un ser querido. Y lo hizo con una expresión de felicidad que algunos no entenderían.
Esta persona, que sufría de un mal terminal, tuvo la suerte de contar con ayuda de algún médico que le proporcionó lo necesario. Y cuando decidió que había llegado el momento, se reunió con sus seres queridos y se despidió de ellos. Luego con su pareja pasó sus últimos momentos amándose, tras lo cual se administró lo necesario, y encaró su final abrazado a quien amaba. Sin dolor, sin humillación, y envuelto en el amor de los suyos hasta el final.

Como contraste a esa forma de morir, está la muerte de Giovanni Nuvoli, un enfermo de esclerosis lateral amiotrófica. Con 53 años, su enfermedad degenerativa terminal, y conectado a un respirador que le mantenía con vida, había conseguido que un anestesista accediera a darle un sedante y desconectar el respirador. Cuando iba a ocurrir, la policía italiana actuó impidiéndolo.
Giovanni hizo lo único que le quedaba por hacer y fue negarse a comer y a beber.
De nada sirvió.
Murió, pero como consecuencia de la deshidratación y la falta de alimentos. Hablando claramente, su lengua se hinchó y se abrió por la falta de liquido, su orina se hizo tan concentrada que le abrasó la vejiga y la uretra, las paredes de su estomago se secaron y eso originó terribles vómitos de pura bilis, para que finalmente las células de su cerebro se acabasen deshidratando y secando, provocando convulsiones y ataques hasta que su corazón reventó.

Esa es la renovada "humanidad" de nuestras leyes.

Desde luego las personas que soportan un mayor sufrimiento tendrían que tener unos mecanismos preferentes para poder acceder a un final digno, aunque paradójicamente y en contra de las creencia popular, los enfermos de cáncer -ejemplo de sufrimiento físico y psíquico- no tienen una tasa de suicidios más alta que el resto de la población.

Otro dato a tener en cuenta, que se vio en un estudio conjunto entre las autoridades médicas y policiales, es que cuanto más aumenta el consumo de morfina en un país para paliar dolores, menor es el número de muertos provocado por consumo de drogas ilegales.

Y eso lo debemos encuadrar en un contexto en el que la propia OMS reconoce que el uso de opiáceos para manejar el dolor está hasta 8 veces por debajo de lo que sería recomendable, y en eso influyen desde las trabas que algunos países ponen a sus médicos para acceder a esos fármacos, a la imagen de droga terrorífica que tiene la morfina incluso entre los supuestos profesionales que presentan reparos totalmente irracionales e injustificables para prescribirla adecuadamente, como por ejemplo que el enfermo si recibe morfina pronto luego no será efectiva -cuando carece de "techo terapéutico"-, que la morfina provoca euforia (que terrible efecto secundario...) o la más aberrante preocupación de que el paciente se hará adicto, siendo alguien terminal.

Un indicador de la calidad de vida de un país, es la cantidad de morfina prescrita a sus enfermos. Datos de hace unos años sitúan a Dinamarca a la cabeza, con 37'5 kilos de morfina por cada millón de habitantes, Gran Bretaña con 21'6 kilos (pero no se contabilizó la heroína usada de la misma forma), y España con un ridículo 2'4 kilos por millón de habitantes, sólo por delante de Italia con un 1'4 kilos y Grecia con 0'7 kilos.

Actualmente Las Palmas es la provincia española con mayor consumo de morfina, y aún así, en 1986, en la mitad norte de la isla (distrito sanitario norte), su consumo total fue de... 37 gramos de morfina!!!
Tan sólo 5 años después su consumo había pasado a ser de 4 kilos en total.

No sólo no hay una institución de la eutanasia que permita a las personas disponer de su vida según sus deseos, sino que además el tratamiento que se le da a aquellos que son obligados a vivir a pesar de sus dolores o sufrimiento, dista enormemente de ser el adecuado, y no por falta de recursos sino por una injustificable ignorancia y unos vergonzosos prejuicios.

Dado este panorama para aquellas personas, que por razones médicas o de otra índole, quieren poner fin a su vida, los defensores de esta postura ética han tenido que agruparse y comenzar a autogestionar sus necesidades.
La asociación "Derecho a Morir Dignamente", presidida por el escritor y filósofo Salvador Pániker, es la que esta prestando ayuda a todos los niveles a estas personas. Además facilita a sus socios, tras un tiempo como asociados (para evitar decisiones precipitadas), un manual llamado "Guía de Autoliberación", en el que se da cuenta de diversos fármacos que se pueden conseguir y como usarlos para que la persona tenga acceso a la posibilidad de ejercer su derecho, de la forma menos traumática para sí mismo y los suyos.
Y siguen luchando para que se reconozca ese derecho perdido, inherente a la vida humana.

Creo que mi opinión está clara al respecto, y que al escribir esta entrada se ve claramente que estoy a favor de la libertad de elección sobre cuando y como dejar este mundo.
Sólo hay un aspecto que me preocupa de una posible institucionalización de la eutanasia: los ancianos.
En un país en el que hasta hace poco teníamos que ver en las noticias como había gentuza que abandonaba a sus ancianos en una gasolinera para irse tranquilamente de vacaciones, y en el que todavía no hemos aprendido a darles el valor y el reconocimiento que merecen, a integrarles como parte útil de esta sociedad, creo que sería preocupante que de existir la institución del suicidio asistido muchos de ellos recurrieran a esta opción "para no ser un carga familiar" o por presión del propio núcleo familiar o social. Cuando las pensiones que mantienen a muchos de estos ancianos son claramente insuficientes para vivir, y no existen apenas plazas públicas en residencias asistidas para ellos, temo que muchos se vieran "obligados" a tomar esa opción como la única valida para dejar de ser una carga, o que el hecho de no hacerlo les supusiera una sensación de egoísmo para con las personas que les ayudan a seguir viviendo.
¿Egoísmo por querer vivir? Es un riesgo gravísimo ante el que no veo una solución sencilla.

Ciertamente la decisión sobre la propia muerte es un derecho que se le ha arrebatado al individuo, y creo que en ningún caso el estado debería decidir quien puede o no acceder a ese derecho.
Pero tal vez, al igual que en otras áreas, se deba ir reconquistando el terreno en pequeñas porciones, a medida que conseguimos tener una sociedad que haya asumido valores, y que reaccione de frente y sin miedo contra el maltrato a los ancianos.

El derecho a la propia muerte en ningún caso puede convertirse en una obligación para comodidad de otros.