Psicosis
y cannabis.
Siempre
nos dijeron que el cannabis te podía volver loco, pero nunca que
podía ser usado para rescatar personas en la locura y el sufrimiento
de distintas enfermedades mentales. El mantra fue -y es- aún algo
constantemente repetido: el cannabis crea esquizofrenia. Pero no era
cierto, sino que era la interpretación torticera de unos datos que
tenían sencilla explicación.
La
esquizofrenia -palabra que viene del griego schizein que
significa “dividir” y phren que quiere decir
“mente”- es un trastorno que aparece casi en el mismo
porcentaje en toda la especie humana: aproximadamente entre un 1% y
un 2%, dependiendo de los criterios diagnósticos.
Es una “constante”
que aparece en todas las civilizaciones y que parece ser algo menor
en los países menos desarrollados, y en los desarrollados alcanza el
máximo exponente entre las personas “sin hogar” que llegan a
arrojar cifras en torno al 30-40%.
El
término incluye varios trastornos distintos pero que tienen en común
que resultan en trastornos mentales de tipo grave, crónicos, y que
alejan a la persona del contacto con la realidad por los problemas
perceptivos y de autoconciencia que genera en el sujeto.
Este
trastorno suele debutar -ese es el término clínico- en la
adolescencia tardía y adultez temprana. ¿Por qué? La falta de
ajuste de la persona con la realidad que vive, es más difícil de
conciliar en la medida en que la persona va ganando roles de adulto
(autonomía) frente a los de menor (receptor de cuidados), siendo
llevado con más facilidad por los acontecimientos -intrínsecos en
la propia existencia- a ese punto de ruptura que se conoce como
“brote psicótico”.
¿Qué
puede hacer que una persona llegue al brote?
¿Todas somos susceptibles?
Pues
no todos llegan a ello, y como decimos sólo un pequeño porcentaje
de personas se ven arrojadas a la psicosis y la dura batalla de la
enfermedad mental, y es que para que ocurra debe existir una
predisposición que es idiopática (o propia del sujeto) más un
contexto favorable para la aparición del brote.
Ese contexto puede
ser desde una noticia emocionalmente intensa, como la muerte de un
familiar, amigo o mascota, la ruptura de una relación afectiva, el
ejercicio físico extenuante y la falta de reposo a cualquier
alteración grave que “descoloque” al sujeto frente a la realidad
que tiene que gestionar. Eso incluye el uso de drogas, desde alcohol
a cannabis, desde cocaína a LSD.
Por
supuesto que unas sustancias tendrán un mayor potencial que otras
para descolocar al sujeto en función de su farmacología y efectos.
Atendiendo a ese punto, sí se puede considerar que las sustancias
con un perfil psiquedélico como la LSD, los hongos psilocibe o la
DMT, sí son sustancias más complejas de manejar en los aspectos
perceptivos, y por lo tanto son más proclives a ser “la gota que
colma el vaso” de una mente que sólo esperaba el momento adecuado
para manifestar su condición.
Dentro
de ese grupo de sustancias, se incluye el cannabis también. El
cannabis no sólo tiene efectos como depresor, ansiolítico y
analgésico. Los efectos psíquicos del cannabis -los agudos para
quienes no están acostumbrados- son de tipo psiquedélico, aunque
incomparablemente más suaves que los de drogas como la LSD.
¿Por
qué se dice eso del cannabis entonces?
Dado
que la edad de inicio de consumo de cannabis suele coincidir con la
adolescencia y primera adultez, es un hecho que coincide
temporalmente con la edad de manifestación de estos trastornos. Y
como el cannabis es la sustancia más frecuentemente usada como
“fetiche de adolescencia” con el que violar alguna norma, las
posibilidades de que en un grupo de jóvenes que consuman cannabis
haya alguno que pueda desarrollar psicosis, no son cero por
desgracia.
Pero
culpar del trastorno a algo que -simplemente- ha provocado su
manifestación, es rizar el rizo. Los psiquedélicos lo llevan
escrito en su nombre: expanden el alma o mente. Simplemente, no todas
las mentes necesitan “ser expandidas” ni responden bien a dicha
experiencia; no todas las personas gustan de las mismas drogas, como
tampoco de las mismas películas, relaciones o situaciones, en los
distintos momentos de su existencia.
Lo
que la ley frenó: cura para muchos males.
Ahora
resulta que la vinculación de la palabra psicosis con el cannabis no
es exclusivamente negativa. Hace unos días, el
presidente de la Sociedad Española de Patología Dual (SEP), Miguel
Casas, salía rompiendo una lanza a favor del cannabis, cuando dijo
que se estaban esperando avances en la farmacología de derivados del
cannabis con resultados espectaculares. Apuntó también que hay
derivados del cannabis, como también de la cocaína o el tabaco, que
actuaban “mil veces más rápido” que los fármacos con los que
se tratan actualmente las dolencias en salud mental.
Así
mismo remarcó que a pesar de que desde la antigüedad se usaron de
forma terapéutica la mayoría de las sustancias actualmente
calificadas como drogas, la prohibición provocó que durante más de
50 años la investigación con estas sustancias estuviera detenida en
la práctica, por lo que a día de hoy no se conoce tanto como nos
gustaría los efectos terapéuticos aplicables a los pacientes de
distintas patologías.
El
reconocimiento textual que hacía Miguel Casas al cannabis no es
menor, tratándose de quien se trata y teniendo en cuenta el habitual
sesgo prohibicionista en los profesionales de la “patología dual”;
su presidente lo dejaba meridianamente claro con sus palabras: “El
cannabis tiene entre 60 y 200 sustancias y sólo conocemos cuatro, al
igual que del tabaco o de la coca. El opio
ha
sido el medicamento de la humanidad y se ha prohibido durante 50 años
investigar sobre el efecto que tiene. Esto lo tiene que hacer la
industria
farmacéutica,
pero existe un miedo a plantear esta investigación, que es muy cara,
porque hay una parte religiosa y semi-política en toda
ella”
Levantar el dedo para señalar los miedos de todo un colectivo como el sanitario y apuntar a cuestiones políticas y religiosas, es no tener miedo a decir las verdades. Hace unos días exponíamos el caso de un niño convulsionando que cesaba de convulsionar y volvía a estar “normal” en unos segundos tras la aplicación de un extracto de cannabis en la planta de los pies. Lo contamos porque si bien es conocido el poder del cannabis para detener las convulsiones, no lo es que la vía de administración pudiera ser esa con las ventajas que presenta, tanto para el paciente como para sus cuidadores.
Levantar el dedo para señalar los miedos de todo un colectivo como el sanitario y apuntar a cuestiones políticas y religiosas, es no tener miedo a decir las verdades. Hace unos días exponíamos el caso de un niño convulsionando que cesaba de convulsionar y volvía a estar “normal” en unos segundos tras la aplicación de un extracto de cannabis en la planta de los pies. Lo contamos porque si bien es conocido el poder del cannabis para detener las convulsiones, no lo es que la vía de administración pudiera ser esa con las ventajas que presenta, tanto para el paciente como para sus cuidadores.
No
es apunte ocioso, ya que señala directamente situaciones en las que
un daño orgánico (en ese caso por las convulsiones) y el daño
subjetivo o sufrimiento podía estar siendo paliado de forma efectiva
por una sustancia cuyo único pecado es haber sido prohibida y no
estudiada, como señala Miguel Casas, por razones políticas y
religiosas. Eso que es claro para este tipo de pacientes, parece que
se irá viendo como una evidencia en el futuro de otras patologías.
Es
muy posible que en la medida en que se siga avanzando en el
conocimiento de estas sustancias, y de las puertas que nos abren al
posibilitarnos conocer los sistemas subyacentes que se ven afectados
por su funcionamiento, abra puertas en campos tan poco esperados
como el control del apetito, no sólo para pacientes que tienen
problema a la hora de comer por falta de hambre como ocurre en varias
patologías en las que la planta de cannabis -en sí misma- resulta
efectiva: también en sentido contrario, o para eliminar un apetito
excesivo que pueda llevar a un sobrepeso u obesidad. Sí, a pesar de
que a todos (nosotros los fumetas) la idea nos puede resultar
chocante, no lo es para el ojo de la ciencia que bien sabe que aquel
interruptor que provoca un aumento de una función, también puede
ser “tocado” para producir una disminución de la misma, y que
por lo tanto los mecanismos subyacentes en el aumento del apetito con el cannabis abrirán la puerta a fármacos mucho más precisos, con menos
efectos secundarios.
Hoy
por hoy la investigación reabre la senda de lo que le estuvo vetado
durante años, de forma injusta y causando daño a la población.
Cuando esos caminos estén bien desbrozados, no nos extrañaría ver
al cannabis como protagonista en la cura de las distintas
manifestaciones psicóticas o de otros procesos en salud mental, pero
tampoco como estrella farmacológica para conseguir ese tipo deseado
de cara a la “operación bikini”.
Las posibilidades son inmensas,
y en este campo veremos un importante avance de los usos posibles del
cannabis como planta, también, gracias a las variedades CBD que se
están sacando al mercado: colocar “no colocan” tanto, pero
funcionan terapéuticamente de maravilla y es lo buscado en este
caso.
Y
es que cuando se abren las puertas del conocimiento, todo puede ser
posible con el cannabis: de enemigo a aliado de la salud mental.
Texto publicado en Cannabis.es originalmente.