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martes, 1 de octubre de 2024

RAP Y DROGAS

 RAP Y DROGAS


Rapeando el colocón: hip-hop y drogas.





Cuando era niño, la música maldita por excelencia era el rock. Lo había sido desde sus inicios, cuando sus primeros “grandes productos para las masas” -como pudo ser Elvis en un momento dado, o los Rolling Stones en otro- invitaban a su público a perder compostura y buenas formas, mediante movimientos de pelvis que era difícil no ver. 


En aquella época, mucha gente veía en ellos una invitación al sexo sin pasar por el sacramento del matrimonio. Música interpretada -a un volumen que superaba lo que había sido normal, hasta entonces- por jóvenes que no parecían cantarle precisamente a los valores morales establecidos, ni iban a tocar el órgano los domingos a su iglesia local. 


Esto ocurría en una USA puritana, cruzando la mitad del siglo XX -entre diversas guerras de mayor o menor importancia- donde la rebeldía inherente al rock era un fenómeno nuevo. No es que no hubieran existido antes “jóvenes rebeldes”, es que la industria nunca les había tomado en consideración como modelos a popularizar masivamente, hasta entonces. Y no sólo ocurría en la música este proceso de encumbramiento popular de íconos con una aparente carga de inconformismo; recuerden por ejemplo al malogrado James Dean en el cine o al “grimoso” -pero aún vivo- John Travolta.


Cuando el rock vino para instalarse también en España, lo hizo al mismo tiempo que otros inquilinos: el sexo extramarital y las drogas. Los 3 empezaron -sexo, drogas y rock'n'roll- a crecer en España casi al mismo tiempo, y muchos vieron causalidad donde sólo había una coincidencia espacio-temporal: España tras la muerte de Franco. 


Fueron los años del estreno en democracia, del punk sin futuro como oveja negra de la familia musical, y de una absoluta libertad de expresión -en lo artístico- cuyo ejercicio, hoy día, cuesta penas de cárcel a algunos creadores. Me contaba un amigo, especializado en Rock en todas sus formas, que hace ya algún tiempo (años) había escuchado al gran Rosendo Mercado (Leño) decir que “en el rap está la 'mala leche' que antes era patrimonio del rock”. ¿Los viejos rockeros dando crédito a los nuevos raperos? La edad no perdona y siempre fue un signo de grandeza saber descifrar -correctamente- el paso del tiempo y reconocerse, para bien o para mal, en los que nos sobrevienen.





Sexo, drogas y Rap'n'Trap.


Comparados con lo que vino después, los grandes grupos del rock duro en España (como podían ser Barón Rojo o los Obús, entre otros) eran bastante suaves. Si usaban drogas o no, quedaba en el ámbito de lo privado habitualmente, y si hablaban de drogas en sus canciones (más allá del alcohol) era normalmente para criticarlas o advertir sobre su uso y peligros, nunca lo contrario; era la época de la epidemia de la heroína y aún no existía una “cultura de las drogas” que permitiera con facilidad discernir si los mensajes de precaución tenían algún viso de realidad o eran del tipo “de fumar porros a la heroína inyectada, en 15 minutos”. 


El rap y sus sub-estilos mantenían una relación radicalmente distinta con las drogas. Incluso algunos raperos empezaron a mostrar sus consumos, bien en directo ante el público o en las letras de sus canciones. De esta forma se hizo icónico el “Lean” o “Purple Drank”, que de existir una droga propia del estilo rap, sería esa la que se llevaría -sin lugar a dudas- la corona. 


El “lean” era una mezcla de jarabe con codeína con algún refresco sin alcohol, tipo soda. El nombre de “bebida morada” viene del color de algunas de las mezclas resultantes, originalmente porque los jarabes que usaban, eran de color morado (similar al “Bisolvon Compositum”, jarabe de codeína y efedrina, antes de que cambiaran su composición en nuestro país poniendo DXM en lugar del opiáceo) y la mezcla terminaba teñida del mismo. Para rematarla añadían, opcionalmente, algunas chucherías para aumentar la dulzura de la mezcla. Uno de los múltiples usuarios de la bebida, era el difunto DJ Screw, muerto en el año 2000 por una sobredosis de varias drogas que incluían codeína, diazepam y PCP.



Y como en otras ocasiones, la muerte del artista -vinculada a dicha droga- hizo que la popularidad de la mezcla de dichos jarabes con refresco se popularizara -hasta lo impensable- en USA dentro del circuito rap, en un fenómeno de imitación más que de descubrimiento. De hecho, el color morado de la mezcla hoy día, suele conseguirse con el refresco (usando uno con base de uva negra u otro fruto que lo aporte) porque si bien resultaba relativamente sencillo conseguir uno de esos jarabes en el años 2000, las posibilidades de conseguir sin receta uno de esos jarabes de codeína son extremadamente bajas en USA. 


¿Y en España? ¿Cómo va la cosa con la “bebida morada”? En España la codeína y mezclas son fármacos que necesitan de receta para poder adquirirlos, igual que en USA, pero la costumbre aquí ha permitido durante muchas décadas que se dispensaran sin aplicar ese control; de la misma forma que pasa con un simple antibiótico, que dártelo sin receta es una falta muy grave, ocurre con otros medicamentos (como el metamizol “Nolotil”, los productos para la tos a base de codeína como la “Toseína” o el “Codeisan” en jarabe) pero la costumbre es una fuerza poderosa y que necesita tiempo para erradicarse totalmente. Ahora mismo es tan ilegal que te den sin prescripción codeína en una farmacia como hace 20 años, pero entonces resultaba mucho más fácil en España conseguir fármacos (sin receta) de manos de los propios farmacéuticos.


Aún así, en los últimos 10 años, ya se ha presentado “la bebida morada” como nueva droga que acecha a los jóvenes en varias ocasiones al público español, por parte de los mass media. Como digo, se ha lanzado varias veces cuando el consumo de dicha mezcla en España es anecdótico y, en muchas ocasiones, consecuencia directa de la influencia de las noticias que supuestamente están dando para prevenirlo. 


El consumo recreativo de codeína en España ha existido desde hace décadas, pero no la ostentación pública de dicho consumo, que es la verdadera novedad que estimulan esas “noticias”. Algunos músicos lo exhiben de repetidamente en sus vídeos, lo citan en sus letras o lo llevan incrustado en su cuenta en las redes sociales, como ocurre con Yung Beef cuyo nick en Twitter es @SecoWeedCodein (su mote, la yerba y la codeína). Kidd Keo saca vídeos donde la bebida morada (sea lo que sea en cada caso) aparece por todos lados. Incluso en su vídeo “Stress” (2016) aparece cómo hacen la mezcla de un bote de “Toseína” (color morado en España) con un refresco transparente. 


La influencia de dicha mezcla es más estética que real, no porque no tenga efectos psicoactivos (que los tiene), sino porque resulta más buscado que “la pócima” sea morada que unos efectos determinados, y es que las modas también llegan -de la música a la política- en forma de colores, dentro de un mundo que ha virado bruscamente hacia lo audiovisual. Si bien el “lean” sería la droga por excelencia del rap, es una realidad importada y que no encaja en la realidad hispana


Como dice Charflex, de los LFAM (“Los Burlaos”) en el tema “Lucky Strike Boy”: “El bote de 'Tose' está de atrezo... Mira pequeñín, sólo es placebo: beber codeína te da un mareo, sin prometazina es un refresco...¿por qué se las tiran de estar to' puestos? ¿Dolor de barriga por tomar medicamentos? Ahora todos los críos se creen Kidd Keo.”


Sabias líneas que señalan algo que imaginábamos ya: no hay nada de nuevo en la codeína como droga recreativa, pero sí lo hay en mostrar que la estás tomando en tu bebida, como una señal de pertenencia a un grupo, aunque sea por imitación de costumbres y apariencia (todos hemos tenido 14 años y e ídolos musicales vistiendo las paredes de nuestros cuartos).


Drogas y rap en versión española.


Aparte de la moda del “lean” que, por suerte, no es demasiado visible en nuestros lares, las drogas son un elemento que parece estar en casi todo el rap en castellano pero con marcadas diferencias con el que viene de UK o de USA, donde las alusiones al drogas como el “Xanax” -“Trankimazin” en castellano- son constantes. Tanto que una de las últimas “estrellas” -de 21 años, fabricada en USA- se llama “Lil Xan”, abreviatura de “Little Xanax” o “Pequeño tranki”. Este caballero saltó hace días a los medios internacionales por haber sido ingresado de urgencia en un hospital, debido a una sobredosis... de Doritos picantes. Según sus propias palabras, tras tomar una bolsa entera (dice que le gustan mucho) se sintió mal, con el estómago dañado y con ganas de vomitar, así que se comió otra bolsa más y así ya pudo terminar ingresado, que eso de que aparezca la palabra sobredosis en el imaginario asociado a tu persona -en el circuito del rap- es algo que te beneficia. ¿Es un chiste que un tipo que se llama a sí mismo “Pequeño Tranki” sufra sobredosis pero de Doritos? Sí o no, ya que el hecho es “real” hasta donde podemos saber, pero en un momento en que en USA se viven las peores cifras de muertes por sobredosis de drogas, es parte de la provocación que se estila en las carreras de estas inmaduras estrellas (casi nunca controladas por ellos mismos). 


Curiosamente, este rapero llega a hacerse notar por sus canciones, en las que habla de ser un adicto al “Trankimazin” como su tema “Betrayed”, o vídeos en los que cuenta la pasta que ha hecho vendiendo “Xanax” y otras drogas. Sin embargo, desde que la industria posó sus ojos en esta criaturita, le han estado presionando para que deje las drogas y su mensaje -que no su realidad- ha pasado a ser un alegato contra la adicción a esa benzodiacepina. Paradójico, cuanto menos, si desde tu nombre y tu último trabajo (“Xanarchy”) sigues haciendo promoción a la sustancia. 


En España parece que ese modelo no cuaja y que tenemos nuestra propia idiosincrasia con las drogas. Aquí se habla de consumir drogas, sí, pero no con la épica que aporta el enfoque anglosajón: las consumimos porque son parte de nuestra realidad cotidiana, y las usamos como herramientas o como fuente de financiación: “Fumo doble cero y doble cero es mi cajero” que dicen “Natos y Waor” en el tema “Tiras y aflojas”.  Músicos como El Coleta, mantienen vivo un mensaje contra la heroína que surgió de nuestra experiencia hispana en los años 80 y 90, y otros como Jarfaiter han dejado claro que el hecho de que las drogas aparezcan en sus letras, no implica una apología de su uso sino que resulta de la mera exposición de la realidad.




Lo que sí es notable, es la amplitud de la idea de droga. ¿Qué resulta ser droga y qué no, para cada uno de los autores? Yo diría que, para una amplia mayoría, droga es “lo que toman los otros”. Hay raperos que hacen continuas alusiones a que ellos no se meten “drogas” (como signo diferenciador del resto) pero a la vez reposan constantemente en alcohol y cantan sus gloriosas borracheras. ¿El alcohol no es droga? 



También he visto a alguno hablar de alcohol y drogas de forma inclusiva, pero haciendo una elegida excepción con el cannabis que pasa a ser canonizado como vehículo de innumerables parabienes, pero no como una “droga”, modulando el término -en boca de estos- que pasa de descriptivo a despectivo.


Para terminar, mención aparte para C.Tangana que a pesar de ser -a día de hoy- el más deseado y el mejor pagado de este grupo, no parece haber renunciado a hablar de las drogas con honestidad. No tuvo problema en publicar un tema llamado “Bolsas” en que describía un patrón de consumo de cocaína, a pesar de que sabía que le atacarían por ello. En uno de sus últimos trabajos, “Bien Duro”, se ven desfilar por el vídeo tabaco, alcohol, cannabis, cocaína y una bolsita de MDMA, aunque el tema nada tenga que ver con drogas. Ese patrón de consumo es mucho más un reflejo de lo que hay en nuestro país que el color morado del “lean”, como moda importada de otra realidad.



“Y más solo cuanto más libre. ¿Pero qué es una puta raya para un tigre?” que dice Tangana en su último vídeo “Spanish Jigga Freestyle”, grabado en USA y donde -curiosamente- incluye una referencia al “Trankimazin” pero oportunamente citado como “Xanax” (“desayunando Xanax...”) de manera que para el público hispano queda ofuscado y para el publico norteamericano queda realzado. 


Lo que en un lugar está bien visto, en otro recibe la consideración opuesta. Siendo el rap un reflejo de la realidad que sus autores viven, es normal que las drogas sean distintas y su percepción también. Pero a diferencia de otras músicas, la ostentación de su consumo (bien sea alcohol u otra droga), parece serle útil y productiva a muchos autores, incluidos algunos de alto nivel. Creadores y consumidores son -como todos los humanos- animales que aprenden por imitación en amplias fases de su vida; el rap, como producto, tampoco se libra de las consecuencias de estos patrones innatos.