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sábado, 15 de julio de 2017

Chefchaouen o Xaouen: no sólo turismo de drogas...

Este texto fue publicado en el portal Cannabis.es, aunque con otras fotos (disponibilidad en el momento), y esperamos que os guste.



Vamos al grano y nos quitamos el asunto del medio: ¿hay droga en Xaouen? Claro, como en todos los lados: aquí la droga ilegal más asequible es el cannabis, en concreto rico hash. Dicho esto... ¿por qué Xaouen?
¿Qué tiene este lugar que atrae a los buscadores del cannabis y sus riquezas, pero que los deja atados -de por vida- aunque dejen de usar la planta?

1- Su gente
Acabo de terminar de empaquetar a un grupo de jovenzuelos de vuelta a la PoPular Ejpaña -sigo emigrado y sin intenciones de retorno- que han sobrevivido a la prueba de Xaouen. Aunque no todos, si lo pienso: venir aquí para fumar porros como si no hubiera mañana e ir de graciosete turista, sólo deja clara la falta de madurez para empaparte de un lugar como este. Si eso ocurre, personalmente creo que estás condenado a ser un mediocre sin más recorrido mental que los ácaros que lleva encima; resulta extremadamente fácil integrarte en el lugar, con una población que ha nacido sirviendo al turista (dicho esto de “servir” con el máximo respeto por su trabajo, recordando que en España somos los “camareros” de Europa) y que -hasta críos de 8 años- te hablan varios idiomas, desde conversación básica en japonés a unas clases de euskera, pasando por francés (del de hablar), italiano, inglés, español...


2- Seguridad
Si eso no es un excelente -y suficiente- caldo de cultivo para que te sientas cómodo, aquí va otra: puedes traer a tus hijos de 6 años y dejarles salir solos a la calle sin control a las 4 de la mañana sabiendo que no les pasará nada. Sí, suena exagerado... ¿no? Pues no lo es. En contra de lo que alguna gente pueda pensar, en base a ciertos prejuicios conocidos como RACISMO, si te dejas el móvil, la cartera, lo que has comprado en la tienda de al lado o tu cazadora de cuero en el bar o en la calle, al contrario de lo que te pasaría en España (hablo de mi país, sí) te encontrarás con cualquier desconocido que se ha pateado dos calles para darte tu cámara de 600 euros, o ese paquete de mantequilla de cabra de 10 dirhams que has comprado al entrar en “la Medina”. Esto no es un “por decir”: soy de los que me voy dejando todo por todos los lados (cámaras, dinero, drogas, etc.) y en mi barrio me habría quedado sin nada, pero aquí me ha traído cosas que me he dejado por ahí hasta niños de menos de 5 años de edad (esta mañana, una batería de móvil, el niño me vino a llamar y cuando le hice caso y atendí, vi a su madre haciéndome gestos para que la cogiera). Y en esto os aseguro que no soy diferente al tipo que viene por primera vez a este sagrado y mágico lugar. No conozco un lugar en todo el planeta menos propenso a la violencia, y donde se reprime duramente cualquier manifestación agresiva, que no sea meramente dialéctica. Yo, en 10 viajes, tan sólo he visto 1 pelea, y era una familia entera -en Tánger, a las 3 AM en plena avenida de las discotecas- currando a un tío que parecía un segurata de discoteca, y principalmente le estaban ahostiando las mujeres y los niños (ojo, niño no quiere decir inofensivo: vi dos patadas en la cabeza del tipo, dadas por un crío de unos 11 años, que bien podían matar a cualquiera). Pero como digo, eso ocurría en otro lugar que nada tiene que ver con Xaouen.


3- La pasta
Marruecos es barato comparado con España, pero Xaouen es barato dentro de Marruecos. Es barato hasta para los marroquíes, quienes aman el lugar -quienes se pueden permitir viajar a él- y no sólo en “luna de miel”, como solía ser típico en ellos. Para que os hagáis una idea, una habitación de hotel, en la terraza del mismo (el ático, donde está “la movida” y el salseo) con TV por satélite con más de 1000 canales (que no usarás), cuarto de baño privado (no todos tienen) y perfectamente decorada con una cama doble (que uso yo solo, al menos oficialmente), con buenas sábanas limpias, y con un servicio que pegas una voz y te suben el desayuno a la cama, eligiendo entre varios tipos incluido uno con huevos fritos, a mí me cuesta 15 euros al día. ¿A que mola? Mucho, os lo aseguro. Pero en este caso, la experiencia es un grado, y esa misma habitación a otra persona costaría unos 20-22 euros al día. Bonito rango de precios... ¿eh? Si os parece caro, podéis dormir en la terraza sobre colchón por menos de 3 euros al día.
Pero no tiréis del todo las campanas al vuelo. El precio en muchos de los productos es relativamente más bajo que en España, pero eso no quiere decir que todo esté tirado de precio... no es así. Las cosas son más baratas con un nivel de vida que lo permite, pero esto no es el sudeste asiático. Así que mi consejo en ese aspecto, es que antes de venir a gastar; siempre se gasta más por el cambio favorable, especialmente sobre la percepción que hace que compremos con mucha más ligereza y menos conciencia. Aprovechad, pero con cabeza: ir tirando el dinero como memos sólo atraerá buscavidas y movidas, aquí y en cualquier parte.

4- Ligar
Este punto es interesante e importante, no conviene dejarlo sin tocar. Marruecos es una zona de influencia islámica y si bien sus leyes no son la sharia, sí atienden a reprimir lo que religiosamente se considera pecaminoso. Y aquí, como en la España de los años 60, el sexo es pecado. Y gordo. Así que si te pillan jincando con una moza del lugar, te caen 5 años de cárcel. Así, a machete. O te casas con ella. No sé que sería peor, pero una cárcel marroquí es como volver a la edad media, así que os recomiendo que, en caso de veros en semejante disyuntiva, elijáis lo que haga falta con tal de no entrar en el talego en este país: antes cásate.
Dicho así, el panorama no es que sea muy alentador, pero hay más panorama que contar. El rollo varón de fuera con mujer de aquí, os aconsejamos descartarlo totalmente. Pero sin embargo, el rollo de mujer de fuera con varón de aquí, aunque pecado también, debe ser menos pecado porque todos los marroquíes ligan como perros: son chavales físicamente bien formados, con el atractivo de los hombres de la montaña (con ciertas diferencias genéticas, como ojos verdes o azules, y pelo rubio o incluso pelirrojo, sobre pieles morenas) y el cruce con el árabe. Supongo que son tan atractivos para la mujer occidental como lo son sus mujeres para el hombre occidental. Y en este caso, en Xaouen, la mujer extranjera es doblemente privilegiada: ellas sí pueden ligar con los aborígenes de la zona, con la discreción aconsejable en un país de este percal. Y pueden hacerlo sabiendo que serán tratadas por auténticos caballeros especializados en hacer sentir bien a una mujer. 
Ahora mismo he estado traduciéndole los mensajes -de amor fugaz- al camarero que me ha servido la bebida, que se ha ligado una jamelga alemana de primera división, y ella no hace más que declararle su intenso enamoramiento... que acabará, con la complicidad de ambos, en una cama intentando que no haga demasiado ruido, ni la cama tampoco.
Para el resto de mortales varones, nos queda el ligoteo masivo y bien dispuesto de las terrazas de los hoteles. La mezcolanza de guiris de todas partes (Australia y USA incluidos) en momento vacacional o en escapada místico-africana se presta a ese tipo de encantamientos dulces, en los que te pierdes en los labios de una italiana que podría ser la imagen de una joven Cher o entre las rastas -por las rodillas casi- de una impresionante noruega antifascista: el amor es libre aquí, pero ha de ser discreto en sonidos y expresiones. Recomendamos evitar todo tipo de gesto “amoroso” a no ser que estés con tu pareja, y aún así no es recomendable ya que no existe culturalmente la costumbre de ir comiéndose la boca por la calle, y ni hablar de meter mano, por supuesto. Pero vamos, que una de la razones -sin duda- para venir a Xaouen sin pareja, es que te la buscas aquí.

5- Cultura
Un lugar así, que encadena a la gente que lo visita, provoca que personajes (realmente son personajes, y vaya personajes) de lo más variopinto se encuentren en este espacio y tiempo. Ya sé que  no es lo habitual salir de viaje a Xaouen y pensar en cultura. Pero aquí, por ejemplo, he conocido algunos de los mejores jugadores de ajedrez que he visto -especialmente árabes- y que eran capaces de mantener una conversación propia de un doctorando en químicamientras desarrollaban juegos complejos. Los universitarios de Marruecos tiene una de las mejores formaciones que conozco, no tanto por su universidad como por su interés por las cosas. No te encontrarás en Marruecos lo que vemos en España, con una universidad que sólo se visita en exámenes o en prácticas y que está llena de gente que hace una carrera por hacer, sin tener mucha conciencia de lo que quieren para su vida o de qué les interesa realmente. Eso aquí, en más de 15 años, nunca lo he visto. 
Si alguien hace una carrera, tiene pasión por ella. Y eso, da gusto sentirlo a la hora de abordar cualquier conversación. Aquí no hay opiniones, ni eso tan manido en España de “es mi opinión y la tienes que respetar por ser una opinión”. Aquí las tonterías se llaman tonterías, no opinión. Y no se opina, sino que se ofrecen argumentos para el debate. Eso en lo que respecta a los lugareños.




En cuanto a los extranjeros, pues por un lado tenemos a los primerizos a quienes les puedes  escuchar cosas como “tío!! he encontrado un “moro” más majo!! el tío se enrollaba y quería charlar y nos ofrecía su casa”, en las que se nota que no esperaban encontrar “moros” majos y simpáticos. Especial atención a la despectiva palabra “moro”. El moro es una palabra que deriva de los moros, denominación antigua de los habitantes mauritanos, pero que nada tienen que ver con los magrebís: si la usáis -en Marruecos o España- dejad de hacerlo. También están la recua de guiris que vienen con la intención de dejar claro que son los mayores payasos de su zona, y que como saben que no van a volver, vienen “pisando” al personal. Yo les aconsejo a esos que mejor se queden en su casa, porque cosecharán malas miradas y desprecio, pero si además van de listos e intentan pegarle el palo a la gente de aquí (lo he visto varias veces) puedes acabar en una casa en la montaña, sin comunicación con nadie y esperando a que tu familia pague los daños que hayas causado, pero multiplicados por 100. Y me parece genial, quien la lía la paga, aquí y en Sebastopol.
Y finalmente llegamos a los pseudo-residentes como yo: bichos viejos y resabiados que van pasando de lugar a lugar, mezclándose con el entorno e intentando conocer a las personas que más les pueden aportar. Hace unos 6 años, topé aquí con un guiri loco, con el pelo blanco, coleta y gafas, que me vendió el mejor hash que he probado en Marruecos. Sí, un guiri. 
Ese hombre y yo, en aquella ocasión, hablamos de que yo estaba pensando en enviar algún artículo a alguna revista y él me animó a hacerlo. También hablamos de economía y del fraude monetario del sistema internacional y yo le dije que debía conocer Bitcoin porque resolvía muchos de los problemas que comentábamos. Él, en aquel momento, me dijo: “no no, paso de eso porque el dinero es malo y yo soy anticapitalista y bla bla bla, etc” pero curiosamente, ahora que nos hemos vuelto a encontrar, yo que no escribía para revistas, me gano la vida así. Él que escribía para revistas -Soft Secrets, en algún país que no era España- ahora no lo hace, pero no sólo se metió en el mundo Bitcoin, sino que es de los fanáticos de las criptomonedas o monedas digitales, en concreto es un apostol de Ethereum.
Pues encontrándonos tras varios años, ayer tarde él dijo: “mira, Venus”. Yo contesté: “no es Venus, es un satélite: los planetas ni brillan tanto ni parpadean en su brillo”. Él no aceptó el argumento, yo insistí y al momento se lio: ¿100 dirhams de apuesta?. Apretón de manos y al momento, la terraza del hotel se había cubierto de una masa de personas con ordenadores, libros, datos, cálculos de ángulos sobre la perspectiva del horizonte, reflexiones sobre astronomía y otras cuestiones adyacentes. ¿Estáis locos? Sí, es la locura del conocer, la locura de la cultura en la que bebes de todas las fuentes que te pueden aportar, y aquí fuentes hay muchas.

6- Paisaje, clima y e historia
Por supuesto, el lugar tiene un clima especial que es el clima de montaña, y las vistas que ofrece al valle del Rif son impresionantes, así como las de las montañas de la zona que se pueden ver bien cuando “se sube a la montaña” a ver la “elaboración de productos naturales y artesanales típicos del lugar”, siendo una de las visitas turísticas casi obligadas. Sobre esto, la belleza del lugar, mejor es no decir nada, y dejar que hablen las imágenes. Aquí, mis mejores palabras son el silencio.
Disfrutad, que aquí os esperamos. :)

martes, 18 de abril de 2017

Amsterdam pierde el título de "Meca del Cannabis".

Este texto fue escrito tras una visita (20 años después de la última) a Amsterdam, para encontrarme cómo se había degradado la ciudad en el plano cannábico, cómo se trataba a los fumadores de tabaco como apestados y como se permitía ahora mezclar alcohol y cannabis en nuevos bares que -sin embargo- no podían venderte cannabis, ni permitirte fumar tabaco ni siquiera dentro de tus porros. La yerba no era mala, pero siempre era cara. Bueno, había alguna que sí era mala, y le ponían de nombre "orgánica" y la pagaban igual los pardillos amantes de "lo natural".

Lo cierto en es que cualquier CSC de España, eso que se esconde bajo el modelo asociativo -prostituyéndolo- y donde los "socios" desconocen siquiera lo que es una Asamblea General, hay mayor variedad de marihuana, de hash, así como extracciones tipo BHO o Shatter que en Holanda se consideran "droga dura" directamente (y te piden 200 euros por un gramo y cosas así) así que considerar  Amsterdam "la meca del cannabis" es una bonita mentira nostálgica: la meca del cannabis a día de hoy se llama España, y todos los saben ya.

El texto fue publicado en Cannabis.es, y esperamos que os sirva de aviso para los que tengáis pensando en ir a gastar vuestro dinero allí. ;))

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¿Quién no ha soñado con irse unos días a Amsterdam

¿Qué fumeta no ha deseado nunca ir a ese mágico lugar donde la yerba se vende legalmente -al por menor- y donde la policía no disfruta acosando hostilmente a quien se fuma un porro o toma otras drogas?

Yo creo que todos los amigos del cannabis -de una u otra forma- han idealizado el viaje a esa ciudad, paraíso de la marihuana y ejemplo ofrecido ocasionalmente a seguir para el resto de países como modelo regulador. Seguramente todos hemos argumentado a favor de un modelo de “normalización” como el holandés, a pesar de sus fallos ya que no cubre todo el proceso relativo a la planta y sus derivados sino sólo a su venta al por menor, pero era bastante para el usuario que simplemente compra y consume, se viera fuera del circuito legal de represión mediante prisión o multa. Y sí, es cierto: el modelo holandés es mejor que no tener modelo o que la prohibición a secas, aplicada además con torpeza.
Pero... ¿hasta dónde está dando de sí el modelo holandés? Decía Javier González, en su estupendo análisis sobre “el supremazo” contra los CSC, que el modelo CSC en España era -jurídicamente- un “traje al que se le revientan las costuras”. Pues al traje holandés no es que le vaya mucho mejor, y menos cuando sigue basándose en “hacer la vista gorda” con el mercado negro por un lado, mientras asfixian la parte legal con un modelo ultra-regulador. ¿Suena mal? Pues sienta peor.
Al llegar a Amsterdam, vía Schiphol que es su aeropuerto internacional, lo primero que me llamó la atención (que no había visto en viajes anteriores) al desembarcar del avión fue una “smoking area” dentro del propio aeropuerto, en la zona de seguridad-tránsito. Me llamó la atención porque -aunque estaba “adosada” a una oportuna cafetería- no era un servicio que prestase la cafetería sino el propio aeropuerto. 

Me pareció un detalle inteligente lo de no olvidar que hay bastante gente que fuma tabaco, que no deja de ser una droga adictiva, y que es mejor que haya un lugar donde poder fumar que tener que ver a la gente, en tránsito y esperando horas otro avión, escondida en los servicios para poder echarse un pitillo (una vez que cruzas el control de seguridad, no puedes salir a fumar a ningún lado). Lo que ya me sorprendió más, y no tan agradablemente, es que al salir de cualquier puerta de dicho aeropuerto te indicaban más “smoking areas” que estaban pegadas a las puertas de salida: ¿si estoy en la calle, a cielo abierto, necesito una zona de fumadores para encenderme un cigarro? 





No me quedó nada claro el propósito de esas “smoking areas” pero no le di mucha bola al tema, y agarramos el primer tren hacia Amsterdam Central Station que tuvimos a mano: teníamos ganas de ir a meternos en el fregao del Barrio Rojo y ver cómo estaba la zona, y eso hicimos tras un breve check-in en el hotel.
Llegamos a la entrada del Barrio Rojo en unos minutos, para comprobar (con bastante tristeza y nostalgia) que el Grasshopper -posiblemente el más reconocible y bonito de los coffeeshops para cualquiera que haya visitado la ciudad, por su colocación privilegiada y gran tamaño- había dejado de ser un coffeeshop para convertirse en... un bar para turistas sin nada que ver con el cannabis.
Aunque el Grasshopper era un lugar que tenía un excelente servicio con el cannabis -disponían de microscopios potentes para poder ver el cogollo con extremo lujo de detalles como parte del servicio- y que su calidad siempre fue muy alta, era también uno de los sitios que a la vez tenía los precios más altos. Por eso casi nadie lo tenía como su coffeeshop de referencia, una vez que conocías un poco el lugar. Así que sacudiéndome la nostalgia, tiré calle hacia delante para ir al “Speak Easy” que, también, había sido reconvertido en una especie de bar y en una tienda que hacía dulces: no existía ya. Y metros más adelante, pude ver el coffeeshop donde solía desayunar, totalmente cerrado y en un estado lamentable de conservación: el Baba, otro de los más conocidos coffeeshop del lugar, había muerto también (ya sólo existe como tienda de souvenirs en otro lugar).
Los 3 primeros coffeeshops que intentaba visitar en Amsterdam, y que había conocido durante años en mis viajes allí, habían desaparecido. ¿Qué estaba pasando? 





Quise pensar que sería una mala casualidad y nos zambullimos más en el Barrio Rojo buscando otras opciones, tirando también hacía la zona de clásicos ya bien metidos en los canales del Red Light, como The Bulldog (el original primer coffeeshop de Amsterdam y toda su franquicia actual de tiendas y hoteles).

Vimos algunos lugares que hacían uso de la palabra coffee, que invitaban a pasar a fumar porque tenían una “smoking room” e incluso que te dibujaban hojas de marihuana y te dejaban claro que, allí dentro, podías fumar tu cannabis: muy muy parecidos -solo en apariencia- a un coffeeshop pero sin serlo, porque allí no se venden cannabis y sí cerveza y otros alcoholes. Al final nos decidimos a entrar en un coffeeshop, que aunque nos trataron con amabilidad y corrección, podía inspirar poca confianza a primera vista: un sitio pequeño en el que se veía trasiego de gente constante, pero apenas sin barra (pequeña) y con un par de sitios para sentarse, gestionado por inmigrantes escuchando gangsta rap a toda hostia y viendo combates de artes marciales mixtas en la tele. El material que vendían no debía ser malo, porque no paraba de entrar gente -más residentes que turistas- a pillar. Pero eso de entrar, tomarse un café o un refresco y ver la carta, elegir, hacerte tu canuto y fumártelo tranquilamente charlando con quien te tocase al lado, era algo inexistente: no me extraña porque cada vez son menos acogedores esos lugares.
Pillé un clásico de la zona, Northern Lights, que estaba a “buen precio” si miraba los demás: a 8 euros el gramo cogiendo 2 gramos. Fue mi primer contacto con la nueva carta de precios, que se extendía desde esos 8 euros al gramo hasta los 20 euros el gramo que pedían por el 25% de las variedades con nombres más nuevos. ¿¿20 euros el gramo?? Ya podían ser cogollos de Swarosky para valer eso.
No quise irme sin echar un vistazo al hash, y vi un par que estaban baratos (unos 8 euros el gramo) y decidí llevarme un par de gramos de un hash, afgano de nombre, que dudo que tenga nada que ver con dicho país. Una calidad mucho más baja de que la estoy acostumbrado a fumar en mi propio barrio de ciudad española, a más del doble de precio. 

Pero no era lo único llamativo, porque tenías diferentes hash que oscilaban entre los 20 euros el gramo y los 90 euros el gramo. Sí, 90 euros el gramo de algunas variedades de “supuesto ice-o-lator”. A mí eso de pagar un gramo de hash más caro que un gramo de cocaína, es algo que me supera. Puestos a ver hasta donde había llegado la escalada de precios, pregunté por extracciones tipo BHOWax o Shatter, pero son ilegales (aunque se venden bajo cuerda en algunos lados) para la ley holandesa que las considera “droga dura” (allí siguen con la división de duras/blandas y no parece que se muevan). 

Al final, los encargados del local me facilitaron la dirección de un coffeeshop -y el nombre de la persona- que “tenía extracciones” pero cuyos precios empezaban allá por el infinito, de mucho más de 100 euros el gramo. Llegaron a hablar de 200 euros por gramo de algunas extracciones vendidas, pero que la demanda de dicho producto era entre muy baja y bajísima, quedando prácticamente reservada a los pirados que busquen “la última experiencia con el THC” y sean capaces de soltar 200 euros por un gramo. Con esos precios es normal que consideren que son “drogas duras”, sobre todo para el bolsillo.




Durante los 7 siguientes días, estuve con un buen ritmo de unos 3 o 4 coffeeshop distintos al día, pero lo que vi sólo fue empeorando el panorama. Encontré algunos coffeeshop que vendían “shaken” y que te lo explicaban como que eran los restos que habían ido rompiéndose al manejar los cogollos, pero dadas las cantidades que tenían sumados al estado, olor y apariencia de los mismos restos, parecían cogollos troceados que habían sido “pasados por mallas” para retirar parte de su resina, y la rebaja de precio (unos 2 euros menos que las yerbas medias) no compensaba ni el intento. Encontré el añorado “skuff”, que es una especie de hash hecho con restos de Super-Skunk prensados y que tiene un color verde claro, pero a un precio que era más de 5 veces superior a lo que había pagado por él en otras ocasiones y pasé de pagar semejantes precios.
También es cierto que encontré, en una yerba de 16 euros el gramo (no lo más caro del menú; el precio de una buena variedad “cheese” que ahora es moda allí como lo fueran hace décadas el Skunk y derivadas) de la que me dieron un cogollo que, aparte de que me causó tos hasta hacerme un desgarro muscular, era lo más lleno de resina que he visto en mucho tiempo, por dentro y por fuera. Realmente ese sí que parecía una pieza de cristal de Swarosky en sus tricomas, tanto que le perdoné la vida esa noche, y me lo fui fumando con calma a lo largo de mi estancia. Y no era “lo más caro” pero era sin duda lo mejor que he visto esta ocasión: realmente una excepción, esa en que te toca el cogollo perfecto. También vi mucha “mariwarra” que pretendían que pagases a 14 euros el gramo porque era bio-orgánica, o porque era una thai de exterior, o por cualquier otra presunta razón pero “mariwarra”. Y lo que no vi, en general, es una cultura del cannabis ni entre sus propios “profesionales”.
Tuve la suerte de toparme -una noche al volver de un museo- con un coffeeshop llamado Utopia, que fue el primer coffeeshop donde estuvimos realmente a gusto. Ninguna yerba superaba unos razonables 14 euros y eran todas primeras calidades, indicas y sativas. Pero sobre todo, la música no estaba puesta para echarte -la chica que regentaba el local en fines de semana tenía un gran gusto musical, nada estridente- ni te obligaban a encerrarte en una sala aparte -he estado en fumaderos de crack con mejor presencia que muchas de esas salas- si querías fumarte tu porro con tabaco. No es una exageración, ahora a los coffeeshops les están apretando las clavijas -a base de multas cuantiosas y sanciones que incluyen el cierre pero por permitir fumar tabaco en los porros. Incluso en esos cafés, que sin ser coffeeshop te permiten fumar cannabis, te ponen encima de la mesa una mezcla herbal para que no uses tabaco, porque está prohibido. Suena un poco a que el regulador ha perdido el norte: ¿me puedo fumar aquí un canuto de marihuana, pero le meten 3000 euros de multa al local si me lo hago con un cigarro? Vale que puedas aspirar a un lugar libre de humos, pero eso de perseguir el tabaco donde está permitido fumar cannabis, me parece otro ejemplo de ultra-regulación asesina.

Ese tema fue el inicio de la excelente conversación que tuve con la chica que llevaba el Utopia, y en el que me contó que estaban sobreviviendo como podían, diezmados por nuevas regulaciones que impedían nuevas aperturas, forzaban mayores cierres, restringían horarios y con un permiso para seguir funcionando por 6 meses más, que esperan -por costumbre- que se alargue. Pero el supremo de dicho país ya ha dicho que eso de venderle drogas a los turistas, no. Que las drogas sólo para los residentes en el país, y aunque la norma -de momento- no se aplica en Amsterdam, es otra espada de Damocles colgando sobre los coffeeshop, que van cerrando por distintas razones (forzosas por nuevas regulaciones locales o económicas por asfixia impositiva) y que no se volverán a abrir. 




La opinión más sólida que escuché sobre la situación, fue que el gobierno seguirá dando prorrogas hasta que llegue una legalización regulada, que permitirá cultivar solo unas determinadas variedades con control estatal, como en el tabaco. Un modelo estanco que ya auguran que no funcionará, porque esa restricción de variedades, posiblemente basadas en la potencia medida en THC, aumentará el mercado negro ya alimentado -por los propios residentes- debido a los excesivos precios finales que fuerza “el modelo holandés”.
Lo que más gratamente me sorprendió de lo visto es que, a pesar de los abusivos precios del cannabis allí, por más que busqué en los distintos smart-shops el menor rastro de cannabinoides sintéticos, e incluso pregunté insistentemente a varios dependientes y dueños que se prestaban a la charla, no pude encontrar nada. Y sólo una persona -en una de esas tiendas de “otras drogas legales”- conocía algo de lo que le estaba hablando, y le sonaba de UK pero no de Holanda.
Ni rastro de la marihuana sintética con sus tremendos riesgos para la salud: el cannabis sigue siendo la mejor barrera de salud público contra esas drogas, incluso pagando 10 euros por cada porro que te vas a fumar.