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miércoles, 8 de febrero de 2017

Burundanga Madness y sumisión química

Este texto fue publicado en plena fiebre histérica de los medios con la Burundanga en el portal Cannabis.es. Aprovecho para citar el excelente trabajo de Anna Pacheco para Broadly sobre el mismo tema, y con un enfoque realista del que otros medios carecieron esos días.

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Cuando mi móvil empieza a sonar notificándome privados de mucha gente distinta, suele ser que algo nuevo -o presentado como tal- referente de alguna forma a “las drogas” (desde un parricida al que vinculan con la “droga porro”, a un estudio de ciencia-ficción o TodoACienCia sobre el krokodil ruso, que veranea en levante) ha explotado en los mass-media, como la TV y la radio.
Eso es lo que pasó ayer, que teníamos nuevo protagonista que presentar o, mejor dicho, teníamos la primera vez CON PRUEBA DE TÓXICOS que la tan traída y llevada “burundanga” había sido detectada en una persona (con rol de víctima involuntaria) en España.
¡Por fin! No es que me alegre de que este suceso haya ocurrido, sino que al fin tenemos algo real y tangible de lo que hablar y que incluye una prueba de tóxicos de antemano, lo cual es muy de agradecer. Una mujer de 36 años acudió -en un grave estado de confusión- a un hospital, acompañada de una amiga que alertó que su ex-marido le podía haber echado un fármaco en la bebida, y tras aplicarle un protocolo especial para casos de “sumisión química” se pudo probar.
Y tal vez se pregunte el lector qué es eso de la burundanga, y qué es eso de la sumisión química. Pues vamos por partes. La burundanga es el nombre “popularizado” de un compuesto químico, conocido hace más de un siglo, llamado escopolamina. Este nombre, que originalmente proviene de las Américas, lleva asociada una leyenda -ahora ya no tan leyenda- de uso como herramienta “casi mágica” para todo tipo de actos delictivos y que abarcan desde violaciones a robos (la leyenda negra cuenta en su haber hasta robos de órganos sobre personas vivas, aunque esto por supuesto nunca ha sido detectado en realidad). ¿Por qué proviene de allí? Pues porque la planta de la que se extrae dicho principio activo, recibe ese nombre también. Es una planta conocida y ornamental, de bonitas flores, pero ese compuesto -la escopolamina- se puede encontrar en una amplia variedad de plantas (especialmente de la familia de las solanáceas) como en nuestro conocido “estramonio. El compuesto es de origen natural, cosa que me gusta recordar especialmente a aquellos que confunden “natural” con “sano”, y “no natural” con “no sano”: ese error puede matar ya que muchos de los más potentes venenos son naturales.
¿Qué efectos tiene la burundanga o, más concretamente, la escopolamina? Es un compuesto anticolinérgico que -de la misma forma que la atropina y otros fármacos similares- bloquea los receptores de la acetilcolina, un neurotransmisor que existe en nuestro cerebro, provocando una serie de efectos que -dependiendo de la dosis absorbida y de la idiosincrasia de la persona- pueden oscilar entre la simple molestia ante la luz (por la midriasis que provocan) al delirio con alucinaciones, entendido como la incapacidad de nuestro cerebro para discernir entre lo que es real y lo que no (producto de su mente). También pueden matar, y lo hacen con facilidad dada su alta potencia, si la dosis es excesiva. Por supuesto, han tenido y tienen uso en terapéutica y la escopolamina era parte de las primeras anestesias, de las que se fue retirando -con la aparición de compuestos más eficaces- debido a que provocaba -precisamente- alucinaciones y un tipo de amnesia químicamente inducida, llamada amnesia anterógrada.
¿Anula la voluntad la escopolamina? No, no como parece que se quiere plantear, como si fuera capaz de obrar milagros sobre la voluntad de otra persona: si eso fuera cierto, no sería algo que descubriríamos ahora. La escopolamina, como otros muchos fármacos, produce un estado en el que la persona es más vulnerable porque no puede fiarse de sus sentidos y porque sus sistemas de alerta ante los peligros (incluida la manipulación física, la emocional o la psíquica) se ven debilitados de una forma similar al estado que se puede alcanzar en una gran borrachera, o bajo el efecto de las comunes benzodiacepinas o pastillas para dormir, con las salvedades y matices propios del desarrollo de los efectos en cada sustancia y persona.
En este caso, siendo un fármaco que puede dejar inconsciente y, además, provocar amnesia sobre los momentos previos a la pérdida de conciencia, tiene en manos con intenciones criminales un potencial claro para su uso, asociado a unos peligros muy elevados para la víctima (y desgraciadamente podemos decir, que cuanto menos experiencia en su uso tenga el delincuente, más peligroso resultará). Pero no. No es una sustancia mágica que administrada a alguien sin que se dé cuenta, nos dará acceso a todo lo que su voluntad -en estado base- quiera mantener guardado.
Fue, como otras tantas drogas, una más de las sustancias que se probaron o emplearon en algún momento como “suero de la verdad”, con el mismo poco éxito que el resto de cosas que probaron a tal fin dentro del proyecto MK-Ultra en los USA y que incluyó cosas como la LSD o la MDA. Pero, repito, la escopolamina no hace que la voluntad de otra persona pase a nuestras manos (ni tampoco ocurre esto en la hipnosis, aunque sea algo cuya creencia está extendida) sino que deteriora su capacidad normal de actuación.
¿Entonces por qué se usa y a qué viene lo de sumisión química?
Se usa porque como ya hemos dicho, es uno más de los muchos compuestos que deterioran -en distinto grado- el juicio crítico y nuestras defensas, como también lo hace el alcohol y otras muchas drogas. Pero su uso es más habitual en países sudamericanos, y tremendamente infrecuente en nuestro país. Tan infrecuente, que a pesar de llevarse hablando de la burundanga y los peligros de la burundanga durante años, se detecta por 1ª vez ahora en nuestro país. Desde aquí recomiendo a periódicos como “El País” o “El Mundo” que echen un vistazo a las tonterías previamente publicadas por ellos mismos, o no tan previamente como en el caso de “El País” quienes en su artículo “internacional” sobre el asunto, dicen cosas que no son ciertas como:
- la escopolamina anula la voluntad
- se extrae de la Datura stramonium (a la que cita, incorrectamente, como “Datura Estramonio”)
- es fácil de conseguir
- sume a la víctima en la complacencia y pasividad (cuando también puede provocar agitación y terror, por ejemplo)
- la burundanga no es una sola sustancia sino una mezcla de narcóticos
- el producto no tiene ni color, ni sabor, ni olor (es decir, que no existe....)
- según el texto, basta con que sacudan un trozo de tela a tu lado y se absorbe mejor inhalando “humos mezclado con tabaco” (lo cual implica que se fume y eso es un acto consciente) o por ingestión... ¿mejor que cómo, mejor que inyectado o en enema?
- en ocasiones se administra “poniéndolo cerca de la nariz cuando se va a besar para que la víctima inhale” (¿y el que se lo pone, es inmune a la droga o es anaerobio y no respira?)
Y otras cuantas majaderías, como es habitual en la “prensa seria” cuando habla de drogas, pero en esta ocasión coronando su ignorancia internacionalizada con una bella imagen de una Brugmansia arborea a la que el pie de página bautiza como “Datura Estramonium” (sic). Cierto es que, más abajo, tiene otra foto DE OTRA PLANTA CON FLOR BLANCA que en este caso, parece ser de la especie de las daturas. Es decir, el bueno de Jacobo García de “El País” en México, no tenía ni puta idea del tema sobre el que se puso a escribir y lo remató dejándolo claro con una bonita imagen EPICFAIL junto con una colección de topicazos comunes que se pueden leer en cualquier articulo de hace 10 años sobre el tema. ¿Esto es el periodismo que nos ofrecen supuestos medios respetables? ¡¡Pero si cualquier estudiante de la ESO con Google lo haría mucho mejor!!
¿Alguien tiene el teléfono del jefe de personal de “El País”? Es para un amigo....
Lo curioso es que si bien el “periodista” no tiene reparo en poner esas afirmaciones, en un momento dado del texto, cuela que los médicos no se ponen de acuerdo en eso de la “pérdida de la voluntad” (así que para eso ya está él, que hizo periodismo).
La cosa es que con todo el ruido que montan, consiguen lo que por defecto han buscado siempre: desinformar y asustar. Y una cosa más que en este caso tiene su importancia: estimular y provocar estas acciones, basadas en esa mala información. Esta vez, la droga como nos venían contando no salió de una planta, sino que fue comprada en Internet, y no la dio ningún extraño a la víctima sino alguien muy conocido: su ex-marido. ¿Para qué? Pues fuera de la especulación no creo que tengamos datos, pero dado que tenía acceso a ella (a través de sus bebidas o alimentos) es muy posible que intentase conseguir esa “anulación de la voluntad”, de la que hablan desde hace años los medios, y que habitualmente y en otros hechos probados se cometía con alcohol, benzodiacepinas (recordamos los casos del violador de Ciudad Lineal, aunque en este lamentable texto del periódico “20 minutos se cita el “Orfidal” -lorazepam- como un opiáceo, y así de gorda la siguen teniendo porque “nunca pasa nada si va de drogas e inventan datos”), GHB, o cualquier otra droga psicoactiva, ya que el protocolo que se activa por “sumisión química” no hace distinción entre sustancias, legales o no.
Aunque el hombre, que parece ser que reconoció a la víctima haberle suministrado “escopolamina comprada a escondidas en Internet” y que su fin, era simple y extrañamente causarle daño (inespecífico en la declaración, aunque da la impresión de que prefirió no revelar la teleológica intención que le guiaba) no explicó por qué eligió esa sustancia -escopolamina- y no otra, si su objetivo era causar simplemente daño, cuando en el mismo mercado donde compró la escopolamina, podría comprar cosas mucho más dañinas (en realidad, puede hacerlo en la farmacia).
¿Qué le hizo elegir escopolamina y comprarla por Internet? Pues sin poder aseverarlo, da la impresión de que si se tomó tantas molestias (comprar estas cosas por Internet no resulta tan sencillo como parece leyendo y hay que saber manejar moneda digital, Bitcoin por ejemplo) es porque esperaba de dicho producto un rendimiento y efectos que eran muy superiores a las cosas que podía conseguir con menor esfuerzo. ¿Es razonable pensar que ese tipo -como otros- pudiera haberse creído la mala información de la prensa en esta materia y buscase “burundanga” para conseguir algo que dependiera de la voluntad de otra persona, en ese caso su ex-mujer? A mí no me parece nada extraño: lo que me parece extraño es que esto mismo (o algo peor) no haya sucedido antes, dada la salvaje promoción que hace la prensa a este tipo de información defectuosa.
Una de las cosas más asquerosas que me ha tocado ver durante años -como administrador de un blog sobre drogas- es la cantidad de preguntas que iban dirigidas expresamente a conseguir violar mujeres. Muchas de las preguntas (que podía observar con los instrumentos de análisis de datos de la web) llegaban a ser tan directas como: “¿Qué droga usar para violar a dos mujeres?”. Y en el caso de palabras como “cachondina” (la mítica droga afrodisíaca) o en el caso de “burundanga” las búsquedas de información solían y suelen ir asociadas a la evidencia de la preparación (o tanteo) de un delito, contra la libertad sexual de una o varias mujeres.
A pesar de que los drogófilos somos personas con tendencia a coleccionar diversas drogas, y con más celo cuanto más infrecuentes sean, sólo he conocido a una persona que haya comprado escopolamina en Internet, y es un loco (dicho con cariño) que ha demostrado ya ser capaz de meterse lo que nadie más se ha metido, y que adquirió para -si llegase el caso- usar consigo mismo (tras analizar químicamente para asegurarse de lo que tiene). Pero, aparte de un “loco coleccionista de drogas”... ¿qué clase de persona buscaría “burundanga” en Internet?
No es algo que se podrá nunca probar, pero da la impresión de que sin los cuentos y leyendas narrados durante más de 10 años por la prensa en España sobre la burundanga, nadie habría acudido a Internet a buscar esa sustancia con el fin de administrársela a otra persona. Y eso sí que merece una reflexión, por parte de la prensa, sobre el precio que conllevan sus historietas típicas de drogas.