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sábado, 25 de agosto de 2018

Tramadol: el opioide terrorista.



Hace unas semanas ahora, aparecía en las páginas de la “prensa seria” un artículo -publicado a nivel internacional- en el que se vinculaba al grupo terrorista islamista “Boko Haram” con el uso de una droga en concreto: el tramadol. Por supuesto, entre la información que el artículo ofrecía había las habituales incorrecciones técnicas (como referirse al tramadol como un opiáceo y justificar sus efectos en base a eso, cuando en realidad es un opioide sintético) y exageraciones de todo pelo, que son la norma cuando la prensa generalista aborda estos temas.




Los titulares de los medios, buscando repercusión, le dieron el enfoque más chillón posible: “la droga de Boko Haram”. Titular tendencioso, al intentar representar una relación entre ese grupo y dicha droga, cuando la realidad es que el tramadol es una droga de uso común en la zona de África en la que se encuentra este grupo terrorista (como otra gente, que nada tiene que ver con el terrorismo) debido a que no existe fiscalización internacional sobre ella.

Dicha presentación intenta fijar en la gente la idea de que esos terroristas y milicia organizada en ocasiones, se enfrentan a la muerte y a sus acciones embalsamados en una droga que se quiere hacer ver como parte del problema, como una forma de explicar “esa locura asesina” que se nos vende desde los medios. Y no es así...

¿Por qué tramadol y no otras drogas?

Que los miembros de “Boko Haram” usen tramadol, en una zona en que todo el mundo lo usa por ser un analgésico “efectivo” -en comparación a ibuprofeno y paracetamol, no opioides- pues no resulta una gran exclusiva. Lo usan ellos, y lo usan quienes les combaten: es una cuestión de las drogas que existen disponibles en una determinada área. Para comprender por qué esa sustancia y no otra, y los riesgos derivados de ese uso, hay que echar un poco de vistazo a la historia reciente de la guerra internacional contra las drogas.


Los tratados de fiscalización de narcóticos y estupefacientes (como se solía llamar a las drogas en aquellos momentos de la prohibición) del siglo XX se centraron sobremanera en el opio como fuente natural de drogas, como la morfina de donde fabricar heroína posteriormente. Ese miedo desaforado por la heroína (que no es más que una morfina menos pesada y más ligera) llevó a forzar a los países a sancionar el cultivo de la amapola del opio. 

En África, el uso del látex de opio o de la planta en seco, ha sido la forma tradicional de lidiar con el dolor más que una fuente de “colocón” y el uso apropiado siempre fue la norma sin que existiera fiscalización sobre dicha planta (Papaver somniferum).




Al ir aceptando los gobiernos africanos los tratados sobre drogas (por la cuenta que les trae o les cerraban el grifo económico) se fueron quedando sin el recurso natural contra el dolor y, aunque aún es factible encontrar opio y flor seca de opio en África, las restricciones al comercio legal de estos bienes acabó derivando a los ciudadanos al uso “civilizado” de las pastillas en lugar de al uso de la planta que conocían de siempre. 

Algo similar a lo que ocurrió en China, durante las mal contadas “Guerras del opio” en las que se inundó el área de morfina y jeringuillas hipodérmicas mientras se prohibía el cultivo de la planta a los ciudadanos. La morfina, en aquellos lares, llegó a recibir el apelativo de “el Opio de Cristo” ya que su uso llegó con las manos de los misioneros que buscaban evangelizar la zona. Se percibía como más científica y propia de una civilización más evolucionada, dentro de esa corriente que -tras el descubrimiento de la aguja hipodérmica- sólo quería polvitos para meter en inyecciones, como muestra de su superior avance tecnológico.

En un principio, el único opiáceo fácilmente accesible que quedó en esos mercados africanos (también en España hasta hace poco), fue la codeína -otra variación natural de la morfina- de los jarabes contra la tos. Pero el uso desmedido que se le comenzó a dar recientemente por grandes grupos de jóvenes y adultos en condiciones de pobreza y miseria (de la misma forma que otros grupos han usado y usamos el alcohol) hizo que se fiscalizase más durantemente también. 

¿Qué quedaba tras eso? Pues nada en la naturaleza, que fuera equivalente, y entraba la química en juego: ya no era un opiáceo sino un opioide (compuesto de origen sintético que tiene afinidad por los mismos receptores que los opiáceos) lo que venía. Era el tramadol.

El tramadol es un opioide sintético creado por Grünenthal (los de la Talidomida, que crearon miles de deformes y abortados) en la “Alemania del Este - RFA” en los años 70, y comercializado allí en 1977. ¿Por qué? Desde el final de la segunda guerra mundial, y antes, se buscaban compuestos que tuvieran acción sobre el dolor de la misma forma que los opiáceos, pero sin necesidad de depender de los suministros de opio de terceras partes. El tramadol era sintético y se podía producir a demanda. Sus efectos parecían ser suaves comparados con los de la morfina: apenas tenía 1/10 parte de su potencia, y eso lo hacía manejable para más indicaciones. Y además, caía fuera de todo tipo de fiscalización internacional sobre drogas.

Prometía ser un best-seller en una época en que se dificultaba el acceso a los opiáceos más tradicionales. Y lo fue durante un tiempo, también en España, que se podía adquirir sin receta ni demasiadas preguntas como ocurría con la codeína hasta hace un lustro. El problema es que el nuevo medicamento, como ocurrió con los tremendos efectos secundarios de la talidomida, traía una parte que no se conocía en sus acciones. El tramadol no sólo “afectaba” al sistema endógeno opioide con el que se controla el dolor en el cuerpo, sino que afectaba también a ciertos neurotransmisores como son la serotonina y la noradrenalina, que regulan funciones esenciales en los mecanismos del ánimo, percepción, deseos, emociones, razonamiento y sueño; afectaba mucho más que un opiáceo a la psique humana.

De hecho, el tramadol podría definirse como la extraña criatura nacida de un opioide sintético y un antidepresivo como el Prozac (inhibidor de la recaptación de la serotonina), todo en la misma molécula

¿Esto es un problema? Pues sí, y muy serio; imagina que cada vez que sientes dolor y tomas una aspirina o un ibuprofeno, tomases a la vez una dosis de Prozac con todas las consecuencias de algo así. En un uso puntual, no debería ser un grave problema, pero en el uso crónico -por su efecto pseudoantidepresivo- te puede dejar la cabeza como una grillera (conocemos ya alguna mente tarada por el tramadol) si no la tenías ya de antes.

No sólo funciona como un opioide, provocando dependencia física, sino que también lo hace desajustándote la cabeza, hasta el punto que está prohibido su uso en personas con problemas mentales y tendencias suicidas, ya que las  aumenta en sujetos con morbilidad previa.



¿Por qué vender algo tan tóxico vs. otros fármacos?

Pues como ya he explicado, por una concepción moral y proselitista de la política de drogas: al estar bajo la lupa los derivados del opio, estos otros venenos se escapaban del control y eran prescritos como en otro tiempo se hubiera prescrito la codeína para la tos o el opio para el dolor. Los médicos no querían problemas, los farmacéuticos tampoco, y tener que recetar fármacos fuertemente fiscalizados (como la morfina) es tedioso y puede resultar en problemas para el prescriptor. El tramadol parecía contentar a muchos ya que venía a ocupar el hueco de algo que había sido prohibido, pero con unos daños orgánicos y costes mucho mayores.

De no ser por la guerra contra las drogas, el tramadol nunca hubiera llegado al mercado farmacéutico, debido a su perfil mitad opioide mitad antidepresivo.


¿Puede el tramadol explicar algo de Boko Haram?

Pues no. No más allá de comportamientos equivalentes al abastecimiento de tabaco y alcohol en nuestros ejércitos. La zona de influencia de estos grupos es una zona de mayoría islámica en la que el alcohol ha estado siempre sancionado, así que los momentos de relajación que aquí se pasan tomando unas copas, allí han de buscar otros vehículos psicoactivos, como puede ser cualquier fármaco psicoactivo al que puedan tener acceso. La cocaína es muy cara, y si la ven por allí no es para consumirla sino para traficarla hacia el norte de África. La anfetamina, se va a países con mayor poder adquisitivo. Salvando la excepción de algunas plantas psicoactivas que hay en distintas zonas de África, de forma reducida y local, lo único que les queda es colocarse con pastillas baratas todavía legales.

Y ahí, ocupando el hueco de un analgésico de acción opioide, está el Tramadol que se vende sin ningún tipo de prescripción ni control, por no estar fiscalizado en esos países.



¿No sientes miedo ni dolor si tomas tramadol?


No. Esto es totalmente falso. El efecto del tramadol es, en primera instancia, el mismo que el de la codeína con respecto a la potencia por peso, dejando a un lado los efectos “psíquicos” sobre los neurotransmisores mencionados. Te alivia el dolor, te ayuda anímicamente a soportar lo negativo, y hace las sensaciones duras del entorno, menos duras. ¿En qué grado? Pues si lo usas con cierto punto de normalidad, en un grado medio, y si lo usas de una forma abusiva buscando evadirte de tu realidad, dependiendo de tanto como tomes. Pero pasando de una dosis media para una persona con tolerancia, el efecto será similar al de una dosis fuerte de opio, y eso te incapacita para estar de pie y correr, y para todo lo que no sea “vegetar”.


¿Tiene sentido ir a la guerra colocado de tramadol?

Pues en el lado práctico del asunto, no. Sería como ir a la batalla borracho: sólo disminuyes las posibilidades de salir bien parado. Y sólo lo podrían hacer, sin fracasar de entrada o volarse la cabeza ellos mismos, quienes estuvieran acostumbrados a estar ebrios o colocados, como estado habitual. Cierto es que, frente a las atrocidades que se ven en la guerra y en el terrorismo, el alcohol o los opioides pueden ser mejor para algunas personas que enfrentarse a todo eso sin ninguna ayuda. Pero en cuanto a sustancia con utilidad para la batalla o el asesinato, son precisamente las menos indicadas; tiene mucho más sentido usarlas posteriormente para procurarse cierto descanso psíquico y facilitarse el reposo.


Algo de historia sobre el uso de drogas y los ejércitos.

Vincular sustancias psicoactivas y leyendas sobre ejércitos no es nada nuevo. La palabra asesinoen nuestro idioma, deriva de “hashís”. Hace unos siglos una secta dirigida por un hombre al que llamaban “el viejo de la montaña” realizaba asesinatos por encargo, y esa secta era llamada “los del hashís” porque esta era la recompensa y la forma de convencer a sus sicarios para ir a la guerra: les suministraba hachís en dosis altas, de manera que les hacía sentir que iban al paraíso y en ese estado acababan siéndole fieles (por el hashís, sí, pero también por el dinero, la seguridad, la alimentación, los privilegios) y obedeciendo sus órdenes para seguir en el grupo. 

Sin embargo, no es infrecuente ver explicado ese hecho en base a supuestas propiedades farmacológicas del hashís, que harían a cualquier simple persona que lo tomase, una máquina de matar sin miedo ni dolor. Seguro que todos habéis visto fumar hashís... ¿os parece que el estado que provoca sea compatible con una batalla a vida o muerte? Pues eso, más sentido común y menos especulación alocada, por favor.

Ciertos vikingos tomaban -supuestamente- un preparado de Amanita muscaria, seta psicoactiva, para entrar en un trance destructivo sin igual, en el que matar era lo más básico. Yo y otros miles de personas hemos tomado esa seta, y sus efectos psicoactivos no recomiendan entrar en batalla, si no es dentro de una cama. El primer efecto es una embriaguez similar al alcohol, luego un intenso estado de sopor, y luego si uno supera esa fase, una supuesta fase de sentidos aumentados y alteraciones visuales (macropsia y micropsia). No parece muy adecuado para ir a buscar bronca, pero ahí está la leyenda.

Un caso real de uso de opiáceos y/o opioides combinados con otras drogas en la planificación real de una contienda militar ocurrió con las DivisionesPanzer que Alemania lanzó en la II Guerra Mundial, que iban sostenidas en su despliegue con anfetaminas para estimular, quitar el hambre y el sueño, y opioides para quitar la sensación física de dolor, así cómo disipar ansiedad y tensión. La combinación de estos dos fármacos les permitió avances nunca vistos en velocidad de despliegue, pero pronto pudieron comprobar que las ventajas de la anfetamina se convertían en desventajas cuando se superaban 2 ó 3 días de uso mantenido (el deterioro mental y cognitivo es muy grande y no se repara mientras no se descanse adecuadamente y exista una alimentación correcta).

También en España durante la Guerra Civil se usaron generosamente, importadas desde Alemania desde el año 1932. Ninguna guerra ha sido ajena a la búsqueda de remedios que aumentasen la vigilia y atención, la resistencia o la moral de las tropas.

Sin embargo, la anfetamina (dextro-anfetamina o su forma racémica) sigue siendo unade las herramientas de uso puntual de varios ejércitos, como el deUSA, quienes facilitan unas dosis de anfetaminas a sus pilotos cuando salen en una misión, para favorecer su resistencia, aguante y concentración. Una dosis adecuada, para no convertir a sus pilotos en kamikazes que se lancen contra los objetivos hasta la muerte, como ocurría con los pilotos japoneses en la II Guerra Mundial, empapados en anfetaminas

A mi madre, en el año 1963, se la ofreció una monja para ayudarla con los exámenes (esta religiosa usaba anfetaminas para prepararse la carrera de Pedagogía), ya que era normal en España usarla así y no tenía estigma de ningún tipo. De una forma muy similar al dopaje intelectual en USA hoy día con el Adderall.

Todos los ejércitos del mundo, siguen a día de hoy, la búsqueda de fármacos y aplicaciones que les den ventaja en el escenario de batalla. La farmacología y otras áreas, son sólo algunos de los caminos a usar.

¿Y qué hay de cierto en lo que se dijo del Captagon, la droga con la que ISIS mataba sin sentir empatía?

Otro caso similar e igualmente falso. El Captagon no es más que el nombre comercial de un antiguo compuesto, fenetilina, en cuya molécula iban una de anfetamina y una de cafeína unidas, y se liberaban ambas dentro del cuerpo humano. Esto lo hacían de esta forma porque la cafeína, además de estimular, alarga la eliminación de las anfetaminas (duran más)




Y su efecto, es el mismo que si uno de nuestros niños occidentales que toma Elvanse (dextro-anfetamina con lisina a 120 euros 30 pastillas en la farmacia, prescrita para el síndrome de hiperactividad y déficit de atención - TDAH) y un café. O el mismo del speed hispano, que es anfetamina y cafeína, a 20 euros el gramo.

No es que ISIS tuviera una preferencia por esa droga, es que esa es la droga estimulante que hay en ese entorno y que se usa como ayuda en su labor, por sus efectos. 
Culturalmente es la que conocieron, y ahora sus mercados negros siguen produciendo pastillas falsas de Captagon, que son meras mezclas de anfetamina y cafeína. Es el equivalente a la anfetamina de los alemanes, o a la de los pilotos japoneses y norteamericanos, sin mayor diferencia. Si ISIS estuviera localizado en Asia, usaría “yaa-baa”o metanfetamina pura, que es lo que allí hay.


¿Por qué esta información tendenciosa en prensa?

Pues porque la prensa no tiene ya un interés informativo ni formativo, lo tiene competitivo. Se compite por ver quién genera el mejor titular (aunque viole la verdad), por quién obtiene más lectores y quién consigue mayor influencia.

A la prensa nunca le han interesado los lectores bien formados que puedan cuestionar sus historias, y en España por desgracia, tras años de inquisición farmacológica y oscurantismo, la prensa sigue usando a las drogas como el aderezo del hombre del saco. Son las drogas las que aparentemente explican cosas inexplicables, ya que esas sustancias tienen el poder de hacer que las personas pierdan su voluntad y capacidad de decisión... nos repiten incansables. Y quieren que creas que, por el mismo fármaco que tiene tu abuela en casa o que le prescribieron a tu madre cuando tuvo aquella caída, las personas pierden su ser y se convierten en monstruos asesinos sin conciencia ni sentimientos.

Y tampoco es de extrañar esto, ya que durante muchos años se ha usado el consumo de drogas y/o alcohol como un atenuante o incluso eximente en agresiones, robos, violaciones y asesinatos, como si por haber tomado una sustancia quedases “sin responsabilidad” por tus actos; cuadra perfectamente con el concepto de droga que mucha gente tiene aún, por el cual es incompatible el consumo con el libre albedrío del individuo.

No quiero cerrar este texto sin una alusión a un caso que alguno recordará aún: la parricida de Santomera, Francisca González. En el año 2002, esta mujer mató a sus dos hijos menores (de 4 y 6 años de edad) asfixiándoles con el cable del teléfono, sólo para hacerle daño a su pareja.



La parricida en el entierro, momentos antes de ser detenida. 


En la declaración inicial antes la policía, dijo que lo habían hecho unos extraños que entraron en la casa, y mantuvo esa versión hasta ser detenida durante el entierro de sus hijos. Entonces la historia se reformuló y la asesina, escudándose en un supuesto consumo de 5 gramos de cocaína, dijo que no recordaba nada y que no era capaz de diferenciar realidad y alucinaciones por culpa de la cocaína y el alcohol. Y de pasó culpó a su marido de haberla iniciado en el consumo y de traficar con drogas.

De nada sirvió, fue condenada a 40 años y ha tardado 14 años en disfrutar del primer permiso penitenciario. Dicen que ya asume su crimen...


Flaco favor es el que nos hacemos como sociedad si nos creemos estas mentiras por las que buscan convencernos que de ciertas sustancias tienen la capacidad de arrebatarnos la voluntad. El mismo flaco favor que nos haríamos como sociedad si damos pie a quienes usan drogas -alcohol o tabaco incluidos- o se involucran en comportamientos adictivos sin sustancias -sexo, juego, adrenalina por riesgo- para justificar así (como falsas víctimas de una sustancia o acción que les roba el albedrío) sus comportamientos.

El derecho a usar drogas es un ejercicio de nuestro derecho como individuos y hunde sus raíces en el mismo lugar en el que se gesta la responsabilidad (accountability en inglés) derivada de nuestras acciones.

Dejemos de usar las drogas para justificar los monstruos que surgen de la condición humana.


Este texto fue publicado en Disidencias

martes, 5 de septiembre de 2017

Profesionales de la salud y drogas.

Este texto sobre profesiones sanitarias y drogas fue publicado en la revista VICE. Esperamos que os guste y que os deje claro que los que más drogas toman son esos profesionales de la salud... "ajena".

Aquí el que no corre vuela, nadie vuela recto, y pájaro que no vuela... a la cazuela!!

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Profesionales de la salud y drogas.

No olvido -ni creo que nunca lo haga- la cara, el cuerpo y la voz del primer “practicante” (como se les llamaba en los 80) que conocí. Se llamaba Carmelo. Su nombre en mi casa era la representación del terror hecho chuta. 

Todavía no se debía estilar mucho lo de las jeringuillas desechables de un solo uso, porque no sólo llegaba a tu casa una especie de ogro enorme y calvo, con una voz gutural como el eco del infierno, sino que tenías que pasar el trance de ver cómo se preparaban los instrumentos para tu tortura. Ahora suena raro eso, pero antes veías como esterilizaban la jeringuilla de cristal y las agujas ya clavadas en otros con alcohol ardiendo en un recipiente....




Ese ritual, el ogro Carmelo, el olor a alcohol caliente, la visión de la aguja, tus padres sujetándote y tú gritando como un poseso para que al final te trincasen bien (era un mierdas de 5 años, uy si no....) y te metiera una banderilla -con mucha malaostia- un tipo que era el que pinchaba a los militares y a los pobres seres humanos que eran forzados a hacer el servicio militar obligatorio o "mili" (a la que yo fui insumiso).

Creo que si no me gusta mucho pincharme drogas, cuando no tengo reparo alguno en tomarlas por otras vías, responde a criterios de “esterilidad y pureza” de las drogas pero también a un cierto miedo incrustado en el desarrollo y la infancia. No me gustan las agujas, me recuerdan a Carmelo, y me asusto. Así de triste infancia, sí. 

Como Carmelo se convirtió en un recurso usado en mi casa de forma rutinaria (desde un aceptable “si no te tomas la medicina, vendrá Carmelo” hasta un chantajista “si no te tomas la sopa te pondrás malo y vendrá Carmelo”) pues es un personaje que en cierta forma seguí. En el barrio no somos muchos y nos conocemos todos, así que años después, en plena “new wave prohibicionista de la heroína como droga lúdica” en la que palmaron tantas personas en España, supe que era un tipo muy cotizado. 

Cuando hablaba con los colegas, consumidores de heroína con 13 años y mencionaba a Carmelo (que era conocedor de casi todos los culos y brazos de mis colegas) había un curioso silencio en el aire y alguna que otra bala perdida en forma de risotada. 

El tipo era un crack en esto de ponerte unas flautas de coca y caballo acojonantes, con la “seguridad añadida” de un profesional de la salud, y asegurándote higiene y nada de marcas jodidas de explicar.

Contactar con él para esos servicios, requería de un nivel que yo por aquel entonces ni tenía ni aspiraba a tener, pero era el enfermero que ayudaba a drogarse, con cuidados propios de un profesional, a muchos yonquis de los que puedes imaginar con esa palabra, y a otros que no imaginas. A la vez que se hacía sus extras con la peña, llevaba el “mantenimiento” de algunos “eliteyonquis”, profesores de la Universidad y médicos del Hospital Clínico. 

Era un tipo discreto, que había visto mucho y conocido mucho. Era esencialmente pragmático: él ganaba un dinero por sus servicios y prestaba una atención de calidad sanitaria. Posiblemente la primera persona de mi vida que estaba implicada en Reducción de Riesgos en drogas, aunque el término no debía ni existir en aquella época.

Si él consumía o no drogas de alguna clase, es algo que creo que nadie sabe a ciencia cierta, pero que las conocía todas mejor que los propios médicos -bastante torpes a la hora de gestionar sus hábitos- era algo aceptado por todos los que le conocían. Pocos doctos doctores contradecían una opinión de este enfermero.

Dentro del área de consumidores de drogas en las profesiones sanitaria, tenemos algunos curiosos grupos, que en cierta forma tienen que ver con el contacto (accesibilidad) a las drogas usadas. Los menos yonquis -por decirlo de alguna forma- son el grupo de podólogos, terapeutas ocupacionales, fisioterapeutas y psicólogos clínicos. 

En principio, ninguno de ellos tiene acceso a las drogas que usen sus pacientes o a un almacén, por la actual ley al respecto. Los terapeutas ocupacionales y los psicólogos pueden tener un mayor contacto con población consumidora de droga, e incluso supervisar sus consumos en un lugar concreto, como una “Sala de Venopunción Asistida” o en una casa de acogida dentro de un modelo de “contexto de baja exigencia” en el que se tolera el uso de drogas dentro de ciertos parámetros, como forma de poder actuar -en otros campos- sobre la persona y su salud biopsicosocial. No son de los más yonquis, pero sí de los más tolerantes.

Ascendiendo un poco, encontramos a los enfermeros. En este grupo se nota mucho la especialidad de cada uno, y es probable que uno de enfermería pediátrica no recuerde ni qué es la codeína ni para qué se usa, mientras que los de oncología e intensivos, saben administrar microdosis de las drogas más pintorescas por las vías más raras, con gran maña para revertir depresiones respiratorias a tiempo. 

El roce hace el cariño, y en este grupo tengo grandes amigos que también prestan servicios (no tan profesionalmente como Carmelo en los 80) con sus artes en poblados y casas, porque además de enfermeros son consumidores. Muchos no consumían en inicio drogas sacadas de su trabajo, sino que el hecho de saber inyectarse y de tomar drogas por otras vías, les llevó a ello. Y son enfermeros en activo, que hacen correctamente su trabajo en el hospital o clínica. Como otros muchos, si les cae algo interesante que tomar en sus manos, se lo cogen para “investigación personal”. 

En este punto quiero citar a un gran amigo que, conocedor del propofol y de su capacidad para inducir sueños de tipo erótico y muy placenteros, estuvo a punto de matarse y hubiera sido el primero en España imitando a Michael Jackson. Le pude detener justo antes de que diera el paso, razonando con él por internet, haciéndole ver que si se clavaba la chuta sin alguien consciente controlando, lo más probable era que muriese. ¡¡Le podían las ganas al muy cabrón!! Ciertamente, yo también tengo ganas de meterme propofol, pero con un anestesista al lado (los mejores gestionando drogas, con la vergonzosa excepción del yonqui Maeso), mucho mejor.


El yonqui Maeso que contagió la hepatitis C 
a cientos de personas, 
por pincharse primero él con los opioides 
y luego a sus pacientes, en un hospital público... 


Luego están los farmacéuticos, que tienes de los dos tipos: los que no se drogan o los que se lo comen todo. Intercambio “regalos” con “farmas” de todo el continente, y son buenos profesionales con formación para elegir con cabeza. No he conocido a ningún farma que acabase por el mal camino y “con la incapacidad” por consumo de drogas o de alcohol (otro clásico de la medicina). Son grandes educadores, al mismo tiempo, que deberían ser más escuchados por la clase médica.

Y llegamos al top de los grandes: los que tienen el poder:  los médicos. También se podrían repartir en especialidades, pero sin embargo en estos el vicio es bastante transversal. El hecho de poder disponer de recetas que no levantan sospecha alguna para los fármacos no estupefacientes (de receta normal) y de poder usar también, como médicos, los estupefacientes disponibles, les da acceso a morfina y opioides a tutiplén, a estimulantes como el metilfenidato o la dextroanfetamina con lisina que ahora han introducido de nuevo en el mercado (Elvanse) y a todo lo que puedan coger de la farmacopea legal. No me extraña mucho que tengan tanto vicio los cabrones, tras haber leído a Escohotado contar como la mayoría de grandes médicos anteriores a la prohibición de las drogas, eran generosos consumidores de las mismas (de los de 5 gramos de morfina por vena al día) sin que esto les supusiera ningún problema para el ejercicio ni un estigma que les apartase de su trabajo.


Aquí un honrado anestesista, 
no un yonqui de esos que pueden hacerte algo 
y pegarte el SIDA si te escupen... :P


Un conocido psiquiatra de mi ciudad consume una caja diaria de metilfenidato, que compra en mi misma farmacia. ¿Consume? 

Teniendo en cuenta que se cotizan bien esas pastillas por los estudiantes de la ciudad, no creo que se coma 30 pastillas cada día, pero compra una caja diaria. 

Lo que no es sencillo es ver psiquiatras en ambientes más marginales como las casas o los poblados. Tampoco médicos en activo, que suelen ser atendidos en los puntos de venta de droga más selectos de la ciudad (especialmente cocaína pero también heroína) de la misma forma que cuando “algunos del ayuntamiento” se quedan sin farlopa: la casa se cierra poco antes de su llegada y se le atiende sin que nadie le vea. Normalmente de madrugada. Si alguien viera o dijera algo, por ver entrar a un médico de noche en una casa, siempre puede quedar cubierto como una urgencia que tuvo que atender. Pero la realidad es que finalmente se sabe quienes son, porque cuando la urgencia te empuja a tener que pillar a las 4 de la mañana y no esperar que algún “tele-droga” te lleve el tema a tu casita para no dar el cante, es que empiezas a estar algo pilladete... amigo médico.

Son estos últimos los más reticentes a aceptar su contacto con drogas, legales o no. El estatus social se lo pone más difícil. Recuerdo a mi psiquiatra, fundador de Alcohólicos Anónimos en mi zona, al que le gustaba el whisky cosa mala y me quería enseñar a beberlo, para que no tomase opiáceos. Cada maestrillo con su librillo, ¿no?

Además pude conocer por él -sin nombres- el historial de muchos profesores y médicos que él supervisaba por razones legales

No olvidaré el día que me dijo, charlando de cultivo de cannabis, que cierto médico tenía una habitación de casa llena de focos y marihuana. Le contesté que no era un mal hobby. Me dijo que en la habitación de al lado, coleccionaba bragas usadas, juguetes sexuales usados por prostitutas y armas blancas usadas en crímenes

Le pregunté cuál era su especialidad: 
bioética, contestó con una sonrisa giocondesca...



jueves, 29 de septiembre de 2016

Del sombrero mágico de la Farmacia, salen anfetaminas.

Este texto fue publicado en la revista VICE... y esperamos que os guste (el texto, golosos). En la incansable búsqueda de nuevos nichos de mercado, los niños de nuevo son el objeto de deseo, y esta vez es con la común anfetamina de toda la vida, camuflada con una forma que además de darle un dineral por tener patente, no asusta a los papás cuando van a comprarla. Y como ya se sabe que cualquier medicamento resulta más efectivo cuanto más caro es.... o era el placebo? ;)

120 euros por 30 pastillas, se llama robo. 
Y se están especializando en niños.

¿Esto es como lo de los caramelos a la puerta del colegio, pero con papá y mamá comprándolos con receta que le da el médico sonriente?

Viva el TDAH!!
Qué gran descubrimiento para la ciencia (económica) de la farmacia y relacionados, claro.

Todo por los niños, eh?

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La anfetamina regresa:
farmacia y mercado negro hispanos.

Hace unos meses recibí una consulta -de una famosa cuenta de Twitter especializada en música- sobre una droga que -para mi gusto- es la reina de lo que existe ahora mismo en la farmacias españolas: la lisdexanfetamina. ¿Suena a algo? ELVANSE es el nombre. Y sí, anfetamina pura y dura. El “lis” que va delante, indica que es una nueva molécula -por lo tanto patentable y económicamente rentable- formada por una de lisina y una de dextroanfetamina (el isómero más potente y agradable de los 2 que forman la anfetamina común).






Ese es el concepto de pro-droga: una sustancia que no es activa en sí misma, y que se activa en el interior del cuerpo por una determinada ruta metabólica. Esto lo que quiere decir, es que como hasta que no te comes (vía oral) las cápsulas o pastillas de lisdexanfetamina no se convierten en anfetamina de la rica, pues se supone que “no se puede abusar de ellas”. A mí, que me encanta la dextroanfetamina y me gusta -precisamente- por vía oral, me es totalmente indiferente su método anti-abuso: me meto la cantidad que quiero, y tarda en subirte pues como una horita en vez de los 20 ó 30 minutos que tarda en subirte una anfetamina por vía oral.





Para los que conocimos las “Dexedrinas”, que era esta misma droga (sin la lisina, que no aporta nada al efecto) y que se vendía en las farmacias hasta principio de los años 90, es el regreso de una vieja amiga, de una íntima compañera de buenos y malos momentos: nuestras amadas “dexes”. La misma dosis y formato que le dan a los pilotos de los cazas, la famoso “GO! Pill”, que servía igual para un roto que para un descosido. ¿Gripe y estabas jodido? Una dexe y se pasaba. ¿Tenías que currar y llevabas 30 horas de empalmada? Una dexe y a tirar millas. ¿Ibas a salir, a pasártelo como un lemur, y a beber hasta que se secase el río... pero sin emborracharte mucho? 

¡¡La dextroanfetamina era tu mejor amiga!!





Además, no te pone taquicárdico -en el mismo grado que la cafeína- ni nervioso, ni nada molesto o tenso, si la dosis es la apropiada para tu constitución y tolerancia. Pero como desde hace 20 años no las tenemos ya entre nuestras farmacias, la única forma de verlas era en foto o pagando altísimos precios en los mercados de drogas -tipo Silk Road- de la Darknet.

La consulta que me hicieron, versaba sobre esta “nueva” droga (pro-droga siendo estrictos) y su uso de forma lúdica. Pregunté a la persona por la fuente y, amablemente, decidió compartir un pedido conmigo. ¿De qué? De Elvanse, la “anfetamina lisiada” (perdón, con lisina) que ahora venden en farmacias. 

¿En qué cambia con respecto a la Dexedrina? En que no la puedes esnifar ni inyectar, y en que tarda en subir como una hora, en lugar de media hora. Eso es todo.





Por lo demás, la nueva reína de la farmacia hispana en materia de drogas (por sus magníficos efectos, pero sobre todo por su elevadísimo precio) es exactamente igual que nuestra vieja novia. Igual, simplemente ahora tarda unos minutos más en prepararse, y ya. La misma.

¿Y si la quitaron hace 20 años, para qué la ponen otra vez?
Pues para que abusemos de las drogas, todos.

Para empezar, la farmacéutica que cobra un precio posiblemente más de 100 ó 200 veces superior al de coste de fabricación (en muchos productos, gracias a las patentes). Eso hace que, en farmacia y de forma legal -con la receta de un médico psiquiatra -de esos que las recetan sin hacer preguntas estúpidas, si les pagas la consulta- te salga por unos 120 euros la caja.




Para que quede claro que el precio es algo que ponen de forma totalmente independiente, respecto al coste de fabricación del fármaco o droga de turno, en el caso del Elvanse no se han cortado ni un pelo: valen todas las dosis igual en la farmacia, 30 cápsulas de lisdexanfetamina a 120 euros y da igual si es de 30, 50 o 70 miligramos. 

Eso más el precio de la “consulta” al especialista de turno para que se lleve su tajada en el mercado de la droga, y nos permita acceder de forma segura (farmacéuticamente segura) a una excelente sustancia.





Una maravillosa molécula que, en el mercado negro, no se sintetiza: es demasiado trabajo y material necesario separar dos isómeros de una molécula sintetizada, para dejar el más interesante. Se podría hacer -posiblemente sin necesidad de separar nada- llegando a una síntesis que rindiera únicamente dextroanfetamina, pero por los precursores y el proceso a seguir, los químicos del mercado negro lo ven como algo que ni se plantean.




Así que la hay en 3 dosis (30, 50 y 70 mgs por cápsula) pero el precio de 30 capsulitas se te va, entre la parte para el que te lo receta -la otra vía el es mercado negro, totalmente negro- y lo que te mete la farmacéutica, te sale por cerca de 200 pavos la tontería de un botecito de anfetamina de farmacia. La misma que durante décadas se vendió libremente en medio planeta y que se publicitaba su uso contra “el aburrimiento del ama de casa”, entre otras muchas cosas que se entendían como “indicaciones apropiadas” para el uso de anfetamina.




A mi madre, que nunca ha tomado ninguna “droga” más allá de café, tabaco o vino, me contó que la primera anfetamina que vio se la ofreció una profesora suya. Una monja de la orden religiosa del “Amor de Dios” (un colegio católico de señoritas en los años 50-60), en época de exámenes le ofreció -imagino que viéndola apurada en horas para estudiar- con total normalidad, “de la misma forma que actualmente te pueden decir que si quieres un café para estudiar mejor” me dijo, cuando ella me lo contó. Es decir, es la misma cosa que antes una monja daba a una alumna para que estudiase un poco mejor, en una ocasión puntual. La misma con la que toda una generación, que ahora es la que está arriba, sacaron sus carreras a base de anfetamina -dexedrinas y centraminas, principalmente- y no pasó nada grave.






Ahora la prohibición, abusa directamente del precio ridículamente desorbitado que pone a ciertas drogas en la farmacia. Ese “precio de farmacia” sube a cerca de 300 cuando vas al mercado negro. Curiosamente, el mercado negro sí ha sacado partido de que todas las presentaciones valgan igual en farmacia (la única fuente posible y conocida para dicho fármaco), y hacen que la presentación de Elvanse de 30 miligramos no sea rentable pedirla, pero la de 50 y 70 miligramos presentan una diferencia de precio de más de 100 euros. Es decir -en el mercado negro- sin receta- un bote de Elvanse de 70 miligramos y con 30 pastillas, te puede costar hasta cerca de 400 euros (dependiendo de tu fuente y tus tratos, como todo).




Eso sí. Debo decir que me han sorprendido mucho las maneras que he encontrado en el dealer, tanto como para enviar varios cientos de euros -con confianza- a alguien “desconocido” para mí (aunque recomendado) y al día siguiente, tener en mis manos exactamente aquello que habíamos acordado y de la forma que lo habíamos acordado.

Además, durante el proceso -breve- de solicitar “el producto” y acordar cómo iban las cosas, tuve en todo momento confirmación de cada paso que se iba dando, y en qué punto se encontraba. Y también, un servicio de atención al cliente que -puntualmente- comprobó que “el pedido” había llegado tal y como se habló. Dicho de otra manera: profesionalidad y seriedad (accountability, que dicen los ingleses sobre dar la cara).





La droga más interesante que ha salido de la farmacia española, junto con un mercado perfectamente adaptado a las circunstancias y que te trata -como debe ser, por otro lado- como una empresa trataría a un cliente, y con la atención comprensible en una “primera transacción de este tipo”, son los dos grandes descubrimientos. Por fin puedo olvidarme del efecto incompleto -y no anfetamínico en realidad- del metilfenidato, del Rubifen o Concerta que se usa para la misma indicación médica (el más que cuestionable Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad o TDAH), y ya puedo tomar una sustancia mucho más efectiva, más segura en su dosis útil (a mi juicio), con menores efectos secundarios molestos y mucho más agradable que me ayuda mejor a trabajar, o a salir de fiesta y beber unas cervezas.

La anfetamina de verdad, la buena, sin haber sido cortada con sacos de cafeína en las manos de algún “dealer” en forma de speed, ha vuelto a nuestras manos y bocas -como el sacramento que, de verdad, sí funciona cuando necesitas energía, claridad y capacidad- y lo ha hecho con su mejor cara: la derecha o dextroanfetamina. Eso sí, recordándonos desde el primer momento mediante un precio que es desorbitadamente alto con respecto a su coste de producción, que el abuso de drogas existe y es real, pero que no es el del que se fuma unos porros: es lo que hace tener el monopolio legal de la distribución de una buena droga que mucha gente usa si está disponible. Y sí. Ya está aquí de nuevo.




Ya está en las farmacias, en los mercados, en Internet, entre nosotros...

Bienvenida -otra vez- vieja amiga.
:)


PD: ¿He dicho ya que están robando a manos llenas con el cuento del TDAH en la mayoría de los casos? ;)
Todo por los niños, sí.
xD