No sé si será una buena costumbre, seguramente algún escritor profesional me podrá responder, pero tengo la necesidad de poner el título de una entrada antes de ponerme a escribirla.
Supongo que me ayuda a tener clara, y los lectores, la linea de ideas que quiero comentar.
En este caso he dudado entre ese título, o "La prohibición que protege a terceros", seguramente influenciado por los comentarios que ha habido en la entrada anterior estos días, a ese respecto.
Pero aunque es una de las ideas, queda más claro con este título lo que voy a contar.
Lo primero voy a aplaudir al gobierno, no al ejecutivo, sino al poder legislativo.
Y a todos los que les han acompañado en esta resolución que pasará pronto a ser ley en activo.
Me refiero al endurecimiento de penas, y al cambio de consideración - de falta a delito penal- de ciertos comportamientos que ayudan a que haya 4000 muertos al año en las carreteras españolas cada año, y un numero dos o tres veces superior de heridos.
Aplaudo con ganas este cambio, y no entiendo a los que no lo han apoyado y lo han calificado de "afán recaudatorio", aunque no conozco en profundidad los entresijos de los motivos que se pueden haber argumentado. Espero que no sea así, y que esa postura en contra de la oposición (al parecer no en todos los aspectos de la ley) sea sólo un feo detalle propio del juego político pre-electoral en el que llevamos sumergidos ya meses y meses.
A mi no me gusta tocar la política en este blog, y cuando lo he hecho ha sido para meterme con las absurdas ideas y decisiones de los responsables del ejecutivo Zapatero en materia de drogas. Pero soy de los que creen que no hay organización política que sea 100% mala o buena, y esto me lo tomo como una confirmación, por vía de la excepción, a esa personal regla de observación y razonamiento.
A grandes lineas, la ley pasa a considerar que cuando un conductor supera ciertos márgenes de velocidad, dependiendo del tipo de vía en el que se encuentre, su acto deja de ser una falta administrativa para convertirse en un ilícito penal, y con independencia de que cause daños a terceros o no. Igualmente esto pasa a ser así para aquellos que conduzcan sin permiso de conducción, o si han perdido todos los puntos de su carnet. ¡Ya era hora!
Hasta ahora, la forma mas "barata" de matar en este y otros países, era mediante un automóvil. Y lo más sangrante es que la percepción social de ese acto -que es algo que se puede y debe cambiar- no era negativa o no lo suficiente, desde luego.
Casi se "comprendía y aceptaba" que un joven que no tuviera mucha experiencia en conducción, pues con el tiempo la fuera ganando, a base de práctica y accidentes. Estos últimos a veces simples rozaduras con la columna del garaje, o a veces con daño a terceros o a uno mismo.
Incluso hasta hace no mucho, se "entendía" que un joven se tomase unas copas antes de conducir, y se quedase dormido volviendo a su domicilio, para acabar en una cuneta o con el coche en mitad de un campo de girasoles tras dar 3 vueltas de campana.
Aplaudo lo que se tenía que haber hecho mucho antes.
Al gobierno no le tiembla la mano al prohibir actos que pertenecen al ámbito de lo personal, como tener en tu bolsillo 3 gramos de cannabis.
¿A qué cojones esperaban, todos los anteriores y el presente gobierno, para intervenir en la causa de muerte en edades transversales más importante (cuantitativamente) de todas?
La carretera, y las variables que intervienen en la conducción causan 70 veces más muertos y heridos que la violencia de género. Y eso sin atender a la trampa que supone no contabilizar, como muertos por tráfico, a aquellos que siguen vivos 24 horas después de un accidente (creo que sigue haciéndose así).
Y dentro de lo que pasa a ser considerado delito, castigado también con penas de cárcel que pueden ser esquivadas en una primera ocasión, pero no en reincidentes (¡bravo!), es el uso concomitante de drogas y automóvil.
Me parece otra de las medidas que era pedida a gritos, los gritos de los muertos inocentes por el consumo principalmente de alcohol con o sin el concurso de otras sustancias.
Soy de los que nunca podré aprobar que alguien consuma una sustancia que altere su percepción y/o reflejos, capacidad de decisión, grado de prudencia o temeridad, coja un coche.
Tal vez soy cruel o drástico si digo que no me preocupan los que haciendo eso, se dañan a sí mismos, pero a estas alturas están más que advertidos del peligro de hacerlo.
Me preocupa el derecho a la vida de los demás. Del conductor o peatón que sin hacer nada incorrecto, acaba en un hospital o en la morgue, y de sus familias, con sus vidas e ilusiones, que se pasarán años preguntándose tortuosamente "¿POR QUÉ?".
Lo siento pero me identifico con la víctima inocente, tal vez hasta un punto de desprecio hacia el causante.
Lo que sí traerá "cola", y en este punto le exigiría al gobierno objetividad científica al 100%, que no interfiera la protección a terceros con el derecho -sí, he dicho derecho- que tenemos en nuestro país al consumo de la sustancia que nos plazca.
Una cosa es conducir bajo los efectos de una sustancia, y otra bien distinta es haber consumido esa sustancia el día anterior y que debido al método de detección que usen, cualquier resultado positivo sea considerado probatorio de una conducción influenciada.
No es problemático encontrar metabolitos de casi cualquier droga en un test de saliva o de sudor, días después de su consumo.
Lo problemático va a ser fijar qué es lo que esos metabolitos indican, y para ello habrá que recurrir a la ciencia, a la de verdad -cuantificable y medible- y no a la arbitrariedad de políticos, o mucho menos a los deseos de abstinencia y no-consumo de algunos organismos, oficiales o no, que persiguen la utopía de un mundo sin embriagantes que no sean alcohol, tabaco y cafeína (que allá ellos con su ridícula y perdida guerra).De la misma forma que hay una medición cuantitativa de la cantidad de alcohol que alguien lleva en su cuerpo, es exigible que el resto de sustancias sean tratadas con el mismo rasero, ya que el consumo de las mismas no es delito alguno, y la carga de la prueba sigue siendo cuestión del acusador. Mientras tanto, sigue vigente el básico aforismo de ley romana: "in dubio, pro reo".
Pero fuera de ese terreno que habrá que afinar, es un paso que aplaudo.
A la vez no sin cierta tristeza, porque me gustaría creer y ver que la educación y formación de todo el mundo desde edades tempranas, evitaría tener que plantear las cosas en formato prohibitivo, pero parece que a algunos, si no les duele no les importa lo más mínimo.
Y aprovecho esta entrada para hacer una invitación a todos aquellos interesados en estos asuntos "drogófilos" a comprar una de las mejores publicaciones que han salido como libro en estos días.
"Heroína", del psicólogo Eduardo Hidalgo Downing, que por el precio de unos porros, nos ofrece una completísima visión de todo aquello relacionado con la historia y uso de esta sustancia, y además con el estupendo enfoque de la minimización de riesgos asociados al consumo, sin que sea una simple apología adornada.
Mucha y buena información, que debería tener a mano desde el consumidor al especialista que trata con consumidores.
Además cuenta con una escritura ágil y despierta, no exenta de la justa ironía para poder soportar las atrocidades cometidas en nombre de la sustancia más demonizada del mundo.
Y a colación de algún comentario que hubo en la entrada anterior, le hago notar al autor que aunque es la leyenda aceptada, ni Jehová ni la Biblia hablan de manzanas como fruto prohibido en el Génesis, aunque imagino que de sobra sabe este escritor cuál era el fruto prohibido, y que eso no es más que una licencia literaria para mostrar como acabamos por hacer placer de aquello que se nos prohíbe (quien quiera entender esto último que se lea el libro).
Lo único que, de momento, no me ha gustado es el tamaño con respecto al número de páginas (más de 500), en especial para los que hemos cogido la costumbre de escribir glosas a lápiz. Aunque he visto a lectores que usan una especie de pegatinas con colores, y es otra opción pero así mis libros parecerían la guitarra de un punky.
Digo de momento, porque aunque no espero encontrar más cosas que no me gusten, el libro me ha llegado ayer, y se me ha juntado con la lectura de "Flashbacks" de Timothy Leary, el descatalogado "Mafias de Estado" de Jürgen Roth, "Caos y Orden" de Escohotado, y la relectura de "Nuestro derecho a las drogas" de Szasz, y la "Pharmacophilia" de J.Ott, y uno tiene también que vivir, comer y dormir, amén de otras cosas más agradables.
Pero casi con seguridad, será el primero que termine, y me servirá para hacerle una buena entrada a esta especial sustancia de acetilados sueños.
Animaos a comprar un excelente trabajo que está, en su lectura y precio, al alcance de cualquiera. Y no, no me llevo comisión en su venta. Pero merece ser promocionado y es tan simple como contar la verdad sobre el libro.
P.S: A raíz de los comentarios pasados, surgidos en torno a los efectos paradójicos de la prohibición de un apetito humano, comentar que hay una excelente imagen al final de la introducción del libro de "Heroína", que no sé si resalta más la torpeza de los prohibicionistas o la sospecha de una publicidad y marketing sostenido desde los organismos menos esperados.
Es la imagen de un anuncio, publicado en un periódico nacional, de una campaña de la FAD en el día mundial contra las drogas, en la que a página completa se ve un fondo blanco casi cubierto por la palabra "NO" en diferentes tamaños, y en el centro del mismo un recuadro en negro en el que se puede leer en blanco la siguiente frase:
"Gracias a los medios de comunicación
la respuesta es cada día
más positiva"
la respuesta es cada día
más positiva"
Sin comentarios.