Este texto fue publicado en VICE hace un par de meses.
Sólo me queda añadir que en mi último viaje a Amsterdam, hace unas semanas, encontré cargadores vacíos de óxido nitroso en la calle muy en la forma en que sucede en UK. Me extrañó, ya que en ninguna parte del Barrio Rojo se vendía (sigue siendo legal en tiendas de alimentación y cocina) y cuando pregunté, me dijeron que eran los turistas extranjeros los que lo traían (junto con su costumbre de colocarse y tirar el cargador vacío a la calle).
Me parece mucho vicio irse a Amsterdam y llevarse el óxido nitroso desde casa para colocarse, pero haberlos haylos.
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Sólo me queda añadir que en mi último viaje a Amsterdam, hace unas semanas, encontré cargadores vacíos de óxido nitroso en la calle muy en la forma en que sucede en UK. Me extrañó, ya que en ninguna parte del Barrio Rojo se vendía (sigue siendo legal en tiendas de alimentación y cocina) y cuando pregunté, me dijeron que eran los turistas extranjeros los que lo traían (junto con su costumbre de colocarse y tirar el cargador vacío a la calle).
Me parece mucho vicio irse a Amsterdam y llevarse el óxido nitroso desde casa para colocarse, pero haberlos haylos.
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Un globo, dos globos, tres globos...
...la luna es un globo que se me
escapó.
Desde crío me han llamado
poderosamente la atención todas las sustancias psicoactivas. Todas,
sin excepción. Recuerdo leer en los cómics infantiles post-hippismo
(como “Los Ángeles de Charlie” que me compraba mi abuela) referencias constantes a “las drogas” y las
representaciones gráficas que hacían de ellas: colores que te
rodeaban, mágicas formas caleidoscópicas que se presentaban ante
los ojos de tu mente, y todo eso envuelto en unos placeres
indescriptibles que, por supuesto, justificaban tanto la transgresión
-tomar drogas- como la necesidad de reprimir ciertos apetitos humanos
bajo la excusa de que resultan incontrolables para los débiles
mortales.
Creo que fue en esos cómics que leía
con 6 o 7 años cuando se despertó el apetito de probar las drogas: ¿por
qué otros iban a poder experimentar esos placeres y yo iba a
quedarme mirando? Vale, era un poco joven para empezar a meterme
drogas, pero esas malas lecturas dejaron dañada mi mente desde esa
tierna edad: me gustaban las drogas incluso antes de probarlas.
Como era un niño confiado, que no
tendía a esconder lo que hacía, en algún momento debí comentarle
a mi madre que quería tomar “ácido”. Mi madre tenía la carrera
de Ciencias Químicas, y para bien o para mal, prefirió encarar el
asunto desde la ciencia: recurrió a los libros. Mi madre escuchó
atentamente lo que yo quería (drogas y sensaciones interesantes) y
luego me dio la charla de los peligros de las drogas, pero desde un
punto de vista bastante serio para estar tratando con un niño que no
llegaba a los 8 años.
Cogió sus libros de química -bastante buenos
casi todos- de la carrera y me enseñó lo que era la LSD, cómo se
había descubierto y los riesgos que tenía. A la hora de hablar de
los peligros, incluyó algunos que no correspondían, como la
adicción a la LSD, pero entiendo que no estaba preparada para un
examen de farmacología. Yo escuché simulando atención, pero no
necesitaba que me leyeran un texto porque podía hacerlo yo, aunque
en aquel momento esos dibujos de estructuras químicas orgánicas me
maravillaban casi tanto como las propias drogas que representaban. Yo
quería el libro del que estaban sacando los conocimientos que me
estaba intentando trasladar, de forma preventiva.
Al cabo de un mes de haber recibido el
conocimiento que salía de ese libro, ya me lo había agenciado y me
había leído entera la parte que hablaba de drogas y síntesis
química de las mismas. Había pasado de escuchar hablar sobre el
“ácido” a conocer diversas drogas, al menos en el plano teórico.
El libro hablaba de la cocaína, la morfina, la heroína, la
anfetamina, la mescalina y la LSD como compuestos orgánicos
psicoactivos. Mi universo psicoactivo se había expandido de golpe,
ahora tenía más drogas que quería probar, y mucho más trabajo por
delante para probarlas todas.
Pero entre las sustancias psicoactivas
que mencionaba el libro, también se encontraba el “Gas de la Risa”
u óxido nitroso, y venía reseñado por ser el único compuesto
inorgánico conocido que tenía efectos psicoactivos en el ser
humano.
De aquel descubrimiento hasta hoy han
pasado más de 3 décadas, y una de las poquísimas drogas que no
había probado en mi vida (incluyendo medicación y anestesias) era
el “gas de la risa”. No puedo decir claramente por qué nunca
antes había probado esta sustancia, pero al estar comiendo en un
restaurante donde para acompañar un plato nos sirvieron -con sifón-
una deliciosa espuma de alioli, se me despertó de nuevo la
curiosidad. ¿Qué tiene que ver? El óxido nitroso es un gas que se
venden legalmente como propulsor de natas montadas, cremas, aires y
espumas varias, que se sirven con un sifón. En el sifón introduces
la sustancia a la que quieres meter presión, y luego lo cargas con
uno o dos cartuchos de óxido nitroso, para que la presión y el tipo
de gas obren el milagro espumoso con el material gastronómico de
turno.
No había terminado de comer y ya
estaba hablando con uno de los jefes de cocina del restaurante, para
que me dijera dónde podía comprar un sifón y cargas para el mismo.
La verdad es que ni los propios cocineros (que tanto alardean) saben
muy bien lo que hacen: todos me juraban que las cargas que ellos
ponían eran de CO2, lo cual es falso ya que esas sólo se usan para
carbonatar bebidas y no sirven para elaborar espumas, pero preferí
no darles muchas explicaciones. Tenía dos proveedores de hostelería,
a menos de 500 metros, que vendían sifones de cocina y cargas. Según
terminé de comer el riquísimo postre -celebrábamos una merecida
victoria legal- y tras liarme un gran porro de marihuana, convencí a
mi pareja para ir a echar un vistazo a esas tiendas.
Dicho y hecho. En un momento estábamos
en el almacén de un distribuidor, viendo dos tipos de sifón y las
cargas que tenían. En su caso, eran de la marca ISI y resultaban
excesivamente caros. ¿La razón? Son los que promociona Ferrán
Adriá de “El Bulli” y, como me dijeron en el almacén, esa
tontería se pagaba cara. Así que viendo que era lo único que
tenían, me fui a la competencia.
Allí tenían dos marcas, la mencionada
y otra de nombre Lacor, mucho más asequible y de igual calidad
(tanto para lo culinario como para lo psicoactivo). Además, tenía
al lado varias cajas de cartuchos y pude cerciorarme de lo que
compraba: cartuchos con 8 gramos cada uno de N2O y óxido nitroso.
Los de la marca famosa sólo traían 7'5 gramos y resultaban más
caros. Ya no me quedaba mucho que pensar, así que compré el sifón
de cocina y 48 cartuchos de “Gas de la Risa”. Vienen en cajas de
24 cartuchos, pero nunca me ha gustado quedarme a medias probando
algo nuevo, y no tenía claro cuántos iba a necesitar para probarlo
a fondo.
Ya tenía lo más difícil: la droga
deseada y su dispensador adecuado. Pero a no ser que tengas los
pulmones de un elefante y ningún problema con llenártelos de un gas
a temperatura bastante por debajo de cero grados, es mejor que
compres unos globos. ¿Globos? No veáis lo jodido que es encontrar
globos, de los de toda la puta vida, en los kioskos hoy día. Si
conseguir la droga y lo utensilios me llevó 15 minutos, encontrar
globos para poder probarla sin congelarme la faringe o sin provocarme
daños por la presión con que se libera, me llevó cerca de 1 hora y
tuve que recorrer más de una decena de kioskos, y sólo conseguí 4
globos de tamaño normal que le quedaban a un kioskero entre sus
restos de stock. Está más jodido comprar globos que drogas, aunque
suene raro, ésa es mi experiencia.
Llegué a casa y saqué el sifón,
comprobé que tenía todas sus piezas -especialmente la que sirve
para encajar y picar el cartucho con el gas comprimido, porque si lo
intentas sin ella se convierte en una bala de metal sin control
disparada con su propio gas- y decidí leer un poco sobre el asunto
para repasar lo que sabía y reducir riesgos. Creo que incluso me
juré que lo probaría al día siguiente o más tarde. Mentira: en 30
minutos estaba metido en el asunto. Lo llevo en los genes, la
curiosidad me puede.
Tenía la ocasión de probar una droga
por primera vez (de esas me quedan muy pocas ya) y como mi pareja
estaba en casa, parecía algo manejable y las ganas me podían,
empecé con el festival de la risa. Piqué el primer cartucho en el
sifón, puse un globo que sujeté con la mano en el dispensador,
apreté la palanca y con bastante ruido se llenó, casi de golpe.
Antes de respirarlo, recordé que era lo que más me maravillaba del
“gas de la risa” que tanto había leído: su capacidad de
provocar risa. No entendía cómo un compuesto tan simple era capaz
de activar una reacción compleja como esa en cuestión de segundos.
Podía entender que tras tomar LSD pudieras tener risas incontroladas
(o llantos incontrolados) según tu viaje, podía entender la risa
tonta que te entra fumando porros con los amigos, pero no una
sustancia que per se, tuviera la capacidad de producir risa.
Así que me senté en el sillón, con
un globo naranja en la mano, y mire a mi pareja como diciendo “bueno,
vamos allá”. Ella me miró y me sonrió con condescendencia, como
diciendo “un día te voy a sacar en ambulancia, cabrón”. Exhalé
con fuerza todo el aire que quedaba en mis pulmones, me apliqué el
globo en los labios, y aspiré mientras dejaba que el gas entrase.
Aguanté la respiración, pero no pasaron unos breves segundos hasta
que tuve que echarlo todo y respirar aire de verdad: llenarte los
pulmones de un gas que no tiene mezclado oxígeno, equivale a a no
respirar o peor aún, con lo que la sensación aunque tenía los
pulmones hinchados de gas, era la de que te está faltando el aire
seriamente y tienes que respirar por cojones.
El primer efecto que sentí me recordó
al que tengo cuando fumo heroína o fentanilo, y es que al exhalar la
primera calada ya puedes sentir que todo va más suave, más
relajado, menos estresado, las luces pierden algo de intensidad y
todo parece apagarse un poco. En ese momento miré a mi pareja, que
me observaba desde su lugar... y no pude por menos que descojonarme
de risa.
¡¡Cómo me tocó los cojones!! El
puto gas de la risa había podido conmigo y me estaba despollando sin
motivo alguno mientras mi pareja me miraba, también riéndose (de
mí).
Al mismo tiempo, pude notar cambios que
me parecieron sorprendentes en la esfera auditiva, los sonidos eran
todos más “brillantes y cristalinos” y la visión, aunque no
tenía nada concreto que pudiera referir, era también extraña y
tenía la sensación de que en breve iban a aparecer lucecitas de
colores por todo el aire de la habitación. Apenas pude decirle a mi
compañera “no sé de qué cojones me estoy riendo” cuando otra
carcajada, esta vez ya mucho más cómplice y acompañando la risa de
mi pareja justificó el momento. Pasaron unos 3 minutos, y esa
borrachera extraña que me había asaltado estaba disipándose casi
por completo, pero dejándome una sonrisa idiota en la cara, más
propia de la MDMA que de otra cosa.
Me lancé a por otro globo, cargué
uno, y me volví a colocar en un lugar seguro -por si perdía
equilibrio o me desmayaba- y me lo aspiré como un campeón: otra vez
descojonándome de risa, pero esta vez la sensación era de una
borrachera mucho más profunda que la de la primera vez, ya que no
habían pasado ni 5 minutos. El “gas de la risa” es un gas
agradable, de sabor dulzón, y debido a su densidad te pone la voz
como si fueras un ogro (lo contrario que hace el helio), lo cual
ayudó a que cuando abrí la boca esa vez, la carcajada estuviera
asegurada.
Sólo acerté, mientras sostenía un
globo vacío en la mano, a decir: “Un globo, dos globos, tres globos... la luna es un globo que se me escapó!!” inspirado por mis recuerdos infantiles y provocando la carcajada de mi compañera y la mía.
Ciertamente, la palabra globo me parece la más adecuada para
referirse al efecto de esta droga, y así debe ser porque desde hace
4 días no hago más que cantar la cancioncita de los globos.
Dos experiencias puntuales no hacen
mucho, así que me he pasado el fin de semana hinchado de gas de la
risa, dosis dobles, repetidos globos seguidos y otros experimentos
varios. Lo que más me ha llamado la atención de esta droga, es
además de su capacidad para provocar risa sin motivo alguno y que no
acabo de comprender, el marcado efecto antidepresivo que tiene. Hay
quien está explorando el óxido nitroso como tratamiento contra la
depresión resistente, y al parecer presenta mayores ventajas que la
ketamina para el mismo uso, ya que ambos actúan de forma similar
sobre los receptores NMDA, y no les falta razón. Cuando el efecto de
las distintas dosis se pasaba, no dejaba resaca alguna y sí una
actitud realmente positiva y sonriente. Al parecer eso se debe un
efecto sobre la dopamina y el sistema de recompensa.
Su efecto es también claramente
ansiolítico por la actuación que tiene sobre los receptores GABA.
Se usa como anestesia/sedación y analgésico de uso breve, ya que su
uso continuado resulta tóxico por bajar la producción de glóbulos
blancos. Del efecto analgésico no puedo decir mucho porque apenas lo
he notado, posiblemente debido a la tolerancia cruzada que tiene el
óxido nitroso con el sistema opioide endógeno.
¿Merece la pena como droga lúdica?
Creo que merece la pena tener algunas experiencias de primera mano
con ella, no tanto como droga lúdica en sí misma -para mi gusto- sino como “complemento
curioso”. Es barata, es legal, es relativamente inofensiva si se
toman las precauciones mencionadas.
¿Acaso hay alguien que no guste hoy
día de un buen globo en una buena fiesta con todos riendo? ;)
No me ha dado nunca por tomarme un globo XDDDDDD
ResponderEliminarPues estás tardando en hacerlo, pero en directo y porno... ya sabes.
ResponderEliminarHabría que verte a ti chupando bongs todo puesto de óxido nitroso.
xD
Se que llego tarde para ti, pero quizás a otra gente que quiera probarlo puede interesarle saber que en ebay/amazon/internet en general venden una cosa que se llaman crackers para n2o, es bastante mas barato que un sifón y hace la misma función.
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