Este texto sobre el panorama en UK en cuanto a su historia, política y leyes sobre drogas fue publicado en el mes de Febrero de 2014 en la Revista Yerba.
Espero que os guste.
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Regulación y política de drogas
en el
Reino Unido.
Nuestros vecinos de las islas que
agrupan a Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda del Norte son un caso
a tener presente en la futura evolución de las políticas de
drogas que se vayan abordando en Europa, dado su peso específico y
su posición geopolítica como aliado esencial de los USA y sus
políticas globales.
¡God save the Queen!
Reino Unido tiene una historia
peculiar en cuanto a las drogas, que tiene mucho que ver con lo que
culturalmente son como pueblo y conservan como tradiciones -y en este
bagaje comparten con el español- en lo que a asuntos como el
excesivo consumo de alcohol atañen. Tanto consumen (y de una forma
tan poco inteligente) que es la primera causa de muerte en varones
menores de 50 años. Eso y no haber sufrido una enloquecedora Ley Seca durante una
década y media como la Volstead Act en USA -que fue el germen de las
primeras narcomafias- es lo que más los separa de sus primos
americanos y más les acerca a sus vecinos continentales: les gusta
beber y nunca en la era moderna lo han tenido reprimido de alguna
forma, hasta ahora.
A lo largo de la historia del siglo XX,
el Reino Unido ha ido adoptando aquellas posiciones que surgían de
la política norteamericana. Fue uno de los 12 firmantes iniciales
-hace un siglo- de la primera resolución con aspiraciones
internacionales para el control restrictivo de los estupefacientes,
iniciado con la conocida Convención de La Haya prohibiendo cocaína
y morfina, y ampliado mundialmente al ser incorporado al Tratado de
Versalles con el que se dio por cerrada la Primera Guerra Mundial.
En
el año 1931 la prohibición sigue creciendo a otras sustancias con
el tratado promulgado en Ginebra, ampliándose a nuevas variantes
químicas de las drogas ya prohibidas, y en el año 1961 se actualiza
y consolida como paradigma absoluto con la entrada de la mayoría de
los países al tratado de la Convención de Viena, con una
actualización propia del Reino Unido -conocida como la Prevention of
Misuse Act de 1964- por su epidémico problema de abuso de
anfetaminas que despuntaba en aquel país.
Unas así me voy a comer yo el día de mi cumple.
Llegando a la guerra contra las drogas
como institución y misión moral.
Cuando el asunto se empezó a poner más
feo, gracias al enfoque bélico del tema aportado por el esperpéntico
Richard Nixon en 1971 al lanzar a nivel mundial la guerra contra las
drogas apoyada militar y policialmente, en el Reino Unido sacaron su
adaptación de la convención de Viena conocida como la Misuse of
Drugs Act o Ley sobre Abuso de Drogas.
Esta ley sienta las lineas generales de
clasificación de drogas para su uso médico y traza la linea de
aquellas que no tienen cabida -según sus criterios- en la práctica,
uso o experimentación con humanos. Al mismo tiempo la ley se aleja
de los postulados tradicionales -de claro tinte liberal- que
imperaban en el uso y tolerancia de los ciudadanos ingleses,
empezando a verse sobreinfluenciada por sus socios de los USA y sus
convenciones morales mucho más restrictivas e interventoras en
cuestiones de la autonomía del individuo.
Establece 3 categorías generales de
sustancias fiscalizadas y una excepcional conocida como temporal.
Otra categorías son las drogas de Clase A como heroína, cocaína,
crack, LSD, MDMA. La Clase B son el cannabis, las anfetaminas, el
metilfenidato que se le da a las personas con trastorno de
hiperactividad, y la relativamente nueva metoxetamina o MXE (un
pariente de la ketamina).
Hay un hecho diferencial en esta
legislación que merece la pena reseñar: cualquier droga de Clase B,
si es preparada para ser inyectada como forma de consumo, pasa a ser
una droga de Clase A. Algo totalmente único a la hora de clasificar
las drogas incluir un criterio que implica a la ruta de
administración elegida por el usuario, pero fue la triste respuesta que
allí le dieron al incipiente problema de la anfetamina por vía
intravenosa.
A lo mejor lo de castigar más duramente los inyectables
lo hacían para salvar a los deportistas... no?
Cabe mencionar que no ha servido de
mucho esa diferenciación en la ley, porque el uso de drogas por vía
intravenosa -no sólo opiáceos- a día de hoy en el Reino Unido es
uno de los más altos de toda la Europa occidental.
En la Clase C reposan sustancias como
las benzodiacepinas tipo Valium o los esteroides anabolizantes al
lado de la ketamina -a la que ahora quieren reclasificar- o el GHB y
otros agonistas GABA. Y en la clase temporal, aquellas sustancias
prohibidas por la vía rápida mientras son situadas en una de las
otras clasificaciones posibles o descartadas para su fiscalización.
Aparte, y mediante leyes de análogos
químicos, se han prohibido cientos de posibles sustancias existentes
o no -igual que en los USA- según la química iba aportando nuevos
compuestos y el público aprendiendo a usarlos para evadir la
prohibición sobre otras drogas. Esas medidas se han mostrado muy
poco útiles, ya que UK ostenta el dudoso honor de ser el mayor
consumidor de los llamados “legal highs” de toda Europa, con el
grave riesgo que eso implica para la salud de las personas que buscan
evitar sanciones legales y encuentran a cambio serios problemas
médicos, como la muerte o serios daños en sus sistemas neurológicos
y regulatorios, con las más diversas y desconocidas consecuencias de
consumo por ser sustancias inexploradas en su mayoría.
Las sanciones que la ley impone por
simple tenencia de algunas drogas como la heroína, la cocaína o la
MDMA llegan hasta los 7 años de cárcel, y a sentencias de cadena
perpetua si la tenencia era destinada a su distribución.
Dicha
medidas sólo alcanzarían a las drogas de Clase A y a las de clase B
cuando van a usarse en modo parenteral (mediante inyección).
En el
caso del cannabis, la posesión puede acarrear penas de cárcel de
hasta 5 años si es para consumo propio y de hasta 14 si es por
tráfico. La misma horquilla sancionadora sirve para las drogas
situadas en la Clase Temporal de restricción, como los “legal
highs” que van quedando prohibidos con el paso de los años.
Obviamente existen mecanismos de “no
aplicación” de la ley sobre el ciudadano corriente -sin seguridad
jurídica alguna- con todo su peso ya que, de hacerlo, en poco tiempo
no tendrían ciudadanos sobre los que aplicarla que no estuvieran ya
pagando multas o cárcel.
Aún así la tasa de encarcelación en
relación a delitos por drogas es tan alta como en el resto de los
países que entusiastamente secundaron las ambiciones
prohibicionistas de USA y las aspiraciones morales de la ONU de un
mundo sin drogas. Y ese hecho es una de las razones que está
haciendo que algunas sociedades ya vean el final inevitable de ese
sistema de lidiar con las drogas que, queramos o no, existen: no
caben más presos, no podemos encarcelar a más gente creando un
problema peor que las drogas en sí mismas.
El colapso de la credibilidad
en la
política de drogas oficial.
A la vez que la Misuse of Drugs Act se
creó un ente que gestionase los temas de drogas en el Reino Unido, y
esa institución fue la “Advisory Council on the Misuse of Drugs”
que actúa como consejo consultivo sin carácter vinculante para el
gobierno del estado. Sus miembros están nombrados -obviamente- por
el gobierno, que pone y quita a su antojo al modo que el Plan
Nacional Sobre Drogas va cambiando sus gestores en España. Hasta
hace relativamente pocos años, ese organismo se comportó siempre
como un acólito de la política de drogas implementada por el
estado, aunque por propia definición carecía de un sentido
científico en su clasificación y razones para fiscalizar unas
drogas y no otras.
Este vídeo es de cómo se rieron
de todos los políticos y drogabusólogos en UK
unos ocurrentes periodistas
con una droga inventada: el CAKE.
La tendencia que durante décadas
siguió la institución fue la de alarmar sobre drogas en lugar de
educar sobre drogas -al igual que sus homólogas en la mayoría de
países- y la realidad ha ido provocando una profunda escisión entre
los mensajes de las instituciones del estado manejadas por sucesivos
gobiernos y los ciudadanos como simples consumidores de drogas. Al
final, las instituciones hablaban pero su mensaje parece no tener
efecto sobre una sociedad que cada vez consume más drogas y de una
forma menos inteligente, maximizando el daño con un enfoque
punitivo.
Ay mi niño!!! Que él nunca ha tomado drogas!!
Obsérvese la carita de ángel que tiene
y el puestón que lleva en comisaria.
Esa forma de manejar los asuntos de
drogas, en el mayor órgano consultivo al respecto, que tenía el
Reino Unido llegó a su fin de la mano de un hombre que llegó a la
presidencia del mismo en el año 2008. No era un desconocido. Era ni
más ni menos que David Nutt: un reputadísimo miembro del mismo
órgano con una intensa carrera científica -como psiquiatra y
neuropsicofarmacólogo- sobre ciertas drogas, que el año anterior
había levantado las ampollas de mucha gente al publicar en “The
Lancet” un artículo en el que se proponía un método racional
para evaluar los riesgos de todas las drogas existentes y actuar de
acuerdo a resultados científicos.
Sí, el alcohol causa más daño que
la ketamina, las anfetaminas,
las benzodiacepinas, el tabaco (¡¡!!),
el éxtasis o la LSD.
Lo digo yo que soy científico
y para eso estudio, cojones ya!!!
Dicho así puede parecer
normal, pero la realidad es que lo que dicho artículo hacía era
dejar claro que la política del gobierno en drogas no surgía con el
fin de atender la salud pública o con una serie de pasos racionales:
las drogas más letales eran legales, algunas que no causaban daños
estaban clasificadas en los peores grupos, y las decisiones para
incluir o no sustancias en los nichos que había creado la Misuse of
Drugs Act eran de carácter puramente político o de intereses
económicos, como los de los lobbies del alcohol y del tabaco, que
nada tenían que ver con la ciencia.
David Nutt llevaba ya 7 años como
máximo responsable de la comisión técnica de dicha institución
cuando ascendió a la presidencia. Además de su trabajo con los
receptores cerebrales GABA y las variantes de las benzodiacepinas,
era el científico que había dejado claro que las decisiones sobre
drogas en el Reino Unido se tomaban por criterios que eran totalmente
acientíficos, en contra de lo que la mayoría de los ciudadanos
podrían esperar. Aquellos trabajos publicados, viniendo de quien
venían, suponían un ultraje para el propio gobierno, que veía como
su mayor especialista les plantaba cara ante la gente, exigiéndoles
que se usasen criterios científicos para desmontar la estructura
represiva sobre las drogas.
La gota que colmó el vaso
es la gota
que despertó a la cascada.
En el año 2009, David Nutt se dedicó
a decir la verdad sobre ciertas drogas: aceptó como punto de partida
que el cannabis no se podía considerar una droga totalmente segura
porque ninguna está exenta de riesgos, pero que aún así, la
clasificación del cannabis en la actual situación -cazando
consumidores de bajo nivel para “protegerlos de ellos mismos”-
era un daño a la sociedad. Le frotó lo morros a varios psiquiatras
de corte clásico y formación de drogabusólogos en muchas de sus
afirmaciones, y la cuestión llegó a verse como un enfrentamiento
directo contra el gobierno y sus fuentes.
En ese contexto de tensión porque el
organismo encargado de las drogas en Reino Unido no hacía nada bien,
Nutt publicó una editorial en la Revista de Psicofarmacología en
la que comparaba los accidentes provocados por dos actividades
distintas: montar a caballo y tomar MDMA.
Los datos no mentían: montar a caballo
provocaba 1 situación de emergencia cada 350 ocasiones, mientras que
tomar MDMA creaba dichas situaciones en una proporción de 1 cada
10.000 ocasiones.
¿Es más peligroso montar a caballo
que tomar una dosis de MDMA? Sí, lo es.
Esa misma linea de trabajo,
estableciendo comparaciones entre los daños reales de las drogas y de actividades
lúdicas, cinegéticas o deportivas, lo ha desarrollado en nuestro
país el psicólogo Eduardo Hidalgo Downing en su estupendo libro
“Hedonismo Sostenible”, de una manera tan abrumadora que no deja
lugar a dudas.
Foto del autor
que aparece en portada
de dicho libro.
Pero David Nutt era el máximo responsable de la parte
“científica” de la política de drogas en ese momento, y con
esas afirmaciones estaba dejando al gobierno con el culo al aire. La
campaña que eso desató en los medios fue intensa y despiadada,
haciéndole parecer como un insensible que no tenía respeto por los
padres de los fallecidos -supuestamente- por MDMA, en lugar de
aceptar lo que él mismo explicó: “la gente tiene que aceptar
todas que las actividades cotidianas de su vida llevan un riesgo
asociado y lo único que hemos hecho ha sido compararlos dándolos a
conocer”.
Todo tienes sus riesgos
y hasta respirar -o no respirar-
también nos mata.
Nutt también se enfrentó con el
gobierno usando muy duras palabras para describir la aberración que
suponía reclasificar el cannabis como droga de Clase C a Clase B
(tras 5 años en la clase menos punitiva) y la insensatez general que
estaban cometiendo por criterios únicamente políticos y para
favorecer los intereses de los mercados de alcohol y tabaco.
Así tienen los lobbies
del tabaco y el alcohol
a las mariconas de los políticos
que nos gobiernan.
Foto real.
Poco
después, a finales de octubre de 2009, David Nutt era retirado de la
presidencia del organismo en una mezcla de dimisión y renuncia
forzada, que abrió aún más el escándalo. Pero él lejos de
asustarse, en unos días anunció públicamente que tenía respaldo
económico para montar una institución científica no controlada por
el gobierno para asuntos de drogas, llamada “Independent Scientific
Committee on Drugs”.
Así fue: la salida de Nutt arrastró a
varios científicos más de alto nivel que, avergonzados por el
comportamiento de su propio gobierno, decidieron irse con Nutt al
recién creado comité científico.
Esta nota fue la respuesta rápida
de los científicos serios
al lameculos político de turno
cuando les dejaron mirando al Támesis.
Nutt y sus colegas escenificaron
el peor escenario para la política represiva de drogas: un organismo
creado por los mejores científicos que, a la vista de la inutilidad
de la antigua institución para cumplir sus funciones, iban a estar
trabajando para aportar ciencia al futuro de nuestra relación con
las drogas... y sin ningún tipo de control político!
El paciente inglés, a día de hoy.
Reino Unido sufre un caso único de
bicefalia, informativa y formativa, en el que dos sectores de
científicos -agrupados por criterios políticos unos y por criterios
científicos los otros- se ven enfrentados en los medios a la hora de
dar datos sobre drogas. Existe la rama oficial que desprecia los
avances científicos vs. los científicos que desprecian las
decisiones políticas.
Para animar más el asunto, Nutt y sus colegas
en el año 2010 publicaron una valoración de todas las drogas en el
plano del daño al propio individuo y el daño causado a la sociedad.
Las 2 drogas más peligrosas del estudio resultaban ser el alcohol y
el tabaco, como no podía ser de otra forma.
Hola!! Somos nosotros dos,
tus amigos legales
el tabaco y el alcohol...
Viva la política de drogas oficial
y el coño de la Reina Madre!!
La suma de hechos ha acabado forzando
al gobierno inglés a enfrentar el asunto de otra forma y, el nuevo
máximo responsable de drogas en el país, el político demócrata
liberal Norman Baker, dijo hace unas semanas que el cannabis legal
debía ser una opción a considerar y que sus riesgos y daños eran
obviamente más bajos que los de drogas como tabaco y alcohol. Una
opción, pero no una prioridad.
Lo lleváis claro si pensáis
que este tipo va a
legalizar el cannabis en UK.
Sólo está poniéndose de canto
para ayudar a que le entre mejor el supositorio.
Resulta obvio que el cannabis ya ha
iniciado su propio proceso de regulación e integración normalizada
en muchos países, a pesar de sus políticos. Eso no quiere decir que
se vayan a denunciar mañana los tratados que no permiten dicho paso,
sino que los países se están preparando para hacerlo de forma
orquestada.
Es un primer paso en desmontar el costoso andamiaje de la
guerra contra las drogas, pero puede conducir a una situación tan
grotesca como estar arreglando goteras menores en el tejado de casa
mientras las habitaciones están ardiendo, por la desatención a
otras sustancias que realmente sí poseen un nivel de peligro mucho
más elevado y que están causando graves daños mientras flotan en
el mercado sin regular de drogas.
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PS: Cabe añadir un detalle en que poca gente ha reparado, antes de hacer afirmaciones sobre las tablas de daños de Nutt, y es lo que él llama Heroína y Cocaína.
Sitúa a la heroína y la cocaína en las dos drogas con mayores peligros, pero no hace hincapié en que ambos se caso se refiere a heroína y cocaína "callejeras" ya que no es aplicable a la heroína farmacéutica o diamorfina que se receta habitualmente en Reino Unido o a la cocaína pura farmacéutica que siguen teniendo disponible en su sistema de salud.
Sin embargo sí hace esa distinción a la hora de mencionar la metadona: la llama "metadona callejera" (street methadone).
Por tanto queridos drogabusólogos, contened vuestras campanas porque habría que ver una buena evaluación de los riesgos de cocaína y heroína si fueran puras y legales, y no "street drugs". :)
Excelentes artículos como siempre.
ResponderEliminarPues gracias por la parte que me toca.
ResponderEliminarxD