Aquí el que no corre vuela, nadie vuela recto, y pájaro que no vuela... a la cazuela!!
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Profesionales de la salud y drogas.
No olvido -ni creo que nunca lo haga- la cara, el cuerpo y la voz del primer “practicante” (como se les
llamaba en los 80) que conocí. Se llamaba Carmelo. Su nombre en mi
casa era la representación del terror hecho chuta.
Todavía no se debía estilar mucho lo de las jeringuillas desechables de un solo uso, porque no sólo llegaba a tu casa una especie de ogro enorme y calvo, con una voz gutural como el eco del infierno, sino que tenías que pasar el trance de ver cómo se preparaban los instrumentos para tu tortura. Ahora suena raro eso, pero antes veías como esterilizaban la jeringuilla de cristal y las agujas ya clavadas en otros con alcohol ardiendo en un recipiente....
Ese ritual, el ogro Carmelo, el olor a alcohol caliente, la visión de la aguja, tus padres sujetándote y tú gritando como un poseso para que al final te trincasen bien (era un mierdas de 5 años, uy si no....) y te metiera una banderilla -con mucha malaostia- un tipo que era el que pinchaba a los militares y a los pobres seres humanos que eran forzados a hacer el servicio militar obligatorio o "mili" (a la que yo fui insumiso).
Todavía no se debía estilar mucho lo de las jeringuillas desechables de un solo uso, porque no sólo llegaba a tu casa una especie de ogro enorme y calvo, con una voz gutural como el eco del infierno, sino que tenías que pasar el trance de ver cómo se preparaban los instrumentos para tu tortura. Ahora suena raro eso, pero antes veías como esterilizaban la jeringuilla de cristal y las agujas ya clavadas en otros con alcohol ardiendo en un recipiente....
Ese ritual, el ogro Carmelo, el olor a alcohol caliente, la visión de la aguja, tus padres sujetándote y tú gritando como un poseso para que al final te trincasen bien (era un mierdas de 5 años, uy si no....) y te metiera una banderilla -con mucha malaostia- un tipo que era el que pinchaba a los militares y a los pobres seres humanos que eran forzados a hacer el servicio militar obligatorio o "mili" (a la que yo fui insumiso).
Creo que si no me gusta mucho pincharme
drogas, cuando no tengo reparo alguno en tomarlas por otras vías,
responde a criterios de “esterilidad y pureza” de las drogas pero
también a un cierto miedo incrustado en el desarrollo y la infancia.
No me gustan las agujas, me recuerdan a Carmelo, y me asusto. Así de
triste infancia, sí.
Como Carmelo se convirtió en un recurso usado en mi casa de forma rutinaria (desde un aceptable “si no te tomas la medicina, vendrá Carmelo” hasta un chantajista “si no te tomas la sopa te pondrás malo y vendrá Carmelo”) pues es un personaje que en cierta forma seguí. En el barrio no somos muchos y nos conocemos todos, así que años después, en plena “new wave prohibicionista de la heroína como droga lúdica” en la que palmaron tantas personas en España, supe que era un tipo muy cotizado.
Cuando hablaba con los colegas, consumidores de heroína con 13 años y mencionaba a Carmelo (que era conocedor de casi todos los culos y brazos de mis colegas) había un curioso silencio en el aire y alguna que otra bala perdida en forma de risotada.
El tipo era un crack en esto de ponerte unas flautas de coca y caballo acojonantes, con la “seguridad añadida” de un profesional de la salud, y asegurándote higiene y nada de marcas jodidas de explicar.
Como Carmelo se convirtió en un recurso usado en mi casa de forma rutinaria (desde un aceptable “si no te tomas la medicina, vendrá Carmelo” hasta un chantajista “si no te tomas la sopa te pondrás malo y vendrá Carmelo”) pues es un personaje que en cierta forma seguí. En el barrio no somos muchos y nos conocemos todos, así que años después, en plena “new wave prohibicionista de la heroína como droga lúdica” en la que palmaron tantas personas en España, supe que era un tipo muy cotizado.
Cuando hablaba con los colegas, consumidores de heroína con 13 años y mencionaba a Carmelo (que era conocedor de casi todos los culos y brazos de mis colegas) había un curioso silencio en el aire y alguna que otra bala perdida en forma de risotada.
El tipo era un crack en esto de ponerte unas flautas de coca y caballo acojonantes, con la “seguridad añadida” de un profesional de la salud, y asegurándote higiene y nada de marcas jodidas de explicar.
Contactar con él para esos servicios,
requería de un nivel que yo por aquel entonces ni tenía ni aspiraba
a tener, pero era el enfermero que ayudaba a drogarse, con cuidados
propios de un profesional, a muchos yonquis de los que puedes imaginar
con esa palabra, y a otros que no imaginas. A la vez que se hacía
sus extras con la peña, llevaba el “mantenimiento” de algunos
“eliteyonquis”, profesores de la Universidad y médicos del
Hospital Clínico.
Era un tipo discreto, que había visto mucho y conocido mucho. Era esencialmente pragmático: él ganaba un dinero por sus servicios y prestaba una atención de calidad sanitaria. Posiblemente la primera persona de mi vida que estaba implicada en Reducción de Riesgos en drogas, aunque el término no debía ni existir en aquella época.
Era un tipo discreto, que había visto mucho y conocido mucho. Era esencialmente pragmático: él ganaba un dinero por sus servicios y prestaba una atención de calidad sanitaria. Posiblemente la primera persona de mi vida que estaba implicada en Reducción de Riesgos en drogas, aunque el término no debía ni existir en aquella época.
Si él consumía o no drogas de alguna
clase, es algo que creo que nadie sabe a ciencia cierta, pero que las
conocía todas mejor que los propios médicos -bastante torpes a la
hora de gestionar sus hábitos- era algo aceptado por todos los que
le conocían. Pocos doctos doctores contradecían una opinión de
este enfermero.
Dentro del área de consumidores de
drogas en las profesiones sanitaria, tenemos algunos curiosos grupos,
que en cierta forma tienen que ver con el contacto (accesibilidad) a
las drogas usadas. Los menos yonquis -por decirlo de alguna forma- son
el grupo de podólogos, terapeutas ocupacionales, fisioterapeutas y
psicólogos clínicos.
En principio, ninguno de ellos tiene acceso a las drogas que usen sus pacientes o a un almacén, por la actual ley al respecto. Los terapeutas ocupacionales y los psicólogos pueden tener un mayor contacto con población consumidora de droga, e incluso supervisar sus consumos en un lugar concreto, como una “Sala de Venopunción Asistida” o en una casa de acogida dentro de un modelo de “contexto de baja exigencia” en el que se tolera el uso de drogas dentro de ciertos parámetros, como forma de poder actuar -en otros campos- sobre la persona y su salud biopsicosocial. No son de los más yonquis, pero sí de los más tolerantes.
En principio, ninguno de ellos tiene acceso a las drogas que usen sus pacientes o a un almacén, por la actual ley al respecto. Los terapeutas ocupacionales y los psicólogos pueden tener un mayor contacto con población consumidora de droga, e incluso supervisar sus consumos en un lugar concreto, como una “Sala de Venopunción Asistida” o en una casa de acogida dentro de un modelo de “contexto de baja exigencia” en el que se tolera el uso de drogas dentro de ciertos parámetros, como forma de poder actuar -en otros campos- sobre la persona y su salud biopsicosocial. No son de los más yonquis, pero sí de los más tolerantes.
Ascendiendo un poco, encontramos a los
enfermeros. En este grupo se nota mucho la especialidad de cada uno,
y es probable que uno de enfermería pediátrica no recuerde ni qué
es la codeína ni para qué se usa, mientras que los de oncología e
intensivos, saben administrar microdosis de las drogas más
pintorescas por las vías más raras, con gran maña para revertir
depresiones respiratorias a tiempo.
El roce hace el cariño, y en este grupo tengo grandes amigos que también prestan servicios (no tan profesionalmente como Carmelo en los 80) con sus artes en poblados y casas, porque además de enfermeros son consumidores. Muchos no consumían en inicio drogas sacadas de su trabajo, sino que el hecho de saber inyectarse y de tomar drogas por otras vías, les llevó a ello. Y son enfermeros en activo, que hacen correctamente su trabajo en el hospital o clínica. Como otros muchos, si les cae algo interesante que tomar en sus manos, se lo cogen para “investigación personal”.
En este punto quiero citar a un gran amigo que, conocedor del propofol y de su capacidad para inducir sueños de tipo erótico y muy placenteros, estuvo a punto de matarse y hubiera sido el primero en España imitando a Michael Jackson. Le pude detener justo antes de que diera el paso, razonando con él por internet, haciéndole ver que si se clavaba la chuta sin alguien consciente controlando, lo más probable era que muriese. ¡¡Le podían las ganas al muy cabrón!! Ciertamente, yo también tengo ganas de meterme propofol, pero con un anestesista al lado (los mejores gestionando drogas, con la vergonzosa excepción del yonqui Maeso), mucho mejor.
El roce hace el cariño, y en este grupo tengo grandes amigos que también prestan servicios (no tan profesionalmente como Carmelo en los 80) con sus artes en poblados y casas, porque además de enfermeros son consumidores. Muchos no consumían en inicio drogas sacadas de su trabajo, sino que el hecho de saber inyectarse y de tomar drogas por otras vías, les llevó a ello. Y son enfermeros en activo, que hacen correctamente su trabajo en el hospital o clínica. Como otros muchos, si les cae algo interesante que tomar en sus manos, se lo cogen para “investigación personal”.
En este punto quiero citar a un gran amigo que, conocedor del propofol y de su capacidad para inducir sueños de tipo erótico y muy placenteros, estuvo a punto de matarse y hubiera sido el primero en España imitando a Michael Jackson. Le pude detener justo antes de que diera el paso, razonando con él por internet, haciéndole ver que si se clavaba la chuta sin alguien consciente controlando, lo más probable era que muriese. ¡¡Le podían las ganas al muy cabrón!! Ciertamente, yo también tengo ganas de meterme propofol, pero con un anestesista al lado (los mejores gestionando drogas, con la vergonzosa excepción del yonqui Maeso), mucho mejor.
El yonqui Maeso que contagió la hepatitis C
a cientos de personas,
por pincharse primero él con los opioides
y luego a sus pacientes, en un hospital público...
Luego están los farmacéuticos, que
tienes de los dos tipos: los que no se drogan o los que se lo comen
todo. Intercambio “regalos” con “farmas” de todo el
continente, y son buenos profesionales con formación para elegir con
cabeza. No he conocido a ningún farma que acabase por el mal camino
y “con la incapacidad” por consumo de drogas o de alcohol (otro
clásico de la medicina). Son grandes educadores, al mismo tiempo,
que deberían ser más escuchados por la clase médica.
Y llegamos al top de los grandes: los
que tienen el poder: los médicos. También se podrían
repartir en especialidades, pero sin embargo en estos el vicio es
bastante transversal. El hecho de poder disponer de recetas que no
levantan sospecha alguna para los fármacos no estupefacientes (de
receta normal) y de poder usar también, como médicos, los
estupefacientes disponibles, les da acceso a morfina y opioides a
tutiplén, a estimulantes como el metilfenidato o la dextroanfetamina con lisina que ahora han introducido de nuevo en el mercado (Elvanse) y a todo
lo que puedan coger de la farmacopea legal. No me extraña mucho que
tengan tanto vicio los cabrones, tras haber leído a Escohotado
contar como la mayoría de grandes médicos anteriores a la
prohibición de las drogas, eran generosos consumidores de las mismas
(de los de 5 gramos de morfina por vena al día) sin que esto les
supusiera ningún problema para el ejercicio ni un estigma que les
apartase de su trabajo.
Aquí un honrado anestesista,
no un yonqui de esos que pueden hacerte algo
y pegarte el SIDA si te escupen... :P
Un conocido psiquiatra de mi ciudad
consume una caja diaria de metilfenidato, que compra en mi misma
farmacia. ¿Consume?
Teniendo en cuenta que se cotizan bien esas pastillas por los estudiantes de la ciudad, no creo que se coma 30 pastillas cada día, pero compra una caja diaria.
Lo que no es sencillo es ver psiquiatras en ambientes más marginales como las casas o los poblados. Tampoco médicos en activo, que suelen ser atendidos en los puntos de venta de droga más selectos de la ciudad (especialmente cocaína pero también heroína) de la misma forma que cuando “algunos del ayuntamiento” se quedan sin farlopa: la casa se cierra poco antes de su llegada y se le atiende sin que nadie le vea. Normalmente de madrugada. Si alguien viera o dijera algo, por ver entrar a un médico de noche en una casa, siempre puede quedar cubierto como una urgencia que tuvo que atender. Pero la realidad es que finalmente se sabe quienes son, porque cuando la urgencia te empuja a tener que pillar a las 4 de la mañana y no esperar que algún “tele-droga” te lleve el tema a tu casita para no dar el cante, es que empiezas a estar algo pilladete... amigo médico.
Teniendo en cuenta que se cotizan bien esas pastillas por los estudiantes de la ciudad, no creo que se coma 30 pastillas cada día, pero compra una caja diaria.
Lo que no es sencillo es ver psiquiatras en ambientes más marginales como las casas o los poblados. Tampoco médicos en activo, que suelen ser atendidos en los puntos de venta de droga más selectos de la ciudad (especialmente cocaína pero también heroína) de la misma forma que cuando “algunos del ayuntamiento” se quedan sin farlopa: la casa se cierra poco antes de su llegada y se le atiende sin que nadie le vea. Normalmente de madrugada. Si alguien viera o dijera algo, por ver entrar a un médico de noche en una casa, siempre puede quedar cubierto como una urgencia que tuvo que atender. Pero la realidad es que finalmente se sabe quienes son, porque cuando la urgencia te empuja a tener que pillar a las 4 de la mañana y no esperar que algún “tele-droga” te lleve el tema a tu casita para no dar el cante, es que empiezas a estar algo pilladete... amigo médico.
Son estos últimos los más reticentes
a aceptar su contacto con drogas, legales o no. El estatus social se
lo pone más difícil. Recuerdo a mi psiquiatra, fundador de
Alcohólicos Anónimos en mi zona, al que le gustaba el whisky cosa
mala y me quería enseñar a beberlo, para que no tomase opiáceos.
Cada maestrillo con su librillo, ¿no?
Además pude conocer por él -sin
nombres- el historial de muchos profesores y médicos que él
supervisaba por razones legales.
No olvidaré el día que me dijo, charlando de cultivo de cannabis, que cierto médico tenía una habitación de casa llena de focos y marihuana. Le contesté que no era un mal hobby. Me dijo que en la habitación de al lado, coleccionaba bragas usadas, juguetes sexuales usados por prostitutas y armas blancas usadas en crímenes.
Le pregunté cuál era su especialidad:
bioética, contestó con una sonrisa giocondesca...
No olvidaré el día que me dijo, charlando de cultivo de cannabis, que cierto médico tenía una habitación de casa llena de focos y marihuana. Le contesté que no era un mal hobby. Me dijo que en la habitación de al lado, coleccionaba bragas usadas, juguetes sexuales usados por prostitutas y armas blancas usadas en crímenes.
Le pregunté cuál era su especialidad:
bioética, contestó con una sonrisa giocondesca...
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