sábado, 24 de diciembre de 2016

Elige: o un chute o la silla eléctrica... para matarte.

Esta entrada sobre la pena de muerte y sus chapuzas en USA fue publicada en el portal Cannabis,es, y esperamos que haga un buen maridaje con la cenita de esta noche. ¿No me digáis que no es un tema estupendo para después de la cena de Navidad?

Eso, que disfrutéis mucho de vuestras familias: el gran invento de nuestra sociedad.
Sed felices, hoy.
:))

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Elige: 
o un chute o la silla eléctrica...
para matarte.

Me resulta difícil sentarme a escribir, cuando lo que tengo que escribir es un alegato a favor de la inyección letal, y en contra del activismo “poco inteligente” contra la pena de muerte.
Me siento, me levanto, me muevo como animal inquieto mientras hago lo posible por no empezar. Sé lo que tengo que escribir, pero no me gusta y me revuelvo: supongo que es el efecto de intentar ponerte en la piel de alguien a quien van a matar, de forma legal y con una liturgia perfectamente establecida.


Entiendo que cada vez que -como sociedad- empujamos el émbolo de la aguja, apretamos el gatillo, giramos la palanca o le damos al botón, estamos certificando nuestro propio fracaso: hemos fallado si no hemos encontrado otra forma de actuar que no sea matar a un ser humano indefenso. Levantamos acta -al levantar el cadáver- de nuestra propia miseria.
No voy a entrar a desgranar un rosario de datos sobre lo injusto de la pena de muerte, el número de errores que se cometen en el proceso y que dan como resultado la ejecución de inocentes. Sólo eso bastaría para que no se produjera una sola ejecución legal más. 
Tampoco voy a entrar -demasiado- en la anomalía estadística que es el grupo étnico (raza para algunos) de los ejecutados frente a su porcentaje en la sociedad: los blancos tienen mucho más cheque en blanco antes de pasar por las manos del matarife, no por ser menos criminales sino por disfrutar de un sistema hecho por y para ellos. 

Recordad que los negros -esclavos- fueron marcados en la constitución de los USA como “seres equivalentes a 3/5 de persona”. O lo que es similar: si matas a 5 negros, te cobramos sólo 3. Suena macarra, pero debe ser el lema de los maderos allí, en vista de los ciudadanos negros desarmados asesinados por disparos de policía. Dicen que lo de incluirles como 3/5 de persona” fue algo hecho “por su bien y para ayudarles a dejar de ser esclavos, pero sinceramente a mí suena a premio gordo entre las “Grandes Cagadas de la Humanidad”.
No voy a irme a ninguno de esos lugares comunes: no me gusta la pena de muerte en ningún caso. Pero entiendo que si, como sociedad, la vamos a aplicar debemos hacerlo de la mejor forma posible. ¿Parece lógico esperar eso en pleno siglo XXI, no? 


Cuando queremos matar, ya no ponemos a una persona en una parrilla sobre brasas, ni usamos 4 pares de caballos para desmembrar a alguien tirando en direcciones opuestas de sus brazos y piernas, ni les enterramos medio cuerpo en el suelo para coser a pedradas -en una fiesta grupal de autoafirmación moral- al reo... OH WAIT!! 


Bueno, aunque se sigue aplicando así la pena de muerte en muchos lugares del planeta, nosotros los europeos y los civilizados americanos, que somos algo más avanzados en ese aspecto, no lo hacemos así. ¡Nosotros no somos bárbaros, jolines!
Cuando se ha tratado de matar, en el pasado siglo y en el presente, de forma legal hemos recurrido a la horca, el fusilamiento, la cámara de gas (¿especialidad nazi?), la electrocución y hasta el garrote-vil o cómo meterte una barra de metal por la nuca hasta causarte la muerte. Hemos ido adaptándonos a los tiempos en esto de matar. Tanto que en el año 1977, en USA, un examinador médico llamado Jay Chapman propuso que, si teníamos que matar, lo hiciéramos de la forma menos cruel posible. 
¿Suena bien? Debería, porque un cura llamado Bill Wiseman se encargó de que eso se plantease legalmente y saliera adelante en el sistema legal de USA. De esta forma nació el “Protocolo Chapman”, que era la forma menos cruel de matar a alguien dentro de lo que la ciencia del momento nos podía mostrar.


El “Protocolo Chapman” consistía en una dosis alta de un barbitúrico de acción ultra-corta (usados en anestesia), seguido de un medicamento que paralizaba la respiración y otro que paralizaba el corazón. No siempre salían las cosas como en la teoría, pero en general no era una mala forma de matar (desde el punto de vista del que va a morir). Y en 1982, Charles Brook se convirtió en la primera persona en ser ejecutada de esta forma “compasiva”.
Aunque entrecomillo lo de compasiva, no dejaba de ser el intento honesto de unas personas que no querían ver sufrir a alguien más allá de lo lógico cuando alguien enfrenta su muerte. Y no era para menos, porque hasta entonces las muertes eran todas mucho más traumáticas. Especialmente un par de ellas. Una es la cámara de gas: un invento de USA, usado desde 1924 hasta el año 1999 para matar gente legalmente. El primer ejecutado por cámara de gas era un mafioso de origen chino llamado Gee Jon, que aunque apeló contra el asunto porque no veía claro lo de morir así, no le hicieron ni puto caso. El estado determinó que -siendo científicos y tal- había que matarle con la forma más moderna de morir, que en este caso creían que era el ahogamiento con gas venenoso.


Cómo el estado es así de simpático, para llevar a cabo el moderno método de ejecución, intentó bombear veneno (el mismo que usaron los nazis, por cierto) en la celda de Gee mientras estaba dormido, pero lógicamente el veneno se salía de la celda. Así que ni cortos ni perezosos, inventaron la “cámara de gas”, ad hoc para cargarse a ese tipo de forma moderna y ya... pues la dejaron inventada, ¿no? Así comenzaba su historia y duraba casi un siglo, porque aunque no se ha vuelto a usar sigue siendo legal en algunos estados, y desde 1979 se han matado -todavía- a 11 personas con este método.
El otro método “científico” data del siglo XIX, y de la “guerra de la electricidad” entre Tesla y Edison. Como Tesla apoyaba la corriente alterna (AC) y Edison la corriente continua (DC), pues el segundo se las arregló para ser llamado por los legisladores y consiguió recomendar que, para la silla eléctrica -el método científico del XIX- se usase la corriente de su competidor. De esta forma intentó que la gente asociase la corriente alterna con la muerte para dañar a Tesla, encargando también un generador de la competencia (Westinghouse) para causar más daño a su imagen. 
Realmente el método lo inventó un borracho que se las apañó para joder una lámpara de arco que hacía de farola (como las de sodio actuales) y LAMER el cátodo y el ánodo, electrocutándose en el acto. Lo hizo porque, esa mañana trabajando con algo eléctrico, había sentido una sensación como cosquillas al entrar en contacto con una pequeña tensión eléctrica.
Sorprendidos todos por lo bien que mataba y sin dejar casi marca, lo elevaron a método capital y lo montaron sobre una silla de madera con correas para atar al reo. La cosa no tenía mucha complicación: un tipo al que le enchufaban un porrón de amperios a un buen voltaje para freírle. Como podéis imaginar, haciendo eso puede ocurrir de todo: desde que el cuerpo empiece a arder, a que le exploten los ojos, a incluso que no mate al preso. De hecho, hubo en caso en el que la silla eléctrica no mató al reo, y aunque él y su abogado alegaron que “ya se había aplicado la sentencia de electrocución” -y era cierto- un tribunal se lo tragó, pero el siguiente dijo que “había que repetir”. En esa ocasión, ya no fallaron.
Por cosas así, se inventó la inyección letal. No tiene sentido hacer sufrir a un ser vivo si el objetivo es -simplemente- matarle. Así, la inyección letal se acabó convirtiendo en el método habitual de ejecución en USA, aunque no se dejaron de usar los demás totalmente. Y cuando en Europa abolimos la pena de muerte, decidimos que los demás tenían que hacerlo también, así que nos pusimos a luchar contra la pena de muerte en USA. ¿Cómo? Pues luchando contra el fármaco que se usa para matar a los presos.
¿Suena estúpido? Lo es, mucho. 

Equivale a querer detener a los asesinos que usan armas de fuego, insultando a los fabricantes de balas y a los productores de plomo. Así de estúpido es lo que se hizo. Y el resultado fue catastrófico: los laboratorios farmacéuticos, conscientes de que suministrar los barbitúricos para matar les hacía salir feos en la foto -ya se negaron en 1924 a facilitar el veneno para la cámara de gas por la misma razón- y viéndose presionados, empezaron a presionar ellos. Se negaron en muchos casos a suministrar barbitúricos para ese fin, a pesar de ser medicamentos que existen en cualquier hospital con quirófano.
Cada estado -en USA- reaccionó como pudo. Algunos decidieron sintetizar ellos mismos la droga para las ejecuciones (incluso la vendieron a otros estados). Pero otros pasaron a probar con otros fármacos: una mezcla de benzodiacepinas y opioides, que es una buena forma de encarar una suave eutanasia pero una mala forma de enfrentar una “rápida y limpia ejecución”. No funcionan igual de bien que los barbitúricos, que para matar parecen tener pocos rivales (son las sustancias más buscadas para fines suicidas en los mercados de Internet).
Algunos presos y sus abogados, decidieron explorar esta vía como defensa legal ante la pena de muerte impuesta, argumentando que “era una forma de castigo cruel e injusta [morir así]”. Y el estado volvió a reaccionar como pudo y supo: “¿no queréis que os ejecutemos con drogas? OK, como vosotros prefiráis”. 

De esta manera llegamos hasta la noticia que ha provocado este texto: cansados de lidiar con presos sentenciados que no se dejan matar, los estados están re-adoptando “viejas formas de matar”. Y están activando planes B por si se quedan sin drogas (debido al activismo y la presión contra los laboratorios) o por si algún reo se queja de que matar con una inyección es inhumano.
Hay 2 cosas que todo juez debería ser obligado a presenciar: la muerte de cada uno de sus condenados a morir y la muerte de aquellos a los que les negó el acceso a una muerte digna. 

No podemos olvidar que todo esto, silla eléctrica, cámara de gas, ahorcamiento o fusilamiento -y la compasiva inyección letal- son la respuesta que como sociedad damos a ciertos problemas, mientras no tenemos problema en negarle el acceso a una muerte elegida a ciudadanos que no han causado daño a nadie.

Paradójica justicia.
...y justicia para todos”.



* Recomiendo para los interesados en los datos sobre la pena de muerte en USA, la página de http://www.deathpenaltyinfo.org/ con su recopilación de casos y su buscador específico.

martes, 20 de diciembre de 2016

Católica cocaína... ¡¡Oh, blanca Navidad!!

Esta entrada fue publicada en el portal Cannabis.es, y me ha apetecido publicarla ahora que está calentito todo el revuelo por el cartel de la serie "Narcos" en la puerta del Sol en Madrid, con la frase "Oh, blanca Navidad" junto a la imagen del actor que representa a Pablo Escobar.

Me parece que la reacción de muchos -incluida la policía en las redes sociales- que han clamado contra el anuncio es simplemente hipocresía representada mientras quedan con su camello, para que les pase 4 ó 5 gramitos de cocaína con los que pintar de blanco su Navidad.

De la cocaína nos contaba Escohotado en su impagable obra -que en parte debemos a los infortunios que sufrió él por su relación con esta sustancia- que era un tónico que ningún animal rechazaba, del elefante al caracol. Y aquí traemos el ejemplo de otro más: un sacerdote católico, que bendice su nariz con esta sagrada cocaína.

Llega la Navidad, así que recordad que es mejor pillar antes y analizar que hacerlo a última hora.
Sed prevenidos y regresad todos tras las fiestas, no queremos bajas.
Aquí os quedáis con esta nevada de anestésico local.
Disfrutad.

:))

PS: El magnífico -e irónico- gráfico que acompaña al texto es obra de Gonzalo, un crack que era el director de Cannabis.es hasta hace poco tiempo. Desde aquí un cariñoso saludo con mucho respeto y admiración por su trabajo. :))


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Católica cocaína...


Ayer noche un buen amigo -y autor en esta página- me envió una noticia que me encantó. Me hizo volver a revivir una vieja conversación que tuve con otro más viejo todavía amigo, sobre drogas y teología. Al grano.



La cosa es que han pillado -o se la han jugado- a un cura en el Reino Unido y le han grabado metiéndose unas lonchitas de cocaína

¡¡OH MY GOD!! Yes, baby. El sacerdote, en lugar de abusar sexualmente de menores, como haría uno respetable, está esnifando farlopa tranquilamente mientras charla con un amigo. No hay desmadre, ni alteración, ni nada extraño en el comportamiento de este párroco. El comportamiento no, aunque su entorno es algo más preocupante: parece la casa de Lemmy -Lemmy es Dios- de los Motörhead


¿La casa está muy guarra? A Lemmy tuvieron que comprometerse a limpiarle la cocina, antes de que les diera permiso a unos amigos para grabar un documental sobre su vida. Pero no es eso. La casa está normal. Lo único que en el vídeo se observa un águila de metal -que podría ser el peluche de Hitler- y una gorra que podía habérsela robado a Lemmy en un descuido: parafernalia NAZI.
¿Qué hace la casa de un párroco decorada con parafernalia nazi? Según él, es que la casa es vieja y tal, si eso ya tal (porque la casa no es TAN vieja). Pero bueno, volvamos a nuestro tema que, si no, se lo lleva el viento. 
Unas rayas de -supuestamente- cocaína puestas en una bandejita delante del cura, a quien se le oye decir una frase que todos hemos dicho cuando nos ponen delante unas rayas de cocaína y nos dan un billete enrollado: “no debería”. No debería pero se mete la loncha de un tirón, como todos. [No puedo evitar escuchar esta música en mi cabeza al leer esto.]


¿Y qué? ¿Qué tiene de malo? Para mí nada. Y en realidad, para la doctrina de la Iglesia Católica, tampoco, pero eso os lo cuento luego. 

Para los ingleses, que son tan impresionables, está cometiendo un pecado imperdonable, un delito de consumo (porque allí consumir una droga prohibida, es tu delito y no tu derecho) de una droga de clase A y, además, el agravio de haberse realizado en “suelo santo” o en terrenos de la iglesia. 

Como he dicho antes, ya que el consumo de drogas es algo que la Iglesia Católica en su doctrina -actual- no tiene sancionado, es otro reparo de clase moral. Y al final todo queda en eso, porque nadie le va a pedir al cura que se someta a una prueba de drogas y tampoco ello demostraría que ese vídeo es del consumo de esa droga: adiós delito.


Que sí; que es blanco, con plumas, flota en el río y dice “cuac”: es un pato. Pero otra cosa es que aunque todos “sepamos” lo que es ese polvo blanco que esnifa, podría ser cafeína que es legal. Y por eso nadie le puede decir nada en el plano legal, aunque lo van a trizar igualmente al pobre hombre.

No se metió unas rayas dando misa, o en la sacristía antes de empezar para consagrar a toda hostia, no. Lo hizo tras “su trabajo”, como muchos policías, jueces y funcionarios de prisiones se meten rayas y lo que haga falta, tras su trabajo (los responsables, los otros no distinguen de horarios). 

¿Qué problema hay?

Cocaína, el nombre del problema tan blanco como la sotana del actual Papa Paco. Que ahora no está de moda la farlopa en el Vaticano, aunque no siempre fue así. No hay texto sobre la cocaína que no mencione al famoso Vino Mariani y al Papa León XIII, quien como gran aficionado al vino con farlopa le concedió una medalla papal al fabricante de tan delicioso -y católico, porque estos no dan medallas al enemigo- producto: vino farlopero. 

No es que la Iglesia Católica no haya perseguido las drogas: lo ha hecho con ahínco, que le pregunten a Sudamérica desde hace 500 años. Ha perseguido las que no le servían, gustaban o controlaban, y que no eran su santo vino.

No es casualidad que el primer milagro de aquel que estos señores dicen que era Dios, fue porque su madre le pidió que surtiera de drogas a un banquete de bodas: “hijo mío, ya que tienes poderes, trae droga para todos los invitados, cagando leches, que se nos termina la fiesta”. 
Y Jesús, obediente él, agarró unas garrafas de agua y las convirtió en -lo que los asistentes creyeron que era- un vino de la hostia, nunca mejor dicho. Es decir, lo primero que hizo fue una droga dura. ¡Coño, seamos sinceros! ¡Que era un menor! ¿Ya nadie piensa en los niños hace 2000 años o qué?

Iglesia Católica Revisited. ;)

Ya sé que la Iglesia Católica actual -el colegio gerontocrático que está en el poder en dicha secta- no ve con buenos ojos a “las drogas” como ente genérico y no pretenden entrar a hacer distinciones tampoco. 
Pero a nivel “legal dentro de la Iglesia Católica” o nivel canónico, el consumo de droga (no se distinguen legales o no, salvo su vino) siempre que no resulte incapacitante para quien lo efectúa -lo que sería equivalente en cierta forma a un suicidio lento a nivel moral para el magisterio católico- no llega ni a pecadillo venial. Es mucho más grave, pregunten a cualquier sacerdote BIEN FORMADO en teología y derecho canónico, hacerse una paja. Pecado mortal.

Hace unos -muchos ya- años tuve el honor de entrevistar a Xabier Pikaza sobre este tema de las drogas y otros, a raíz de las declaraciones (opiniones) más extemporáneas que oportunas de un obispillo sobre el temita. Xabier Pikaza es un teólogo, de los que muchos llamarían “teólogos malditos”. 
Ha sido sacerdote mercedario (Orden de la Merced que, originariamente, se intercambiaban ellos mismos a cambio de prisioneros de los musulmanes, tras las cruzadas, para liberarles) la mayor parte de su vida, y siempre estuvo enfrentado con Roma (o Roma enfrentada con él). 

Tanto es así que era profesor en la Universidad Pontificia de Salamanca (uno de los bastiones teológicos del pensamiento) sin que Roma le hubiera concedido el “Nihil Obstat” o “no hay problema” (un permiso), para que pudiera dar clase de ciertas asignaturas: demasiado peligrosas las ideas de este tipo.... que llegó a cuestionar la virginidad de la virgen, o a decir que lo más probable que pudo haber ocurrido con el cuerpo de Jesús, fue que acabase en una fosa común con el resto de cadáveres que el sistema romano generaba. 
Y ya sabéis que la Iglesia Católica y la sinceridad absoluta, pues no se llevan del todo bien. Al final Xabier Pikaza, acabó por dejar los hábitos de una secta que le trató más como un enemigo que como a uno de los suyos, aunque sus ideas fueran complicadas de aceptar y fuera una voz crítica.



Cuando le pedí que me explicase un poco lo que -en realidad y no a nivel de cura maniqueo- decía la Iglesia Católica sobre las drogas en su doctrina (lo demás, son opiniones personales) me aclaró que la doctrina católica no tiene nada contra las drogas, sino contra aquello cuyo uso dañe al individuo, llegando a plantearlo como un problema sólo cuando es equivalente a una forma de suicidio: muy similar a lo que hace un fumador crónico con su cuerpo o un alcohólico con el suyo, la sustancia no les importa a día de hoy, porque en el pasado llegó a haber penas hasta de muerte por consumo de sustancias que hoy en día encontramos en cualquier bar del país.
Y los sacerdotes, no dejan de ser humanos. Si el Papa podía meterse cocaína sin que ello fuera un problema, cosa que seguramente haría en suelo santo porque vivía -como el resto de Papas- en el alicatado Vaticano... ¿qué ha hecho mal este cura metiéndose unas rayas de cocaína? ¿No las bendijo antes? La carne es débil, comprendamos. Y este ministro de Dios no ha “molestado” a ningún niño. 
¿Quién le va a tirar la primera piedra por haberse dejado engañar y ser grabado metiéndose una loncha mientras charla con un amigo?

Como me dijo en su día Xabier Pikaza, y se ocupó de dejarme muy claro, de existir Dios y si ese Dios era Jesús, “para Jesús no hay más que un pecado, que es no amar, es decir, no compartir la vida con los demás, en un sentido activo y receptivo”. 

Dicho de otra forma: si Dios existe se va a preocupar mucho más de cómo has tratado a tus semejantes que de las rayas que te metiste cuando el ser humano decidía tener la cocaína como delito. 
A Dios, Jesús, Alá, o Buda, se la pela mucho lo que te metas mientras no te estés matando con ello, vamos, que tampoco es que aplaudan el suicidio químico, pero no se meten en lo que te metes, valga la redundancia.

Si alguna vez te topas con un cura ladrando contra las drogas, pídele que se ciña al derecho canónico y a la doctrina oficial -magisterio- de la Iglesia Católica. Es más fácil eso que el que te encuentres uno metiéndose cocaína. Y nosotros, no tenemos la culpa de que esos ministros del crucificado no conozcan bien sus propias enseñanzas.

¡¡Ama, ama, ama!!
¡¡Y ensancha el alma!!

lunes, 12 de diciembre de 2016

Fidel Castro: un dictador menos contra el cannabis.

Este texto fue publicado en el portal Cannabis.es tras la muerte del dictador en Cuba, y lo dejamos aquí con la absurda esperanza de que, en el futuro, nadie siga a ningún tirano ni se haga camisetas con asesinos.

Esperemos que os guste, pero si no es así, nos da bastante igual: tenedlo claro, comunistas y rojos de diversos pelaje.

Disfrutad, uno menos.
:)

PS: No queremos pasar esta ocasión sin RECLAMAR LA LIBERTAD DEL GRAFFITERO CUBANO "EL SEXTO", PRESO DESDE LA MUERTE DEL DICTADOR POR UN GRAFFITI
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Uno menos: Cuba verde y libre.



Ya se murió el burro que traía la vinagre.
Ya lo llevó Dios de esta vida miserable...




Que tururururú, que tururururú...
Que tururururú, que la culpa la tienes tú!!

Estiró el pescuezo, arrugó el hocico...
Y, con el rabo tieso, murió de improviso.


La letra no es mía, ni la música -la malaostia sí- porque hasta donde yo sé, son de Víctor Jara con una canción tradicional. Tal vez alguno diga: “ah sí, Víctor Jara...”
La mayoría no le conoceréis, pero vuestro padres o abuelos sí. Víctor era -sobre todo- un maestro chileno y que no se callaba ante las injusticias -como otros maestros, los 43 de Ayotzinapa que eran todos estudiantes de “la normal” (el antiguo nombre de las escuelas de magisterio) y “desaparecieron sin dejar rastro a manos de la policía y los cárteles de drogas en México”- y que además le gustaba el teatro y lo dirigía y para colmo, tocaba la guitarra y cantaba...


Claro, si cantas bonito para “el régimen” no tendrás problemas. Eso era así antes y ahora, o que miren las entrevistas del recientemente difunto Javier Krahe. Pero Víctor Jara no solía estarse calladito y solía molestar: era maestro, coño!! Y por eso, un buen día le trincaron, le llevaron a torturar un ratito -esta gente del dictador Pinochet que se lo tomaban todo muy a pecho- y luego le pegaron un tiro en la cabeza y muerto el perro, se acabó la rabia. Es lo malo de las dictaduras, que si eres amigo del dictador y sus secuaces, puedes vivir bien. Pero no pinta igual para el que tiene ideas distintas sobre cómo hacer las cosas, los derechos humanos y menudencias de esas. A ese le dan “lo suyo”.
En Rusia “te purgaban” y desaparecías o te pagaban un tren a Siberia con billete de vuelta para 30 años después. En Corea del Norte, depende del día: si no ponen nada bueno en la TV, te echan a 120 perros hambrientos mientras hacen a tu mujer presenciarlo (ya que pone un marido, que lo vea en primera fila, como en “La Voz”) o te mandan a un campo de trabajos forzados (como los de los nazis alemanes pero sin gas en las duchas) hasta que se te quiten las ganas de opinar.
Es como cuando el protagonista de la serie “Padre de Familia” coincide en un episodio con Hitler e, intrigado por dicha figura histórica, le pregunta qué hace... y si hace “cosas nazis”. 


Pues eso, en este caso, todos estos hacen “cosas de dictadores”. Y de hecho, en España, sufrimos uno durante unas décadas; y el muy cabrón palmó en la cama (grrrr).
¡¡Y se ha muerto otro más: alegría!!
Algo que toda la humanidad debe celebrar, siempre, la muerte del tirano, porque estos no se marchan con unas urnas de nada (cabe mencionar que Pinochet es una excepción a esta norma, y que se fue tras unas elecciones) sino que se agarran hasta el final, en este caso cediéndole el bastón de mando a su hermanito Raúl; todo queda en casa.
Sin embargo, esto que puede parecer tan obvio dicho así, no lo es.
Y si no lo creéis, mirad la que le han montado al bueno de @Hackbogado en Twitter por decir una verdad: “que era un dictador, y que uno menos”. Es que como ellos son “comunistas” pues no van a hacer fuego amigo, aunque eso sea negar la existencia de algo similar a un cerebro en su morfología.
Para muchos, Fidel Castro es un personaje cuyos valores son dignos de imitación y tal. En concreto, por su papel en la llamada “revolución cubana” que pasó de ser una esperanza para el pobre, a convertirse en la cárcel del desposeído de todo ya. Pasó de ser “la perla del Caribe” a “la isla de la resistencia contra el imperialismo” con una obstinación ideológica propia de un creyente. Esto resulta curioso, cuando resulta que la revolución cubana no era “intrínsecamente comunista” sino que eso fue un “añadido” con el que Castro tuvo que tragar y que no le hacía mucha gracia. Luego, cuando comía gracias al “comunismo de los misiles rusos y la guerra fría” tuvo más cercanía y así se mantuvo hasta ahora.
No voy a entrar en el salvaje e injusto castigo que USA ha infligido a Cuba durante décadas, que es incuestionable, y que es -en buena medida- responsable de una parte de los males que asolan la isla y que ha sobrevivido gracias al turismo, principalmente. Lo que es una mierda lo es aquí y allí, y USA ha sido el pie que apretaba el cuello de un tipo que ya de por sí no respiraba nada bien, con su conocido embargo. No creo que USA sea un país al que admirar, pero al menos no es una dictadura.
¿Cuba una dictadura?
Sí. Una dictadura. Y quien no lo quiera ver, cegado por la ideología o por un póster del Che Guevara observándole desde la pared, que repiense las cosas un poquito. Y ya que aparece el Che por aquí -compañero de Fidel en esa revolución que acaba de morir un poco más- me gustaría apuntar un par de cosas curiosas de ese gran hombre
Hay quien tiene una idea extraña de que -de alguna mágica forma- el Che representa a la justicia y la libertad humana. Por un lado, tenía un extraño placer en matar, que reconoció en frases como “me encuentro en la selva cubana, vivo y sediento de sangre” y en actos como pegarle un tiro a un tipo con quien tuvo un problema, y quitarle sus cosas: “ahora son mías”. 
O a un campesino acusado de dar información, a quien ejecutó mientras decidía si era o no culpable, rematando con un “tenía que pagar el precio” como modo de ejemplo para otros. Aunque no siempre mataba, y a veces sólo simulaba ejecuciones como modo de tortura.

¿Alguien ha dicho ISIS? Seguimos.
Le nombraron jefe de la prisión donde se ejecutaba a los “enemigos de la revolución” (sea lo que sea eso) y animó a los jóvenes a matar sin tonterías, para sacar adelante su mundo ideal sin detenerse en nimiedades:
“Los jóvenes deben abstenerse de cuestionamientos ingratos de los mandatos gubernamentales. En su lugar, tienen que dedicarse a estudiar, trabajar y al servicio militar.
¡Los jóvenes deben aprender a pensar y actuar como una masa, es criminal pensar como individuos!”
Me da la impresión de que el Che Guevara también hubiera prohibido los MEME en Internet.
Para dejar un testimonio suyo, sobre eso de matar, tengo un par. En uno le cuenta a su padre que descubrió pegándole un tiro en la cabeza a un tipo y robándole sus cosas, que le gustaba matar. En otro, que lo de matar era un acto ejemplarizante y necesario (cosa que servía para justificar sus acciones, obviamente).
Tampoco le caían bien los periodistas, los jueces que insistían demasiado en procesos judiciales, ni los gays; para estos últimos creó un resort vacacional en un lugar llamado Guahanacabibes, donde la máxima era “el trabajo os hará hombres”, no muy lejana a aquella ironía de aquel campo de concentración alemán donde se leía “el trabajo os hará libres”. Así “curaba” a los gays el Che cuando no estaba presenciando fusilamientos -le subía la moral- en la prisión. Luego, le faltó la sangre en una Cuba ya controlada por Castro, y se piró a por más sangre de mercenario por el planeta.
Castro no perdió comba de estos adelantos del Che y lo de los campos de concentración, yo mismo puedo recordar cómo fueron usados contra homosexuales, usuarios de drogas y enfermos de VIH/SIDA en los años 80. En cuanto a lo que nos ocupa, las drogas y su política tras la muerte del dictador en Cuba, teniendo en cuenta que al mando sigue su hermanito Raúl, nada nuevo se ha de esperar. Es más, en una de las últimas cumbres latinoamericanas, los mendas cubanos se despacharon a gusto diciendo que allí no había ni una planta de marihuana ni droga alguna, y que eso era -como no- porque si tenían que darle matarile a los narcos y drogadictos, se lo daban. Vamos, un estilo muy “colonial” y similar al de Filipinas con el encantador Duterte, que 4000 muertos le parecen muy pocos y quiere otros 40.000 en este año (incluyendo escuelas y fábricas en sus escuadrones de la muerte).
Por supuesto que en Cuba hay drogas: cocaína y marihuana principalmente, para el turista. Ellos, como mucho, se intoxican con alcohol y benzodiacepinas. Es cierto que los cubanos no toman drogas (si no les invitan) pero porque elprecio de las mismas, para su nivel de vida, es desmedido. Pero, en el campo, sí que hay producción de yerba y alcohol ilegales, tolerado por zonas.
Cuba mantiene una oposición más ideológica que de otra clase contra las drogas. Básicamente, su posición está heredada -directamente- de los postulados oficiales rusos. Eso hasta que la antigua Unión Soviética desapareció -dejándoles huérfanos de ideas y dinero- y se quedaron como estaban en ese momento: enemigos a muerte de las drogas, como la URSS que durante años y años no tenían ciudadanos drogadictos, homosexuales, ni parados... o al menos ese era el discurso oficial y se acabó el preguntar más, por los huevos del Zar.
En Cuba, ni había ni hay usuarios de drogas. Lo del SIDA, pues ya hace años admitieron que sí existía en la isla... pero “traído por el turismo sexual al que les obligaba el embargo”. ¡Como si no supieran lo que son los condones, o el intercambio de jeringuillas! Y más teniendo un buen sistema de salud (al menos en lo educativo, formativo y preventivo) como sí que tiene Cuba.
La política de drogas en Cuba, guste o no, ha sido una vergüenza en la que se metía preso a un tipo con una planta pero a los turistas se les vendía -y vende- de todo, con el conchaveo de la policía. Eso finalmente conduce a que sea el mercado negro de la droga el que pague el sueldo de los policías, y eso miren a dónde conduce: ¿les suena México? Castro era una momia que vegetaba en chandal y Raulito le va a la zaga: mientras vivan esos, en Cuba no cambiarán nada en esta materia.
Y cuando lleguen los cambios, será cuando llegue el dinero y la apertura a ciertas drogas, como la ya todopoderosa marihuana, que no cabe duda de que entrará y pondrá sus garras en Cuba -de forma masiva y no poco a poco- y lo hará en manos de empresas norteamericanas. Al igual que el resto de los países, es poco probable que Cuba vaya a adoptar leyes de permiso para el autocultivo, de manera que se estarán condenando a ser deficitarios y compradores, inclinando en su contra la balanza de pagos con USA. La otra opción, que sería ideal que algún partido -en el futuro, claro- político cubano tomase por bandera, es la de legalizar la producción y venta de cannabis de manera que Cuba se convirtiera en el paraíso del fumeta (adiós prostitución asociada a la pobreza) ya que con su clima, se lo puede permitir y sería un reclamo turístico de primer orden que genera riqueza para toda la cadena implicada en su producción y elaboración. Algo que, también, debería estar haciendo España desde hace al menos una década en lugar de andar poniéndole impuestos al sol.
Que la isla caribeña se convirtiera en una “Jamaica sin reggae pero sabrosona”, sería además la prueba de que Cuba, al fin, es libre. Pero libre de verdad; tan libre que se pueda gritar bien alto que Cuba es VERDE!!


hasta nunca, Fidel
tanta paz lleves como dejaste donde estuviste.

sábado, 10 de diciembre de 2016

BioTrial, experimento mortal imitando al cannabis.

Este texto fue publicado en la Revista Soft Secrets -en su edición de papel, al menos (no lo veo por otro lado de momento)- cuando ocurrieron los sucesos por los que hubo un muerto y varios heridos en unos experimentos médicos, en un laboratorio francés, con una nueva droga que actuaba sobre el sistema cannabinoide.

Paradójicamente, los investigadores buscaban una sustancia que provocara hambre, diera sueño y aliviara el dolor. Buscaban algo sintético -pero legal y patentable- que hicieron lo mismo que el cannabis hace sin poner ninguna vida en riesgo. Ahora se ha sabido, que además, de entre los inhibidores de acción similar que podían haber probado, escogieron uno con un perfil de riesgos increíblemente elevado con respecto a otros.

También -ahora- hemos conocido que en experimentos con perros, esa misma droga había matado ya unos cuantos en fases iniciales de ensayo.
Genial todo, eh? Un muerto y 5 heridos lo atestiguan...

Otra víctima más de la estúpida guerra contra las drogas.
Lo que buscaban lo tenían ya, sin matar a nadie: cannabis.

:P




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BioTrial: el experimento mortal.


El viernes 15 de enero se hacía pública la desgracia: un hombre en muerte cerebral y cinco heridos más en un ensayo clínico de una nueva droga sintética, llevado a cabo en Francia. El primer ingreso hospitalario se produjo el día 10 de enero y resultó ser el más grave. 




El ensayo clínico se suspendió al día siguiente, pero se tardó unos días en informar públicamente de lo ocurrido y se eligió el viernes para hacerlo, posiblemente buscando reducir los daños que esto podía generar en el mercado de valores relacionados con ensayos farmacéuticos.

En un primer momento la ministra francesa de sanidad, Marisol Touraine, informó del asunto someramente y las especulaciones se dispararon. Una de las primeras fue que la droga que estaban probando era un derivado del cannabis, un bulo difundido inicialmente por algunos medios franceses -que obtuvo cierto eco extra por lo polarizante que resulta el tema del cannabis con la severa legislación francesa al respecto- mientras la compañía farmacéutica hacía lo posible por no revelar el compuesto públicamente. 

Horas después, la ministra tenía que desmentir que el cannabis tuviera relación alguna con este caso, aunque es posible que como en otras cuestiones, el hecho de que exista una contranarrativa -o una corrección a la inicial- no implica que vaya a ser atendida con el mismo interés que lo fue la noticia en un primer momento.




La compañía en cuestión se llama Biotrial y estaba probando un compuesto suministrado por la compañía portuguesa Bial. El compuesto había pasado las fases de experimentación animal exigidas antes de darle una nueva droga a un ser humano, habiéndose llegado a probar hasta con chimpancés. 

Tras la fase animal, se encontraba en la “Fase I” de experimentación con humanos, que busca establecer -entre otras cosas- los márgenes seguros de uso. Se inició el experimento con 128 participantes, de los que 90 tomaron el compuesto en su primera etapa. De esos 90, todos voluntarios sanos, a 8 de ellos se les pasó al siguiente nivel, y se aumentaron las dosis. 

Presuntamente se doblaron las dosis, pero en estos momento los datos exactos siguen siendo retenidos por la empresa farmacéutica. De esos 8, por suerte 2 habían recibido un placebo pero los 6 restantes resultaban heridos y uno de ellos terminaba muerto, finalmente, una semana después. 

Todos eran varones sanos de entre 29 y 48 años, voluntarios pagados por la empresa farmacéutica a quienes daban 1.900 € de “gratificación” por las molestias derivadas de participar en el experimento.

La comunidad científica, a lo largo de ese fin de semana, exigió conocer realmente los datos del estudio que -curiosamente- no estaban inscritos en el registro correspondiente para poder ser accedidos. La compañía se hacía la sueca, aunque afirmaban estar colaborando con las autoridades para todo lo que fuera necesario (no tenían otra opción ya que se ha abierto un proceso judicial por homicidio). 

Finalmente, Christopher Southan, un farmacólogo e investigador de la Universidad de Edinburgo y también Stephan Alexander, farmacólogo molecular de la Universidad de Medicina de Nottingham, identificaron el compuesto como BIA 10-2474. Poco después, la empresa confirmaba que el compuesto era BIA 10-2474.


¿Qué es BIA 10-2474?

BIA 10-2474 es el nombre en código del compuesto 3-(1-(cyclohexyl(methyl)carbamoyl)-1H-imidazol-4-yl)pyridine 1-oxide. En esencia, es un Inhibidor de la enzima Amidohidrolasa de Ácidos Grasos o, en inglés, Fatty Acid Amide Hydrolase (FAAH). 





No es, en sentido estricto, un cannabinoide ya que no es un agonista de los receptores CB1 ni CB2. Pero funciona sobre los mismos sistemas y de una forma finalmente similar. Mientras que los cannabinoides sintéticos son moléculas que imitan a los cannabinoides endógenos, la BIA 10-2474 actúa aumentando los niveles de anandamida -el principal cannabinoide endógeno- como consecuencia de “desactivar” el mecanismo que controla que el nivel de este compuesto en nuestro cuerpo, no llegue a niveles que resulten peligrosos. 

Este mecanismo, como en otros casos, se basa en la degradación enzimática por la que grandes moléculas llamadas enzimas se encargan de romper las moléculas que les sirven de sustrato, en este caso la anandamida que produce el cuerpo humano. Al eliminar este mecanismo de control, el nivel de anandamida sube y se producen los efectos derivados de ello que eran buscados con intención terapéutica. 

Pero si el nivel sigue subiendo, sin que el sistema encargado de controlar esa subida esté disponible, ¿qué ocurrirá? La respuesta a esa pregunta es lo que en el ensayo de Rennes han descubierto: la desregulación del sistema endocannabinoide humano produce daños similares a los de los cannabinoides sintéticos, incluyendo muertes.

Estos compuestos, que en lugar de funcionar como agonistas de los receptores funcionan como inhibidores de los sistema de control enzimáticos, han sido también hallados en el mercado de “legal highs” para drogas de tipo recreativo en las combinaciones de compuestos que hay en la mal llamada “marihuana sintética”. 

¿Por qué? Porque funcionan para provocar efectos similares a los del cannabis, y de hecho eso mismo buscaban también los responsables de ese estudio: un compuesto que provocase efectos similares a los del cannabis, pero que no fuera cannabis ni derivado suyo, para no tener problemas con la ley y conseguir rápido un producto vendible en el mercado farmacéutico.


La legislación prohibicionista provoca muertos; 
la ley mata también en ensayos clínicos.

Cabe destacar un aspecto de toda esta historia, y es que lo que el laboratorio Biotrial buscaba con estas pruebas era un producto que -en esencia- hiciera lo mismo que ya sabemos que hace el cannabis, y de forma inofensiva para la salud del usuario: que produjera analgesia o alivio del dolor, que mejorase el apetito de esas persona así como su estado de ánimo, y que ayudase con los problemas derivados de la degeneración neurológica tanto en enfermedades raras como conocidas.

¿Y qué sentido tiene buscar una nueva droga que haga lo mismo que otra vieja y que es inocua, como el cannabis? Pues básicamente la razón es la misma por la que se creó la “marihuana sintética”: no verse afectado por la legislación anti-cannabis. Todos estos ensayos pasan por comités de bioética que los autorizan -o no- y lo que no iban a autorizar es un estudio similar pero con cannabis, ya que la ley en Francia se lo pone casi imposible: el cannabis, a efectos legales, es una droga “peligrosa y adictiva” que no puede ser administrada a seres humanos.... dice la ley. 



Y la ley no dice nada de usar compuestos nuevos que buscan imitar el prohibido cannabis, así que en la búsqueda de fármacos útiles que actúen sobre el sistema endocannabinoide se ven privilegiados los cannabinoides sintéticos que cualquier compuesto que proceda de la planta, origen que además lo hace no-patentable y mucho menos rentable para el mercado.

El hombre que entró con muerte cerebral en el hospital y murió días después, así como sus compañeros, son víctimas de la guerra contra las drogas de la misma forma que lo son los muertos por “marihuana sintética”. Sin dicha guerra y sus leyes, nadie hubiera iniciado un estudio para conseguir un producto que provocase los mismos resultados que el cannabis, teniendo cannabis como opción terapéutica. 

La prohibición sobre el cannabis no sólo mata personas, sino que lastra de forma notable el desarrollo e investigación científicos en áreas de la salud, primando perversamente el desarrollo de fármacos sintéticos frente a la segura opción natural.


Ante este caso se hace patente que la despenalización total del cannabis es una cuestión de salud pública, también para quienes -como estos participantes del estudio- nada tienen que ver con el mundo cannábico.