lunes, 20 de julio de 2015

Fentanilo: el hermano mayor de la heroína

Este texto fue publicado en VICE.
Esperamos que os guste.

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Fentanilo: más allá de la heroína.


Era mi primer libro comprado como adulto: “Para una fenomenología de las drogas” de Antonio Escohotado. Me lo devoré una y otra vez imaginando cómo sería probar todas esas sustancias que nunca había probado. A esa edad había consumido ya todas las drogas que había en el mercado negro más inmediato (no existía Internet, al menos no como ahora) y de las legales -incluyendo las de farmacia- conocía un par de docenas de especialidades psicoactivas.



Algunas como el éter o el cloroformo me gustaban en su olor de intensa química pero no en sus efectos, la LSD me maravillaba y la tomaba como quien toma Lacasitos, la cocaína no me llamaba mucho por aquel entonces, el speed -y la Dexedrina o la Centramina- me servían para currar jornadas de 12 horas de camarero, la 5-MeO-DMT me daba “yuyu” pero me gustaba, odiaba el popper y los inhalantes, y la heroína, codeína, morfina y opio me ayudaban a relajarme ocasionalmente. Supongo que soy de esas personas extrañas a las que los opiáceos y opioides en lugar de provocarnos una relajación “babosa” nos activan y nos permiten enfrentar mejor los trabajos intelectuales de largo recorrido (no sirven para estudiar un examen la noche antes).

De todas las drogas sobre las que leía en aquel libro de Escohotado, hubo una que me llamó mucho la atención: el fentanilo. Era una sustancia de muy alta potencia que parece que ya se había usado en alguna ocasión para adulterar heroína o para fabricar “falsa heroína”. No sólo se mencionaba el fentanilo, que tiene unas 100 veces la potencia de la morfina. También había alguna mención a la famosa “China White” que lejos de ser simple heroína blanca (clorhidrato de heroína) era un compuesto creado en el mercado negro por un químico clandestino: el alfa-metil-fentanilo. Un pequeño cambio en la molécula que la hacía caer fuera de las listas de prohibiciones en ese momento -como ocurre ahora con los research chemicals legales- pero que rápido solventaron las autoridades incluyéndolo en la más restrictiva prohibición.

No era la primera vez que escuchaba algo sobre una droga de esa familia. De niño recuerdo haber escuchado en el Telediario de TVE como hablaban de una droga que ellos bautizaban como “Tango & Cash” -nombre de una película macarra de la época- y que no era sino una variación del fentanilo. En aquella época -los años en que la FAD aterraba al país con sus campañas en lugar de educar sobre drogas- se vendía mucho lo de comparar “el poder de adicción”. Y habían decidido que esa droga era 600 veces más adictiva que la propia heroína. No 600 veces más potente, sino más adictiva... decían.




Yo me preguntaba, si se suponía que la heroína era el-gran-colocón-superadictivo-que-engancha-a-la-primera, cómo podía ser una sustancia 600 veces “más adictiva” que el jaco. Sabía ya a esa edad que no enganchaba a la primera, que exigía algo más de frecuencia y una predisposición previa al asunto. Pero el mito de algo mucho más potente y más adictivo, como los derivados del fentanilo, se quedó en mi cabeza durante años, pensando que era improbable que tuviera ocasión de cruzarme con esa droga y saberlo: podía encontrarla como adulterante pero no había mercado a mi alcance para ella.

La siguiente vez que escuché hablar de ella fue en uno de los episodios más sucios de la historia de la medicina en España. Seguro que muchos de los afectados de Hepatitis C lo recuerdan: Juan Maeso. El yonky Maeso era el anestesista de un hospital público en Valencia y le gustaban los opiáceos, con especial atención al fentanilo. Los anestesistas son las personas que tienen la llave de la vida y la muerte entre los fármacos de acción inmediata para un ser humano, y unos profesionales con una de las más fuertes formaciones médicas. A Juan Maeso se le olvidó durante 10 años, de 1988 a 1998, que cuando te chutas con una jeringuilla o la metes en un bote con sustancia una vez usada, estás transmitiendo tus posibles virus a quien la use después, y por eso deben ser desechadas siempre. No era por ahorrar, era por no llamar la atención, la razón por la que el yonky Maeso usaba las mismas chutas para pincharse él primero y luego a sus pacientes en la mesa de operaciones. Pero no era tonto, no lo hacía al revés: él no se pinchaba tras usar las chutas en los pacientes o hubiera cogido todos los virus que pasaran por el quirófano.

Y el informe de los genetistas era aplastante: nunca habían encontrado un grupo epidémico donde brotase el virus de la Hepatitis C y se pudiera trazar con tanta cercanía el origen vírico: el 80% de los pacientes había sido infectado por el médico.

Por supuesto fue condenado en un larguísimo juicio a más de 1000 años de cárcel, de los que no cumpliría más de 20 por la ley en ese momento, y una multa de medio millón de euros a cada paciente infectado, que tuvimos que pagar todos los contribuyentes por ser responsable subsidiario el hospital público. Uno de los actos médicos más miserables que he conocido con un personaje igual de miserable, nuestro yonky Maeso.

Tras aquello, sólo una vez más volví a saber del fentanilo y esta vez fue como arma química.
¿Recordáis el asalto y secuestro al teatro en Moscú? El 23 de octubre del 2002 un grupo de 50 asaltantes armados y parapetados con explosivos adosados tomaban al asalto un teatro en mitad de una función. Cogieron 900 rehenes, de los que unos 90 consiguieron escapar en los primeros momentos. Cuando la cosa se fue alargando en una situación de “no hay salida” para los secuestradores y los rehenes, el gobierno de Putin tomó la decisión de tomar al asalto el lugar con tropas especiales, y con medios únicos. Hasta el momento jamás, que se sepa, se había usado el Kolokol-1 en una acción con personal civil. El secreto producto ruso es una mezcla de halotano o alguna variante de dicho gas anestésico y un aerosol de alguna variante del fentanilo, de manera que mediante la simple respiración de un lugar inundado con ese gas (que no huele ni se ve) uno fuera quedando anestesiado en cuestión de minutos.

En principio la idea no era mala. No era la peor de todas al menos. Intentaban entrar sin tener que hacerlo disparando a un lugar abarrotado de rehenes presos durante días. Pero la política de drogas rusa les jugó una mala pasada. Putin dio la orden y se usó el Kolokol-1, que cayó como una bomba en los agotados cuerpos de personas retenidas sin aseo, descanso ni buena alimentación bajo un secuestro, así como en los de sus secuestrados. Apenas se pegaron tiros, pero murieron 192 rehenes como consecuencia del uso de esas drogas. ¿Por qué? Porque Rusia se opone a todo tipo de aproximación racional a las drogas, de manera que no existen programas de metadona o de buprenorfina para desengancharte, y los usuarios de drogas allí no importan nada. Por esa razón, las reservas que tenían disponibles de naloxona -el antídoto del fentanilo y los opiáceos- eran las de uso normal en quirófano, para revertir el efecto de la anestesia. Pero no tuvieron naloxona suficiente para 900 personas, y 192 murieron drogados por su gobierno. ¿Fue la salida menos mala? No lo sabremos.



Y años después, ya con la llegada de los mercados de drogas online, como Silk Road, tuve la posibilidad de acceder a la droga: podía comprar fentanilo.
La primera pega es que -aunque barato en cuanto a cada dosis- es una sustancia que se mide en microgramos: millonésimas de gramo. Así que no resulta buena idea comprar fentanilo en ese estado, puro y en polvo, si no tienes un traje HAZMAT. Una corriente de aire es suficiente para que respires varias dosis mortales. Las únicas formas fiables de fentanilo, a mi entender, son las preparaciones farmacéuticas desviadas del mercado lícito. Vienen en un vial para inyección o en los parches conocidos popularmente como “parches de morfina” aunque no tengan morfina alguna.

Como yo no pensaba inyectarme me quedaban los parches. Y a por ellos fui, Bitcoin en mano, a comprar a la darknet de las drogas. Al cabo de unos días recibí un discreto paquete que contenía el pedido: una caja de 5 parches de 50 microgramos/hora de fentanilo. Caros, porque cada parche contiene en total unos 8 miligramos de fentanilo -varias dosis mortales para un novato- que se puede usar en trozos por vía de la mucosa bucal y también fumado, aparte de su uso correcto sobre la piel, pero cuesta unos 60 euros el parche de 50 mcgs/h en el mercado negro.

El uso correcto no es que carezca de riesgos: hace poco moría una niña que había cogido un parche ya usado de la basura, e imitando a su abuela enferma, se lo había puesto sobre la piel. Se fue a dormir y no despertó jamás. El fentanilo es, sobre todo y ante todo, una sustancia muy peligrosa en su manejo y uso fuera de manos entrenadas.

Los parches son una matriz de un polímero en el que se ha “untado” una mezcla de adhesivo y fentanilo de manera que, por su buena absorción transdérmica y la poca cantidad que hace falta que llegue a la sangre para hacer efecto, son una buena forma de administrar una cantidad constante de la droga. La cantidad de droga en el parche depende de la superficie del mismo, ya que los de diferentes dosis tienen diferentes tamaños en proporción. De esa forma si un parche de 50 mcgs/h tiene unos 8 miligramos en total, una décima de ese parche contendrá una dosis de 800 mcgs: no llega a una dosis letal pero para alguien sin costumbre sería una mala experiencia de sobredosis. Fumar 1/10 de un parche te administra por vía pulmonar -la más rápida de todas- casi la misma cantidad que todo el parche pegado a tu cuerpo durante un día entero, de una sola calada: si no estás muy hecho a grandes dosis de opiáceos es posible que empieces a vomitar en el acto y caigas inconsciente poco después. Para fumarlo, se pega el trozo a usar sobre papel de plata y se aplica calor con un mechero, aspirando el humo con un tubito de papel de plata, al modo de otras drogas como la heroína o la cocaína en base.



Personalmente me resultó un fármaco que al principio califiqué como “opioide psiquedélico” porque cuando lo fumaba, a veces en mitad de una frase o caminando a algún lugar de la casa, me quedaba dormido -pero de pie y sin caer- y con visiones geométricas muy intensas en bellos colores azules y amarillos. Duraban algo menos de un minuto y me despertaba en el mismo sitio, con memoria de lo visto en esos pliegues oníricos. Las primeras veces tienen un color y una intensidad tan vívidas como las primeras veces con heroína u opio en grandes dosis, y no son iguales cuando adquieres tolerancia.

El fentanilo aunque es un opioide produce liberación de dopamina, lo cual hace que quieras redosificarte -como si fuera cocaína- cada poco tiempo, pero sin embargo los efectos opioides no se van tan rápido. Si tuviera que darle un consejo rápido a algún suicida de las drogas que piense probarlo, es lo primero que no lo haga nunca estando solo y que limite antes de empezar a consumir la cantidad que va a usar, encargando a la persona que hace de cuidador que retire el resto para no saltarse el límite en mitad de un estado ya alterado. No es bueno redosificar, pero si alguien quiere entregarse al impulso de hacer, que use porciones mucho más pequeñas que las mencionadas, o se enfrentará al fentanilo como anestésico: es un puto animal como fármaco.

Por supuesto, que a los añadidos de los riesgos de usar opioides se le tiene que sumar el riesgo de caer inconsciente durante breves lapsos, pero no en la forma que la heroína sino mucho más brusca, en los que si te pilla con una tijera (cortando un trozo de parche, por ejemplo) puedes caer sobre ella y metértelas por el cuello sin enterarte. Y así todas las cosas malas que pueden pasar si de repente quedas inconsciente, y anestesiado al dolor. Por eso el lugar más seguro es un asiento o sillón amplio, donde si caes lo hagas en blando, lejos del fuego de los cigarros o velas, sin instrumentos cortantes cerca y vigilado por alguien para que no te hagas daño, o por si hay que llamar a una ambulancia.

Hay quién cree que fumar algo desconocido tiene menos riesgo que esnifar o ingerir algo desconocido: bienvenidos al mundo de las drogas de altísima potencia en las que una calada de humo puede ser suficiente para matar a una persona. Si alguna vez pensaste que la heroína era un fármaco peligroso, no quieras conocer a su “hermano mayor” el fentanilo.

Drogoteca.



Advertencia.
El autor no pretende incitar a nadie al consumo de fentanilo. De hecho, lo desaconseja -como opinión personal- por ser una droga demasiado peligrosa en su manejo y efectos. Su capacidad adictiva no es menor que la de la heroína y ya puede suponer el lector lo que le acarrearía engancharse a algo similar. El fentanilo dentro de una terapia con un médico no conlleva los riesgos mencionados, sino que es similar a la morfina en su gestión como analgésico. Para una descripción mucho más detallada de los riesgos, efectos y peligros, léase este manual con más imágenes y algunos consejos: http://drogoteca.blogspot.com.es/2014/04/fumando-parches-de-fentanilo-reduce.html

jueves, 16 de julio de 2015

El Sexo Rosa: la viagra femenina

Este texto fue publicado en Portal Cannabis.es
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Sexo Rosa.


No creo que haya que explicarle ciertas cosas sobre pastillas y fármacos, hoy día, a nadie.Por ejemplo, ¿quién no reconoce a la archifamosa Viagra con su bello color azul? La tenemos hasta en anuncios de publicidad, como ese en que un hombre ya algo mayorcete busca y pierde su Viagra con los nervios de su siguiente encuentro amatorio, para que acabe cayendo en el depósito de gasolina de un coche, al que se le pone dura dura... la carrocería.

Los hombres lo tenemos relativamente sencillo. El mayor problema suele ser la disfunción eréctil, y eso es un problema mecánico: hay que hinchar de sangre un globo, con forma de salchicha, para que se ponga en funcionamiento. En eso la Viagra, debo reconocer, ha sido un éxito merecido: soluciona el problema de la falta de erección en la mayoría de los casos sin especiales efectos secundarios. ¿Cómo lo hace? Pues inhibe temporalmente la acción de una enzima, la fosfodiesterasa, que como efecto secundario abre las puertas del riego sanguíneo a los cuerpos cavernosos del pene. Y el globito se hincha. Fácil, eh?

Hay algunas personas a las que la Viagra no les sirve. Su falta de erección está mediada por una cuestión psicológica y no físiológica: falta de apetito, estrés, nerviosismo, alteraciones bioquímicas, etc. Y es que la Viagra, aunque esto se haya colado también en el imaginario colectivo, no te pone cachondo. No te excita. No te ayuda a nada que tenga que ver con ese proceso, excepto en la respuesta física del globito. Si no te gusta lo que tienes delante o tienes un problema no fisiológico, la Viagra no te sirve para nada. Bueno, y si no tienes hipertensión pulmonar, que es el otro uso médico que tiene y desde el que descubrieron lo del globito, porque no iban buscando lo que encontraron pero supieron aprovecharlo.

En general, no tengo nada que objetarle a la Viagra y otros derivados. Me parece un buen fármaco, caro, pero bastante logrado. No te excita, pero no es su función.





¿Y qué pasa con la mujer? La mujer también tiene cuerpos cavernosos en sus genitales, que se llenan de sangre en la excitación sexual, haciendo que crezca el tamaño del clítoris y de los labios vaginales, y cambiando a veces su color debido al flujo de sangre. Pero no tiene nada que requiera ser hinchado, y normalmente para la mujer la parte mecánica del asunto es el menor problema.

La mujer tiene su punto problemático, en esto del sexo, en el apetito sexual. Digo problemático, porque en términos médicos, es la primera causa de falta de actividad sexual. No sólo le ocurre a la mujer, le ocurre también a muchos varones pero que con eso de nuestro rol cultural, no solemos comentar. No suele verse a mucho hombre decir en público “bah, yo paso de follar”, cuando la realidad es que muchas mujeres te podrían decir que si no tienen más actividad sexual es porque su pareja es como un ladrillo a la hora de incentivar el asunto.

Es muy complejo saber por qué una persona no tiene apetito sexual. Puede haber causas hormonales, puede haber causas psicológicas, puede ser que no le ponga su pareja ya o que esté a otras cosas. En el caso de la mujer, la presión del cuidado de la prole y de la casa (todavía en sus manos en gran proporción) puede que sea una rutina bastante alejada de la esfera de lo sexual. Y el sexo, lo sexual, no es algo que se monte y se desmonte en un instante sino que suele requerir de un cierto proceso a lo largo del tiempo y una clara predisposición, para que la cosa salga bien y tire.

Pero vivimos en una sociedad de consumo.
Tenemos la pastilla que nos la pone dura, la de la acidez de estómago por comer mal, la de la ansiedad por la vida que llevamos, la del insomnio porque no desconectamos, la de la depresión si nos ponemos tristes... tenemos la leche de pastillas!! Rojas, verdes y amarillas!!




Dado que el rol que vamos ocupado cada vez se parece más a un target de mercado, la mujer va a recibir su dosis de sexo en pastilla. ¿Por qué? Porque ella lo vale, no? Y aquí llega la historia de la nueva pastilla: la pastilla rosa, para esos días en que no te apetece echar un polvete, amiga...

Llega la Flibanserina, cuyo primer nombre propuesto para su comercialización era Gi-ROSA.
¿Y qué hace? ¿Qué es? ¿Vamos a follar todos como locos por fin? ¿Es rosa? Sí. Es rosa.
Eso debe ser lo más importante junto con lo de llamarla “viagra femenina”.

La flibanserina es un compuesto que fue desarrollado por el laboratorio Boehringer Ingelheim hasta el año 2010, en que la FDA (los que regulan los medicamentos en USA) les pegó un portazo a sus intenciones de lanzarlo como viagra femenina. Como los del laboratorio vieron que realmente tenía efectos secundarios que hacían pensar que no compensaba el objetivo, que era lo que decía la FDA, pues se deshicieron de ella vendiendo la patente y la investigación a Sprout Pharmaceuticals, otro del mismo ramo.

A pesar de eso, Sprout continuó con el desarrollo, y aunque la FDA le ha repetido varias veces que no les hace mucha gracia esa pastilla para esa indicación por sus efectos secundarios, ellos han tenido el impetu de hacer lobby con las mujeres y forzar su aprobación mediante movimientos más políticos que científicos.

¿Por qué? Por la falta de opciones de tratamiento para lo que, en nuestra fiebre medicalizadora, hemos llamado “Trastorno de deseo sexual hipoactivo premenopáusico”. El típico “quita que no tengo ganas de fiesta” de toda la vida, pero con un nombre que acojona. Imagina que el médico te dice que tienes de eso, a ver con que cara sales de la consulta. Y si el médico te dice que tienes “algo así de serio” seguramente tenga una pastilla para ayudarte. Rosa y todo, sí.

Seguramente pensaréis que vaya cachondeito que me tengo con el rosa, pero no es sólo por reírme. Lo del rosa es la guinda de una medicación peligrosa que se venderá para mujeres. ¿Peligrosa? Si fuera peligrosa no lo autorizarían, no? Tenemos cientos de medicaciones creadas a medida para enfermedades o trastornos, también creados a medida. Es una cuestión de negocio, de ventas, de que la cosa funcione y la mujer, como grupo de consumidoras, acepte la pastillita rosa como algo que la ayuda a ser más mujer y a ser más deseada por su actividad sexual.




En este caso, la pastilla rosa, no es una medicación simple, que sólo toque un asunto y funcione todo como con la Viagra (aunque tiene también sus efectos secundarios). En este caso se trata de que la medicación debe ayudarte a excitarte y a tener más deseo sexual. No tiene nada que ver con la Viagra, y en realidad no entiendo por qué sólo se aplica a mujeres ya que su modo de acción no es específico de uno de los dos generos.

La pastillita rosa, Flibanserina o Addyi para las futuras amigas, no toca las hormonas que regulan parte de la sexualidad y que nos diferencian a hombres y mujeres. Toca el cerebro y su neurotransmisión. En concreto se mete a jugar con la dopamina y la norepinefrina y su efecto estimulante (también sexual) y con la serotonina y su efecto inhibitorio sexual.




Ya que dopamina y norepinefrina actúan de forma positiva en el impulso sexual, han decidido que la mejor forma de animar el asunto es aumentar su presencia en el cerebro y como la serotonina te suele inhibir las ganas de sexo, pues han decidido bajarla. Seguro que estas palabras te suenan más a psiquiatra que a sexo, y es normal. La flibanserina es un antidepresivo en esencia, y se empezó a explorar para ese perfil de trastorno.

Ahí precisamente radica el gran peligro de este nuevo lanzamiento farmacéutico que seguro que copará muchas portadas y mucha publicidad, pero que creo que no tendrá ningún recorrido como best seller. El hecho de aumentar la dopamina, como hace la cocaína o la anfetamina, tiene sus consecuencias. Igual ocurre con la norepinefrina, que es uno de los targets en la depresión. Y especialmente con la serotonina, que regula nuestro estado de ánimo de una forma muy compleja.

Como es lógico, ahora que se está armando la campaña para su lanzamiento futuro, los efectos secundarios de los que hablan son menores: somnolencia (posiblemente por la subida de serotonina, como ocurre con la MDAI) y desmayos. Debe ser serio, porque uno de los miedos era el efecto sobre la conducción. Pero yo entiendo que la cosa no queda ahí, ni mucho menos.

Los efectos secundarios serán, a la larga, los de otras medicaciones parecidas: antidepresivos. Cuando modificamos nuestra química con esas moléculas, modificamos nuestras ganas de reír, de comer, de salir con los amigos, de cantar o de llorar y quedarnos en casa sin ver a nadie. En una depresión, que es un trastorno grave y bastante incapacitante que casi todos los humanos pasan una vez en la vida al menos, está justificado usar algo para restablecer a la normalidad los neurotransmisores que están mal, al comparar los pros y las contras.

¿Pero lo merece para, teóricamente, aumentar el apetito sexual?
Si los efectos son somnolencia y en alguna persona un desmayo puntual, pues es posible que sí. Pero si los efectos secundarios pueden ser de todo el abanico de enfermedades derivadas de un desequilibrio en los neurotransmisores, podemos estar delante de una píldora que aumente la tendencia suicida, la depresiva, o que resulte en los efectos opuestos.

Lo que parece claro, es que el precio de entrar a tocar la química del cerebro con grandes medidas para conseguir pequeñas modificaciones en la conducta, nunca es igual a cero. Es posible que la flibanserina ayude a algunas personas con el sexo, sí. Tanto mujeres como hombres, aunque sea rosa y dirigida a ellas. E incluso puede que resulte un buen antidepresivo o un fármaco interesante para otros trastornos.

Antes de tomarla, mujer u hombre, plantéate si tomarías antidepresivos para mejorar -hipotéticamente- tu impulso sexual. 
Si la respuesta es NO, aléjate de la “viagra femenina”.





lunes, 6 de julio de 2015

El pecado de Ross, creador de Silk Road.

Este texto fue publicado en Portal Cannabis.es.
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El pecado de Ross Ulbricht.


Tengo un especial cariño a Ross Ulbricht. No le conozco, aunque tengo la impresión de que debe ser un gran tipo que ha tenido la mala suerte de estar muy por delante de su tiempo. No le conozco como me gustaría, porque realmente llevo en contacto con cosas que han nacido de su mano un tiempo. Desde el primer artículo sobre Ross o sobre su creación -Silk Road- hasta hoy, creo que he escrito unas 30 veces sobre el asunto y he hablado incontables ocasiones con sus padres, amigos y otras personas que “tenían algo que ver” en todo este circo generado alrededor de Tor, el Bitcoin y un nuevo paradigma como mercado de drogas en Internet salido de la mente de este joven.

Creo que desde el primer día, sabía que esto llegaría: que tendría que escribir sobre su muerte o su prisión. Y así ha sido. Es el momento de ajustar cuentas y ver que sobre sus espaldas ahora pesan 2 cadenas perpetuas a cumplir consecutivamente. Por si te mueres y vuelves a nacer; no es broma.

Siempre disfruté pensando que Dread Pirate Roberts saldría adelante sin ser capturado, que los “buenos” no ganarían esta vez, que se haría justicia por otras vías. Pero no pudo ser.
A Ross le cogieron, y está jodido. Dos vidas jodido.




He querido esperar el máximo posible antes de escribir este texto, por ver si pasaba algo, por ver si alguien levantaba la voz un poco más para quejarse de un destino injusto a todas luces dado contra alguien sin sangre en sus manos. Y que lo quieren llamar justicia. Pero no ha podido ser.

Sin embargo me ha servido para entender que, a pesar de su carta de “arrepentimiento” que es necesario leer varias veces y con detenimiento en todas las palabras, Ross no midió bien el dolor en sus carnes, pero tuvo claro cuál sería el destino actual de quien osase cruzar la linea que él estaba dispuesto a cruzar. 

Lo tuvo claro desde que eligió su pseudónimo para Silk Road: Dread Pirate Roberts. El pirata inmortal que o era capaz de sobrevivir a la propia vida o tenían que ser varias personas, pero era suficiente para que la leyenda continuase. Ojo de buen cubero: el barco partió cuando Ross lo botó y, a pesar de su captura, su creación sigue surcando los mares y las aguas de las redes, en manos de otros capitanes que han tomado su relevo. Hoy no existe un Silk Road, existen decenas de ellos contra los que nada puede hacer la policía salvo desear tener suerte.

Si bien lo que Ross hizo, a un primer vistazo, es abrir un mercado de drogas que apenas funcionó un año y pico... ¿por qué 2 sentencias a cadena perpetua? No es nada normal, ni siquiera contra grandes capos de las drogas con muchos muertos en su haber y controlando auténticas organizaciones criminales, que hablan mediante narcomantas -mensajes escritos sobre los cadáveres o con la sangre de los cuerpos de los asesinados y difundidos por las redes- como ejemplo de la atrocidad disponible.

A Ross no le condenan por las drogas, como se ha vendido en los medios que no paran de repetir en inglés “drogas duras como la heroína, cocaína y LSD” a modo de clavos en el ataúd de Ross.

El pecado de Ross ha sido echarle un pulso al sistema con una idea que estaba pensada para saltarse todas las leyes, regulaciones e impuestos sobre un mercado libre en personas libres. Y encima conseguir que cientos de miles de personas de todo el planeta se pusieran de acuerdo para usar navegadores especiales, acceder a una red oculta a los buscadores como es Tor, aprender seguridad y a usar el Bitcoin, dejando inaugurado un paradigma que seguirá con nosotros mucho tiempo.

Cuando Ross se dio cuenta de que las drogas eran una mercancía que levantaba muchas cuestiones no resueltas, como su pureza o falta de ella y los riesgos para el consumidor del mercado negro, empezó a poner soluciones, instaurando la valoración por parte de los usuarios, un control a los vendedores, e incluso contó con el Doctor X dando consejos de reducción de riesgos a quien lo solicitaba.

Este punto es objeto de controversia, ya que por un lado la juez se ha despachado a gusto contra la defensa por haber intentado usar este asunto como una prueba a favor. Ha dicho que el argumento de la reducción de riesgos es una tontería y del doctor ha dicho que es un personaje despreciable, tras achacarle unos textos incorrectamente. ¡Qué boquita tiene la juez! Pero en ese aspecto, hay una parte de razón para ambos. La defensa ofrece ese aspecto como encomiable labor, y lo es. Pero la juez lo ve más como “integración dentro del servicio de la banda criminal”. Y lo es.

De hecho era uno de los detalles que podía hacer preferible la existencia de Silk Road frente a otros, y no recuerdo que a nadie se le pidiera una prueba de compra para hacer uso del mismo: estaba abierto a todo el mundo. Yo creo que es lo correcto, y creo que el modelo de tener un médico dando consejos sobre “como no matarte con las drogas” -reducción de riesgos- es mucho mejor que el de tener a un tipo vendiéndote heroína con la punta del cuchillo con el que está comiéndose un filete. Las cosas como son. Creo que es un paso positivo el que -por fin- alguien se plantee hacer las cosas con cabeza, si lo que pretendemos es que no se mate nadie sin buscarlo. Moralmente me parece un avance.

Pero en USA la perspectiva es distinta. Allí consumir drogas es un delito. No una falta. Delito, con lo que eso significa en “el país de la libertad”.
Allí no pueden imaginar que -como ocurre en Europa- existan grupos que en fiestas y lugares de marcha, trabajan con drogas, dan consejos sobre como tomarlas y no están todos presos.

Allí AiLaket o Energy Control no podrían existir tal y como les conocemos.
Allí resulta inmoral que un médico diga algo sobre las drogas que no sea “NO”.
Allí, que han legalizado la marihuana para uso común, médico y lúdico.

Aunque incluso salvando el salto cultural, la jueza tenía una parte de razón (la única que de momento he encontrado) al poner la cosa sobre papel y números. Si Silk Road en esa fase movió unos 1200 millones de dólares en drogas, ¿cómo pueden intentar vender que gastarse 500 dólares a la semana -lo que pagaban o donaban para ese servicio- durante unos meses sea reducción de riesgos? Eso de la matemática es casquería cruda, pero es. Yo entiendo la buena voluntad de Ross en ese aspecto -porque es un tipo muy inteligente- y de los que intervenían en ello, pero le faltaba mucho peso para poder esgrimirlo como defensa o atenuante en este caso. También comparto que si yo hubiera sido Ross, o Lyn -su madre- o su abogado, hubiera usado todo lo que pudiera porque es lo correcto legalmente hablando (y de cara a futuras apelaciones es lo correcto procesalmente hablando).

¿Es eso un ataque a la reducción de riesgos? Pues no. Es un desprecio y nada más. Es parte de la ceguera cultural que sufren con su guerra contra las drogas. Pero he podido ver en las redes cómo algunos usaban el argumento de que la reducción de riesgos era atacada y otros ofendidos por ese mismo argumento. Señal de que está viva y que necesita más trabajo y, desde luego, mucho más dinero que 500 dólares a la semana. El dinero de Ross podría haber financiado decenas de organizaciones de reducción de riesgos. Tenía aparentemente más interés en cambiar el mundo que le rodeaba que en amasar pasta, y no me parece descabellado ni exagerado pensar que -si hubiera podido llegar a una vida funcional manteniendo Silk Road y no caer preso- hubiera puesto más dinero en el asunto. Ross no buscaba enriquecerse a costa de otros sino crear algo que sirviera para todos.




El pecado de Ross ha sido no tolerar la mediocridad de un mundo que le parecía asfixiante, y hacer algo para cambiarlo. Antes decía que estaba por delante de su tiempo, porque mientras el gobierno USA le condena a perpetuas, en el tiempo que existió Silk Road con Ross Ulbricht, pasaron de tener prohibida la marihuana a desarrollar amplios planes de inversión legal para amasar fortunas vendiendo porros... legales.

Nadie puede pretender que un chico de 30 años -que ha creado un experimento online que modifica la vida real- pueda tener las respuestas a todo. Menos aún, las de una guerra no resuelta -pero perdida- como la de las drogas.

Mientras tanto, entre los señores de los nuevos mercados -los demás jugadores- que han estado atentos para no cometer los errores de los anteriores, y han aprendido mucho, dicen que no piensan rendirse. Comentaban hace unas horas que todos saben que si les cogen, les van a “follar vivos”, y que eso lo conoce cualquiera que haya estado en el mercado de la droga. Los mercados de drogas en internet no los inventó Ross, y existían mucho antes del Bitcoin y de Tor. En todos los países. De España he comprado drogas en varios, desde hace muchos años. Sigue la partida, con la ventaja de las nuevas herramientas a favor del anonimato en una guerra perdida de antemano.

No quiero cerrar sin anotar que he visto mucho odio hacia Ross, incluso entre personas relacionadas con las drogas, la reducción de riesgos, los mercados online de la darknet, etc. Pero no había fundamento detrás: la peor crítica es la ideológica y no perdonan a Ross su bandera libertaria con la que jaleó el espíritu de la gente.

Como me decía un conocido personaje y médico de este mundillo de la drogas, residente en USA, “si Ross Ulbricht fuera apolítico, le odiaría un poco menos, pero aún así seguiría siendo temerario, irresponsable y peligroso”.

No le falta razón: las mismas razones por las que esta persona le odia, a mí me hacen amarle. 
Distinta perspectiva.

La tragedia de Ross es el último espejismo en el que hemos caído. La tragedia es nuestra, si no tenemos mejor destino que un agujero para una mente capaz de imaginar cambios viables sobre la realidad, como el que fue Silk Road aún con todos sus fallos.

La tragedia es nuestra mediocre sociedad, deletreando J-U-S-T-I-C-I-A con esa sentencia.